¿Por qué nos fascinan tanto los dinosaurios? Hay algo en ellos que nos toca de forma muy profunda, algo que comienza desde nuestra misma infancia. ¿Quién no ha tenido un hijo o un sobrino capaz de memorizar los nombres en latín de decenas de dinosaurios? Basta ir a un museo de ciencias naturales para ver cómo los chiquillos abren sus bocas asombrados ante la visión de los vacíos esqueletos de un Tiranosaurio o un Tricerapto ¿Qué es lo que pasa por la cabeza de esos niños? ¿Qué pasaba por la nuestra cuando éramos como ellos? ¿Por qué los dinosaurios estimulan la imaginación de todo el mundo, independientemente de su edad, su origen social o su cultura? Nadie lo sabe.
Lo que sí está más claro es cuándo surgió ese interés: a raíz de los trabajos de los ilustradores de

Una vez asentados los dinosaurios en el seno de la cultura popular, la gente empezó a soñar con poder verlos alguna vez en carne y hueso. Las novelas de aventuras de mundos perdidos del siglo XIX y principios del XX recurrían a menudo a esas criaturas, insertándolas en algún rincón del planeta de difícil acceso en el que hubieran podido sobrevivir al margen de la evolución y fuera del alcance de los humanos. Pero conforme los mapas de nuestro mundo iban completándose y se reducían el número de refugios factibles para ese tipo de fantasías, los dinosaurios pasaron a jugar otro papel: el de encarnación de los miedos de la época nuclear, tal y como ocurrió en “El Monstruo de los Tiempos Remotos”

Al mismo tiempo, los escritores de ciencia ficción empezaron a usar el recurso del viaje en el tiempo para acercar al hombre y al dinosaurio. “El Sonido del Trueno” (1952) fue un cuento seminal de Ray Bradbury cuyas líneas seguirían otros muchos autores, como L.Sprague de Camp. La evolución de los dinosaurios en el campo de la ficción popular es extensísima y daría por sí sola para todo un libro. De igual forma que con el viaje en el tiempo, también se utilizó el viaje espacial para llevar a los humanos a mundos habitados bien por dinosaurios bien por pintorescas criaturas híbridas que hasta pueden ser inteligentes, como ocurre en la trilogía “La Ascensión de Quintaglio” (1992-1994) de Robert J.Sawyer.
Pero quizá quien más éxito ha tenido en mantener vivo el interés del público por los dinosaurios en

En el corazón de casi todas las novelas de Michael Crichton se encuentra la más simple de las premisas: un protagonista atribulado que pierde el control de su mundo, enfrentándose a fuerzas que ya no puede contener. No se trata de una propuesta muy sofisticada, pero ello no fue óbice para que sus libros alcanzaran un enorme

Dio igual. Crichton fue uno de los pocos escritores modernos que consiguieron fusionar con éxito las grandes ideas con un entretenimiento de disfrute sencillo. Sus libros fueron la unión perfecta entre lo científico y lo pulp. “Parque Jurásico” es un ejemplo perfecto de ello.
Totalmente ignorantes de los extraños sucesos relacionados con animales desconocidos que están teniendo lugar en Costa Rica (un aspecto del libro muy interesante que fue totalmente obviado por el guionista David Koepp en su traslación al cine), el paleontólogo Alan Grant y su estudiante la paleobotánica Ellie Sattler –a los que no une ninguna relación sentimental- son invitados por su millonario patrocinador, John Hammond, a servir de consejeros de un misterioso proyecto que ha construido en Isla Nublar, en las afueras de ese país centroamericano. Allí se les unen Donald Gennaro, un abogado que representa los intereses de los socios inversores de Hammond; el relaciones públicas de éste, Ed Regis; e Ian Malcolm, un excéntrico matemático especializado en la Teoría del Caos.
El proyecto en cuestión resulta ser un parque temático…de dinosaurios. Hammond ha contratado

