jueves, 20 de mayo de 2021

1995- STAR TREK: VOYAGER (3)


(Viene de la entrada anterior)

 

La segunda temporada de “Star Trek: Voyager” fue una decepción para todos. Incluso, para algunos, un desastre. Una colección de episodios poco inspirados y malas decisiones creativas, a lo que se añadía la sensación de que el equipo de producción tenía problemas internos y la cadena se encontraba cada vez más incómoda con su programa estrella. La primera temporada había arrancado en inmejorables condiciones, quizá las más propicias de la historia de la franquicia. Tras el éxito cosechado en la televisión, “La Nueva Generación” había saltado a la gran pantalla, “Espacio Profundo Nueve” tenía su público y “Voyager” había sido elegida por Paramount, como ya explicamos en una entrada anterior, como buque insignia para su nueva cadena de televisión.

 

Sin embargo, hubo problemas desde el comienzo. Podría decirse que “Voyager” fue en buena medida víctima del éxito de la franquicia.

 

La frustración sobre la forma en que Paramount asignó las tareas de guion en la película “Generaciones” (1994) hizo que Michael Piller, responsable del triunfo de “La Nueva Generación” se alejara de Star Trek y se marchara a mitad de la segunda temporada de “Voyager” (aunque volvería a colaborar en el guion de la película “Insurrección”, 1996, parece ser que tampoco estuvo conforme con el proceso que siguió la producción). La filosofía de Piller, que había apoyado la introducción de continuidad y la experimentación narrativa tanto en las últimas temporadas de “La Nueva Generación” como en “Espacio Profundo Nueve”, se abandonó en favor de unos guiones autoconclusivos que parecían hechos a base de seguir una receta invariable.

 

Ya en el primer año, se había marginado la premisa inicial, a saber, que miembros de la Flota y de los Maquis se veían obligados a convivir y colaborar en un entorno remoto y hostil. Desde el principio, todos los rebeldes Maquis pasaban a vestir uniformes de la Flota y comportarse como parte de la misma. Los posibles conflictos que pudieran crearse entre ambos grupos fueron eliminados cuando todos se unían sin fisuras en un acto de motín ya en el décimo capítulo, “Primeros Factores”. También volvíamos a encontrar episodios basados en entornos creados por la holocubierta, como “Héroes y Demonios” o “Poder Mental”. Incluso apareció un invitado romulano en un capítulo tan temprano como el séptimo, “El Ojo de la Aguja”. Por todo ello, la primera temporada de “Voyager” torpedeó todo lo que de interesante había supuesto la premisa de partida. 

 

La segunda temporada trató de enmendar aquellos errores y para ello y al comienzo de la misma, se volvió a llamar a Michael Piller como jefe de guionistas, responsabilidad que aceptó tras el fracaso de la serie que había creado para UPN, “Legend”, un western de ciencia ficción que no pasó del decimosegundo episodio. Inmediatamente, empezó a reintroducir elementos de los que el equipo de producción había prescindido en su ausencia. Y claro, el resultado fue una especie de golem amorfo, producto de la evidente tensión entre el responsable de los guiones y un conjunto de escritores que no estaban en su misma onda, cada cual tratando de reescribir y modificar lo que entregaba el otro.

 

Piller se salió con la suya en algunos aspectos. Su idea era la de desarrollar una subtrama que se extendiera toda la temporada y que estuviera centrada en los intentos de los Kazon de hacerse con la Voyager; así como incluir a un espía a su servicio entre la tripulación. Y así, en “Iniciaciones”, el segundo episodio, regresaban los Kazon tras haber permanecido ausentes media temporada, convirtiéndose en una presencia dominante durante todo este año para frustración de guionistas, actores y fans, que no los consideraban antagonistas interesantes. El traicionero personaje de Seska, una Cardasiana alterada quirúrgicamente y antiguo amor de Chakotey, cobró una importancia considerable y, por otro lado, Tom Paris recuperaba su sórdido perfil de seductor en episodios como “Non Sequitur”, “Celos” e “Investigaciones”. Tanto en este último como en “Fusión”, volvieron a aflorar las diferencias entre los Maquis y la Flota.

