¿Qué
es la inteligencia? Según el diccionario es la "capacidad de entender y/o
resolver problemas". No debería ser difícil de reconocer, pero admitamos
que esa definición es un tanto vaga. ¿Qué significa exactamente
"entender"? ¿Y de qué tipo de problemas estamos hablando? ¿Encender
un fuego? ¿Manejar una herramienta? ¿Resolver una suma? ¿Un dilema emocional?
¿Todo ello a la vez? ¿No hay también algunos animales superiores capaces de
entender y resolver problemas sencillos? Nuestro enfoque de la cuestión está profundamente condicionado por nuestra visión antropocéntrica. No
tenemos la culpa de creernos el centro del Universo, la medida de todas las
cosas. Al fin y al cabo somos la única forma de vida "inteligente"
que conocemos. Pero, ¿qué pasaría si en futuras exploraciones encontráramos
otra forma de vida? Y si esos seres provinieran de un entorno completamente
diferente, con desafíos, necesidades y soluciones extrañas para nosotros y que
se comunicaran mediante un lenguaje tan ajeno a lo humano que fuéramos
incapaces de reconocerlo como tal, ¿los podríamos identificar como
inteligentes? Esa es la interesante propuesta que Brian Aldiss nos hace en este
libro.
Una
nave militar llega a un planeta deshabitado con el fin de estudiarlo para su
próxima colonización. Allí encuentran unos grandes y malolientes seres a los
que toman por animales, masacrando a la mayoría y dejando sólo dos con vida. El
científico de la misión, el Explorador Jefe Bruce Ainson, se enfrenta al
escéptico comandante de la expedición en favor de los alienígenas, convencido
de que han encontrado una forma de vida inteligente. El hallazgo de una nave
espacial de peculiar diseño les convence de que no son criaturas nativas del
planeta, sino que proceden de otro lugar, aunque aún no saben si los
constructores y pilotos del ingenio eran las mismas criaturas que acaban de
matar. Deciden llevárselos a la Tierra para estudiarlos, despertando al
comienzo una gran expectación. Su indiferencia ante los esfuerzos por
comunicarse con ellos desata una encendida polémica sobre su supuesta inteligencia.
Pero lo que los terrestres no saben, ni siquiera sospechan, es que los dos
Utods -así se autodenominan los alienígenas- simplemente les ignoran. Es más,
consideran que la masacre de sus congéneres ha sido satisfactoria, un paso
adecuado en sus ciclos vitales, y se muestran ligeramente molestos porque ellos
no hayan podido seguirles. Entretanto, los confundidos humanos preparan una
misión para encontrar el planeta de origen de los Utods.
El tema de la comunicación, del lenguaje, siempre ha jugado un papel importante en las obras de Aldiss. Por ejemplo, uno de los relatos cortos, “Confluencia” incluido en una de sus compilaciones, era un sorprendente diccionario alienígena-terrícola, en el que demostraba magistralmente que el problema de la comunicación no reside sólo en los sonidos, los gestos, el vocabulario o la gramática, sino en los conceptos que se esconden tras los mismos. Después de todo, aunque no entendamos el finlandés o el mongol, todos sus hablantes son humanos, rodeados por un entorno similar, acosados por las mismas necesidades e iguales sentimientos primarios. Nuestros conceptos de referencia, tanto interiores como exteriores, son los mismos. Pero un ser con una biología completamente diferente, procedente de un planeta muy distinto de la Tierra, desarrollaría un mundo interior que difícilmente podríamos comprender, ya que carecemos de sus experiencias. Así, cuando una expedición humana se topa con los Utods en el apartado planeta al que éstos acaban de llegar, no tienen más reacción que atacarlos a tiros: creen equivocadamente que les estaban agrediendo y los toman por simples animales de aspecto particularmente desagradable -una mezcla de hipopótamos y rinocerontes con seis extremidades-. Son incapaces de imaginar el rico universo espiritual de unas criaturas que viven miles de años en un mundo que orbita en torno a tres soles y cuyo sexo cambia de acuerdo a los ciclos orbitales, ciclos que, además, provocan brutales cambios en el ecosistema del planeta a los que sus habitantes deben adaptarse periódicamente.
Por
su parte, los Utods no pueden distinguir cuál es la forma de vida que
contemplan: si la nave de la que descienden lo que podrían ser unos peculiares
apéndices bípedos o los apéndices en sí (los hombres). Para ellos, nuestro
lenguaje es tosco y limitado ya que ellos disponen de seis orificios a través
de los cuales emiten complejas combinaciones de sonidos en bandas de
frecuencias inaudibles para nosotros, lo que todavía complica más nuestra identificación
de estos seres como inteligentes.