En los años ochenta, Crichton no era precisamente un recién llegado al mundo del cine. Ya en 1969, su novela “La Amenaza de Andrómeda” había sido adaptada al cine por Nelson Gidding en una cinta dirigida por Robert Wise. El propio Crichton también había escrito sus propios guiones. En 1973, por ejemplo, escribió y dirigió la película “Almas de Metal”, acerca de un parque temático robotizado cuyos autómatas se vuelven locos y empiezan a matar visitantes (un tema que sin duda inspiró, conscientemente o no, la base argumental de “Parque Jurásico”). Así, a comienzos de los ochenta, Crichton era ya una figura influyente tanto en el mundo literario como en el cinematográfico.
“Parque Jurásico” nació inicialmente en la mente de Michael Crichton en 1981, pero dado que entonces los dinosaurios parecían estar de moda, prefirió esperar y no escribir nada que pudiera ser calificado de acomodaticio. Sin embargo, el interés por esos animales no disminuyó y al final,

El caso es que una vez tuvo su novela, la envió a personas de su confianza para recabar su opinión y ésta fue unánime: a nadie le gustó. Necesitó más borradores para averiguar la razón, pero al final la encontró: los lectores querían un punto de vista adulto, no infantil. Reescribió la historia y la acogida cambió radicalmente. Tenía un éxito entre manos. Una de aquellas personas que tuvieron acceso al borrador original fue Steven Spielberg, que compró los derechos antes incluso de que Crichton hubiese terminado de escribir el libro.
Michael Crichton es probablemente el escritor de ciencia ficción que ha alcanzado mayor proyección mundial. Sus libros han vendido millones de ejemplares a un público generalista no particularmente interesado en el género, lo que, paradójicamente, le ha valido a Crichton el ser a menudo ninguneado por los más puristas, quien no le consideran un autor relacionado con la ciencia ficción.
Fanatismos aparte, Crichton ha firmado libros y películas que son pura ciencia ficción: “La

La Ciencia en sí misma, contemplada como el conocimiento de las leyes que rigen el universo, no es un objetivo perverso ni indeseable. Lo que Crichton utiliza en muchos de sus libros es el tema ya presente en “Frankenstein” (1818): jugar a ser Dios sólo puede acarrear desgracia y destrucción. Y ese es precisamente el mensaje que claramente se expone en “Parque Jurásico” y que ya estaba presente en “Esfera” o “Almas de Metal”, una corriente muy frecuentada por la ciencia ficción y que irrita a no pocos aficionados por el retrato que de los científicos suele ofrecer como seres arrogantes y egocéntricos.
El propio Crichton, recordémoslo, tenía una sólida formación científica. Se graduó summa cum laudae en biología antropológica y se doctoró en Medicina en Harvard. Su abandono de la

Hay quienes han afeado a Crichton sus inexactitudes científicas o incluso errores de bulto (como su crítica a los defensores del cambio climático), pero quizá lo que más resentimiento ha levantado entre muchos aficionados al género ha sido su postura crítica con la Ciencia, sin tener en cuenta que el objeto de sus ataques no es la Ciencia en sí, sino quienes la practican y quienes la financian. Y esto es un punto de vista que merece una detenida reflexión.
La ciencia y la tecnología son asombrosas; nuestras vidas cotidianas están condicionadas por ellas, ya sean en la forma de Google, un Smartphone o la comida transgénica. Pero ya hace mucho que todo el mundo sabe que igual que la energía nuclear puede calentar nuestras casas en invierno también puede convertirse en armas de horrible poder destructor. Podemos diseñar genéticamente plantas que alimenten al mundo… o virus que lo aniquilen. Incluso algo tan sencillo como el fuego puede usarse para cocinar o para arrasar la casa de nuestro irritante vecino.
Mostrar la cara menos amable de la ciencia y la tecnología no significa ser un ludita, esto es,


Michael Crichton utiliza este libro para lanzar alegatos tanto a favor de la ciencia como en contra de ella. Durante toda la trama, Ian Malcolm despotrica y desvaría acerca de la Teoría del Caos y cómo el hombre ha fracasado en sus intentos de servirse

