domingo, 5 de mayo de 2013

2002-FIREFLY - SERENITY - Joss Whedon (y 2)

(Viene de la entrada anterior)



La historia principal se centra en la constante lucha de todos ellos como equipo para encontrar y llevar a cabo trabajos que les permitan sobrevivir sin llamar la atención de la Alianza. Son, generalmente, variaciones de lugares comunes en el género western: asaltos a trenes, robos a bancos, traiciones, duelos al amanecer, huidas de las fuerzas de la ley… todo ello en los márgenes habitados del sistema solar que habitan, el equivalente a la mítica Frontera de la que hablábamos al principio. En esos mundos, la tecnología juega un papel marginal, la gente vive al límite y no hay fuerzas de la ley que intervengan en caso de conflicto. Son mundos duros en los que cada uno depende de sus propios recursos.


Los problemas a los que se enfrentaban los personajes provocaban conflictos entre ellos mismos, revelando su auténtico ser. En este sentido, “Firefly” remite a series de ciencia ficción con una premisa similar, como “Los Siete de Blake” o “Farscape”, pero también a westerns como “Grupo Salvaje” (1969); la película de Sam Peckinpah sobre un grupo de forajidos “cercados” por la civilización en el México de principios del siglo XX; o “La Diligencia” (1939) de John Ford, en el que un grupo variopinto de personajes se internan juntos en un territorio plagado de peligros.

Asimismo Firefly adopta la idea de los veteranos alienados dirigiéndose a la Frontera en busca de un nuevo –y difícil- comienzo tras haber luchado en una guerra civil, idea que figuraba en muchísimos westerns, desde la novelesca “El Virginiano” (1902, Owen Wister) a la cinematográfica “Bailando con Lobos” (1990, Kevin Costner).

Pero Whedon también introduce otros hilos narrativos de fondo que van desarrollándose conforme la serie avanza. Los principales son el misterio que rodea a River (rescatada por su hermano de un laboratorio de la Alianza en el que realizaban experimentos secretos) y su estado mental y la atracción romántico/sexual entre Reynolds e Inara por un lado y Simon y Kaylee por otro. Buena muestra del grado de implicación de los fans por esta serie es el detalle con el que discuten en sus webs los más mínimos pormenores y posibles arcos argumentales, a veces diseccionándolos escena a escena.

Hay series a las que les cuesta arrancar. Necesitan varios episodios o incluso toda una temporada para establecer su marco narrativo, presentar los personajes y fijar la dirección. El caso de “Firefly” fue el contrario. Desde el primer episodio, los personajes y la historia gozaron de una vida extraordinaria. Entre los mejores capítulos se encuentra el hilarante “Jaynetown”; el dramático “Sin gasolina” en el que de manera magistral el guonista conecta perfectamente tres periodos temporales diferentes; o “Corazón de Oro”, donde se tratan con delicadeza los sentimientos de todos los protagonistas.

El propio Whedon indicó en una entrevista: “La gente siempre piensa algo así como “Están luchando contra un malvado imperio”; mientras que yo digo “Bueno, no es realmente un imperio tan malvado”. La clave estuvo siempre en crear algo lo suficientemente complejo como para suscitar un debate, que no fuera blanco y negro, no “¡si disparamos en este agujero de la Estrella de la Muerte todo irá bien!”. Era más complicado que eso, especialmente que el gobierno fuera básicamente benévolo y más avanzado culturalmente”.

Los efectos visuales de Firefly recibieron tanto un Premio Emmy como un Society Award. Dirigidos por Whedon, los especialistas infográficos introdujeron efectos hasta entonces nunca utilizados en el cine de ciencia ficción, como zooms, encuadres mal ajustados o imágenes vibrantes y mal enfocadas que daban sensación de verosimilitud. Además, Whedon utilizó esos brillantes efectos con comedimiento para que nunca se convirtieran en protagonistas, dejando que sean los personajes y sus conflictos los que atraigan la atención del espectador.

