Arthur C. Clarke, uno de los autores más importantes de la ciencia ficción del siglo XX, no era precisamente el exponente más ilustre de la prosa experimental. Su estilo no era más que una herramienta con la que construir una ventana invisible hacia lo maravilloso. Aunque su entusiasmo por el progreso científico a veces lo dejaba en evidencia con el correr de los años (la reedición de 1999 de “Secretos del Futuro”, una colección de ensayos especulativos originalmente aparecida en 1962, demuestra lo optimistas que fueron sus predicciones), sus novelas y cuentos se pueden contar entre lo mejor que ha dado el género.
En ellos, pueden distinguirse dos discursos entrelazados. Por una parte, el del poeta que dio forma a los sueños de los años cincuenta respecto al viaje espacial en una época y lugar, la Gran


En la última etapa de su carrera, Clarke anunció repetidamente que cada nuevo libro que escribía sería el último…sólo para volver a publicar uno más. Hasta “El Último Teorema”, que

“El Último Teorema” sigue la vida de Ranjit Subramanian desde su adolescencia a la madurez, en lo que es un futuro cercano sin determinar. Ranjit, de etnia tamil, nace y crece en Sri Lanka. Es un muchacho dulce y estudiante perezoso en la universidad de Sri Lanka, hijo de un importante sacerdote hindú cuyas esperanzas de que siga sus pasos religiosos se ven frustradas

Ranjit se obsesiona con demostrar el último teorema de Fermat, que afirma que el teorema de Pitágoras no puede aplicarse en dimensiones superiores a dos. A mediados del siglo XVII, Pierre de Fermat dejó al mundo una nota afirmando que había hallado la manera de demostrarlo, pero si llegó a escribirlo en papel, éste no sobrevivió. Su teorema, de hecho, fue luego demostrado pero utilizando matemáticas a las que el propio Fermat nunca tuvo acceso en su época. Ranjit está convencido de que el matemático no fue un bocazas presuntuoso y está decidido a probarlo. Mientras tanto, su mejor amigo, Gamini, con quien había mantenido una breve relación homosexual (que le cuesta a Ranjit el contacto con su padre, no sólo por la homosexualidad sino porque no puede aprobar las relaciones entre un tamil y un cingalés) se muda a Londres para estudiar economía y luego a un trabajo secreto en las Naciones Unidas.
Ranjit no tiene tanta suerte, al menos al principio. Mientras visita a su progenitor en el templo que éste dirige, comienza a ayudar a una familia del lugar cuyo padre está en prisión. Cuando

Una segunda trama de la novela se desarrolla muy lejos de la Tierra. Desde que detonara los primeros ingenios nucleares en el desierto de Nevada en 1945, el hombre ha hecho explotar alrededor de unas 1.500 armas atómicas en la atmósfera, dejando cada una de ellas una huella

“El Último Teorema” parece muy consciente de su propio estatus de novela de ficción. Lo primero que encontramos en ella son tres preámbulos. El tercero es una introducción a la historia que se nos va a narrar, pero los dos primeros son fragmentos semiautobiográficos de Clarke y Pohl, quienes nos dicen que sus vivencias no sólo inspiraron esta ficción sino que de algún modo forman parte de ella. Incluso, cuando arranca la trama, la primera frase es: “Ha llegado, por fin, la hora de que conozcamos a Ranjit Subramanian, la persona en torno a cuya vida, tan larga como extraordinaria, gira todo el presente libro”, un tono, como digo, muy autoconsciente de su carácter de historia narrada y que por su intimidad se aleja bastante del estilo tradicional de Clarke. Es más, el último de los cuatro epílogos de la novela no es sino una muy breve nota sobre los propios autores, que elijen formar parte de ella en lugar de aparecer al margen como “meros” creadores de la misma.
Todo lo cual resulta bastante apropiado en tanto en cuanto “El Último Teorema”, aunque a

No, lo que hacen Clarke y Pohl es reciclar elementos que el primero había presentado en otras novelas anteriores. Cuando uno de los personajes dice que cierta idea fue propuesta por un escritor de ciencia ficción unos treinta años atrás, sólo explicita lo que subyace por todo el libro. El ascensor espacial apareció en “Las Fuentes del Paraíso” (1979); la carrera entre yates espaciales impulsados por velas solares está tomada de uno de los antiguos cuentos de Clarke, “Veleros Solares” (1964); y cuando por fin se revelan los alienígenas, éstos se asemejan a demonios, como en “El Fin de la Infancia” (1953). Éstos, además, son seres misteriosos, incognoscibles, que nos vigilan ocultos y se erigen en nuestros jueces, un papel que ya habían desempeñado en “2001: Una Odisea del