“¿Qué progresos? La cantidad de horas que las mujeres le dedican al cuidado del hogar no ha cambiado desde 1930, a pesar de todos los progresos. Todas las aspiradoras, lavadoras, secadoras, trituradoras de basura, eliminadoras de desperdicios, telas que se lavan y se usan sin planchado… ¿Por qué limpiar la casa requiere tanto tiempo, todavía, como en 1930? (…) Porque no ha habido progreso ninguno. No verdadero progreso. Treinta mil años atrás, cuando los hombres estaban haciendo pinturas rupestres en Lascaux, trabajaban veinte horas semanales para abastecerse de alimento, refugio y vestido. El resto del tiempo podían jugar, o dormir, o hacer lo que quisieran. Y vivían en un mundo natural, con aire puro, agua pura, hermosos árboles y ocasos. Piense en eso: veinte horas por semana. Hace treinta mil años.
– ¿Quiere volver atrás el reloj?
–No: quiero que la gente despierte. Hemos tenido cuatrocientos años de ciencia moderna y, en este momento, deberíamos saber para qué sirve y para qué no. Es hora de cambiar.”

Ian Malcolm es quien mejores momentos tiene en toda la novela, con fragmentos como este: “A nadie le mueven abstracciones tales como la «búsqueda de la verdad». »En realidad, lo que preocupa a los científicos son los logros. Y están concentrados en si pueden hacer algo. Nunca se detienen a preguntar si deben hacer algo. De modo muy conveniente, a tales reflexiones las definen como «inútiles»: si no lo hacen ellos, algún otro lo hará. El descubrimiento, afirman, es inevitable. Así que simplemente tratan de lograrlo”.
A pesar de todos esos ataques de Malcolm a la ciencia, “Parque Jurásico” es una novela bien


Sea como fuere, la investigación que Crichton realizó en diversos campos de la ciencia para


Ni el informático Dennis Nedry ni el doctor Henry Wu albergan el menor romanticismo hacia su papel en el proyecto. El primero, amargado y resentido, no duda en traicionar a su patrón

Los dos personajes más interesantes y quienes ocupan los polos opuestos del libro son John Hammond e Ian Malcolm. El primero es un optimista nato, alguien que ha sabido hacer mucho dinero vendiendo humo, pero sin perder su pasión casi infantil. Parque Jurásico es su sueño personal, un sueño que le ha acompañado toda la vida y que está dispuesto a hacer realidad cueste lo que cueste para compartirlo con toda la Humanidad. Naturalmente, ganará enormes cantidades de dinero con ello, pero ese no es tanto su objetivo último como el cebo con el que atraer inversores que le ayuden a completar el proyecto. Dan igual las dificultades o el precio a pagar. Contrata a los mejores, se arma de paciencia y mantiene siempre un espíritu positivo a toda prueba que no puede sino despertar cierta simpatía por parte del lector, aun cuando resulta evidente que esa actitud le impide ver las auténticas dificultades que se esconden bajo el plan y

Por su parte, Ian Malcolm es, como ya hemos apuntado, un pesimista irredento. Acérrimo defensor de la Teoría del Caos, está completamente seguro de que la Naturaleza no puede domarse y que, tarde o temprano, surgirá algún elemento imprevisto que desbaratará cualquier intento de establecer un orden en el sistema. En la película, a pesar del gran papel que realizó Jeff Goldblum encarnándolo, el personaje se limitaba básicamente a constatar lo obvio. En el libro, en cambio, sus argumentos están expuestos con tal brillantez y fanatismo no exento de sentido común que despierta continuamente la irritación de Hammond, quien se niega a considerar que su plan cuidadosamente concebido y desarrollado pueda fracasar.

