lunes, 17 de febrero de 2025

1998- THE FACULTY – Robert Rodríguez

 Robert Rodríguez es un director de lo más versátil. Vampiros, renegados, asesinos, alienígenas, espías infantiles, ciborgs… Es capaz de meter cualquier cosa en sus películas y hacerlo de forma divertida, personal y exuberante. Todo el mundo conoce “Abierto hasta el Amanecer” (1996), “Spy Kids” (2001), “Sin City” (2005) o “Alita” (2019). Sin embargo, hay un título de su filmografía que, por alguna razón, a menudo suele pasar bajo el radar de mucha gente.

 

“The Faculty” es una película que parece abundar en cosas a priori detestables: un argumento nada original, atractivas estrellas juveniles destinadas a encandilar al público adolescente, mediocres efectos por ordenador, guiños a otras obras del género para parecer más inteligente de lo que es, diálogos poco inspirados y un evidente ansia de posmodernismo. Es como si sus responsables reconocieran de partida que es una película “mala” porque esa y no otra ha sido su intención, quitando de esa forma argumentos a los críticos que, terminando de verla, estuvieran ya afilando sus cuchillos. Y, sin embargo, a pesar de (o quizá precisamente por) todo eso, “The Faculty” es una película más disfrutable de lo que podría pensarse.

 

El claustro de profesores del instituto Henderson, en una pequeña ciudad de Ohio, está siendo poseído por una malévola fuerza alienígena. Cuando el más inteligente de su clase, Casey Connor (Elijah Wood) y la jefa de animadoras Delilah (Jordana Brewster) son testigos de cómo dos de sus profesores se apoderan de la voluntad de un tercero, tratan de alertar a las autoridades pero, como era de esperar, nadie los toma en serio y, para colmo, atraen sobre sí la atención de los invasores. Seis de los estudiantes empiezan a creerles hasta que los hechos les demuestran dramáticamente la verdad y, entonces, urden un plan alrededor de lo que parece ser la única debilidad de esos seres: la droga que Zeke (Josh Hartnett), el camello de la escuela, sintetiza en su laboratorio doméstico. Sin embargo, todo será inútil si no consiguen localizar y matar a la reina que controla a todos los extraterrestres.

 

Antes de que la moda de los remakes del cine de terror japonés tomara por asalto el género en occidente, “The Faculty” supuso la entrada de la CF de invasiones alienígenas en el nuevo espacio, el cine de terror posmoderno sobre y para adolescentes revitalizado poco antes por “Scream” (1996). Y no fue una casualidad. “The Faculty” es producto de la asociación del director Robert Rodríguez y el guionista Kevin Williamson. El primero, de la mano de Quentin Tarantino, había triunfado con títulos como “El Mariachi” (1993), “Desperado” (1995) o “Abierto Hasta el Amanecer”, gracias a los cuales se rodeó a finales de la década de un aura de director personal y atrevido. El segundo fue uno de los responsables de la reanimación del género del terror un par de años antes, habiendo firmado los libretos de esa deconstrucción del subgénero slasher que fue “Scream” así como el de “Se Lo Que Hicisteis el Último Verano” (1997). 

 

Con referencias textuales a películas como “La Invasión de los Ladrones de Cuerpos” (1956) y los elementos cómicos que hicieron de “Scream” y sus secuelas cintas tan influyentes, “The Faculty” combina un entorno de instituto de secundaria con una invasión alienígena silenciosa, proponiendo a los espectadores adolescentes una premisa con la que sin duda pudieron identificarse, a saber, qué ocurriría si sus profesores más odiados fueran extraterrestres. Curiosamente, tan solo un año antes, aunque con un tono muy diferente, se estrenó otra película en la que también había alienígenas viviendo secretamente entre nosotros, haciéndose pasar incluso por políticos o actores: “Men in Black” (1997),

 

Uno de los lemas elegidos para la campaña promocional de “The Faculty”, "Conoce a la generación alienígena", daba a entender que la película seguía la corriente de “Scream”, pero también sugería que los protagonistas –los estudiantes adolescentes que son, al mismo tiempo, el público objetivo– constituyen una nueva generación diferente de la de sus padres y hermanos mayores. El grupo principal está formado por el empollón, el deportista, el conflictivo, la animadora guapa, etc., pero, a pesar de sus roles estereotipados y su interacción forzada, permanecen emocionalmente aislados unos de otros. Una nueva generación compuesta, en fin, de individuos alienados de la anterior pero también entre sí.

 

Como decía al principio, claramente y sin ningún complejo, la intención de Williamson y Rodríguez fue la de hacer una película de serie B con una factura algo más presentable que las de otros estudios especializados en esas producciones (al fin y al cabo, fue distribuida por Miramax). La premisa básica es descaradamente tonta aun cuando se plantee y desarrolle con total seriedad. El guionista aplica aquí formulas parecidas a las que ya utilizó para enganchar al público adolescente de “Scream”, aunque pasadas por el filtro de las películas de invasiones extraterrestres de los años 50, como “Vinieron del Espacio” (1953), “La Invasión de los Ladrones de Cuerpos” (1956) o “Me Casé con un Monstruo del Espacio Exterior” (1958).

 

Y como también hizo en “Scream”, Williamson se divierte burlándose de los clichés del subgénero al mismo tiempo que citando ejemplos del mismo a través de la boca de sus personajes. La crisis en la que están inmersos es inmediatamente comparada con la de “La Invasión de los Ladrones de Cuerpos”, corrigiendo Stokely (Clea DuVall) que originalmente era una novela de Jack Finney. Quizá, teoriza Zeke, Finney escribió sobre algo que él mismo experimentó en su instituto, a lo que aquélla reacciona con cinismo asegurando que esa obra no fue sino un plagio de “Amos de Títeres” (1951) de Robert Heinlein (escritor éste del que el guionista es obviamente un gran aficionado, dado que en una escena anterior se podía ver a Stokely leyendo la novela “Huérfanos del Espacio” (1964)). Cuando especulan sobre cómo los alienígenas están saliéndose con la suya, quizá manipulando los medios de comunicación, alguien sugiere: “Spielberg, Emmerich, Sonnenfeld…. Quizá eran parte de todo esto? Hicieron esas películas para hacerlo parecer demasiado estúpido como para ser plausible”. Y cuando barajan las razones por las que los invasores han elegido un pueblo pequeño, otro personaje dice: “¿No crees que es más fácil entrar a hurtadillas por una puerta trasera como esta que volar por los aires la Casa Blanca?”, en clara referencia a “Independence Day” (1996).

 

Otro homenaje patente es el del clímax, modelado a partir de “La Cosa” (1982), de John Carpenter, con la cabeza de la profesora Burke (Famke Janssen) decapitada y, aún así, moviéndose libremente por el lugar; o esa escena en la que los jóvenes se inyectan con la droga para comprobar si son humanos o alienígenas, reminiscente del inolvidable test sanguíneo de “La Cosa”. Este momento resulta particularmente divertido por su hábil alternancia entre el aspecto progresivamente más “colocado” de cada personaje y la paranoia que permea toda la escena.

 

En algunos aspectos, “The Faculty” parece un deliberado intento de hibridación entre “La Invasión de los Ladrones de Cuerpos” y “El Club de los Cinco” (1984). Como ya he apuntado, los seis adolescentes protagonistas representan arquetipos propios de las películas juveniles, pero no sólo varios de ellos tienen más profundidad de lo esperable sino que se desarrollan de forma opuesta al tópico. La estrella del rugby, por ejemplo, quiere abandonar el deporte para estudiar y demostrarse a sí mismo su valía. Su parecido con “El Club de los Cinco” reside en su celebración del fracaso académico. Se diría que guionista y director han vertido sobre esta historia sus respectivas venas antiautoritarias, poblando los fondos de estudiantes pegándose en el patio o tumbados consumiendo droga. Se percibe también una alegría subversiva en el propio tema central de unos adolescentes enfrentados al personal docente y que utilizan como arma la receta casera con la que el traficante de la clase prepara sus drogas. Este malévolo sentido del humor aflora también en otros momentos, como cuando un padre amenaza a su problemático hijo no sólo con castigarlo sino con confiscar el alijo de revistas pornográficas que oculta bajo la cama. Pueden trazarse también ciertas similitudes con otra película contemporánea, “Comportamiento Perturbado” (1998), que asimismo se alineaba con los vagos, rebeldes y fracasados en su lucha contra una fuerza que estaba tomando el control de la escuela lavando el cerebro de los estudiantes.

 

En cuanto al reparto, es una mezcla de actores entonces aún jóvenes y otros como Piper Laurie, Robert Patrick o Bebe Neuwirth, interpretando al profesorado. Entre los primeros, puede destacarse a CleaDuVall, que le aporta cierta vulnerabilidad a la aparentemente cínica Stokely; Josh Harnett, que compone un protodelincuente con tanta pasión como sentido común; y Laura Harris, que da vida a una creíble alumna, rubia y virtuosa, recién llegada al instituto. Si los personajes principales están bien delineados, los estudiantes secundarios son estereotipos muy monótonos (por ejemplo, los miembros del equipo de fútbol que disfrutan golpeando al empollón de Casey), al igual que algunos miembros del personal docente, como los profesores “quemados” que añaden a escondidas licor a su café o el entrenador agresivo con pinta de exmilitar (Robert Patrick).

 

De la misma forma que Howard Hawks fue un modelo e inspiración para John Carpenter, Robert Rodríguez ha tenido como ídolo a este último. De hecho, aseguró que fue el visionado de “1997: Rescate en Nueva York” (1981), lo que le inspiró a sus trece años de edad para convertirse en cineasta. Y aunque las películas de Rodríguez pueden ser absolutamente geniales (lo que no excluye que, al mismo tiempo, sean estúpidas), no es difícil ver que algunos de los secretos de los maestros del cine han ido perdiéndose conforme éstos quedan más lejos de las generaciones que los toman como ejemplo. Rodríguez es uno de esos casos, aunque a menudo sus carencias queden hasta cierto punto compensadas por sus cualidades, como un talento visceral para el montaje (aspecto éste del cual él se encarga personalmente) y su gusto por la hipérbole visual.

 

En relación con esto último, Rodríguez dejó huella en el género de acción con “El Mariachi” y “Desperado”, películas que recuperaban la sensibilidad y estilo del spaghetti western y los fusionaba con la pirotecnia y coreografía de las películas de acción producidas en Hong Kong. Tanto en “Abierto hasta el Amanecer” como en “The Faculty”, Rodríguez empezó a rebajar los excesos visuales pero, admitiendo que aquí no tenemos la espectacularidad presente en los títulos mencionados, hay más escenas mucho mejor dirigidas, como aquéllas en las que se descubre la existencia de los parásitos o donde los jóvenes seccionan accidentalmente los dedos del profesor de ciencias, el señor Furlong (Jon Stewart).

 

Menos eficaz es el director cuando tiene que meterse de lleno con los monstruos con tentáculos, otro clásico de la serie B. Uno de sus puntos débiles, ya exhibido en “Abierto hasta el Amanecer”, residía en la obvia naturaleza digital de las criaturas generadas por ordenador. Afortunadamente, en “The Faculty” la mayoría de los efectos y maquillajes son de tipo tradicional y, aunque eso es opinable, creo que compensa el solo mediocre monstruo CGI del clímax, incapaz de interactuar con su entorno de forma realista.

 

“The Faculty” no es exactamente un clásico y, desde luego, no una película para tomarse muy en serio, pero sí, como decía al principio, es una propuesta disfrutable, gamberra y subversiva. Sorprendentemente, ha soportado el paso del tiempo mejor que otras cintas de CF y Terror contemporáneas. Teniendo en cuenta sus agujeros de guion y lo endeble de la premisa, tiene buen ritmo, algunas escenas bastantes desasosegantes y un trabajo actoral razonablemente bueno.

 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario