viernes, 15 de julio de 2016

2013- PACIFIC RIM – Guillermo Del Toro


A menos que uno sea un devoto fan de las películas japonesas de monstruos herederas de “Godzilla”, puede que el argumento e imágenes promocionales de “Pacific Rim”, con feroces criaturas de dimensiones colosales enfrentándose a gigantescos robots, no animen demasiado a verla. Pero los aficionados al género fantástico saben que siempre es un error subestimar a Guillermo Del Toro y su capacidad para crear imaginerías fascinantes, componer escenas de gran empaque estético y humanizar todo tipo de monstruos. Incluso sin la participación de grandes estrellas en el reparto de sus películas, consigue construir mundos a los que el espectador se ve absorbido contra su voluntad.



La premisa inicial de la película es muy original: resulta que estábamos equivocados al mirar al cielo preocupados, creyendo que la invasión alienígena vendría desde el espacio. En un futuro cercano, la Tierra es atacada por monstruos gigantescos, conocidos como Kaiju, surgidos de una grieta dimensional abierta en el interior de una fosa en el fondo del Océano Pacífico. Los Kaiju arrasan todo a su paso, destruyendo las ciudades costeras más expuestas, como San Francisco o Sidney.

Ante semejante amenaza, los gobiernos de la Tierra aparcan sus rencillas y cooperan aunando sus
recursos para fabricar la única defensa mínimamente efectiva de la Humanidad: unos robots gigantes, los Jaeger, que pueden enfrentarse a esas criaturas en un combate cuerpo a cuerpo. Son máquinas tan grandes que necesitan no uno sino dos pilotos para manejarlas. Pero no dos pilotos cualesquiera: han de ser mentalmente compatibles, ya que deben de “conectar” sus mentes a través del proceso conocido como “Deriva” un puente neural que les permite compartir pensamientos y controlar coordinadamente las acciones de la máquina (un concepto que recuerda sospechosamente a la venerable “fusión mental vulcaniana” de “Star Trek”). Es por ello que los pilotos suelen estar estrechamente relacionados, como hermanos, padres e hijos o parejas. El resultado inicial de estas armas es un éxito y los pilotos acumulan tanta fama como estrellas del rock. S

Saltamos al año 2020, cuando dos de esos pilotos, los hermanos Raleigh (Charlie Hunnam) y Yancey Beckett (Diegi Klattenhoff), responden al ataque de un kaiju en Anchorage (Alaska), donde son duramente castigados hasta el punto de que, aunque logran la victoria, Yancey muere.

Pero los kaiju cambian, evolucionan y se adaptan, haciéndose más letales y destructivos. Cinco
años después de aquel combate, los gobiernos estiman que el programa Jaeger ha dejado de ser efectivo y lo cancelan optando en cambio por la construcción de colosales muros costeros. En una de las secciones de ese muro trabaja por entonces Raleigh, que abandonó el pilotaje de robots por no ser capaz de superar el trauma de perder a su hermano y ahora vagabundea aceptando trabajos de baja cualificación. En ese momento es vuelto a reclutar por Stacker Pentecost (Idris Elba), antiguo militar y piloto al mando del ahora extinto programa Jaeger. Pentecost está convencido de que los muros serán inútiles, así que ha establecido una base independiente en Hong Kong, concentrando allí los robots supervivientes. El ex-militar tiene el ambicioso plan de introducir uno de los Jaeger en el portal dimensional y detonar allí un artefacto nuclear para cerrarlo, y para ello necesita a los mejores pilotos. Raleigh no está convencido del todo, aunque finalmente accede a volver a la acción emparejándose junto a la brillante aspirante Mako Mori (Rinko Kikuchi). Pero mientras se prepara, los ataques Kaiju aumentan en número y devastación…

En primer lugar, hay que reconocerle a Del Toro el mérito de haber dirigido un blockbuster de acción que no estaba basado en material preexistente. “Pacific Rim” no es la adaptación de un comic ni una secuela, tampoco una atracción de un parque temático ni la recuperación de una vieja serie televisiva. No, “Pacific
Rim” es una película que da la impresión de haber sido concebida tras pasarse una semana sin dormir, bebiendo sólo café y viendo ininterrumpidamente anime y cine fantástico japonés. Es la destilación perfecta para el público occidental de dos grandes obsesiones del género fantástico nipón: los monstruos gigantes (de larga tradición cinematográfica y televisiva) y los enormes robots pilotados por humanos.

