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viernes, 23 de noviembre de 2012
1932-UN MUNDO FELIZ - Aldous Huxley (2)
(Viene de la entrada anterior)
He dicho que todo el mundo es feliz, pero no es totalmente cierto. Bernard Max es un Alfa Plus, el más elevado de los círculos sociales. Pero se siente fuera de lugar, alienado y desgraciado debido a que un fallo en su proceso de clonación le castigó con un físico poco agraciado propio de castas inferiores. Despreciado por sus jefes y compañeros, amargado y resentido, consigue sin embargo el favor de Lenina Crown, una amante circunstancial de la clase Beta, con quien emprende un viaje turístico a las fronteras del Estado Mundial, a una "reserva" de salvajes en Nuevo Mexico.
La segunda parte del libro describe el encuentro de los "civilizados" turistas con un nativo, John el Salvaje, hijo de una mujer del Estado Mundial, Linda, que quedó atrapada en la reserva tras un accidente. Su fragmentaria filosofía vital y nociones de la dinámica social están determinadas tanto por la tribu de indios en la que vive como por un viejo libro con el que su madre le enseñó a leer: las obras completas de William Shakespeare. Bernard Marx ve en el joven la oportunidad de mejorar su estatus y credibilidad entre sus compañeros Alfas, así que arregla las cosas para que John y Linda le acompañen a la civilización.
La última parte gira alrededor del choque cultural que provoca la llegada de John al Estado Mundial. Se convierte en una exótica atracción a la que se pasea por salones y fábricas. En este Mundo Feliz, la religión y el arte han sido eliminadas por su tendencia a desestabilizar la armonía comunitaria. El Salvaje, que se ha autoeducado a partir de embriagadores extractos de las obras de Shakespeare, se enamora intensa y destructivamente de la vacua Lenina, un comportamiento totalmente inadecuado en una sociedad en la que la familia, la monogamia y el romance se han eliminado. La intensidad de las emociones de John lo lleva a la desesperación. Alterna periodos de felicidad y hedonismo conciliador con otros de desolación y feroces remordimientos hasta que, cuando Linda muere tras abusar de las drogas en un intento de escapar del mundo real, enloquece.
Llevado a presencia del Su Fordería Mustafá Mond, Interventor de Europa Occidental, John mantiene con él una conversación que constituye el auténtico clímax de la novela. En ella, mediante razonamientos tan lúcidos como desasosegantes, ambos debaten los méritos relativos de una miseria poéticamente idealizada y la felicidad diseñada científicamente. Tal es la fuerza de los argumentos de Mond, que John no tiene más remedio que aceptar la enorme disociación entre su marco de valores y el, a su juicio, decadente y depravado mundo en el que ahora vive. Nada le quedará ya sino afrontar su inevitable y solitario destino.
Huxley dibuja un mundo en el que la felicidad humana y su permanencia son la cualidad definitoria. Los pensadores utópicos siempre habían asumido que la consecución del éxito social vendría por una de estas dos vías: o la eficiencia creciente de (por ejemplo) los aspectos militares/mecánicos de la sociedad; o, más frecuentemente, el criterio utilitarista de maximizar la felicidad para el mayor número de personas. Huxley no estaba interesado en la utopía militarizada, pero su ingeniosa y profunda innovación consistió en preguntarse por las relaciones entre la felicidad y la utopía, un tema constante en su obra.
George Orwell opinó de "Un Mundo Feliz" que era “una brillante caricatura del presente”, pero insistió en que el libro “no arroja luz sobre el futuro. Ninguna sociedad de esa clase duraría más de un par de generaciones”. La razón para la inestabilidad de esa dictadura, según Orwell, era el hecho de que la casta gobernante carecía de una “estricta moralidad”, una creencia cuasi religiosa en sí misma que rozara la mística. Es curioso que Orwell interpretara el libro de esa manera, porque precisamente "Un Mundo Feliz" se basa en la estudiada ausencia de “mística”, de espiritualidad. El hedonismo banal de su mundo imaginario adquiere todo su horrible sabor por la ausencia -supresión de hecho- de cualquier aspecto divino.
