A John Krasinski se le conocía sobre todo como actor, especialmente gracias a su papel de Jim en la serie televisiva “The Office” (2005-13) pero también por su participación en otras películas y series. Debutó como director con la comedia “Breves Entrevistas con Hombres Repulsivos” (2009), seguida del melodrama “Los Hollar” (2016), escribiendo entre ambas el guion de “Tierra Prometida” (2012) de Gus Van Sant. Para su tercera película como director, “Un Lugar Tranquilo”, no sólo escribió también el guion y se reservó uno de los papeles protagonistas, sino que escogió para el otro a su propia mujer, Emily Blunt.
Krasinski realizó “Un Lugar Tranquilo” para la productora
de Michael Bay, Platinum Dunes, que por entonces había ido poniendo su sello en
unos cuantos remakes como “La Matanza de Texas: El Origen” (2003), “La Morada
del Miedo” (2005), “Carretera al Infierno” (2007), “Viernes 13” (2009),
“Pesadilla en Elm Street: El Origen” (2010) o “Ninja Turtles” (2014). Pero
también sacó adelante proyectos originales dentro del cine de género, como “Los
Jinetes del Apocalipsis” (2009), “La Semilla del Mal” (2009), “La Purga”
(2013), “Ouija” (2014), “Bienvenidos al Ayer” (2015) o la serie televisiva de
tono postapocalíptico “The Last Ship” (2014-18). Dentro de este amplio e
irregular catálogo de cine fantaterrorífico, “Un Lugar Tranquilo”, además de
ser el producto de mejor calidad de Platinum, resultó ser un éxito inesperado,
recaudando unos 187 millones de dólares sobre un presupuesto de 17 y contándose
entre los títulos más taquilleros de su año.
Tras la invasión de unas criaturas alienígenas en un futuro
cercano, la sociedad humana se ha hundido víctima de la invasión de unas grandes
criaturas ciegas pero hipersensibles a cualquier ruido y que atacan con una
rapidez cegadora (tanto que ni se las ve venir) y enorme fuerza al infeliz que
se hace oír. El resultado es que muy pocos han podido sobrevivir, entre ellos el
matrimonio compuesto por Lee (John Krasinski) y Evelyn (Emily Blunt) Abbot, que
viven en una granja con sus tres hijos, Regan (Millicent Simmons), Marcus (Noah
Jupe) y Beau (Cade Woodward). Todos se han adaptado a vivir haciendo el mínimo
ruido imprescindible, algo que no ha sido fácil porque Regan es sorda y no es
consciente de si sus actos emiten o no algún sonido. Al menos, es gracias a
ella que todos aprendieron en su momento el lenguaje de signos y ahora pueden
utilizarlo para comunicarse con eficacia y seguridad.
La familia sobrevive cultivando su huerto y cogiendo lo que
necesitan en las tiendas abandonadas de un pueblo cercano. En una de esas
salidas, el pequeño Beau muere atacado por un alienígena debido a un descuido
de su hermana. Un año después, la familia aún trata de sobreponerse a la
pérdida en un momento muy delicado: Evelyn está embarazada de nuevo y han de
hacer los preparativos necesarios en la granja para que dé a luz sin hacer
ningún ruido y sin la asistencia de ningún médico. Entretanto, Lee trata sin
mucho éxito de enseñar a Marcus técnicas de supervivencia para cuando él ya no
esté y Regan, en fase adolescente y culpabilizándose por lo sucedido a su
hermano Beau, mantiene una relación tirante con su padre. Éste, a su vez, se
esfuerza por fabricarle un audífono que la ayude a mantenerse con vida en ese
mundo en el que cualquier sonido puede atraer una muerte súbita.
En la última década, ha ido conformándose un peculiar y
desasosegante subgénero dentro de la ciencia ficción cinematográfica que
consiste en escoger un aspecto familiar pero muy básico de nuestra realidad
sensorial o mental y luego eliminarlo, recortarlo o deformarlo. Ahí tenemos,
por ejemplo, “A Ciegas” (2008), en el que todo el mundo se ve afectado por una
epidemia de ceguera; “Perfect Sense” (2011), que imagina un mundo en el que la
población va perdiendo un sentido tras otro; “Los Últimos Días” (2013), con el
planeta devastado por una plaga de agorafobia; “Embers” (2015), en la que todo
el mundo sufre de ataques periódicos de amnesia; o la posterior “A Ciegas”
(2018), donde la gente muere si deja sus ojos al descubierto mientras se halla
al aire libre.