Las películas japonesas de monstruos pueden rastrearse hasta “Godzilla” (1954), de la que se rodaron casi treinta secuelas y que dio lugar a incontables copias y derivaciones. En “Pacific Rim” se homenajea este subgénero al bautizar a los monstruos precisamente con el nombre genérico que recibe aquél: Kaiju Eiga.

El anime de robots gigantes tiene sus raíces en la década de los sesenta y el programa de televisión “Gigantor” (1963-6), del cual se derivaron muchísimos otros, como “Mazinger Z” (1972-4), “Mobile Suit Gundam” (1979-80), “Robotech” (1982-3), “Patlabor la policía móvil” (1989-90), “Neon Genesis Evangelion” (1995-96), “La visión de Escaflowne” (1996) y películas como “Appleseed” (1985 y 2004) o “Puranzetto” (2010) entre otras. Sin embargo, definir el género en torno a los robots gigantes no es del todo correcto. Y es cuando hablamos habitualmente de “robot” nos referimos a creaciones mecánicas móviles capaces de autonomía de acción y pensamientos hasta cierto punto complejos. Un artilugio antropomorfo gigante que requiere del pilotaje de un humano no es exactamente un robot, así que a estos últimos se les ha denominado “mechas” para diferenciarlos.

Hay varias obras de imagen real que se encuadran dentro de este subgénero, en particular las japonesas “Gunhead” (1989) y las americanas “Robot Jox” (1990) o la serie de televisión británica “Robot Wars” (1998-2004), mientras que los mechas han aparecido como elementos importantes de la acción en films como “El Imperio Contraataca” (1980, los AT-AT), “Matrix: Revolutions” (2003), “Distrito 9” (2009) o “Sucker Punch” (2011). Incluso, en Japón pueden encontrarse películas de imagen real
que enfrentaban a mechas contra monstruos gigantes, como “Godzilla vs Mechagodzilla” (1993) o “Godzilla Against Mechagodzilla” (2002).

Kaiju Eigas y Mechas son subgéneros que sin duda tienen su público, pero que éste sea suficiente como para rentabilizar la inversión propia de una superproducción es más dudoso. No hay muchos directores que pudieran haber convencido a Warner Bros y Legendary Pictures para desembolsar más de 180 millones de dólares en un proyecto cuanto menos arriesgado. Guillermo del Toro es uno de ellos.

Nacido en México, Del Toro emergió con fuerza en el mundo del fantástico con “Cronos” (1993), que le permitió producir otros films tanto en inglés como en español (“Mimic” -1997-, “El Espinazo del Diablo” -2001-) antes de lograr un gran éxito en Estados Unidos con “Blade II”
(2002), quizá su peor película pero también la que mejor recaudación ha logrado. Siguieron films como “Hellboy” (2004), la aclamada “El Laberinto del Fauno” (2006) o “Hellboy II: El Ejército Dorado” (2008). Y entonces, cuando su prestigio estaba en lo más alto, Del Toro se empantanó en unas producciones fallidas que solo le trajeron problemas, como la cancelada adaptación de “Las Montañas de la Locura” del escritor H.P.Lovecraft, y una interminable preproducción de “El Hobbit: Un Viaje Inesperado” (2012) y sus secuelas, que terminaron con su abandono del proyecto. “Pacific Rim” fue su bienvenido retorno a la silla de director tras una ausencia de siete años (lo que no quiere decir que permaneciera inactivo. Durante todo ese tiempo produjo una larga lista de películas de imagen real y animación, como “El Orfanato” -2007-, “Los ojos de Julia” -2010-, “Splice: Experimento Mortal” -2010-, “Kung Fu Panda 2” -2011-…).