No hablo sólo de religión –aunque la religión organizada es una de sus manifestaciones-. Cuando John discute con Mustafá Bond, éste afirma que “Dios es incompatible con la maquinaria, la medicina científica y la felicidad universal” y explica cómo la droga “soma” ha reemplazado al sentimiento religioso: es el “Cristianismo sin lágrimas”. Dios es un concepto incómodo para esta civilización y la insistencia de John en desear precisamente eso, la incomodidad por sí misma, es la manifestación de un masoquismo enfermizo que le aboca a su final. “No quiero comodidad” le dice a Mond, “Quiero a Dios, quiero poesía, quiero auténtico peligro, quiero libertad, quiero bondad, quiero pecado”. Mond sugiere que lo que está haciendo es “reclamar el derecho a ser infeliz” y cuando John lo confirma, aquél le señala que tal derecho también incluye “el derecho a envejecer, ser feo e impotente; el derecho a padecer sífilis y cáncer; el derecho a tener poco que comer; el derecho a sentirse mal; el derecho a vivir en un constante temor a lo que pueda suceder mañana; el derecho a coger el tifus; el derecho a ser torturado por atroces dolores de todo tipo”. Es difícil no admitir que algo de razón tiene.
La sátira aquí es totalmente anfi-freudiana. La definición de Freud de salud mental como la habilidad de trabajar y amar, es caricaturizada en el típico ciudadano del Mundo Feliz, “un ciudadano feliz, duro trabajador y buen consumidor” con acceso ilimitado al sexo. El otro paralelo de la sátira de Huxley es la Rusia bolchevique. En los años cincuenta, Huxley observó que la dictadura que encabezaba Stalin había comenzado a dejar paso a una forma más actualizada de tiranía y que “el sistema soviético combina elementos de "1984" con elementos proféticos de lo que sucedía entre las castas más altas de “Un Mundo Feliz” ". De nuevo, en contraste con el ataque más que evidente de Orwell contra el sistema comunista, el genio de Huxley consistió en seguir la lógica de la ideología comunista hasta sus conclusiones finales.
Es posible ignorar, como han hecho muchos críticos, lo razonable del discurso de Mond cuando justifica el sistema del que forma parte. Es también posible –aunque más difícil- simpatizar con John y su atolondrado y masoquista idealismo cristiano-shakesperiano. Pero lo que no parece correcto es argumentar que Huxley esté a favor de la idea de que el espíritu humano requiera la presencia de dolor y dificultades porque sin ellos la vida se convierta en algo blando e innoble. Esa visión de que el hombre requiere de sufrimiento para crecer y evolucionar es compartida por Nietzsche y otros autores de CF, como H.G.Wells (me remito al comentario de su libro “La Máquina del Tiempo”. En él achaca el retraso mental y físico de los Eloi a su vida fácil y sin complicaciones).
Pero Huxley no alberga fantasía alguna sobre el dolor; no es de sufrimiento de lo que los cobardes y hedonistas ciudadanos de Mundo Feliz carecen. Es algo más: el sentimiento “divino”, espiritual, es para él un elemento imprescindible para una mente sana. No tiene que ver con la existencia real o no de un ser divino, sino con esa vertiente trascendente, que nos diferencia de los animales. La felicidad de Mundo Feliz es distópica no porque elimine el sufrimiento, sino porque suprime el elemento espiritual. En la novela, Huxley opone lo grotesco de las autoflagelaciones de John con la belleza de sus citas de Shakespeare: el elemento espiritual de la poesía oscurece lo inverosímil de un campesino mexicano autodidacta del siglo XXVII devenido experto en la obra de un dramaturgo inglés del siglo XVI.
Resulta sorprendente la fría acogida que esta magnífica obra recibió en Estados Unidos cuando se publicó por primera vez. El motivo es que en ese país la ciencia ficción estaba viviendo la edad dorada de las revistas pulp y la vertiente más popular del género se definía a menudo a sí misma en contraposición con la ficción de corte más literario.