Otro acierto fue el diseño conceptual que servía de base para su particular universo. Fundiendo
la cultura china tradicional con los Spaghetti Westerns y añadiendo elementos clásicos de la ciencia ficción y la Guerra Civil Americana, Whedon dio forma a un sucio realismo en el que se daba cita lo sencillo con lo tecnológicamente complejo. Jinetes a caballo se mezclan con aerodeslizadores y naves espaciales, las siniestras tabernas llenas de humo cuentan con hologramas, la gente pasa sin problemas del inglés al chino mandarín y viven en casas hipermodernas con decoración oriental construidas en lunas rocosas y polvorientas. Esta ecléctica mezcla se sintetizó con la habilidad necesaria para que el espectador se sintiera cómodo con lo que veía y contemplara ese futuro como algo más verosímil que los higiénicos entornos de Star Trek o los pintorescos mundos alienígenas de Star Wars.

Fue la energía y profundidad de las historias lo que cimentó el éxito de “Firefly”. Aunque cada episodio era independiente, también hacía referencia a pasados acontecimientos y adelantaba otros por venir, conformando una serie de arcos narrativos de larga duración al estilo de “Babylon 5”. En aquellos años no había muchas series de televisión que tuvieran tal formato. De hecho, la moda televisiva era de la del “reality”, con mínimos costes de producción e ideas recicladas. Aparte de los consabidos programas sobre abogados o policías, no había otras series originales cuya duración llegara a la hora.

Aunque “Babylon 5” ya había cosechado éxito en ese formato, su trayectoria durante los noventa no había estado en absoluto exenta de problemas con las cadenas. “Firefly” ofrecía la oportunidad de llevar las cosas un paso más allá. Utilizando historias estándar de género con un entorno multicultural y un reparto brillante, cada episodio ofrecía tentadores destellos de una historia mucho mayor discurriendo de fondo. La idea ya había demostrado su potencial en series como “Embrujadas”, “Eureka” e incluso “Buffy Cazavampiros”. Pero la Fox prefirió adherirse a las tendencias del momento y no correr riesgos. Whedon ha afirmado que “preferiría tener un programa que cien personas necesiten ver que uno que simplemente entretenga a mil personas”. Por desgracia, esta actitud no es la preferida de las grandes cadenas dependientes de los ingresos por publicidad.

Whedon había empezado a darle vuelta a la idea de “Firefly” durante la tercera temporada de
Buffy, en 1999. Fueron los guionistas de su equipo los primeros que entonces oyeron hablar de Mal, Kaylee, Zoe, Wash o Inara, mucho antes de que ningún actor fuera considerado siquiera para los papeles. La concibió como un ambicioso proyecto que se extendería a lo largo de siete años.

Inicialmente, la Fox se mostró receptiva a la propuesta de Whedon, pero más que por la chocante descripción que les ofreció de aquélla (“La Diligencia” en el espacio”) lo que les convenció fue el prestigio del propio Whedon. Además, la cadena acababa de cancelar otra serie de ciencia ficción, “Dark Angel” y, manteniendo su poco frecuente apuesta por el género, aceptó financiar la idea de Whedon.

Sin embargo, a medida que se acercaba la fecha de estreno, los ejecutivos de la Fox comenzaron a dar marcha atrás. Se negaron a que el episodio piloto, básico para establecer los parámetros del universo en el que transcurría la serie, tuviera una duración de dos horas y exigieron uno considerablemente más corto. A pesar de la premura con la que Whedon tuvo que reformular su proyecto, cumplió su cometido.

Pero los ejecutivos seguían sin entender la visión de Whedon. Pensaron que el piloto era demasiado “western” y pidieron más alienígenas. El productor se negó, ofreciendo a cambio más acción y humor.