Las bases argumentales de “Pacific Rim” son en realidad muy sencillas y pueden compararse con las de “Transformers” (2007) y sus secuelas: todas ellas son fantasías adolescentes en las que grandes criaturas, “naturales” y/o mecánicas, se enzarzan en épicos combates causando una orgía
de destrucción a su alrededor, todo ello cocinado gracias a los mejores efectos especiales disponibles. Y, desde luego, en este sentido, lo que “Pacific Rim” promete, lo cumple sobradamente en pantalla.

Ni las películas de Transformers ni “Pacific Rim” son demasiado sofisticadas en términos de sus argumentos. En ningún momento se mencionan las brutales matanzas que sin duda se producirían de haber existido semejantes monstruos, por no mencionar la intervención de los mechas desatando su poder en zonas céntricas de las ciudades. O incluso, ya puestos, lo que la población o las compañías de seguros harían para evitar más destrucción –los films de “Evangelion”, por ejemplo, proponían la lógica solución de construir ciudades subterráneas que podían subir a la superficie mediante elevadores cuando no había peligro-.
Algunos de los aspectos de la historia están poco desarrollados como, por ejemplo, el proceso de Deriva: está visualmente bien resuelto pero podría haberse profundizado más en sus implicaciones y riesgos; y otros elementos son, sencillamente, tópicos: el héroe superando su trauma y redimiéndose mediante el combate, la muy capaz pero aún novata aprendiz, la solución milagrosa de último minuto, el clímax de sacrificio heroico para detener a los monstruos, el protagonismo de los varones sobre las féminas…

Ahora bien, tratándose de un film de Guillermo Del Toro, más allá de las semejanzas en la trama,
hay un mundo de diferencia entre la saga de Transformers y “Pacific Rim”. Donde Michael Bay hace ostentación de un patriotismo burdo que se toma muy en serio a sí mismo, los personajes de Del Toro (y su coguionista Travis Beacham) conforman una deliberada mezcla racial, y el foco se pone menos en el heroísmo varonil e individualista que en la cooperación; mientras que las películas de Bay rebosan arrogancia y testosterona adolescente encarnada en supermodelos y hombres que babean por ellas, “Pacific Rim” puede considerarse una historia de corte más humanista (dentro de unos límites, claro; estamos hablando de una película de acción) sobre las tribulaciones internas de los pilotos de robots, centrándose menos en el espectáculo de destrucción que en el heroísmo, pérdida y redescubrimiento que conlleva fusionarse con la máquina. No es que la película se aleje demasiado de los terrenos del tópico, pero sí lo suficiente como para marcar una clara línea entre los dos filmes mencionados, aún apelando ambos al gusto adolescente por los juguetes grandes y la destrucción material.

A diferencia de la mayoría de películas kaiju japonesas, “Pacific Rim” comienza directamente con el ataque de un monstruo. Esto resta gran parte del suspense del film y le obliga al guión a introducir una larga exposición que cubre siete años y en la que se dan algunos apuntes sobre el pasado inmediato del mundo en el que va a transcurrir la acción (dejando al espectador con ganas de saber más) antes de cortar, desarrollar una escena que funciona como prólogo y saltar otros cinco años en el futuro para que la verdadera historia dé comienzo. Si tuviera que apuntar a una debilidad del film podría ser esta. No es un periodo de tiempo muy extenso, pero esos dieciocho minutos quizá podrían haberse dedicado a desarrollar otros aspectos de la trama. Considerando la rapidez con la que transcurre toda esa introducción, podría haberse reconvertido en flashbacks o líneas de diálogo que permitieran expandir la película en otras direcciones.