 

Pero resultaba harto evidente que la serie estaba sometida a tensiones que trataban de llevarla por caminos muy diferentes. Jeri Taylor escribió historias emotivas y de ritmo lento en “La Persistencia de la Visión”, “Los del 37” (en el que la Voyager rescataba a la aviadora desaparecida Amelia Earhart) o “Resoluciones” (en el que se apunta a una relación sentimental entre Chakotay y Janeway que luego no se supo desarrollar). Brannon Braga, fiel a su estilo, incluyó ideas extravagantes y terror en “Fuego Frío” y “Momento Crítico” (que para Kate Mulgrew fue el peor episodio de toda la serie, que ya es decir mucho). El Cuadrante Alfa al que aspiraban llegar algún día no parecía demasiado lejano en capítulos como “Non Sequitur”, “Acorazado” o “Última Voluntad”. La estética y espíritu de la serie original se evocaban en “Inocencia”, “Deshielo” o “Tuvix”.

 

Este conflicto interno producto de las diferentes visiones creativas no se manifestaba solamente en la alternancia de capítulos dispares, sino a veces dentro de los propios capítulos. Por ejemplo, “Alianzas” (para algunos, el peor episodio de de la temporada) e “Investigaciones”, estaban muy en sintonía con la visión que Piller tenía de “Voyager”, pero ambos fueron escritos por Jeri Taylor, que disentía abierta y repetidamente con él por la importancia que le estaba dando a los Kazon. De hecho, “Investigaciones” parece haber sido deliberada y maliciosamente escrito para culminar el arco de los Kazon y su espía de la forma más anticlimática posible.

 

Piller externalizó buena parte de todo lo que tenía que ver con los Kazon en el guionista Kenneth Biller. No sólo fúe él quien firmó los guiones de “Iniciaciones” y “Maniobras” sino que Piller le encargó la realización de un extenso dossier en el que se desarrollara la cultura Kazon. Pero por otro lado, Biller gustaba de pasar tiempo ridiculizando a los Kazon ante los fans, colocando a Piller en la incómoda posición de ver su mayor experimento narrativo implementado por guionistas que abierta y públicamente mostraban su oposición al mismo.

 

Este asunto acabó llegando a su lógica conclusión en el capítulo doble, “El Chantaje”, que cerró la segunda temporada y abrió la tercera. Aunque Michael Piller está acreditado como guionista, su propósito original fue dinamitado a exigencia de su equipo. El resultado es que en esta historia acabaron borrándose muchos de los elementos por los que Piller tanto había luchado durante toda la temporada: el hijo de Seska, convenientemente, no era el de Chakotay; Lon Suder era eliminado; los Kazon se esfumaron para reaparecer sólo en flashbacks…

 

La labor de mina a la que fue sometido su trabajo por parte de su propio equipo no redime a Piller de sus errores de juicio durante este segundo año de Voyager. Por ejemplo, sobre el episodio “Tatuaje”, Piller declaró: “Fue escrito con una especie de furia, justo en mitad de mi batalla contra el ritmo. Me propuse demostrar que había una forma de contar historias sin necesidad de largos pasajes y entregué un guión que tenía 190 o 200 escenas”. Durante su frustrante periodo en “Legend”, tuvo tiempo de analizar cómo habían cambiado las ficciones televisivas en los últimos diez años y se dio cuenta de que contenían menos escenas extensas de diálogo en favor de un ritmo rápido, a veces de tan solo diez o veinte segundos por plano, conformando una escecie de mosaico de imágenes. Algo así es lo que quiso implementar a modo de prueba en este episodio.