En "Amazing Stories", un crítico (que firmaba tan sólo como C.A.B.) la valoró en términos de su fracaso a la hora de satisfacer las expectativas de los lectores de esa revista: "Desde el punto de vista de un aficionado a la ciencia ficción, este libro es decididamente un fracaso". Una de sus objeciones estaba relacionada con la crudeza de la novela, ya que la sexualidad explícita estaba por aquel entonces excluida de aquellas publicaciones. Pero la principal crítica, sin embargo, era que "o bien al señor Huxley no le gusta la ciencia, particularmente su posible evolución en el futuro, o bien no cree en ella". Parece que no le bastó que el británico predijera la clonación, los úteros artificiales, el uso de las drogas con fines recreativos y de control social y los cambios sociales que se derivaban de tales innovaciones. Tampoco contó mucho su prosa fluida, la valiente caracterización de sus personajes, sus agudas observaciones sobre la condición humana ni su inteligente forma de saltar de la especulación verosímil al humor sin perder el paso.
En Estados Unidos se esperaba que una novela de ciencia ficción transmitiera tanto la cara más optimista de la ciencia como el espíritu de la aventura, el misterio y el romance. Si no era así, quizá la novela pudiera calificarse de literatura, pero desde luego no de ciencia ficción. Y Huxley ofrecía todo lo contrario al canon "pulp": un análisis de todo lo que veía mal en el siglo XX, un sentimiento de pérdida, las consecuencias de la adoración a los peligrosos dioses de la tecnología, el placer vacío, la cultura de masas, la industrialización masiva y el abandono de la espiritualidad...
Por ello, resulta irónico que "Un mundo feliz", que no fue publicada como ciencia ficción, sea hoy una de las novelas de ese género más intensas y famosas de todos los tiempos. No solo eso, sino que tuvo un impacto tremendo en la forma en que ahora vemos nuestra propia especie en relación al progreso científico. Su título y mucho de su vocabulario entró en el habla coloquial anglosajona y aún se sigue citando como advertencia de posibles futuros abusos y antídoto de ciegos optimismos. La ciencia ficción ya no volvería a mirar al futuro de la misma manera.
Por cierto, ya hemos mencionado que Huxley plantea en el libro el uso de las drogas por parte de las autoridades como herramienta de control social. En eso se equivocó -al menos por ahora- pero lo que sí hizo fue convertirse en el pionero del uso "recreativo" de las sustancias alucinógenas. En su ensayo "Las Puertas de la Percepción" (1954), narraba sus propias experiencias con la mezcalina y no tardó en convertirse en un libro de culto entre los militantes contraculturales de los años sesenta. El "soma" de "Un Mundo Feliz", irreal y por tanto imposible de obtener, no despierta tentaciones entre los lectores, pero las vivencias del autor con la muy real mezcalina fueron un anuncio publicitario de primera. Por desgracia, la búsqueda de lo místico y trascendental que el autor perseguía en los alucinógenos se convirtió en sus seguidores en el patético escapismo de la realidad que practicaban los ciudadanos de Mundo Feliz.
La visión futurista de Huxley no fue ajena a su propio historial genético. El legado científico de su abuelo marcó tanto su vida como la de su hermano. Huxley encarna, literalmente, esa premisa que afirma que la ciencia estimula la ficción y ésta, a cambio, inspira a los científicos. Y, como todo buen clásico, "Un Mundo Feliz" nos invita a reflexionar sobre nosotros mismos y la sociedad en la que vivimos. Los escritores de ciencia ficción a menudo aciertan en la creación de un marco general futurista fallando en cambio en todos los detalles, como es el caso de "1984" de Orwell. O al contrario, realizan predicciones muy concretas sobre esto o aquello pero no consiguen captar toda la complejidad del cuadro social. "Un Mundo Feliz" parece más profético con cada década que envejece.
