
Ya hemos visto en este blog que el viaje en el tiempo no era una novedad en la ficción científica de comienzos del siglo XX, ya fueran al pasado o al futuro y se realizaran por medios tecnológicos, pseudocientíficos o místicos. Pero existe un tercer tipo de viaje temporal, que también solía ser muy popular en la CF pero que hoy es menos común: el del visitante a nuestro tiempo proveniente del futuro. A veces, ese turista temporal es portador de prodigios científicos o conocimientos de incalculable valor; o bien huye de horrores por venir; o, como es este el caso, el protagonista llega hasta nosotros por simple accidente. Sin embargo, esta opción no suele ser la más cultivada por los escritores por una buena razón: la dificultad de que el lector se identifique con un protagonista que poco tiene que ver con él, sus vivencias y experiencias.
En esta novela, el viajero temporal aparece repentinamente en mitad de un partido de cricket que se está disputando en una pequeña población inglesa. Se comporta de manera extraña, dice incoherencias y, tras participar en el juego con fantásticos resultados, se enfrenta con el resto de los jugadores hiriendo a varios de ellos y dándose a la fuga a una vertiginosa velocidad. Todo el mundo piensa que no se trata más que de un lunático escapado. Más tarde se va presentando a diferentes vecinos del pueblo: un oficinista preocupado por la relación con su prometida; un cura, que se desvanece cuando el extraño visitante ejecuta una imposible hazaña; y el doctor Allingham, un científico racionalista cuyas ideas se derrumban ante las fantásticas capacidades del forastero. Poco a poco se revela que el "hombre reloj" ("clockwork man" en el original) es una especie de ser semiartificial -lo que hoy denominamos ciborg- cuyo origen está ocho mil años en el futuro. Aunque es humano, no un robot, sus actos, su metabolismo, todo él, está controlado por un complejo mecanismo artificial implantado en su cabeza.
Es ese mecanismo el que, al fallar, precipitó involuntariamente a su portador hacia el pasado. Por una parte, su mal funcionamiento ha permitido potenciar las capacidades mentales del visitante para que pueda comunicarse con los humanos del siglo XX; pero por otra, le hace comportarse de forma errática e imprevisible. Consigue controlar la situación cuando, tras pedirle ayuda al doctor, éste manipula sus diales y ruedecitas de la cabeza con unos resultados al principio nefastos. Finalmente, el hombre-reloj se sume en la inconsciencia mientras el doctor reflexiona sobre las implicaciones que se desprenden de lo dicho y hecho por aquél. La historia termina cuando el protagonista despierta y se aleja en la distancia entre extraños ruidos.

Esta obra tiene además una particularidad relativa a su autor: la extraña dificultad a la hora de

¿Quién tiene razón? Si alguien lee esto y puede ofrecerme confirmación de una u otra versión, será bienvenido.
Hola Buenos Días.
ResponderEliminarMe gustó mucho tu artículo.
Quería hacerte una consulta. Sabes como obtener esta novela en español?
Si tiene un título en castellano significa que fue traducido verdad?
Como comprarlo?