 

Puede que su intención fuera, efectivamente, demostrar que podía experimentarse con un ritmo más rápido y acorde a la nueva televisión, pero desde luego no es eso lo que más se recuerda del capítulo. “Tatuaje” es esencialmente una historia sobre cómo las culturas nativas norteamericanas fueron el resultado de su interacción con unos alienígenas (obviamente blancos) que fueron considerados dioses (bueno, “espíritus del cielo”, según su terminología).

 

Incluso aunque Piller no escribiera la mayoría de los episodios de los Kazon, sigue siendo responsable de las incómodas caricaturas raciales para los que los utilizó, como en “Iniciaciones”, donde eran una metáfora de las bandas callejeras de Los Angeles, haciéndoles descender de una especie de antiguos esclavos que fueron programados como salvajes primitivos capaces de vivir en duros climas desérticos. Para ser justos, este problema ya se había manifestado en la serie desde su capítulo inicial, pero la decisión de Piller de retomar a los Kazon y subrayar aún más sus desafortunados atributos fue claramente una equivocación.

 

Y no fue la única relacionada con esa especie alienígena. En “El Chantaje”, se descubre que Seska había robado el ADN de Chakotay para preñarse con un vástago suyo, lo que la transformaba de villana manipuladora y falsa a estereotipo sexista que parecía extraído de una revista pulp de los años cuarenta (o de las obsesiones maduras de un Robert A.Heinlein frustrado por no haber tenido hijos).

 

Si obviamos la indiferencia del equipo de guionistas hacia sus ideas y que éstas fueran en demasiadas ocasiones poco acertadas, la visión de Michael Piller para la segunda temporada adolecía de otros problemas, especialmente que incluso cuando hubiera algún concepto interesante, su desarrollo y puesta en escena resultaba muy torpe. Por ejemplo, es una buena idea utilizar la narrativa a largo plazo propia de una serie como “Voyager” para situar en su centro un conflicto principal con el que poder jugar dramáticamente. En este caso se trataba de una nave tripulada por gente que habían sido enemigos y cuyo objetivo común pasaba a ser regresar a casa atravesando un territorio hostil. Como sucedió con la premisa básica de “Espacio Profundo Nueve”, lo interesante era ver cómo individuos dispares, incluso opuestos, aprendían a colaborar e integrarse, cómo se adaptaban a situaciones inéditas y se defendían de amenazas, cómo sobrevivían sin infraestructuras de apoyo…

 

Piller comprendía que la ficción televisiva estaba por entonces evolucionando, pasando de una narrativa eminentemente episódica a otra que se desarrollaba a largo plazo y que abarcaba arcos que duraban varios capítulos o incluso toda una temporada. Naturalmente, habían existido antes series de gran éxito con “continuará”, como “Dallas” o “Dinastía”, pero también era cierto que no habían conseguido introducirse bien en el circuito de sindicación y eso era una barrera que ponía muy nerviosos a los ejecutivos de las cadenas que los producían. Desde mediados a finales de los años noventa del siglo pasado, el formato de episodios autonómos volvió a tomar cierta preeminencia en series como “Expediente X”. La Historia daría la razón a los argumentos de Piller a favor de la serialización a largo plazo.

 

Pero no en cuanto a su forma de entenderla. Piller no sabía muy bien como escribir una historia interesante que se extendiera a lo largo de múltiples episodios. La fórmula que había demostrado su éxito en series como “Canción Triste de Hill Street”, o “La Ley de los Ángeles” era la de plantear un caso o una crisis en cada episodio, mientras las historias personales de los protagonistas tenían lugar de fondo. Al término de cada capítulo, el caso o la crisis eran resueltos, pero los personajes continuaban con sus peripecias vitales la semana siguiente.