¿Qué ecos podemos encontrar de la novela en el mundo actual? Desgraciadamente, más de los que nos gustaría ¿O es que mucha gente joven no se mostraría hoy encantada con la idea de una sociedad en la que se viviera hasta edad avanzada, sin enfermedades, con mucho tiempo libre y sexo a discreción? ¿No estarían dispuestos a sacrificar a cambio incluso su libertad? ¿Acaso no sufrimos un continuo bombardeo de mensajes que invitan al consumismo más voraz y de eslóganes que empujan a la corrección política y la uniformidad ideológica? ¿No ha aumentado abrumadoramente la banalización sexual gracias a las nuevas tecnologías, con pornografía a la carta en los canales televisivos e internet? ¿No se ha primado la superespecialización educativa por encima de la cultura general? ¿No ha desplazado el bienestar material a la espiritualidad? ¿No hay grandes porciones de la sociedad que se mantienen a base de sexo, deportes, drogas y televisión, tal y como sucede en "Un Mundo Feliz"?
Sí, cierto. Las drogas son aún ilegales, las ciudades distan de ser seguras, la especie humana ha conseguido vencer los esfuerzos totalitarios de planificación social y la utopía hedonista que Huxley creyó ver latiendo bajo la Norteamérica de los años treinta aún no es más que una fantasía. Entonces, ¿por qué parece que Mundo Feliz - o una versión suya- parece estar cada vez más cerca?
Y lo peor de todo es que, demasiado a menudo, cuando leemos el periódico o vemos las noticias en la televisión, la deformada utopía de Huxley no nos parece tan mal lugar para vivir...
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Yo leí este libro hace casi un año, me pareció bueno y le platique a todo mundo, yo sentía que lo que se narraba en el libro estaba sucediendo, hasta tuve miedo y cuando le platique a un amigo se soltó a reír y me dijo que eso no podía suceder, que las religiones no podrían desaparecer y etc. Sin embargo yo creo que algunas de las cosas mencionadas en el libro ocurrirán pronto! D: Excelente blog :3
ResponderEliminarHola Goldelyz. No andas errado. Las distopias se basan precisamente en coger tendencias o incluso fenómenos sociales ya existentes en el presente y exagerarlos o distorsionarlos al tiempo que se proyectan al futuro. Algunas de las cosas que contaba Huxley ya estaban sucediendo en la Unión Soviética de entonces. Y otras, efectivamente, suceden hoy más o menos camufladas. En el caso concreto de las religiones, personalmente creo que nadie ha conseguido acabar del todo con ellas ni es fácil que lo haga. El afán espiritual del hombre es demasiado intenso.
ResponderEliminarUn saludo.
No entiendo de dónde nació el término distopía. Es decir, una utopía es la idealización de algo, pero esa idealización no objeta una tendencia hacia el "bien" o hacia el "mal".
ResponderEliminarEn fin, me fascinó este blog, y me divertí muchísimo con tu bio. Escríbeme a mi correo porque es muy difícil que recuerde volver a chequear esta publicación caleidocosmica@hotmail.com sería genial compartir cosas. Saludos!
"Utopía" es una palabra que procede de la obra del mismo nombre escrita en latín en 1516 por Tomás Moro. El título es un juego de palabras derivado del griego: "outopos" significa "en ninguna parte"; "eutopos", "un buen lugar"; y "utopos", "tierra con forma de U". Distopia, en realidad, viene del inglés, no del latín o el griego. La acuñó a finales del siglo XIX el economista inglés John Stuar Mill anteponiendo el prefijo "dis", que en ese idioma equivale a "malo".
ResponderEliminarGracias por visitar el blog y espero seguir viéndote por aquí...
Gracias, amo esta página y la comparto. Quiero saber q opina de la película sobre el libro? también hay una serie q va a salir en 2020. Aun así tengo mas q claro q la película no puede llegar a reemplazar el libro q ya voy a ir a tratar de conseguir
ResponderEliminarNo he visto la peli y la serie... Ya veremos.... Un saludo
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