A comienzos de los años ochenta del pasado siglo, la paranoia nuclear había repuntado hasta un nivel no visto desde la Crisis de los Misiles de Cuba. La Unión Soviética había invadido Afganistán en 1979, aumentando de nuevo las tensiones entre las dos superpotencias de la época. La elección de Ronald Reagan como presidente de los Estados Unidos en 1980, un conservador de línea dura que en sus discursos se refería a la Unión Soviética como “El Imperio del Mal”, sólo hizo cundir aún más el pesimismo entre aquellos que temían la posibilidad de una guerra termonuclear. Incluso Prince, el rey del pop, cantaba por entonces “Everybody´s got a bomb, we could all die any day”. Ese sentimiento de absoluta indefensión ante una destrucción tan global acabó filtrándose una vez más a la ciencia ficción que, después de una década, los setenta, en la que el miedo atómico había quedado hasta cierto punto marginado por otros temas como la superpoblación, la crisis económica o el deterioro del medio ambiente, volvió a retomar el subgénero con fuerza.
De la misma forma que en los sesenta habían podido verse películas como “La Hora Final”

Como telón de fondo en la vida cotidiana de una serie de personajes residentes en Kansas (un cirujano, un granjero y su familia, un estudiante de medicina, un soldado que trabaja en un silo de misiles…) las noticias en los medios van dando testimonio del incremento imparable de la tensión geopolítica entre Estados Unidos y la Unión Soviética en el escenario europeo, concretamente en la entonces dividida Alemania. Finalmente, estalla la guerra nuclear y varios misiles impactan en Kansas y sus alrededores causando una

“El Día Después” fue originalmente concebido como un telefilm para la ABC, dividido en dos emisiones en noches consecutivas, que prometía representar los horrores del apocalipsis nuclear sin guardarse nada en la recámara. Pero cuando empezaron a filtrarse los temas que iban a abordarse en la historia y la dureza de su tono, los anunciantes empezaron a retirarse con el consiguiente pánico entre los ejecutivos de la cadena, que se plantearon seriamente anular la emisión. En su favor hay que decir que

Su emisión vino acompañada por una campaña destinada a darle al producto una relevancia de la que artísticamente, como comentaré, carecía. Así, se justificó la ausencia de publicidad diciendo que la importancia y seriedad de la película así lo exigía; la ABC preparó líneas de teléfono gratuitas para calmar a la gente durante y después de la emisión; e inmediatamente después de que ésta finalizara se programó un debate especial en directo en el que participaron Henry Kissinger, Robert McNamara, Carl Sagan y el escritor conservador y apologista de la disuasión nuclear William F.Buckley. Fue en el curso de este acalorado debate cuando Sagan presentó al mundo su concepto de “invierno nuclear”. Muchas escuelas americanas incluyeron la película en sus programas escolares y fuera de Estados Unidos se estrenó en los cines.

Por desgracia, “El Día Después” no consigue estar a la altura de la polémica y expectación que provocó. Para empezar, ya en 1965, “El Juego de la Guerra”, un falso documental sobre un holocausto nuclear producido por la BBC, había tocado exactamente los mismos temas y afrontado la mismas resistencias por parte de los cautelosos ejecutivos de la cadena. Y lo hizo causando un impacto más profundo y suscitando mayor temor en el espectador.
“El Día Después” fue dirigida por el también novelista Nicholas Meyer, que previamente había


La película suaviza y limita bastante lo que sería un holocausto nuclear, tanto en intensidad como en alcance geográfico. Cuando empezó la producción estaba previsto que la secuencia de la caída de las bombas fuera más larga y mucho más gráfica y precisa científicamente, con planos de lo que le ocurriría realmente a un cuerpo humano durante la explosión. Se verían personas en llamas, carne carbonizada hasta el hueso, ojos que se funden, rostros desfigurados, piel colgando, miembros arrancados por los escombros y gente asfixiándose en los refugios durante la ola de fuego. Al final, se consideró que esto era

Aún así, Meyer pone en escena momentos muy impactantes, como la degradación física de los personajes a causa de la radiación; cuando la joven en el refugio de la granja se abalanza enloquecida a besar al estudiante que ha buscado abrigo allí y la cámara retrocede para mostrar que la familia está observando el patético instante; ese plano que va abriéndose para enseñar todo un polideportivo lleno de heridos y moribundos; o los momentos de las detonaciones nucleares y cómo incineran y desintegran a la gente. Sin duda, la película resulta impresionante por lo que

