Las portadas que han adornado las diferentes ediciones de este libro pueden llamar a engaño. ¿Dinosaurios? Sin duda parece una novela de Mundos Perdidos, algo bien poco original ya a aquellas alturas de siglo. Sin embargo, lo que el poco conocido escritor Alun Llewellyn ofrecía era mucho más que eso: una crítica política disfrazada de fantasía distópica.

Alun Llewellyn estaba involucrado en política (se presentó a diputado, sin éxito, por el Partido Liberal en 1931 y 1935) y, como otros intelectuales de la época, había realizado un viaje a la joven Unión Soviética. Sin embargo, su reacción a lo que allí vio fue menos complaciente que la de otros colegas, como Bertrand Russell o H.G.Wells.
Así, la novela de Llewellyn es una obra política, una alegoría de la colisión entre las dos grandes

Como en toda historia de terror, el lector sabe que esos monstruos acabarán haciendo su aparición, de la misma forma que Llewellyn sabía que la Segunda Guerra Mundial terminaría por abatirse sobre Europa. Era simplemente una cuestión de tiempo y, en la ficción, solo era necesario construir la necesaria sensación de claustrofobia y tensión.
Como alegoría y advertencia de los peligros del totalitarismo, “Los extraños invasores” es una novela de gran solidez. A diferencia de “La vida futura” de H.G.Wells publicada tan solo un año antes, Llewellyn no estaba demasiado interesado en predecir los más nimios detalles que llevarían al estallido de la guerra. Para él, lo más importante era demostrar lo perversos que podían llegar a ser unos sistemas políticos totalitarios e inhumanos y las consecuencias devastadoras que sobre la Humanidad, la Civilización y la propia Naturaleza podrían suponer.
En el libro, los Padres predican que Marx, de quien el mundo recibió la bendición de la Fe, rehízo el

En este aspecto, “Los extraños invasores” se anticipa a los escritos de George Orwell y no sólo en su aproximación a los totalitarismos. La utilización del lenguaje para acotar y definir acontecimientos e instituciones de ese futuro (la Fe, la Destrucción, los Padres…) recuerda a la Neolengua de “1984”; los “Padres” cumplen el papel controlador del “Gran Hermano”, lavando el cerebro de la gente y manteniéndola en la ignorancia; y, de la misma forma que Orwell utilizó animales como metáforas en “Granja de Animales”, los reptiles gigantes de Llewellyn –de sangre fría, comportamiento mecánico y sin inteligencia- cumplen una función claramente simbólica.

La fascinación del siglo XX con los dinosaurios –compartida por Llewellyn en este libro- es la continuadora de la antigua mitología occidental y sus dragones que, a su vez, derivaba de la representación bíblica de la serpiente como el Mal. El mito cristiano de la caída del Hombre y la expulsión del Paraíso es otra de las fuentes de este libro. El personaje principal, Adun Bayatan, es un pionero, un Adán (ambos nombres guardan una semejanza nada casual) de este nuevo mundo mientras que los grandes reptiles simbolizan la serpiente de un Edén enloquecido. La diferencia con el mito bíblico es que aquí la rebelión del Hombre es interpretada como algo positivo, como una expresión de la capacidad de supervivencia y de pasión por la vida.
Llewellyn demuestra un interés antropológico en la capacidad de supervivencia, incluso en las

El libro también trata sobre el daño ecológico provocado por la guerra. La aridez de las llanuras, o la nueva edad glacial son más que meras herramientas narrativas para aumentar la tensión; son avisos claros del caos que el hombre puede causar en el medio ambiente a través de la violencia y la mecanización descontrolada.
Con el mundo real deslizándose rápidamente hacia otra gran guerra, “Los Extraños Invasores” se puede leer como una llamada desesperada a la racionalidad. Adun está atrapado entre sus muy humanos deseos e instintos y las exigencias de una sociedad que se ha convertido en una mera herramienta en manos de los Padres. Él es capaz de pensar por sí mismo y es esa virtud lo que lo libera y le permite enfrentarse al peligro que se avecina.

Mientras Llewellyn escribía su libro, Stalin perpetraba horrores aún mayores que los que el británico imaginaba en su ficción. Cruel, paranoico, de mente estrecha e inmensamente poderoso, Stalin creó su propio holocausto, empequeñeciendo la brutalidad del mundo postapocalíptico de Llewellyn. Una vez más, la Historia, indiferente a la justicia y los altos ideales, es más deprimente que cualquier distopia.
Vaya pasada de blog, Manolo, ¡¡¡felicidades!!!ç
ResponderEliminarUn abrazo
David
Gracias David. Espero que me visites de vez en cuando.
ResponderEliminarUn saludo
antes que nada ¡excelente blog!
ResponderEliminarHabra algun lado en donde se puede bajar este libro?, ya que dudo que este publicado en la Argentina. Si es asi se agradece información.
Sobre las descargas no te puedo informar pero sí se puede encontrar a buen precio -de segunda mano, claro- en abebooks.com o en amazon (en inglés, eso sí-.
ResponderEliminarUn saludo y gracias