
El lector que vaya leyendo cronológicamente las obras de Wells no tardará en descubrir una dicotomía, a veces muy evidente, entre la concepción dramática de los primeros libros y la ambición panorámica y generalista de las obras que, como “Anticipaciones de las Consecuencias del Progreso Mecánico y Científico sobre la vida y pensamiento humanos” (1901), fueron apareciendo a partir del cambio de siglo. Se trata de un trabajo de seria extrapolación que obtuvo bastante éxito en su día y es todavía de gran interés por su intento racional de reflexionar acerca de cómo podría realmente ser el futuro.
De hecho, una nota al pie en la primera página de esta última obra identifica los minuciosos detalles de ficción y los límites temáticos (que constituyeron los mejores recursos de Wells en trabajos anteriores) como problemas que deben superarse: “La ficción es necesariamente concreta y definida; no permite alternativas abiertas; su meta de crear una ilusión impide una adecuada amplitud… la propia estructura de la ficción lleva en si algo de repudiable; de hecho, mucha de la ficción futurista abandona lo profético para convertirse en polémico, cauteloso o idealista” ¿Cómo pudo estar un genio de la ficción como Wells tan equivocado?
Sin embargo, no abandonó del todo la ficción. El año 1904 vio la aparición de dos relatos destacables. Por un lado, “El País de los Ciegos”, del que ya hablamos en una entrada anterior. Y por otro, una narración con el tema central del apocalipsis “benigno”: “El Alimento de los Dioses”.
La premisa inicial del libro es una fantasía entretenida basada en uno de los episodios de “Los Viajes de Gulliver” de Swift. Un nuevo nutriente (la Heracleoforbia) desarrollado por dos científicos, Redwood y Bensington, incrementa enormemente el tamaño de las criaturas que lo ingieren. Los pollos se hacen tan grandes que pueden comerse a los gatos o incluso hombres; ratas, avispas y escarabajos gigantes atacan a los humanos, plantas venenosas alcanzan tamaños letales…
Pese a todos los esfuerzos en contra, el Alimento acaba llegando a los bebés (bien accidental o deliberadamente) que, al crecer, dan lugar a una raza de gigantes. Éstos, asediados por unos “pequeños” humanos (en cuerpo y mente), asustados y recelosos, decididos a acabar con ellos, deciden defenderse y plantarles cara. El enfrentamiento está servido y su desenlace es incierto.

La novela fue adaptada a la gran pantalla en 1976 por Bert I.Gordon, una versión de serie B

Tampoco el libro ha quedado entre los más recordados de la bibliografía del padre de la CF, considerado por críticos y aficionados como una obra menor en relación a sus novelas anteriores y los trabajos que le seguirían. Ciertamente, no es tan épico como “La Guerra de los Mundos”, su crítica social no es tan aguda como la de “La Isla del Doctor Moreau” y los personajes no tienen el encanto de los de “El Hombre Invisible”. Tiene un poco de todos ellos, pero no en la combinación o intensidad necesarias para convertirlo en un clásico. Además, el estilo de Wells, que tiende a resbalar hacia lo florido, ralentiza en ocasiones momentos en los que la acción debería ser predominante.

Tenemos a los científicos despistados, cuyo interés por el descubrimiento no sólo les lleva a desechar cualquier consideración sobre las consecuencias del mismo, sino que alimentarán al bebé de uno de ellos con el Alimento sólo para ver los resultados; el arribista e ignorante Winkles, deseoso de hacer dinero con el descubrimiento; Caterham, el fanático que aprovecha la desconfianza y el miedo para conseguir notoriedad y poder político mezclando religión y patrioterismo; los mezquinos pueblerinos de Cheasing Eyebright y su hipocresía de hombre ordinario, que protesta contra los gigantes mientras se beneficia de su trabajo.
Wells cambia el escenario y el tono de la acción continuamente. La primera parte narra el


Y aunque sólo parece haber una conclusión posible para el libro, Wells acierta al dejarlo tan abierto y nebuloso como es posible. Ambas partes están demasiado enrocadas en sus posturas como para que la historia tenga un final feliz, pero, aún así, se tiene la impresión de que el desenlace es incierto –aunque en cualquier caso trágico-.

Como dije al comienzo, una obra menor dentro de la bibliografía de Wells, pero aún así recomendable para todo aquel interesado en la Ciencia Ficción. Porque aquí nos encontramos otro ejemplo de por qué Wells está considerado como uno de los padres fundadores del género: temas como el conflicto Desarrollo Científico-Naturaleza, los desastres medioambientales, el sentimiento de alienación por ser diferente, la libertad individual versus la seguridad del grupo, la política, el transhumanismo o los escenarios apocalípticos se dan cita en esta corta novela, temas que continuarán siendo ininterrumpidamente pilares de la Ciencia Ficción hasta el día de hoy.
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