Por otra parte y tal y como los créditos finales subrayan, el desastre real fruto de un ataque nuclear sería mucho peor que el mostrado en pantalla (en este sentido, una de las escenas más a menudo ridiculizadas por los puristas es aquella en la que el cirujano interpretado por Jason Robards sobrevive a un impacto no muy lejano simplemente agachándose en el asiento del coche que conduce). Meyer tuvo serios conflictos con los censores de la cadena y el propio gobierno americano por la violencia del contenido; tan serios, de hecho, que abandonó la producción durante el proceso de edición y amenazó con solicitar formalmente que se retirara su nombre de los créditos. Al final dio marcha atrás y se reincorporó a la película pero juró no trabajar nunca más para la televisión.
Por otra parte, la historia se nutre de muchos clichés relacionados con el Medio Oeste


El Departamento de Defensa norteamericano no dio su permiso para utilizar imágenes y filmaciones de archivo de nubes atómicas (aunque los productores sí tuvieron acceso a las pruebas de misiles balísticos intercontinentales Minuteman III y grabaciones de explosiones experimentales en los cincuenta, mucho menos potentes de lo que en los ochenta eran ya las cabezas nucleares estándar), así que hubo de recrearse ese espectacular efecto inyectando aceites coloreados en un tanque de agua (lo que les dio un tono rojo oscuro poco verosímil). Con la cooperación de las autoridades y vecinos de Lawrence, Kansas, el equipo de la ABC

Con el fin de darle a la película un aire documental, Meyer eligió actores desconocidos. Jason Robards Jr. era el único veterano y rostro popular (que años atrás había participado, además, en otro film apocalíptico, “Un Muchacho y su Perro”, 1975); otros, como JoBeth Williams,

“El Día Después” fue sin lugar a dudas un auténtico acontecimiento televisivo que dio mucho que hablar y que sintonizó perfectamente con el renovado temor a una escalada nuclear y el posible holocausto derivado de ella. Que sea una película de calidad es más discutible. Vista hoy, le pesan mucho los años transcurridos, los problemas de producción y la época que la vio nacer. Su primera hora denota dolorosamente su condición de telefilm ochentero, algo que en su momento jugó a su favor (transmitiendo al espectador un sentimiento de complacencia y tranquilidad mediante imágenes de gente corriente viviendo con despreocupación la cotidianeidad antes de empujarle al horror apocalíptico) pero que hoy ha envejecido mal. Por otra parte, y me repito, los horrores que vemos en pantalla no pueden sino impactar, pero como lo haría un documental y no emocionalmente mediante la identificación con unos personajes bien construidos.
Aunque, después de todo, quizá no haya que juzgar a “El Día Después” según los parámetros estéticos habituales. Fue pensada para lanzar una advertencia y hacerlo lo más contundentemente posible. Y eso, sin duda, lo consiguió.
Ya en su época era un «dramón» televisivo. No obstante, la secuencia que va desde el lanzamiento de los misiles hasta las detonaciones nucleares me impresionó muchísimo (yo tenía 13 o 14 años en esas fechas), ya había visto «Cosmos» de Carl Sagan y la paranoia nuclear, incluso viviendo en un país tan «remoto» como el Perú, era palpable entre la gente instuida.
ResponderEliminarHace unos diez años pude ver por primera vez un docudrama -supongo que lo era- producido por la BBC sobre este mismo tema, aunque ambientado en el Reino Unido, en Sheffield. Se llamaba «Threads» y fue emitido por la televisión británica en 1984. También padece limitaciones técnicas, pero me parece que su tratamiento del tema y los personajes lo vuelve mucho más angustioso. Recomiendo echarle un ojo, por si acaso.
Es la película que nunca me canso de ver aunque sus fallos son evidentes algunos sobre todo como es posible que el doctor que conduciendo en la carretera le pilla el hongo atómico a un par de kms parece como sólo agacharse dentro del buga se pone a salvo cuando sólo la onda expansiva y el destello de intenso calor tendría que haber derretido y calcinado a todos los conductores y automóviles varios kms a la redonda o como el capitán de color que camina con una manta por las calles de Kansas inundadas de cadáveres carbonizados puede durar tanto con la incesante lluvia radioactiva en definitiva película puramente apocalíptica que llama la atención por muchas cosas pero hay un detalle muy importante quién apretó primero el botón?no queda nada claro y creo que el director no quiso pronunciarse para evitar polémicas
ResponderEliminar