 

Pues bien, Piller lo entendió al revés. En lugar de apoyar el arco narrativo de fondo en el desarrollo de los personajes y las relaciones entre ellos, lo hacía en factores externos. El personaje de Michael Jonas (un maquis interpretado por el actor Raphael Sbarge), por ejemplo, se presentó exclusivamente para que cumpliera su papel en este arco: traicionar al Voyager y entregarlo a los Kazon. No tenía más recorrido ni drama que ese. Lon Suder, un personaje muy interesante y con gran potencial dramático, se utilizó y desechó para cerrar la temporada. O Tom Paris, que se involucraba en un innecesariamente retorcido subterfugio contra los Kazon que se había ocultado tanto al público como a Chakotay por la más peregrina de las razones, pero que a la postre no aportaba nada ni al propio Paris ni a la forma de relacionarse con sus compañeros en los episodios subsiguientes. En resumen, la trama con los Kazon continuaba más o menos de un episodio a otro, pero los personajes no evolucionaban al compás.

 

La propia Jeri Taylor, decepcionada por haber sido apartada del puesto de responsable de guionistas cuando Piller regresó a “Voyager”, comentaría más adelante: “Dado que nuestra franquicia se resume en “Estamos aquí y hemos de llegar allá”, el tener a los mismos personajes apareciendo episodio tras episodio dio la extraña impresión de que estábamos parados en el espacio en lugar de viajando hacia algún otro sitio. La gente empezó a preguntar: “¿Por qué no salís del espacio Kazon? Seguro que no ocupan todo el Cuadrante”. Tambíén pensaba que contábamos la misma historia una y otra vez. Seska dispone una trampa, caemos en ella, y luego escapamos. Sentía que nos habíamos vuelto repetitivos y, en último término, no muy interesantes.

 

La segunda temporada de “Voyager” se emitió al mismo tiempo que la cuarta de “Espacio Profundo Nueve”, que, dirigida por Ira Steven Behr, supo entender mucho mejor cómo desarrollar una historia a largo plazo a base de hacer evolucionar paulatinamente a los personajes. El romance entre Worf y Dax se fue cociendo en el curso muchos episodios; Rom dejó atrás su infancia para encontrar su destino como ingeniero… Eran evoluciones coherentes y naturales, un ejemplo de cómo los guionistas, trabajando colaborativamente y bien dirigidos, podían crear un mundo rico y extenso construyendo a partir de elementos básicos de partida.

 

Por el contrario, la subtrama del traidor Jonas en “Voyager” no funciona. No solamente sus motivaciones están mal justificadas sino que narrativamente parece encajada a la fuerza en los episodios en los que aparece, como si los guionistas sólo recurrieran a ella cuando les conviniera, tuvieran que rellenar tiempo o hubieran de presumir de “narración a largo plazo”. Es más, ese asunto del traidor a bordo tendía a distraer la atención de lo que ocurría en episodios por lo demás bien escritos como “Fusión” o “Signos Vitales”.

 

Dado lo mal que salieron estos intentos, no es de extrañar que el resto de las temporadas de “Voyager” optaran por ser tan conservadoras y faltas de ambición. Habían querido innovar y experimentar y todo lo que habían conseguido era una temporada mediocre y un equipo de guionistas disgustado y confuso. Se tiene la sensación en esta segunda temporada de que por mucho que Piller tratara de hacer de la serie algo más valiente –independientemente de los errores mencionados- los guionistas prefirieron acomodarse en lo conocido. Después de todo, debieron pensar, “Voyager” se había lanzado justo cuando la franquicia Star Trek estaba en su cúlmen. ¿Por qué arriesgarse a estropearlo todo ensayando otras fórmulas?

 

Serían la tercera y cuarta temporadas las que realmente fijarían el rígido formato que seguiría “Voyager” en el futuro y su insistencia en restaurar el statu quo al final de cada episodio. Pero ya en esta segunda está presente ese fantasma, como si los propios personajes fueran conscientes de la fuerza que lo familiar ejerce sobre la narrativa, el extraño impulso que hace que todo vuelva a su lugar al comienzo del siguiente episodio. La Voyager nunca cambiará. Siempre será igual.

