El viaje en el tiempo ha sido uno de los temas favoritos de la ciencia ficción desde que H.G.Wells lo popularizase con su novela “La Máquina del Tiempo” (1895). Bien se utilizara para ofrecer un impactante vistazo al futuro de la Humanidad (caso de la mencionada obra de Wells), bien como mecanismo para articular una sátira (“Un Yanqui en la Corte del Rey Arturo”, de Mark Twain), excusa con la que construir una narrativa no lineal (en “Matadero 5”, de Kurt Vonnegut), como forma de examinar los mitos religiosos (“He Aquí el Hombre”, de Michael Moorcock) o arma ingeniosa con la que obtener venganza y ganarse la redención (“Puerta al Verano”, de Robert A.Heinlein), las cuestiones científicas, filosóficas y humanas que suscita la idea del desplazamiento temporal han cautivado a millones de lectores desde hace más de cien años. De todas las modalidades que puede adoptar el subgénero, la más arriesgada y compleja –especialmente en el formato de novela larga, que no puede apoyarse exclusivamente en la sorpresa del giro final- es aquella que hace del viaje en el tiempo no una excusa o un artificio narrativo para otros fines, sino el auténtico centro de la historia. En este sentido, una de las narraciones más completas, intrigantes e inteligentes que se han escrito es “El Fin de la Eternidad”, de Isaac Asimov.
Aunque en los últimos tiempos, la obra de Asimov parece haber perdido algo de fuste entre bastantes comentaristas y críticos, sigue siendo uno de los autores de CF más conocidos y queridos por los aficionados; y si bien su trabajo en este género no progresó demasiado más allá

A mediados de los cincuenta, Asimov se había distanciado algo del editor Joseph W.Campbell y su revista “Astounding Science Fiction”. Seguían manteniendo la amistad y Asimov nunca dejó de enviarle relatos para su publicación, pero la creciente excentricidad de que hacía gala Campbell y su inclinación progresiva hacia las pseudociencias (que culminaría con su entusiasmo por la dianética y su sucesora, la Cienciología), enfriaron la relación. Además, por

Una de sus más directas competidoras era “Galaxy Science Fiction”, dirigida con mano de hierro por Horace L.Gold. A pesar de la grosería y brusquedad con que trataba a sus escritores, éstos valoraban sus criterios editoriales, directrices y consejos. Asimov era consciente de ello y por eso fue a él a quien presentó la historia corta de viajes en el tiempo en la que estaba trabajando. Gold la rechazó en primera instancia aduciendo que aquello no era un cuento o un relato largo sino que debía ser una verdadera novela, formato en el que Asimov no estaba tan versado ni se sentía tan cómodo como en el del cuento. Y así, se sentó y reformuló completamente la historia y los personajes a partir del entorno general y las ideas básicas ya presentes en la primera versión.
“El Fin de la Eternidad” es un caso algo atípico dentro de la bibliografía de ficción de Asimov y quizá por ello ha sido menos comentada que las historias incluidas en sus ciclos más famosos. Se trata de una obra autoconclusiva e independiente tanto de los relatos pertenecientes a la saga de la Fundación como al ciclo de los Robots, y carece de los momentos humorísticos y pasajes didácticos que solían caracterizar sus historias. Sin embargo, es uno de sus libros más compactos y sugerentes. A pesar de su austeridad estilística, la historia y el entorno en

El viaje en el tiempo se inventó en el siglo 23 y Eternidad se fundó unas pocas centurias más tarde. Eternidad es un “lugar” –o un “momento”- emplazado fuera del Tiempo y habitado por los Eternos, una casta de técnicos dedicados a examinar continuamente la corriente temporal y enviar agentes a determinados momentos de la misma para que efectúen ajustes puntuales y la “corrijan” de acuerdo a lo que ellos estiman más conveniente para la Humanidad, esto es, el mantenimiento de sociedades estables con un grado aceptable de prosperidad para todo el mundo …asegurando de paso la existencia de los propios Eternos en todas las líneas temporales.
Aunque los Eternos viven fuera de la corriente temporal, su cuerpo envejece al ritmo biológico habitual en los humanos. Se consideran a sí mismos una casta de elegidos y están orgullosos de su labor. Establecidos, como he dicho, en un conjunto de bases fuera del Tiempo y comunicadas entre sí por una especie de pasadizos temporales, su vigilancia comprende desde el siglo 27 (momento en el que se estableció Eternidad) al 70.000, punto a partir del cual el Hombre parece haberse extinguido. Existe también una barrera en el futuro que les