Pero
Aldiss no sólo establece la brecha entre alienígenas y humanos en base al
lenguaje. Los Utods están en muchos sentidos más avanzados espiritual,
filosófica y materialmente que nosotros, pero su aspecto y sus costumbres son
tan diferentes a los nuestros, tan opuestas a lo que entendemos por
"civilizado", que no los reconocemos como tales. Siendo que nuestra
civilización está construida sobre el miedo al dolor físico o espiritual o la
acumulación de bienes materiales, somos incapaces de reconocer otra basada en
conceptos diferentes, como la proximidad al medio natural o la profunda interrelación
personal.
En
un giro genial por parte de Aldiss, nos encontramos con que los elementos más
importantes de la vida de los Utod, desde la religión hasta la comunicación o
las relaciones familiares es la continua y abundante defecación, siendo sus
heces un símbolo de fertilidad. Su ritual de santificación, por ejemplo,
consiste en excretar masivamente en grupo hasta que se forma una poza en la que
se mezclan detritos y barro y en cuyo interior pueden sumergirse plácidamente
(se nos dice, eso sí, que tal ritual tiene una justificación biológica: sus
excrementos contienen aceites beneficiosos para su piel). Si el hombre mide el
grado de civilización como la distancia que nos separa de nuestras propias heces,
no es de extrañar que considere a estos seres como bestias.
Mientras
tanto, el autor dibuja una Tierra del futuro que nos hace cuestionar la validez
de nuestra propia civilización, poniéndola en contraste con la de los pacíficos
pero poco higiénicos Utods: las ciudades son lugares sucios y contaminados por
los que es necesario circular con máscara de gas, la celebración del Año
Mundial de la Gonorrea apunta al deterioro de las costumbres sexuales, las
naciones siguen embarcadas en largas y costosas guerras que no conducen a
ninguna parte, el rechazo a consumir comida no sintética por considerarla
impura es una muestra del aislamiento de la Naturaleza... todo ello nos hace
cuestionar la inteligencia de la sociedad que hemos construido y la justicia
del trato que se dispensa a los alienígenas
Es
cierto, no obstante, que la novela es mucho más interesante en su fondo que en
su forma. El lenguaje de Aldiss, como siempre, es impecable, pero los
personajes humanos resultan algo planos y el autor se pierde a veces en
divagaciones sobre sus vidas personales que aportan poco a la historia o su
mensaje. Tampoco se puede decir que exista un protagonista que nos sirva de
guía (el papel del explorador jefe, Bruce Ainson, acaba siendo menos relevante de
lo que podría pensarse al principio), sino que el foco de atención cambia de
uno a otro personaje continuamente, dando al conjunto cierta dispersión. Los
personajes, más que construcciones sólidas y diferenciadas, son meros
transmisores de las agudas reflexiones del autor, a veces filosóficas y a veces
emocionales, sobre aspectos muy profundos que quizá algún día lleguen a
plantearse en la realidad: la naturaleza de la inteligencia y la civilización y
la relación entre ambas, la relatividad de nuestra perspectiva terrestre, las
limitaciones de la mente humana a la hora de comprender el Universo, la
perversidad inherente a la combinación de etnocentrismo y militarismo, las
convenciones sociales, el objetivo de la ciencia... Y aunque muchos de los
pasajes resultan muy divertidos, la cuestión central no lo es: ¿qué significa
el concepto “civilización”? ¿Quiénes somos nosotros para afirmar nuestra
superioridad sobre otros seres simplemente porque somos incapaces de
comunicarnos con ellos?
Con
esta obra, Aldiss se convirtió en uno de los primeros escritores en acercarse a
lo que verdaderamente podría ser el encuentro con una cultura alienígena. Quizá
a su poco complaciente veredicto no sea del todo ajeno su condición de súbdito
de una nación, la británica, con un largo historial de imperialismo y dominio
de culturas y pueblos menos desarrollados técnicamente (comportamiento no exclusivo
de ese imperio). Aunque no es una de sus obras maestras, su brevedad y original
aproximación hacen recomendable su lectura.
Suena muy Interesante esta historia habra que buscarla.......
ResponderEliminarComo todos los libros de Brian Aldiss, tiene sus defensores y detractores. Aldiss es un autor complejo que no siempre acierta en la plasmación de sus ideas, pero por algo es uno de los Maestros del género. El libro se puede encontrar fácilmente en formato digital. En volumen, creo que la edición de Martínez Roca de 1978 es la última disponible. Un saludo y gracias por el comentario
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