En esta ocasión, la historia imagina una situación en la
que nadie podría hablar o hacer un sonido de cierta intensidad sin morir
devorado. No es una premisa muy diferente a la propuesta por el primer film de
Luc Besson, “Kamikaze 1999” (1983), en la que los supervivientes de un mundo
postapocalíptico habían perdido la capacidad de habla. La cinta española “Don´t
Speak” (2015), sobre una isla en la que moría todo aquel que hacía algún ruido,
estropeaba en su desarrollo la interesante premisa de partida. Y en 2019 y con
un arranque similar, aparece “The Silence”, si bien estaba basada en un libro
publicado antes del estreno de “Un Lugar Tranquilo”.
La película arranca ya con los personajes inmersos en la
estresante situación y sin dar explicación alguna acerca de la misma. Esto
atrapa inmediatamente la atención del espectador, que en la escena de apertura
contempla intrigado y con inquietud creciente a la familia Abbot en el
supermercado de un pueblo abandonado. Está claro que algo va mal, que hay algún
tipo de peligro acechando, porque todos se mueven poniendo especial cuidado en
no hacer ningún sonido, ni siquiera cuando retiran artículos de las
estanterías. Se comunican solo por lenguaje de signos y luego vuelven a casa en
fila india saliendo del pueblo por una calle que parece haber sido cubierta por
arena o sal.
El más pequeño, Beau, quiere coger del supermercado un
juguete, pero sus padres se lo prohíben porque hará demasiado ruido. Sin
embargo, su hermana Regan, se compadece de él y se lo entrega a escondidas.
Sabemos que la tragedia está servida y, efectivamente, no tarda en llegar. De
camino a su granja, mientras atraviesan un puente, Beau empieza a toquetear el
juguete, activando su sirena sin que su sorda hermana se percate de ello. De
repente, algo surge del bosque y se lo lleva a una velocidad que impide ver
nada. No solamente el espectador acaba de recibir su primer sobresalto, sino
que ha aprendido, sin necesidad de una sola línea de diálogo, todo lo que
necesita saber sobre la situación de ese mundo del futuro.
“Un Lugar Tranquilo” es una película angustiosa por cuanto
sus personajes se ven obligados a suprimir esa reacción tan natural y humana
como es la de gritar ante el peligro. Inmediatamente después de la secuencia de
apertura, asistimos fascinados a la vida cotidiana de esa familia forzada a no
hacer ningún sonido discordante con el del ambiente. Su supervivencia depende
de su inteligencia y recursos para encontrar la forma de llevar una existencia
con las necesidades materiales y emocionales razonablemente cubiertas pero en
la que no se rompa el silencio. Todas las actividades mundanas han de
reinventarse, como el cocinar y comer sin cubiertos ni platos de porcelana o
metal; el juego del Monopoly se modifica para que las piezas no hagan ruido al
tocar el tablero; las discusiones y la expresión de sentimientos han de
articularse exclusivamente a través del lenguaje de signos…
El guion de Bryan Woods, Scott Beck y el propio Krasinski
apenas contiene ningún diálogo o sonido emitido por humanos. De hecho y salvo
las excepciones de “La Última Locura” (1976) y “The Artist” (2012), “Un Lugar
Tranquilo” bien podría ser la primera película en prescindir de los diálogos
casi completamente. Han de pasar treinta y ocho minutos de metraje antes de que
escuchemos una palabra. Paradójicamente, este silencio le da a las escenas una
intensidad mucho mayor, incluso a aquellas en las que no hay acción, como esa
en la que Lee y Evelyn bailan juntos en silencio mientras la canción “Harvest
Moon” de Neil Young suena en unos auriculares compartidos.
John Krasinski se revela aquí como un director de terror extraordinariamente
dotado que, escena tras escena, compone momentos de intenso suspense para luego
resolverlos sin fallos. En la primera parte y antes del prolongado clímax, la
cotidianidad en principio pacífica de la familia viene punteada por intensos
momentos de puro terror que nos recuerdan el continuo peligro que acecha a
quien se descuida y el por qué han quedado tan pocos humanos vivos en el
planeta.