Sin embargo, la novela es un libro más profundo, inteligente y extraño que la historia que se desarrolló en la película, más centrada en la aventura, el suspense y la espectacular recreación visual de los dinosaurios. Ciertamente, la novela también contiene momentos de acción y suspense arrebatadores narrados con un pulso magistral, pero nunca pierde de vista el tema central, reforzándolo regularmente con la integración de pasajes que exponen argumentos científicos y humanísticos que animan a la reflexión y el debate.
“Parque Jurásico” es, por tanto, una historia plausible sobre la aplicación de la genética a la resurrección de especies extintas, un libro de lectura recomendable, ágil, amena e inteligente.
Por el contrario, la secuela, “El Mundo Perdido” (1995), pierde casi todo lo que de interesante

Así, “Mundo Perdido” no aporta absolutamente nada novedoso. De nuevo, un grupo de personajes se traslada a la Isla Sorna, donde la ahora extinta InGen había instalado un complejo secreto para “fabricar” dinosaurios, a los que luego dejaban en libertad para que maduraran antes de trasladarlos a Isla Sorna, donde se alojaba Parque Jurásico. El grupo en cuestión, como es de esperar, acaba metiéndose en problemas, en parte debido a la intervención del agente de una compañía de investigación biológica rival de InGen que pretende apoderarse de huevos de dinosaurio.
Los personajes de “El Mundo Perdido” aún están más desdibujados que los de su primera parte.

No es que “Mundo Perdido” sea aburrida. De hecho, supone una decente actualización al mundo de la investigación genética actual del libro de Arthur Conan Doyle del mismo título publicado en 1912 y que mencionaba al principio. La trama es dinámica, tiene momentos de gran suspense y se lee con cierto agrado. Pero, como decía más arriba, no ofrece nada nuevo respecto de su predecesora. Carece tanto del toque de ciencia ficción dura de “Parque Jurásico” como de su certero comentario humanista, limitándose a encadenar una peripecia tras otra. Si te gustó “Parque Jurásico” y te sobra tiempo de lectura, puedes probar con “Mundo Perdido”, aunque seguro que encontrarás lecturas mucho más interesantes.
“Parque Jurásico”, por el contrario, ha envejecido muy bien, tanto como puro entretenimiento literario como exploración de la ética de la ciencia y el desarrollo tecnológico. Fue un libro muy influyente en la forma en que el público veía los dinosaurios (¿cuánta gente sabía antes de su publicación qué eran los velocirraptores?) y aunque la ingeniería genética que plantea sigue siendo hoy irrealizable, su carácter admonitorio está plenamente vigente en lo que se refiere a los peligros de los avances en ingeniería genética producidos en el ámbito empresarial.
Excelente análisis de la novel, felicidades por tan grata lectura que has creado para los amantes de la lectura de la Ciencia Ficción....a mi también me gusto más la novela que la película.
ResponderEliminarExelente resña y análisis. El año pasado leí este libro y me sorprendió la forma en la que aborda el tema de la tecnología, sus límites y la estrechéz de miras que muchas veces tienen quienes la utilizan. En la película el desastre es sobretodo culpa del saboteo de Nerdy, mientras que en libro la infraestructura del parque tenía montones de defectos que tarde o temprano lo habrían llevado al fracaso y la tragedia. De hecho, al comparar el libro con Jurassic World (al igual que comparar el RoboCop original con la remake de 2014) me queda la impresión de que estamos cada vez más confiados de que nuestra tecnología, sea para usos buenos o malvados, no será "defectuosa" ni estará "mal diseñada", como pasa con el parque en el libro... Supongo que es uno de los méritos del libro: seguir siendo vigente a pesar de que hoy en dís sepamos que no se puede extraer ADN de dinosaurios del estómago de mosquitos fosilizados en ámbar
ResponderEliminarHola a los dos. La película la comentaré en la próxima entrada. Me gusta mucho la cinta de Spielberg. Creo que tiene grandes momentos, pero, evidentemente, no puede incluir la carga intelectual del libro. Sencillamente, el lenguaje literario sirve para unas cosas y el cinematográfico para otras. El propio Crichton se ha encargado alguna vez en "aligerar" sus propias novelas para convertirlas en guiones, por lo que tampoco se puede hablar de "traición al autor". Un saludo...
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