Los Eternos permiten cierto nivel de comercio entre los diferentes siglos pero, sobre todo, sus funcionarios se dedican a eliminar tendencias que se consideran preocupantes: determinadas costumbres sociales, tecnología peligrosa –como las armas atómicas- o una curiosidad excesiva acerca de la naturaleza y función de la propia Eternidad que pudiera poner en cuestión su existencia. Resulta chocante que, independientemente de lo lejos que se desplacen por la corriente temporal (uno de los Eternos, por ejemplo, proviene del siglo 30.000), el ser humano es básicamente el mismo, como si la evolución biológica se hubiera detenido en cuanto Eternidad empezó a existir. Asimismo, aunque la tecnología del viaje espacial se desarrolla en muchos siglos, siempre acaba abandonándose por considerar al universo un lugar hostil, peligroso o carente de interés. Ambos enigmas encontrarán explicación al final de la novela.
La trama sigue la trayectoria de Andrew Harlan, un brillante Ejecutor de Eternidad. Su labor


A continuación se muestran varios flashbacks de la historia de Harlan: su reclutamiento en un siglo algo conservador, sus primeros años como Eterno, su interés en la Historia Primitiva (antes de la invención del viaje en el tiempo y, por tanto, antes de que Eternidad pudiera manipular la propia Historia), la visión que de sí mismo tiene como una suerte de monje totalmente dedicado al servicio a la Eternidad… y, por fin, su encuentro con Noys Lambent, una atractiva mujer proveniente de un siglo hedonista y sexualmente liberal en el que Harlan tiene que realizar un cambio temporal. El estirado y sentimentalmente inexperto Ejecutor acaba inevitablemente enamorándose de ella y cuando se entera de que el cambio programado la eliminará de la corriente temporal, decide contravenir las leyes de Eternidad trasladándola al lejano siglo 111.395 para mantenerla a salvo de dicho cambio.
A lo largo de toda la corriente temporal (o, mejor dicho, a partir del siglo 27, inicio de Eternidad),


Como fondo de lo que esencialmente es una trama detectivesca –resolución de un misterio sobre el que se van aportando pistas, mujer fatal, conspiración en la sombra…-, el autor va construyendo el fascinante decorado de Eternidad: su estructura social y laboral, la misión de los diferentes escalafones, su cometido y los detalles sobre sus procedimientos, las consecuencias de los cambios temporales, la fuente de su energía (la explosión nova del sol miles de millones de años en el futuro), la forma de transporte entre las diferentes bases, los criterios de selección de los Eternos y su adiestramiento… “El Fin de la Eternidad” ofreció en su momento algunas de las más elaboradas exploraciones sobre las posibilidades del viaje en el Tiempo. Abundan en ella las ideas enigmáticas y sugerentes, ideas que sesenta años después de su publicación siguen manteniendo su vigor a pesar de que la poca tecnología que se describe haya quedado totalmente obsoleta (¡ordenadores con tarjetas perforadas!) o se limite a vagas nociones (manipulaciones de “campos temporales”). Además, el