Cuando el sonido es el enemigo, asustar al público resulta
fácil. Basta con tener a los personajes conversando en lenguaje de signos y
hacer que uno de ellos tropiece o tire involuntariamente algo al suelo; o que
una pisada haga crujir la madera más de lo esperado… Pensemos en el ruido que
hacemos todos los días con las cosas más sencillas: la vajilla, la cocina, los
zapatos, las toses y estornudos, los juegos de los niños… En este mundo, todo
eso puede suponer la muerte. Krasinski maneja ese poder con suma eficacia
durante toda la película. Cada vez que se mueve un personaje, cada vez que coge
un objeto, el espectador está en suspenso. Incluso cuando todos parecen estar a
salvo y en el ambiente reina el silencio, el peligro es patente. Esta premisa
tan sencilla pero también tan potente dota a todo el film de una tensión palpable
más allá del predecible sobresalto puntual.
Tensión que va in crescendo conforme se acerca el momento
del parto. Hay una escena horripilante en la que Evelyn, que se ha quedado sola
en la granja, rompe aguas y baja al sótano huyendo de una de las criaturas que
se ha acercado atraída por un ruido. Entonces, pisa un clavo que sobresale de
la escalera y se perfora el pie. Haciendo un esfuerzo sobrehumano por soportar
el dolor sin emitir un gemido, empieza a dar a luz escondida en la bañera
mientras el alienígena deambula por la casa. Su ordalía –y el espanto del
espectador- continúa cuando su escondite en el sótano empieza a inundarse y
ella tiene que tranquilizar al recién nacido mientras el monstruo husmea
alrededor; o cuando los dos hermanos caen al silo del sembrado cercano y tratan
de no ahogarse en el grano… cuando otro alienígena salta al interior. Todo el
último tercio es una agonía terrorífica en la que las cosas se les ponen muy
mal a los protagonistas, luego empeoran aún más y finalmente se tornan
horribles.
Ahora bien, todo ese suspense no serviría para elevar a
esta película por encima de la media si no consiguiera que nos preocupáramos
por los personajes; y Krasinski acierta también en este aspecto. La muerte del
pequeño Beau al principio ya despierta simpatía por la tragedia de la familia;
vemos a Lee emplear su tiempo en encontrar la forma de ayudar a su decepcionada
hija para que recupere audición y recopilar pistas sobre el misterio de los
alienígenas y, quizá, una forma de matarlos o mantenerlos alejados. Evelyn
trata de enseñar a sus hijos a sobrevivir en el incierto futuro. Marcus no
consigue encontrar en su interior la valentía que sabe que necesita; mientras
que Regan lidia con la frustración de ser sorda y el sentimiento de
culpabilidad por lo que le sucedió a su hermano.
El tema subyacente de la película bien podría ser el de las
responsabilidades que acompañan a la paternidad. Bajo este enfoque, los
monstruos representarían cualquier peligro del que los padres deban proteger a
sus niños. El guion convierte a Lee y Evelyn en los protectores de sus hijos en
un nuevo y más peligroso mundo que, sin embargo, no ha alterado las eternas e
imperfectas dinámicas familiares: se cometen errores, se reparten culpas, se
imponen normas y restricciones para luego infringirlas, se reprimen emociones…
La pareja trata desesperadamente de reinventar una vida en
un mundo en el que han sido arrinconados por unos monstruos invencibles. “¿Quiénes
somos… si no podemos protegerlos?”, pregunta ella a su esposo refiriéndose a sus
hijos. De hecho, el embarazo de Evelyn refuerza la importancia de proteger y
guiar a la siguiente generación, de asegurar un futuro a la especie humana,
aunque sea muy diferente al que habían pensado. Han sido silenciados por los
alienígenas y ese silencio es ensordecedor no tanto por lo que no se escucha
como por lo que no se dice. Resulta muy significativo que algunos personajes
elijan romper su silencio con un alarido primario que les recuerda a ellos y a
nosotros la importancia de esos actos de autoafirmación ante el mundo y la
vida. No es que “Un Lugar Tranquilo” sea una película filosófica –nunca invierte
demasiado tiempo en este subtexto-, pero está claro que más allá del terror que
suscita hay un mensaje, por mucho que sus personajes no puedan articularlo con
palabras.