 

Esto se hace particularmente obvio en el episodio “Dualidad Mortal”, una de esas emocionantes aventuras que con tanta prolijidad escribía Brannon Braga y que recurre al ya conocido recurso de destruir a la Voyager solo para, al término de la trama, reiniciar todo como si nada hubiera ocurrido y fijando el cliché para futuros capítulos como “El Año Infernal” (temporada 4), “La Ruta al Olvido” (temporada 5) o “Atemporal” (temporada 5), perdiendo gracia y sorpresa con cada iteración.

 

Pero “Dualidad Mortal” es solo el ejemplo más claro de lo dicho. A lo largo de toda esta segunda temporada dio la impresión de que lo único que le importaba a Janeway era no alterar el estatus quo. En “Maniobras”, decide no castigar a Chakotay por su amotinamiento argumentando que es un oficial demasiado valioso como para perderlo (ya en “Primeros Factores”, en la primera temporada, la capitana había perdonado por la misma falta a Torres y Tuvok). Ahora bien, Janeway no tiene inconveniente en ordenar el asesinato a sangre fría del personaje Tuvix dado que ello restaurará el reparto acreditado en el opening.

 

Todo esto suena familiar, repetido, gastado... Y es que el estatus quo es una fuerza narrativa tan intensa que parece que los propios personajes se resisten a cambiar. En la segunda temporada se juega en varias ocasiones con la idea de que algunos o todos los personajes podrían volver a casa, pero siempre sin convicción ni intensidad emocional. Obviamente, el público ya sabía que Janeway y su tripulación no iban a ver el cuadrante Alfa ya en la segunda temporada, pero es que parece que los personajes se lo imaginan también.

 

En “Fuego Frío”, después de derrotar a Suspiria, una alienígena con los mismos poderes que El Guardian (quien en el episodio piloto había sustraído a la Voyager del Cuadrante Alfa para llevarlos al Delta), Janeway no saca a colación el tema del regreso a casa. Y cuando en “Última Voluntad” se encuentra a Quinn, un miembro del continuum Q, nunca le pide que les devuelva a su hogar. Cierto, habría sido una violación de su imparcialidad durante el proceso de petición de asilo por parte de Quinn, pero bien podría haberlo hecho antes o después; o como gesto de buena voluntad antes de la audiencia.

 

De hecho, parece que la única razón por la que Harry quiere regresar al purgatorio en el que se encuentra la Voyager al término del episodio “Non Sequitur” es porque el nombre del actor Garrett Wang aparece en los créditos iniciales. Harry está tan desesperado por volver a la nave que nunca se para a pensar lo que estar de regreso en la Tierra podría suponer para sus amigos perdidos en la otra punta de la galaxia. Harry es el único que sabe que el Voyager no ha sido destruido y que sigue todavía activo, pero los guionistas están tan ansiosos por restaurar el status quo que no permiten a Harry detenerse y meditar correctamente lo que le ha ocurrido.

 

Aunque no pertenece a la segunda temporada, el episodio “Falsas Ganancias” refuerza esa sensación de que la tripulación del Voyager es consciente de que no regresará a casa antes de la séptima temporada. Producido como parte del último bloque de capítulos de la segunda, fue finalmente programado para la tercera y en él se nos cuenta cómo los protagonistas descubren un agujero de gusano que conecta los Cuadrantes Delta y Alfa. Sin embargo, nadie a bordo parece estar demasiado emocionado al respecto, como si en el fondo supieran que ese corredor cósmico está allí sólo para que los Ferengi que aparecen como estrellas invitadas no se conviertan en una molestia recurrente. Nadie parece tampoco muy decepcionado cuando el agujero de gusano desaparece.

 

Tampoco lo que se descubre en “Momento Crítico” parece importarle a nadie. En un vuelo experimental a bordo de una lanzadera, Tom Paris alcanza el factor 10 de velocidad de curvatura, convirtiéndose en el proceso en una criatura grimosa que parece sacada de una serie B. El doctor, sin embargo, consigue dar con una cura. En teoría, esto significa que todo el mundo a bordo podría administrársela, soportando así sin consecuencias tal velocidad y regresar antes a la Tierra. O siquiera enviar de vuelta a Paris con una dosis del antídoto para hacer saber a la Flota que siguen vivos y su paradero. Tal idea ni siquiera se menciona.