El universo Firefly era cualquier cosa menos glamouroso. Y esto no sólo en cuanto a los trajes y
la tecnología, sino a la propia moral de los protagonistas, continuamente puesta a prueba por la dura vida que llevaban. Malcolm Reynolds se enfrentaba en cada episodio con su propia conciencia al igual que el resto de su tripulación debía batallar contra sus demonios personales. Whedon estaba satisfecho con la química que consiguió no sólo entre los personajes, sino entre los actores que los encarnaban. Pero el estudio le presionó para que “ablandara” a Mal, que lo hiciera menos áspero, más “heroico”. Whedon no cedió y el capitán siguió siendo el clásico anti-heroe: “Si tienes un trabajo, lo podemos hacer. No nos importa lo que sea”, decía. Es más, en caso de peligro prefería huir antes que pelear y arriesgar la integridad de su nave y la vida de su gente.

El asunto del horario fue otro campo de batalla. El programa fue colocado en la rejilla del viernes por la noche, considerado el peor de la semana junto al del sábado, lo que le aseguraba una difusión mínima. Para colmo, la cadena cambió el orden de los episodios. En lugar de con el piloto, “Firefly” se estrenó con el episodio que había sido concebido para emitirse el tercero, “El trabajo del tren”, lo que confundió a muchos espectadores. El piloto sería por fin emitido el último de los once que Fox colocó en su programación antes de cancelar la serie.

Por si fuera poco, la cadena no tuvo reparos en modificar su horario para hacer sitio a partidos
de beisbol ¿A alguien le puede extrañar que las cifras de audiencia no fueran favorables? A los espectadores les gusta saber con antelación si su programa se emitirá a las 9 de la noche del viernes, todos los viernes; no quieren tener que estar pendientes de si lo han cambiado a las 11 o, peor aún, lo echaron el jueves. Con el exagerado volumen de publicidad que emite la televisión americana, más y más gente dejaba grabando sus programas favoritos y luego los veía saltándose los dieciocho minutos por hora de anuncios. Modificar el calendario de emisión sólo sirve para hastiar a esos espectadores y, además, emitir los episodios en un orden diferente a como fueron concebidos estropea la coherencia interna del programa.

Las críticas fueron buenas, muy buenas, para “Firefly”. El conocido escritor Orson Scott Card, que se negó a verla al principio, acabó enganchado, afirmando que era “la mejor serie de ciencia ficción de la historia de la televisión”. Cuando preguntaron a Whedon acerca de los factores que hacían de la serie un programa sólido declaró: “Creo que es el tipo de televisión que siempre intento hacer; no siempre con éxito, pero siempre lo intento. Es la clase de televisión que llega a las entrañas, que te hace enamorarte de los personajes instantáneamente o, en el peor de los casos, gradualmente; hasta el punto de que sus vidas se incorporan a la tuya”.

El público estuvo de acuerdo y a pesar de los impredecibles cambios en los horarios de emisión, comenzaron a surgir con rapidez páginas web centradas en el programa y clubs de fans acérrimos (los “Browncoats”) que apreciaban unos guiones inteligentes que respetaban al espectador culto apartándose de los caminos más trillados.

Pero ni las buenas críticas ni el fervor de los fans eran capaces de levantar las mediocres cifras
de audiencia producto del maltrato a que la compañía sometía a la serie, que ocupaba un injusto puesto 129 entre los 159 shows de la temporada. Cuando comenzó a rumorearse que el programa se iba a cancelar, los aficionados iniciaron una campaña, “Firefly Immediate Assistance”, que inundó la sede de Fox con postales a favor de aquél. Por desgracia, no fue suficiente y la serie recibió carpetazo igualmente en diciembre de 2002, dejando sin emitirse tres episodios ya rodados. Entonces, los fans cambiaron de objetivo, intentando que una cadena rival, UPN, se quedara con él. Buen intento, pero igualmente fallido.

Cuando se le comunicó a Whedon la cancelación de su criatura, aseguró a los fans: “No penséis ni por un momento que me he rendido”. Se dirigió a ABC, CBS, NBC, UPN y el Sci-Fi Channel, pero todos le dieron un “no” como respuesta. Whedon lo siguió intentando, pero el reparto perdió la esperanza y se comprometió con otros trabajos. La revista TV Zone indicaba en un artículo: “La cancelación de “Firefly” te hace desesperar de que un material tan refrescante y edificante como este pueda encontrar un público, especialmente cuando programas como “Star Trek: Enterprise” o “Stargate SG-1” siguen adelante con fuerza”.

Pero los fans son difíciles de desanimar. Cuando Fox editó el DVD recopilatorio, muchos grupos de Browncoats comenzaron a organizar “Noches de Firefly”, proyectando un episodio semanal para presentárselo a su familia y amigos. A medida que se corría la voz, el DVD –que contenía los catorce episodios rodados colocados en su orden correcto- comenzó a acumular una cifra de ventas fenomenal, permaneciendo entre los más vendidos de Amazon durante casi dos años. Para septiembre de 2005 ya había vendido más de medio millón de copias.

Este favorable dato junto al evidente interés que todavía mantenía el universo “Firefly” tras
más de un año fuera de las pantallas, llamó la atención de Mary Parent, vicepresidente de Universal Pictures y fan del trabajo de Whedon. Fue ella la que dio la oportunidad al creador de demostrar a Fox que se había equivocado al cancelar su programa. Y lo haría con una película a lo grande, dirigida tanto a los fans como a los que se acercaban a los personajes por primera vez. Su título fue “Serenity” y empezó a rodarse en julio de 2004, asumiendo el propio Whedon las labores de dirección.

Como otras series televisivas que han saltado a la gran pantalla conservando el reparto original (como “Star Trek” o “Expediente X”), “Serenity” se siente algo incómoda tratando de ajustarse al nuevo medio. Puede que ello sea parcialmente debido a que “Serenity”” fuera un caso insólito en tanto que, habiendo fracasado en la televisión, recibió una versión cinematográfica (solo hay otro ejemplo como el suyo: “Agárralo como puedas” fue originalmente una fallida serie televisiva –también con Leslie Nielsen- en 1982).

“Serenity” tiene el mismo problema que otras teleseries cuando se traspasan al ámbito cinematográfico: el formato de episodio semanal permite desarrollar convenientemente a todo el reparto de personajes, dando a todos oportunidad de perfilar su carácter distintivo. Las películas de Star Trek siempre parecen atrapadas en el dilema de dar más escenas a cada personaje o desarrollar una historia general de tipo coral. Whedon opta por la segunda opción y el resultado es que los personajes de “Serenity” carecen de la profundidad y carisma que tenían en “Firefly”.

Nathan Fillion es un actor de gran talento, encanto natural y aspecto imponente. Recupera su
papel del capitán Reynolds y lo encarna con la misma desenvoltura que en la serie, enriquecido por los dilemas morales que Whedon incluye en la historia. Otros actores no tienen la misma oportunidad de avanzar en sus personajes. Gina Torres (Zoe) tiene el mismo potencial interpretativo que Fillion pero carece de momentos que le permitan lucirse. Adam Baldwin (Jayne) cuya cortedad mental y brutalidad espontánea eran motivo de tantos momentos cómicos en “Firefly”, consigue seguir en la misma línea. Morena Baccarin (Inara) mantiene su elegancia y misterio, pero Jewel Staite (Kaylee), Alan Tudyk (Wash), Sean Maher (Simon) y Ron Glass (Book) apenas tienen ocasión de transmitir las complejidades de sus respectivos personajes. Whedon presenta un nuevo personaje de indudable atractivo, el agente de la Alianza y letal asesino interpretado por Chiwetel Ejiofor, pero cuyo desarrollo y redención final resulta tan tópica como decepcionante.

Hay destellos ocasionales de algunas de las líneas narrativas que conducían la serie (la atracción entre Malcolm e Inara, el romance nunca iniciado de Simon y Kaylee) pero Whedon se centra en desvelar el misterio tras River (Summer Glau), el más enigmático de los tripulantes de la Serenity. River se convierte así en el personaje central de la película. Aunque “Serenity” no resolvió todas las cuestiones abiertas en la serie, sí que remató los principales arcos argumentales, proporcionando cierto sentido de final (o de nuevo comienzo).

La historia en sí es entretenida aunque no sobresaliente. Predomina un tono siniestro, oscuro, hasta pesimista respecto a “Firefly”, expresado en el cambio de tonalidad fotográfica: de los cálidos amarillos y tostados de la serie se pasa a los azules y el predominio de sombras. El director no acaba de aclarar del todo lo que se esconde tras River, pero nos explica el origen de los Reavers –que, aunque importantes en el argumento, nunca llegan a mostrarse claramente- y mata a dos de los protagonistas (lo que, dicho sea de paso, fue un golpe para los fans que confiaban en recuperar la serie televisiva tras el ansiado éxito de la película). Al final, “Serenity” es un episodio extendido, acelerado y engordado de “Firefly”. Hay más y mejores efectos especiales, pero Whedon no se deja cegar por ellos y se mantiene fiel a la historia que quiere contar.

En último término, “Serenity” es una buena película de ciencia ficción, pero no tan buena como la calidad de “Firefly” había hecho esperar. Whedon no consiguió salir del todo airoso del compromiso de satisfacer a los fans y, al mismo tiempo, atraer a un público ajeno no sólo a la serie, sino a la propia ciencia ficción. La prueba fue el mediocre resultado en taquilla.

Universal tenía la esperanza que los 40 millones de dólares invertidos en la película darían como resultado mínimo un taquillazo mediano. Organizó pases especiales antes del estreno para levantar expectación, pero un mes después del estreno sólo se habían ingresado 25 millones. Resultó que los que acudían a ver las películas eran principalmente los mismos fans que habían visto la serie televisiva. Al final, ni siquiera se consiguió recuperar el coste y el estudio canceló el estreno en varios países. Pero, como había sucedido anteriormente con “Firefly”, las ventas del DVD fueron inesperadamente buenas.

La reacción de la crítica fue en general favorable (aunque como siempre, hubo quien opinó que
era un producto de poco interés para los que no conocieran la serie), resaltando los ingeniosos diálogos y el buen equilibrio entre drama, suspense y acción además de que los efectos especiales se hallaran al servicio de la historia y no al revés. Nada nuevo para quien hubiera visto el trabajo de Whedon en “Firefly”.

A raíz del éxito de la campaña popular de micromecenazgo para recaudar fondos para 
producir una película sobre el personaje televisivo “Verónica Mars” (serie detectivesca que recomiendo con entusiasmo), Whedon fue preguntado sobre si estaría dispuesto a apoyar una iniciativa semejante habida cuenta de que aún existe un nutrido y activo núcleo de fans de su serie. Por desgracia, su negativa fue tajante. En primer lugar, tiene un acuerdo de dos años para seguir dirigiendo el universo cinematográfico de Marvel; además, Nathan Fillion se halla comprometido con otra serie televisiva de éxito (que también recomiendo): “Castle”; y por último, una película de ciencia ficción necesita un presupuesto que difícilmente puede ser siquiera parcialmente satisfecho con una cuestación popular por mucho que el coste de los efectos digitales se haya abaratado considerablemente en los últimos años.

“Firefly” triunfó gracias al talento de sus actores y el cariño que volcaron en sus personajes, la dedicación de sus fans y, por supuesto, la calidad de las historias. Ninguno de estos factores por separado podría haber conseguido la hazaña de resucitar una serie que no llegó siquiera a completar una temporada y trasladarla no sólo a una película de gran presupuesto, sino a toda una franquicia multimedia que incluye libros, videojuegos, comics o juegos de rol. Que esta corta serie, más de diez años después de su cancelación y sin perspectivas de que reaparezca, siga acumulando seguidores es testimonio de su calidad. La estrella que brilla brevemente lo hace con más intensidad. Y ese fue el caso de “Firefly”.

1 comentario:

  1. Buena serie, no entiendo como no duró, será que con los últimos años las cosas se han puesto muy difíciles para las series, y tienen que ser brutales éxitos. Gran par de entradas, saludos afectuosos. Fenixwave

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