Las partes de la novela que incluyen detalladas descripciones de la vida y la sociedad de Sri Lanka son obviamente obra de Clarke (quien, de hecho, se inserta en la trama como el personaje del escritor que nunca abandona su casa). Otros detalles parecen dimanar de los intereses de Pohl, como las diversas razas de sirvientes alienígenas con pintorescos nombres. Y también hay aspectos que representan una síntesis de la sensibilidad y creencias de ambos escritores, como su constante preocupación por la sociedad humana, una sociedad que parece que nunca va a terminar de madurar lo suficiente como para convertirse en algo que merezca la pena preservar.
Quizá el problema más grave del libro resida en su estructura y su ritmo. Unos dos tercios del mismo transcurren de forma pausada, siguiendo la vida profesional y sentimental de Ranjit y cambiando el foco de vez en cuando hacia los entresijos de la política mundial. Pero en el último

Y paralelamente está la parte de los extraterrestres, muy torpemente manejada. (ATENCIÓN: SPOILER) No sólo es que Clarke recicle una vez más –y ya iban unas cuantas- el antes mencionado concepto de unos alienígenas inefables y cuasidivinos en el papel de observadores y jueces de nuestra especie; es que en esta ocasión, tal y como están presentados, suenan y se comportan de una forma casi vergonzantemente pulp. Además, sus motivos para decidir nuestro exterminio por el bien del universo son cualquier cosa menos convincentes, especialmente cuando se hace evidente que todo nuestro armamento nuclear no supone una amenaza para ellos. Y para colmo, el desenlace: durante toda la novela, ambos autores habían ido aumentando el suspense alrededor de la idea de que los alienígenas viajan durante décadas hacia la Tierra enviados por los Grandes de la Galaxia para “esterilizar” el planeta de nuestra presencia; pero cuando al final llegan, justo cuando se están celebrando los primeros Juegos Olímpicos en el espacio,

Si nos atenemos a su influencia sobre la trama, se puede decir que el protagonista del libro es más Arthur C.Clarke que Ranjit Subramanian (al fin y al cabo, nos dice el propio libro, fue un joven Clarke el que tonteando con un radar durante la Segunda Guerra Mundial, acaba llamando la atención de los alienígenas hacia la Tierra). Y es que aunque Ranjit sea el personaje central, no juega papel directo y/o relevante en ninguno de los acontecimientos que se suceden, ni siquiera es testigo de la mayoría de ellos. Los cambios políticos y sociales que acontecen en la Tierra le afectan o se narran por la televisión, pero apenas interviene en ellos, así que difícilmente puede calificársele de “héroe” de la novela.
De hecho, todo lo que resulta más interesante de la trama sucede entre bambalinas y Ranjit tiene poco que ver con ello, como la organización para la que trabaja su amigo Gamini, Pax per Fidem (Paz por Transparencia), que tiene a su disposición una superarma que deja inoperativa

Al final, “El Último Teorema” es una novela que deja sentimientos encontrados. Su estilo es ameno y no resulta aburrida, contiene especulaciones científicas fascinantes y observaciones

Tanto Pohl como Clarke han demostrado con los años ser capaces de firmar trabajos bastante poco destacables, especialmente cuando se han dedicado a alargar de forma bastante artificial sus sagas de “Pórtico” y “2001” respectivamente. “El Último Teorema” no es, en definitiva, un libro aburrido y funciona mejor que otras de las colaboraciones de Clarke con otros autores en la última etapa de su carrera. Y, desde luego, sería una novela aceptable viniendo de cualquier otro escritor con menos nombre que Clarke y Pohl. El problema es, claro, que el lector espera que de la suma de esfuerzos de dos titanes de la ciencia ficción resulte una gran obra. Y no es así. “El Último Teorema” tiene demasiados defectos como para ser considerada una gran novela. Por supuesto, si se es seguidor de Clarke y siendo éste su último libro, podría decirse que es casi lectura obligada. El autor no se reinventa en absoluto y quienes hayan leído más de su bibliografía casi todo aquí les resultará familiar. Si ese reencuentro con lo ya conocido es lo que buscan aquí, sin duda lo encontrarán. Si no es el caso y lo que se quiere es una puerta de entrada al genial escritor, habría que recurrir sin duda a alguno de sus títulos anteriores.
el futuro mas alla de lo convencional y hacia el universo el nuevo hogar de la humanidad, un teorema interesante, excelente narracion. saludos
ResponderEliminarHumberto. caracas-venezuela