Además del acertado guion y la dirección de Krasinski, hay
que mencionar las sólidas interpretaciones de los actores, especialmente la de
Simmonds como la conflictiva adolescente Regan, con su conmovedora mezcla de
autoconfianza y dudas. La inocencia y personalidad sensible de Jupe hacen de
Marcus un personaje verosímil con el que resulta fácil conectar. El carisma de
Krasinski le permite encarnar un eficaz y muy humano héroe. Sus expresivos ojos
y su lenguaje corporal hacen que su personaje siempre comunique algo aun cuando
sus facciones queden parcialmente ocultas por una poblada barba. Pero quizá sea
Emily Blunt la que más destaca de todo el reparto, no sólo por sus ocasionales ramalazos
de humor sino por su capacidad para dar vida a una mujer fuerte pero cariñosa y
transmitir con inmejorable intensidad y verosimilitud el terror, la angustia y
el sufrimiento físico.
Otro apartado que es preciso resaltar es el del diseño de
sonido, lo cual puede a primera vista resultar paradójico en una película muda.
Pero es que el silencio –o lo que parece silencio- también tiene sonido. Varios
tipos de sonido, de hecho. Es algo crucial no sólo para dotar de vida a las
escenas mudas sino para que aquellas con más acción y ruido resulten más
apabullantes. El equipo de sonido hace un trabajo excelente consiguiendo que el
espectador tome conciencia de los pequeños ruidos naturales o humanos que nos
rodean cotidianamente pero a los que no prestamos atención, como el viento
agitando las hojas de los árboles, los crujidos de las viejas casas de madera, los
pasos de unos pies descalzos… así como lo difícil que resulta sofocarlos. “Un
Lugar Tranquilo” atrae la atención del espectador por esa sonoridad ambiental
sin llegar a ahogarlo en ella.
Uno de los mayores aciertos de Krasinski como director es
la forma que tiene de suministrar continuamente información sin forzar
abiertamente la misma y utilizando exclusivamente las imágenes. Quizá
utilizando un plano inusual, o una cámara que se demora más de la cuenta en un
objeto o una parte del cuerpo; situando de fondo pizarras con información o un
conjunto de recortes de periódico… No solo resulta refrescante este
planteamiento visual sino que, sin que se de cuenta, obliga al espectador a
estar atento desde el mismo comienzo de la película.
Ese minimalismo es muy bienvenido en un panorama
cinematográfico como el actual, que parece tener una fijación por la detallada
construcción de mundos y explicar en demasía las cosas. “Un Lugar Tranquilo”
nunca llega a revelar –apenas a mostrar- qué son las criaturas, de dónde vienen
o qué pretenden. Ni siquiera los personajes se permiten teorizar al respecto (aunque,
como he mencionado, Lee se esfuerza por entenderlas y recopila recortes de
periódicos que piensa le pueden ayudar). La única información que tenemos sobre
ellas al final de la historia es su sensibilidad al ruido, su velocidad y
fortaleza física y su talón de Aquiles. Como en toda buena película de
monstruos que se precie, Krasinski mantiene a los alienígenas ocultos o
borrosos durante buena parte de la trama, jugando con la profundidad de foco
para difuminar sus fugaces apariciones en segundo plano tras los personajes.
(ATENCIÓN: SPOILER). No es fácil rematar una película de
monstruos sin caer en lugares comunes. Esta no es una excepción, porque tras el
obligado sacrificio de uno de los miembros de la familia para salvar al resto,
se finaliza con el tópico descubrimiento del punto débil de las criaturas y el
comienzo de lo que, se supone, será el contraataque de la especie humana y la
reconquista del planeta. (FIN SPOILER). De todas formas, el viaje hasta esa
conclusión un tanto sosa es sobresaliente tanto desde el punto de vista técnico
como emocional.
“Un Lugar Tranquilo” es una película que mezcla los subgéneros postapocalíptico y de monstruos y en la que se explora la capacidad de supervivencia del ser humano y las dinámicas familiares bajo extrema presión. Si tiene éxito a pesar de la escasa utilización de efectos especiales y una trama que en el fondo es muy escasa, es porque acierta en los pequeños detalles y se centra más en las relaciones entre los personajes que en los trucos visuales. Una película, en definitiva, de terror intenso pero que no renuncia a las emociones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario