viernes, 23 de septiembre de 2022

2015- STAR WARS: EL DESPERTAR DE LA FUERZA – J.J.Abrams (y 3)

(Viene de la entrada anterior)

Aunque en tiempo de ficción también han pasado tres décadas desde los acontecimientos narrados en “El Retorno del Jedi”, habiendo nacido después muchos de los personajes principales, parece que poco ha cambiado tras todo ese tiempo. A pesar de que ya no son un puñado de rebeldes mal equipados, los héroes siguen vistiendo los mismos trajes de vuelo rojo y blanco y volando en los muy usados X-Wing. La base rebelde está poblada por muchos rostros familiares de la Batalla de Endor. Es como si todos los personajes se hubieran quedado congelados tras el final de la Rebelión y no hubieran seguido con sus vidas.

 

Se menciona explícitamente que Han Solo ha cambiado su chaleco por una chaqueta de cuero, pero sigue llevando la misma camisa que treinta años atrás. Es más, el venerable personaje ha regresado a su vieja vida libre de responsabilidades, fingiendo que todo le importa menos de lo que lo hace en realidad. Los soldados de asalto (salvo quizá para la experta mirada de algún fan acérrimo) no han cambiado nada y siguen asesinando y destruyendo bajo las órdenes de británicos vestidos con ropas oscuras. De nada sirve que ahora los Rebeldes sean la Resistencia y al Imperio lo conozcan como la Primera Orden. A todos los efectos, son la misma entidad que sus antecesoras. Cuanto más cambian las cosas, más se quedan igual. Todo transmite esa sensación de universo congelado, de que nada ha cambiado en décadas.

 

Pero la cosa no termina ahí. Aunque esto es una apreciación personal y debatible, quizá el aspecto más decepcionante de “El Despertar de la Fuerza” sea su naturaleza clónica respecto a la primera película. Repasemos los paralelismos: un droide que contiene información vital para la Resistencia cae en manos de una joven infeliz en un planeta desértico. La muchacha escapa de los soldados de asalto que la persiguen (por el droide), enviados por un malvado villano vestido de negro con el rostro oculto por un siniestro casco y temido por todos sus subordinados; el medio de huida es una baqueteada nave espacial pilotada por un caradura contrabandista que los lleva a una taberna repleta de pintorescos alienígenas; la muchacha descubre sus habilidades jedi y hereda un sable de luz; el villano se postra ante un líder supremo que se manifiesta como un holograma; la chica es hecha prisionera y torturada para extraerle información mientras su joven camarada deambula por la base enemiga para rescatarla; el imperio del mal está ultimando una nueva arma de tamaño planetario que puede destruir mundos enteros; la única esperanza para los Rebeldes es llegar a esa inmensa base fuertemente defendida a bordo de pequeñas naves monoplaza y hacerla explotar dirigiendo sus misiles a un blanco muy pequeño...

 

Parte del problema reside en que la franquicia Star Wars gira alrededor de un puñado de tropos invariables. Las películas son aventuras que consisten en no mucho más que persecuciones y huidas, explosiones, combates, misiones suicida y duelos a espada láser. Lo que pesa menos son las exploraciones de los personajes y los mundos que visitan. El universo Star Wars se divide en blancos y negros muy definidos. Por muchas críticas que me atraiga esta comparación, la franquicia Star Trek siempre ha hecho un mejor y más adulto trabajo de reflexión sobre las culturas y políticas de los mundos que visitaba la nave de turno (además de, en general, personajes mejor construidos y desarrollados), lo que brindaba múltiples posibilidades para plantear historias de todo tipo. En este punto de la franquicia Star Wars, sus responsables no habían sabido salir de los enfrentamientos maniqueos República-Imperio, Jedi-Sith, Rebeldes-Imperiales, Rebeldes-Primera Orden… contentándose tan sólo con mejorar los efectos especiales.

 

También pudo tener mucho que ver en esta reiteración argumental el cambio de guionista. En principio, Disney le encargó la tarea a Michael Arndt, pero, descontento con su trabajo, el estudio le apartó para sustituirlo por Lawrence Kasdan (buen conocedor de la franquicia tras haber escrito “El Imperio Contraataca” y “El Retorno del Jedi”) asistido por el propio Abrams. El resultado final contiene muy poco de lo ideado por Arndt y es básicamente obra de Kasdan y Abrams. Star Wars ya no es la idea (buena, mala o regular) de un solo hombre que impulsa y supervisa un proyecto personal, sino un producto de estudio, cuidadosamente diseñado en base a fórmulas harto probadas y, por tanto, de poco riesgo.

 

Si en sus dos películas de “Star Trek”, Abrams había mostrado osadía a la hora de dar nuevas versiones y enfoques a personajes y tropos de la franquicia, aquí claramente se vio impedido para ejercer esa libertad. Quizá en ello tuvo que ver el diferente estado en el que se encontraban ambas franquicias. La de Star Trek languidecía sin que nadie supiera muy bien cómo reflotarla, así que Abrams y su equipo tuvieron manga ancha para implementar su visión; en cambio, la de Star Wars mantenía su vigor y una creciente base de fans, y en esas circunstancias cuesta dejar atrás lo que hasta ese momento ha dado tanto dinero para internarse en propuestas más inciertas y que pueden soliviantar a los aficionados.

 

Más allá de la falta de originalidad del argumento y ciñéndonos a los límites del universo Star Wars, hay ciertos personajes y elementos que no reciben el tratamiento adecuado. Por ejemplo, Leia Organa. Incluso en una película en la que Luke sólo aparece unos segundos, da la impresión de que su hermana debería haber jugado un papel más prominente y coherente. Que nada más volver el Halcón sin Han Solo al planeta de la resistencia, Leia abrace a Rey, con la que nunca ha hablado e ignore a Chewbacca, nos da una pista de lo mal tratado que está el personaje. Nada dice acerca de qué piensa de que su hermano haya huido para ocultarse y su reencuentro con Han se reduce a un puñado de sarcásticas líneas de diálogo y una actitud estoica. No dan la impresión de ser una pareja que se amó, tuvo un hijo y no se han visto en décadas. 

 

Esto es importante porque Leia es un personaje de peso por derecho propio y verla omo general había sido una de las imágenes que vendieron la película antes de su estreno. Y, también, porque su relación con Han fue el corazón emocional de la trilogía original. Tampoco vemos ninguna reacción a su fracaso al empujar a Han a buscar y enfrentarse a su hijo, Kylo Ren, confrontación que acaba con la muerte de aquél.

 

Leia, como líder de la Resistencia, también participa en el otro gran agujero de la película, el que tiene que ver con todo lo relacionado con la base Star Killer de la Primera Orden. Cuando el engendro destruye el Sistema Hosnian Prime y los mundos circundantes, incluyendo el de la Nueva República, es difícil sentir nada porque es la primera vez que se habla de ellos. El discurso del general Hux a sus tropas carece de contexto y convicción. A nadie le importa la Starkiller ni en ningún momento el espectador se cree que vaya a destruir el bunker donde Leia y sus amigos aguardan el desenlace (aparentemente ellos tampoco porque no hacen ni mención a la posibilidad de evacuar las instalaciones). La misión para destruir la superarma es simplona y su punto débil escandalosamente sencillo de encontrar: en la reunión táctica un almirante señala la vulnerabilidad y Finn dice que sábe dónde se encuentra. Y a continuación, el ataque se desarrolla sin más problemas de los esperados, cuando los dos asaltos a las Estrellas de la Muerte en la trilogía original fueron desastres que sólo se salvaron gracias a milagros de último momento. Cuando la Starkiller revienta, es difícil sentir sorpresa ni alegría.

 

Tenemos también el personaje de Maz Kanata, la pirata/tabernera/alienígena sensible a la fuerza que tanto recuerda a Guinan de “Star Trek: La Nueva Generación”. Según se dijo, Maz iba a tener un papel más destacado en la película, pero los guionistas no supieron qué hacer con ella una vez su establecimiento quedó destruido. Aunque sea así, es uno de los personajes menos memorables de la película, limitándose a desempeñar el papel de mera llave narrativa: está ahí para ayudar a los héroes, dar unos sabios consejos y animar a Rey a aceptar su destino entregándole el sable de luz de Luke. Claramente simpatiza con la Resistencia (su único diálogo destacable es con el que anima a Han Solo a unirse a la lucha), pero no parece colaborar activamente porque sin duda sabe que en su bar atiende a multitud de simpatizantes y agentes de la Primera Orden. Quizá parte de su problema sea que Maz es el Yoda de la película, pero también su Lando Calrissian: es la sabia maestra que milita en el bando de los buenos… y también la pícara moralmente ambigua que presume de neutralidad. Dos arquetipos que no funcionan bien fusionados en un solo personaje.

 

La Capitana Phasma, superior inmediato de Finn y oficial implacable de la Primera Orden, es el tercer personaje femenino que carece de la fuerza esperada. Pero quizá ello no sea culpa del guion. Parece claro que su papel estaba destinado a ser el de un personaje muy secundario que interviniera en un par de escenas antes de que Finn se tomara su revancha arrojándola al compactador de residuos. Pero cuando contrataron a Gwendoline Christie para el papel decidieron darle más presencia… sin añadir sustancia. Por muy dura y agresiva que nos la quieran pintar, ni siquiera se resiste ante los rebeldes que la fuerzan a bajar los escudos de la Starkiller.  

 

Y luego tenemos, a pesar del título de la película, el problema con la Fuerza. Por mucho que se nos recalque que la Fuerza está renaciendo en la galaxia tras un periodo de inactividad, no se ve mucho de ella. Y con esto me refiero a ese halo de misticismo y maravilla que transmitían, por ejemplo, “Star Wars” o “El Imperio Contraataca”. Tal y como está planteado, puedo admitir la sensibilidad de Rey a la Fuerza, pero todo lo relacionado con ese poder queda colgando del vacío al no haber ningún pasaje en el que se explique algo, cualquier cosa, relacionado con esa misteriosa energía que conecta todas las cosas.

 

Hay otros puntos claramente mejorables. El Líder Supremo Snoke es otro personaje olvidable, una de esas creaciones digitales con un aspecto genérico de villano. Y, como suele ser habitual en los films de Abrams, hay aspectos cruciales que no se explican (y no vale que la información haya sido articulada en algún otro producto multimedia complementario). Por ejemplo, por qué R2D2 vuelve a la vida súbitamente al final; por qué Luke, que no quiere ser encontrado, deja atrás un mapa que permite localizarlo; o el motivo por el que Poe Dameron decide abandonar al tan importantísimo droide BB8 en Jakku.

 

El guión de “El Despertar de la Fuerza” no está interesado en invertir tiempo en la construcción de mundos o la consistencia interna. La trama abunda en deux exmaquina y agujeros lógicos y logísticos, desde el por qué la Primera Orden parece repetir muchos de los mismos errores básicos que llevaron a la caída del Imperio a cómo exactamente funciona su base Starkiller. Para evitar el escrutinio mínimo que llevaría a cuestionar mucho de lo que se cuenta, la película imprime un ritmo vigoroso que mantiene a los personajes en continuo movimiento de un momento dramático al siguiente evitando explicar cómo o por qué sucede tal o cual cosa. 

 

Cuando se estrenó “El Despertar de la Fuerza” pareció que ésta iba a ser la primera y última incursión de Abrams en el universo Star Wars. Al parecer y apoyado por la presidenta de LucasFilm, Kathleen Kennedy, se dirigió en repetidas ocasiones a Disney para solicitar una ampliación del periodo de posproducción con el fin de mantener el estándar de calidad esperado de una película de esta franquicia. Pero Disney se negó, exigiendo que se estrenara ineludiblemente en 2015. Las tensiones entre Abrams y Disney debieron ser más ásperas de lo que daban a entender las declaraciones oficiales porque cuando llegó el momento de anunciar el calendario de estrenos de las secuelas y sus respectivos directores, Abrams ya no figuraba entre ellos (serían Rian Johnson y Colin Trevorow). No obstante, ante la clara división entre los fans y las críticas cosechadas por el desenvolvimiento de esta nueva trilogía, Disney acabó desdiciéndose y recurriendo a Abrams para la última entrega. Pero de eso ya hablaremos en el artículo respectivo. 

 

“El Despertar de la Fuerza” es un canto a la nostalgia articulado sobre un chasis muy viejo, un remix actualizado de los viejos hits de la franquicia. Técnicamente no se le pueden poner pegas, desde luego, pero la historia no es más que un refrito de guiños a los fans conectados por lo forzados giros de guion propios de la saga. Es una película rápida y, vista con los ojos adecuados, hasta entretenida; los personajes tienen sus respectivos arcos, las escenas de acción son espectaculares y están bien rodadas, hay un gran climax final y una muerte trágica.

 

El problema es que, por mucho que la película se esfuerce en convencernos de que la magia no se ha perdido, su propuesta llega casi cuarenta años tarde. Los aficionados que asistieron a los estrenos de la trilogía original han madurado y su mirada ya no es la del niño deslumbrado por una aventura espacial como el cine no había conocido antes a semejante escala. Y los más jóvenes, es difícil que se sorprendan a poco que hayan consumido la dieta regular de blockbusters que los estudios aprendieron a diseñar para ellos –gracias, en parte, al propio George Lucas-. Sí, hay ciertos detalles que reflejan los gustos y sensibilidades actuales, pero los guionistas y Disney no han sido capaces de ofrecer una historia más sofisticada que la que Lucas imaginó en los 70. Es una oportunidad perdida. Ya no es ni una obra personal ni un fenómeno popular, sino un producto de estudio, el eslabón de una larga cadena que incluye muchas derivadas.

 

2 comentarios:

  1. Muy atinada reseña, Manuel. Star Wars, en manos de Disney dejó de ser una obra de autor costosa para convertirse en un producto de marketing, al igual que todo lo que compra Disney. Espero las críticas de las siguientes pelis. Saludos cordiales.

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  2. Difícil no estar de acuerdo en tu revisión y crítica. Para mí, las virtudes de esta película son los personajes de Rey (90% atribuible al carisma de la actriz) y BB8, los paisajes y la fantasía digital sin ahogar, el concepto de que las tropas de la 1a orden ya no son solo carne de cañón clónica, y poco más. Los defectos: esa sensación de volver a contar Una Nueva Esperanza de forma descarada y que ningún personaje me importa demasiado, Rey aparte. Ah, añade en el de las virtudes que logró, por contraste, revalorizar las precuelas de Lucas como más atrevidas y con historias originales. Una última reflexión. ¿Cómo puede ser un arma anclada en un planeta, por muy potente que sea, ser un peligro ofensivo? Defensivo quizás, pero no podría apuntar a nada fuera de su plano de rotación y la eclíptica. Pero ahí ya me pongo tiquismiquis, lo reconozco

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