 

Aunque si se piensa bien, los tripulantes del Voyager no tendrían muchos motivos para sentir nostalgia por el hogar perdido, porque esta segunda temporada está repleta de elementos familiares extraídos del Cuadrante Alfa. “Proyección Real” se preparó durante la primera temporada, pero fue emitida como tercer capítulo de la segunda. En ella, nos encontramos al actor Dwight Schultz repitiendo su papel de teniente Barclay, al que conocíamos desde “La Nueva Generación”. Más tarde, en “Última Voluntad”, nos topamos con John De Lancie encarnando a Q y a Jonahtan Frakes como Ryker. La propia Tierra hace acto de presencia tanto en “Non Sequitur” como, más brevemente, en “Últimas Voluntades”. Janeway visita una Tierra holográfica en “La Persistencia de la Visión”; y la taberna igualmente holográfica de Chez Sandrines es el punto de reunión de muchos personajes en sus momentos de ocio; aparece un misil cardasiano en “Acorazado”; Janeway y Tuvok viajan mentalmente al Cuadrante Alfa en “Salto Atrás” (al principio de la tercera temporada); los Ferengi intervienen en “Falsas Ganancias”; y en el primer episodio doble de la tercera temporada, “El Fin del Futuro”, la Voyager es arrastrada en la corriente temporal hasta la Tierra de los años noventa del siglo XX…

 

En fin, que por mucho que se pretendiera o anunciara que “Voyager” iba a alejarse de los temas, premisas, argumentos y alienígenas típicos de la franquicia, en realidad parecía disfrutar rodeándose de ellos. De hecho, casi parece que la nave pase más tiempo en la Tierra o facsímiles de ella de lo que lo hicieron los personajes de “La Nueva Generación” o “Espacio Profundo Nueve”. En consecuencia, la serie nunca se separó de lo que ya se había hecho tantas veces en Star Trek. Se había anunciado que “Voyager” iba a tratar sobre una tripulación perdida en una zona de la galaxia ignota y llena de nuevos misterios, maravillas y amenazas… para acabar transitando por los mismos lugares que sus predecesores.

 

Por todo lo dicho, la segunda temporada de “Voyager” no puede calificarse sino de decepción cuando no de fracaso. Aunque la calidad individual de los episodios (desde un punto de vista objetivo más que empático) es claramente superior a lo que pudo verse en las primeras dos temporadas de “La Nueva Generación”, hay una mayor falta de propósito, de coherencia, de meta hacia la que aspirar y, consecuentemente, de confusión. Y esto es algo sorprendente porque las dos primeras temporadas de “La Nueva Generación” llegaron tras un hiato de diecisiete años y lo que trataban de hacer era encontrar la forma de resucitar Star Trek para la televisión. Por el contrario, la segunda temporada de “Voyager” comenzó tras ocho años de experiencia y éxitos en la franquicia y, aún así, da impresión de torpeza y amateurismo.

 

Quizá lo más irritante de todo es que la serie parece reacia a probar nada nuevo o atrevido. Los experimentos de Piller estuvieron mal enfocados y desarrollados, sí, pero también afectó a sus esfuerzos una inercia que le impedía impulsar la narrativa hacia terrenos más ambiciosos. Se tiene la impresión en esta temporada de que el programa se ha echado a dormir en los laureles tejidos por otros, que no ve necesidad alguna de cambiar o crecer.

 

Sin embargo, esta temporada también sirvió como una especie de exorcismo para la franquicia. Dado que “Espacio Profundo Nueve”, como ya comenté en la serie de artículos que le dediqué, terminaría por ser considerada como una especie de anomalía casi seccionada de la gran historia de Star Trek, fue la segunda temporada de “Voyager” la que fijó el tono para el futuro, marcando el punto en el que la franquicia, conscientemente, rechazó los cambios por considerarlos potencialmente frustrantes e innecesarios.

 

Sin necesidad de entrar en sesudos análisis, los espectadores se dieron cuenta perfectamente de que aquel producto no les convencía. Los guiones eran reiterativos o deudores de cosas ya vistas en la franquicia y los personajes no tenían el carisma de los de ninguna de las series precedentes. ¿Resultado? “Voyager” cayó en picado en los ratings de audiencia, pasando de los 11,1 millones de espectadores de media por capítulo de la primera temporada a sólo 4,5 millones.

 

Por mucho que algún productor de la serie afirmara que nunca se había esperado que “Voyager” obtuviera los mismos resultados que “La Nueva Generación” o “Espacio Profundo Nueve”, lo cierto es que el resultado no convenció a nadie. Empezando por los guonistas, que se presentaron ante el productor principal, Rick Berman, y le plantearon un ultimátum: o se iba Piller o se iban ellos. Diez años después de entrar en la franquicia, Michael Piller se encontraba con el mismo motín que tuvo que afrontar cuando se hizo cargo de “La Nueva Generación”. En aquella ocasión, la decisión que tomó pasó por no ceder, renovar toda la plantilla de escritores y buscar nuevos talentos e historias interesantes vinieran de donde vinieran. Pero ahora estaba más cansado, supongo que decepcionado también, y optó por retirarse al final de la temporada.

 

De alguna forma, todo el resto de la serie “Voyager” fue una especie de reacción al trauma causado por esta temporada y al malestar que había sembrado Piller. Jeri Taylor, que siempre había sido una persona de trato agradable y más social que Piller, se quedó a cargo del barco y, según ella misma dijo: “Para cuando llegamos a la tercera temporada, estábamos hablando de sumergirnos en la aventura, de aportar más optimismo y más acción. Quería recuperar algo del espíritu del “Star Trek” original, que creo que todo el mundo coincidirá en que era más divertido. Queríamos insuflar más humor al programa. No queríamos hacer historias en las que la tripulación se quejara por no estar en casa o sobre que casi lograban llegar a sus hogares pero no lo conseguían y se sentían deprimidos por ello. La exploración y la aventura fueron las razones por las que toda esta gente se unió a la Flota Estelar. Así que me pareció mejor que disfrutaran del mejor periodo de sus vidas en esta exploración”.

 

Muchos no estuvieron de acuerdo, empezando por algunos miembros del reparto. Robert Beltran declaró: “Mi principal crítica al programa tiene que ver con esas tradiciones inviolables. Por ejemplo, las escenas en el puente siempre eran lo mismo: “Capitán, han caído los escudos”. “Bien, reconduzca esto o aquello y todo irá bien”. “Capitán, lo hemos hecho. Gracias, nos hemos salvado”. Y luego, eso de sacarse de la manga algún tipo de crisis en el puente, donde vamos a sufrir impactos de bombas y se temblar todo y a la gente salir despedida. Pero el público sabe que vamos a volver la semana siguiente, así que, ¿por qué gastar una indecente cantidad de tiempo en el puente con esas crisis artificiales cuando sabemos que vamos a salir de ellas? Quizá alguno de nosotros quede inconsciente y acabe en la enfermería. “¿Va a salvarse? No lo sabemos. Lo comprobaremos después de publicidad”. Bueno, pues claro que vamos a triunfar, porque regresaremos la semana siguiente. Se negaron a introducir cualquier elemento de serialización. Supongo que fue su forma de distinguirse de “Espacio Profundo Nueve”. Pero si es así, mejor hubiera sido ofrecer algo igual de bueno. Creo que hay algunos episodios buenos aquí y allá, pero en general fue una oportunidad desperdiciada". 


(Continúa en la entrada siguiente)


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