Ha habido también quien se ha quejado del exceso de acción, violencia y destrucción de que hace gala la película, un torbellino frecuentemente confuso de luces azules intermitentes y metal chirriante. No se puede negar que hay mucho de esto y que si la sensibilidad del espectador se ofende fácilmente con este tipo de espectáculos lo más seguro es que no le guste el film. También es verdad, como decía más arriba, que Del Toro no engaña respecto a sus intenciones y tanto de los trailers como de las imágenes promocionales y el propio tema que se trata, se podía deducir fácilmente que habría peleas apocalípticas con abundante destrucción –aunque, como también suele ser habitual en este tipo de films, se trata de una destrucción material, anónima y “limpia” que, como he dicho más arriba, evita mostrar las consecuencias que tendría sobre la población, a saber, muertos, mutilados y heridos a miles.

Dicho lo cual, estos pequeños “fallos” no son en el fondo relevantes, porque la historia funciona igualmente, una historia sobre la Humanidad superando una invasión alienígena gracias a los poderes combinados de la ciencia, la fuerza de voluntad y el afán de supervivencia. Esto queda ejemplificado con toda la épica imaginable en momentos como cuando los pilotos parecen estar al límite de sus fuerzas hasta que Mako pulsa el botón “Espada” y del brazo del robot surge un arma inesperada; o cuando el científico hace lo que tiene prohibido, encuentra que funciona y averigua que el plan en curso no tiene esperanzas de éxito….

“Pacific Rim” sería imposible de concebir sin unos efectos especiales de primer orden. Industrial Light and Magic y otras compañías encargadas de secciones concretas de ese apartado artístico,componen un auténtico festín visual. Hay algunas escenas de acción asombrosas con los Kaiju y los Jaeger luchando de pie en el mar, o aquella en la que Raleigh y Mako se enfrentan a otra criatura en el centro de Hong Kong, destrozando buena parte de la urbe (en la mejor tradición de las películas de monstruos japonesas).

Los efectos visuales, el maravilloso diseño de producción y la fusión impecable de imagen real con
animación por ordenador están a la altura de la escala épica de la historia. Del Toro, un perfeccionista nato con una imaginación portentosa, supervisó muy de cerca todo lo relacionado con estos aspectos para que su mundo pareciera real: se pensó en la biología de los monstruos; el diseño, mecánica e ingeniería de los robots según su lugar de fabricación; las melladuras en las corazas de los Jaeger, cicatrices de pasadas batallas; la arquitectura del Shatterdome; o la ciudad de Hong Kong (muy influenciada por la estética de “Blade Runner”) reconstruida sobre las osamentas de kaijus muertos años atrás. Se incluyeron multitud de detalles de diseño que, dada la velocidad a la que transcurre la película, pasan desapercibidos al espectador pero que sirven para que los creadores se sumerjan totalmente en ese mundo ficticio; y otros que, de no haber estado en la pantalla, nadie los hubiera echado de menos pero que todo el mundo recuerda después, como ese momento del combate inicial en el que un Jaeger, en mitad de un huracán, coge en sus manos un barco pesquero y lo retira de la zona de combate.

Del Toro sabe también cuándo y cómo dosificar la acción frenética dando paso a momentos en los
que lo humano ocupe el primer plano. En este sentido, podría haber utilizado el sistema de captura de movimiento para las escenas de los pilotos manejando a los Jaegers, pero prefirió hacerlo a la vieja usanza, construyendo un decorado y haciendo que los actores sudasen manejando exoesqueletos. Ello no sólo hacía reales los esfuerzos físicos de los actores, sino que revestía a todas esas escenas de verosimilitud y facilitaba la conexión del espectador con los personajes.

En lo que se refiere a los actores, el que destaca sobre todos los demás a pesar de no ser el protagonista nominal, es Idris Elba, actor británico de imponente presencia que había participado en algunas excelentes series televisivas como “The Wire” (2002-8) o “Luther” (2010) y en un buen puñado de películas para el cine en las que no consiguió llamar la atención como merecía. Con “28 semanas después” (2007) debutó en el género fantástico, siguiendo más adelante con “Thor” (2011) y “Prometheus” (2012). Su personaje en “Pacific Rim” es, probablemente, el que mejores líneas de diálogo tiene y, además, uno que se le ajusta como un guante: el estricto militar que oculta sus emociones tras una imperturbable fachada, un líder nato capaz de inspirar a los que le rodean tanto con su palabra como con sus actos.

Charlie Hunnam encarna al héroe principal de forma simplemente correcta, sin lograr superar ni a Idris Elba ni a su compañera Rinko Kikuchi, que interpreta a su personaje, quizá el mejor de la película, con fiera determinación. La actriz japonesa expresa con brillantez tanto la fuerza de voluntad de Mako como su miedo a enfrentarse con el trauma de su pasado, al tiempo que la obediencia, casi devoción, que siente por Pentecost. Y ello a pesar de que sus líneas de diálogo fueron reducidas al mínimo, ya en inicio porque su inglés no era demasiado bueno o durante el
proceso de montaje. La emoción que Kikuchi es capaz de expresar con su rostro sólo es superada por su joven contrapartida: interpretando a Mako de niña, la pequeña actriz Mana Ashida está sobresaliente en una escena en flashback de gran dramatismo y emoción.

Charlie Day y Burn Gorman solventan sus personajes, dos científicos asociales, hipernerviosos y enemistados entre sí, que recuerdan a los droides de “Star Wars”. Está claro que se trata de dos figuras destinadas a aliviar la carga dramática y demostrar que, a diferencia de otras películas del género, la historia no se toma del todo en serio a sí misma. Sin embargo, ambos actores despliegan un grado de histrionismo que en mi opinión, les sitúa innecesariamente en el terreno de la caricatura. Más acertado está Ron
Perlman, que ha participado en todas las películas de Guillermo Del Toro y que roba la pantalla cada vez que aparece dando vida a un jefe del mundo criminal tan siniestro como divertido que se dedica a vender en el mercado negro partes de kaijus extraídas de los cadáveres de éstos.

“Pacific Rim”, y así lo ha declarado Del Toro, es un proyecto que fue concebido y desarrollado como homenaje a los subgéneros de monstruos y robots gigantes. Y para hacerle justicia, entenderlo y disfrutarlo como lo que es, exige lo mismo del espectador. En su historia y sus imágenes se dan cita “Top Gun”, “Mazinger Z”, los Power Rangers, “Iron Man” y “Godzilla” y aunque tiene fallos, pueden ser fácilmente perdonados porque la película sabe en todo momento lo que es. Ofrece un aceptable desarrollo de personajes, construye un mundo muy detallado a mitad de camino entre el pulp, la ciencia ficción y el comic, y narra una aventura épica de alcance global. Una vez más, Guillermo del Toro demuestra que su magia sigue intacta.






5 comentarios:

  1. Sorprendentemente me gusto bastante, la premisa parecia poco creible, pero esta bien resuelto porque aplica la receta del comic japones, darle un armazon logico y heroico a una historia rara ,los efectos estan muy bien, bien dicho sobre transformers, si le sacas las chicas y los efectos especiales y algun chiste queda un armazon vacio, muy lejos del ingenuo pero interesante cartoon de los 80.

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  2. Es el sueño de un niño --de todos nosotros-- convertido en película: así imaginábamos las peleas con nuestros juguetes cuando éramos pequeños. Mientras que Bay se la ha pasado violando nuestra infancia, Del toro la ha recreado, y por ello es imposible analizar objetivamente esta cinta. Gran entrada, Saludos afectuosos.

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  3. Si me hubieran dicho que era una película heredera de la tradición de los monstruos japoneses, la hubiera ido a ver al cine, la vi en un viaje de avión, y me recordó mucho a ultraman y ultra seven, esos superheroes que luchaban con monstruos de la tierra o el espacio, ahora la premisa que los kaiju vinieran de otra dimensión me recordó mucho a H.p. Lovecraft

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  4. Sí, desde luego esos monstruos tienen algo lovecraftiano. Seguramente Del Toro no se había quitado todavía la espinita de no haber podido dirigir la adaptación de "Las Montañas de la Locura"...

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