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jueves, 7 de marzo de 2013
1934- EL HOMBRE ORGULLOSO – Murray Constantine
En 1980, el escritor y editor de ciencia ficción Ben Bova se dirigió a un grupo de escritoras: "Ni como autoras ni como lectoras habéis incrementando el nivel de la ciencia ficción ni un solo grado. Las mujeres han escrito un montón de libros sobre dragones y unicornios, pero muy pocas sobre mundos del futuro en las que desarrollar problemas adultos".
Ante semejante actitud, no puede extrañar que aquellas escritoras que quisieran hacerse un hueco en el mayoritariamente masculino mundo de la CF optaran por esconderse tras un seudónimo que disfrazara su sexo. Aquí tenemos un buen ejemplo. Porque Murray Constantine no era sino el nombre literario de una mujer, la británica Katharine Burdekin. Sus historias solían versar sobre distopias fascistas y, a medida que su trabajo se hacía más y más crítico con esa ideología, decidió utilizar un seudónimo para proteger a su familia ante el temor de que Inglaterra acabase invadida por las tropas alemanas.
Pero su elección de un seudónimo masculino vino motivada no sólo por su instinto de supervivencia -tanto editorial como literal-, sino también por su identificación ideológica del fascismo con el culto a la masculinidad y a una reducción del papel femenino en la sociedad, rasgos que destacó en la que quizá fue su mejor novela, "La noche de la esvástica" (1935), de la que hablaremos en una próxima entrada. Aunque el feminismo inherente en sus obras suscitó desde el principio sospechas entre los críticos acerca de su verdadera identidad, no fue hasta 1985 cuando un estudioso desveló que Murray Constantine no era más que un seudónimo. Burdekin llevaba ya veinte años muerta (falleció en 1963) por lo que se puede afirmar que su propósito de ocultar su identidad se saldó con un rotundo éxito.
Katharine Burdekin fue una mujer fuerte que luchó por sus creencias y las defendió en sus obras. A pesar de su inteligencia y cultura, su familia se negó a escuchar su ruego de estudiar en Oxford siguiendo los pasos de sus hermanos. Se casó con un abogado, tuvo dos hijas y se trasladó a Australia, donde comenzó a escribir en 1922, año en el que puso fin a su matrimonio y decidió regresar a Inglaterra. En 1926 inició lo que sería una larga relación sentimental con otra mujer.
Aunque ninguna de sus dos primeras novelas tiene interés literario ni utiliza los escenarios y recursos propios de la fantasía o la ciencia ficción, su tercera obra, "The Burning Ring" (1927) cuenta una historia de viajes en el tiempo protagonizada por un egocéntrico joven quien, habiendo obtenido poderes mágicos, se traslada a diferentes épocas adoptando distintas identidades y aprendiendo más de la vida real de lo que hubiera deseado.
"The Children´s Country" (1929, firmada como Kay Burdekin) es una fantasía infantil. En "The Rebel Passion" (1929) un monje del siglo XII se ve transportado en el tiempo a un siglo XXI en el que las mujeres tienen iguales derechos que los hombres, la esterilización de los débiles es la norma y el mundo occidental -tras una guerra con Asia- ha revertido a una especie de Edad Media.
"Proud Man" somete una muestra de la humanidad contemporánea al escrutinio de un viajero temporal procedente del futuro, una "Persona Auténtica", que ha sido expulsado de su propio tiempo miles de años en el futuro. Su sociedad es un lugar pacífico de ciudadanos andróginos que se reproducen por auto-fertilización y que han renunciado a comer carne. Viven sin necesidad de un gobierno nacional ni divisiones artificiales de clase o género.
El viajero adopta primero una forma femenina y luego masculina para enfrentarse a la difícil y compleja realidad de la Inglaterra de los años treinta, todavía recuperándose de una guerra y ya abocada a la siguiente. Conocerá a un sacerdote que le instruye en las reglas del lenguaje; a una mujer que combate por sus derechos políticos y su identidad sexual; y a un hombre acosado por el asesinato que cometió empujado por su odio y temor a las mujeres.
A pesar de su tono amable, incluso humorístico, "El Hombre Orgulloso" es una novela ácida y fuertemente crítica con la política de privilegios, la exaltación de la violencia y el militarismo, la hipocresía religiosa, la división de clases, la discriminación del sexo femenino, el chauvinismo y la quiebra de las instituciones sociales y la familia.
No es un libro novedoso en cuanto a su planteamiento. La utilización de viajeros temporales como herramienta narrativa para desvelar los absurdos de nuestra civilización en relación a una supuesta utopía - como en "Un yanqui en la corte del Rey Arturo" o "Los Bárbaros Ingleses" de Grant Allen- era algo que se venía utilizando desde hacía bastante tiempo y que tenía raíces aún más antiguas ("Nueva Atlántida", de Francis Bacon). El interés de estas obras reside, por un lado, en la panorámica que proporciona sobre un lugar y una época determinados: sus temores, sus esperanzas, sus problemas, las soluciones que para ellos imaginaban e incluso el futuro que creían les aguardaba. Pero también nos enseña las diferencias y similitudes de aquel marco histórico y sociológico con el que hoy nos rodea. Desafortunadamente, en algunos aspectos no parece que hayamos avanzado demasiado.
"El Hombre Orgulloso" es una obra distópica a mitad de camino entre la novela y el ensayo en la que importa más el discurso ideológico que la caracterización de sus personajes o el desarrollo de la trama. Pero su lectura resulta recomendable por su perspectiva ajena, exterior a la sociedad, así como por suscitar incómodas cuestiones acerca de la guerra, la paz y la naturaleza de las relaciones sociales dentro de una cultura opresiva y paranoica.
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