No es, sin embargo, una obra totalmente redonda. Quizá el fallo más evidente sea el tratamiento y papel de la mujer en la historia. Asimov nunca supo construir bien los personajes femeninos ni presentar relaciones sentimentales creíbles y esta no es una excepción. Describir a Eternidad como una sociedad exclusivamente de varones, por mucho que ofrezca una justificación (los Eternos son reclutados entre gente de toda la corriente temporal cuya ausencia de la Historia no vaya a suponer diferencia alguna y las mujeres rara vez cumplen ese requisito), resulta risible desde una perspectiva moderna por mucho que la trama necesite de esa restricción para que la obsesión de Harlan por Noys tenga sentido.
Los Eternos son obligados a llevar una existencia monástica y las relaciones sentimentales permanentes no están permitidas, ya que ningún Eterno puede permanecer en un siglo concreto durante el tiempo suficiente como para contemplar tener una. Como dice Harlan: “Si había un defecto en la Eternidad eran las mujeres. Había conocido el defecto casi desde su primera incursión en la Eternidad, pero solo lo había sentido personalmente

El propio Harlan sufre una metamorfosis inexplicable a mitad de novela. Inicialmente se nos presenta como alguien soberbio, meticuloso, eficaz, implacable y moralmente reaccionario. Pero en la segunda parte, sus acciones contradicen de forma inexplicable todo lo que se nos había contado sobre él, ya que pasa a actuar de forma demasiado impulsiva para alguien supuestamente muy inteligente y obsesivamente racional. Es cierto que podría argumentarse que ello es debido a su falta de experiencia emocional con el sexo femenino–una vez que las hormonas se revolucionan ya no hay quien las domine- y la necesidad inconsciente de escapar de la atmósfera aséptica que domina Eternidad; pero, aun así, esa metamorfosis se me antoja excesivamente súbita. Sea como fure, en cualquiera de sus dos versiones, la racional o la impetuosa, Harlan no es un personaje afable por el que el lector vaya a sentir una gran simpatía.
Por su parte, la caracterización de Noys es mediocre y su relación con Harlan, eje central de la

Ahora bien, todas estas carencias a la hora de abordar los personajes, el sexo y el amor, son hasta cierto punto disculpables. En primer lugar porque los escritores de CF de los años cincuenta rara vez tenían el visto bueno de sus editores para acumular experiencia literaria en este siempre espinoso tema. Y en segundo lugar, porque estos fallos no debían importar demasiado a los lectores a los que inicialmente iban dirigidas las historias de las revistas pulp: ellos –y los editores- valoraban las ideas y la trama por encima de la caracterización.

Pero al final, lo que en el fondo importa, lo que Asimov quiere verdaderamente transmitir, no es la


Para muchos aficionados, este es el libro definitivo sobre la futilidad del viaje en el tiempo. El escritor John Brunner sugirió que un viaje hacia el pasado que cambiara la realidad crearía automáticamente una nueva línea temporal que eliminaría esa tecnología, por lo que tal viaje nunca tendría lugar. Asimov no recurre al juego de paradojas temporales; simplemente nos dice que cuando uno tiene el poder de cambiar cosas, al margen de las buenas intenciones que se alberguen, se cambiaran siempre de forma cautelosa y con el objetivo de que la nueva situación sea más estable

En la novela que nos ocupa, esa actitud lleva a que todos los cambios efectuados por Eternidad descarten invariablemente el vuelo espacial por considerarlo una empresa incierta e incluso peligrosa; al hacerlo, extinguen también la posibilidad de que la especie humana pudiera colonizar otros planetas. (ATENCIÓN: SPOILER). Cuando Harlan y Noys acaban con Eternidad, el viaje en el tiempo es sustituido en la nueva corriente temporal por el viaje espacial. Para ello, Harlan realiza un cambio que, probablemente, hoy nadie consideraría muy inteligente: darle a los habitantes del primitivo año 1932 las pistas para desarrollar la tecnología atómica, lo que les haría posible el viaje a las estrellas a la primera oportunidad. Difícilmente puede verse hoy esa solución con el mismo optimismo que en 1955. En cualquier caso, la extinción de Eternidad libera a la Humanidad para emprender su aventura espacial, lo que, con el paso de los milenios, llevará al establecimiento y decadencia de un Imperio galáctico y al establecimiento de La Fundación. (FIN SPOILER)

Asimov estaba en la cumbre de su carrera como escritor de CF cuando publicó “El Fin de la Eternidad” y su equilibrio entre ciencia ficción y misterio, su enfoque humanista y fusión de lo concreto y lo abstracto funciona casi a la perfección –salvo por los defectos más arriba apuntados-. Puede que la visión que del futuro tenía Asimov haya quedado obsoleta, pero sus esperanzas sobre el potencial del hombre continúan sirviendo de inspiración a nuevos lectores. Por desgracia, cuando tras pasar varias décadas escribiendo libros divulgativos, regresó a la CF a finales de los setenta, en lugar de continuar evolucionando en cuanto a temas y estilo,

A título personal, puedo decir que ésta fue una de las primeras novelas de CF que leí y que sin duda hicieron de mí y para siempre un aficionado al género (junto a otras de Clarke y Heinlein, la gran trinidad de la Edad de Oro). En una realidad modificada por Eternidad quizá este libro no habría caído en mis manos en 1984, por lo que este blog no existiría y tú, amable visitante, no estarías leyendo este texto…
Excelente crítica!!!!
ResponderEliminarme resulta curioso que de la casualidad de que tambien fue mi primera novela leida y luego a venido todo lo demas( tengo el numero 1 de la famosa coleccion de los 80 de biblioteca de ciencia ficcion)
ResponderEliminarMil felicitaciones!!! Increíble!!!
ResponderEliminarGracias por los comentarios. Shinshenimon, imagino que la colección de la biblioteca Orbis de Ciencia Ficción cambió la vida de mucha gente. Todavía se pueden conseguir los volúmenes en las librerías de viejo...
ResponderEliminarEl Fin de la Eternidad ha sido mi obra de ciencia ficción preferida, a pesar de los detalles que comentas. La leí en la ya lejanísima década de los ochenta, precisamente en esa colección de Orbis. Por el cariño que le tengo, vuelvo a leerla de vez en vez; creo que lo he hecho ya unas 6 ó 7 veces, siempre con el mismo ejemplar.
ResponderEliminar¿Sabes si se hizo/hará alguna película basada en ella? Recuerdo que leí hace algunos años que se planeaba algo, pero le perdí la pista.
Gracias por acordarte de El Fin de la Eternidad. ¡Saludos desde México!
Se hizo una adaptación en forma de television en Hungría, en la década de los setenta. Y se produjo un film en Rusia, en los ochenta. No he visto ninguna de las dos, así que no puedo opinar. La película "Destino Oculto", de 2011, a pesar de estar basada en un relato de Philip K.Dick, tomaba varias ideas de la novela de Asimov. Y, creo, eso es todo por ahora... Un saludo y gracias por comentar.
ResponderEliminarSi se me permite el comentario sobre la novela, a cuento de la historia de amor más o menos creíble que contiene, esta era siempre una novela que recomendaba a las chicas cuando me decían que solo leía tonterías de marcianitos y robots, curiosamente luego no me volvian decir lo mismo.
ResponderEliminarExcelente crítica. Increíblemente, no lo he leído nunca, aunque lo conocía. Hace un tiempo tuve una racha de asimov y quede un poco saturado. Me lo apunto y lo subo en la lista
ResponderEliminarMuy buena reseña. Es una buena historia que ha resistido bien el paso del tiempo :) Un valor añadido es que nos permite tener una perspectiva para evaluar el tratamiento del tema en la ficción contemporánea - en series como Fringe, por ejemplo, con sus Observadores desplazándose por el Tiempo.
ResponderEliminarExcelente Crítica.
ResponderEliminarDisfruté demasiado esta obra maestra de la ciencia ficción. Fue el primer libro de ciencia ficción que leí.
Me gusta mucho como retrata el futuro, y la parte de la paradoja en el tiempo.
Isaac Asimov es un escritor al que admiro mucho y he leído varias de sus obras.
Algo que me cautivó fue el tema de los viajes en el tiempo y como hacía que los imaginara posibles.
Muy buena reseña. También fué el primer libro de ciencia ficción que leí, de la editorial Orbis, y tiene un lugar especial en mi selección de libros favoritos
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