(Viene de la entrada anterior)
En 1972, se serializa en las páginas de “Pilote” la primera aventura larga de esta nueva etapa de Lone Sloane bajo el título de “Delirius” (con edición en álbum al año siguiente) y con guión de Jacques Lobe. Éste había empezado en el medio como dibujante humorístico antes de concentrarse en los guiones y trabajó para revistas como “Pilote” o “Spirou” colaborando con diferentes dibujantes. A mediados de los sesenta empezó a labrarse una carrera en el mercado del comic adulto junto a Georges Pichard, siendo su obra más conocida “Blanche Epiphanie” (1968), cuya carga erótica fue objeto de cierta controversia.
Lone Sloane viaja con su tripulación a bordo del O Sidarta,
perseguidos por las huestes del tirano Shaan, Imperator de Todas las Galaxias;
mercenarios que buscan la recompensa que aquél ofrece por su muerte; y un nuevo
jugador, un grupo religioso conocido como Redención Roja. Sloane contacta con
ellos y recibe una oferta para ayudarles a robar una enorme suma de dinero del
Imperator producto de la recaudación de impuestos del planeta Delirius, un
mundo dedicado a suministrar a sus visitantes todos los placeres imaginables y
prohibidos.
La Redención Roja busca la caída en desgracia del
gobernador de Delirius y piensa que la desaparición de ese dinero, custodiado
en la inexpugnable fortaleza de Kadenborg, ayudará a tal objetivo. Sloane
accede no por codicia sino porque le gusta la idea de robarle a quien ha puesto
precio a su cabeza. Sin embargo y una vez en el planeta, la misión se complica
y tras ser traicionado y manipulado, decide hacer las cosas a su manera. El
resultado, después de una serie de giros y sorpresas, será una revuelta
sangrienta de enormes proporciones y tras la cual Delirius ya nunca volverá a
ser el mismo.
Aunque esta entrega es una historia más extensa, coherente
y lineal que las que componían “Los 6 Viajes de Lone Sloane”, seguimos
encontrando pocas concesiones a la narrativa tradicional. Volvemos a disfrutar
de atrevidas composiciones de página o montajes complejos de viñetas ricas en
detalles y que se asemejan a rompecabezas. Si hoy siguen sorprendiendo por su
feroz iconoclastia, imaginemos el impacto que tuvieron en su época, máxime
teniendo en cuenta que, como he dicho, se serializó en las páginas de “Pilote”,
una cabecera en general bastante conservadora en cuanto al material que
seleccionaba.
No obstante, en esta ocasión el peculiar estilo de Druillet
genera algunos problemas desde el punto de vista narrativo. En las historias
cortas del primer álbum, el fin último era epatar al lector con un bombardeo de
conceptos e imágenes que no pretendían tanto desarrollar una trama como crear
una atmósfera y transmitir una sensación. Pero ahora lo que tenemos es un
thriller de acción que requiere de otros recursos que Druillet se resiste a
utilizar.
En el comic, la transición de viñeta a viñeta es sumamente importante. En ese intervalo subjetivo que al ojo sólo le cuesta unas centésimas de segundo cubrir, narrativamente pueden pasar segundos, minutos, horas, quizás años. Es el lector quien debe “llenar” el hueco. Con el tipo de narrativa que plantea Druillet, el ritmo se resiente y dificulta la fluidez de una lectura que, por la trama que plantea, debería ser más sencilla, especialmente en lo que se refiere a los diálogos. Las retorcidas composiciones obligan al lector a pensar cuál es el orden de lectura antes de saltar a la siguiente viñeta y la obsesión por el detalle y el abigarramiento de muchas escenas deshumaniza la aventura.
Tampoco ayuda lo mal que dibuja Druillet la figura humana.
Con todo lo espectaculares que son sus planos generales y sus diseños de
edificios o maquinarias extrañas, sus rostros y figuras –ya sea en acción o
reposo- son decepcionantes. Durante la mayor parte de la peripecia, Sloane
prácticamente no cambia un ápice su expresión de furia sorda –o determinación,
depende de la interpretación de cada cual-. Esto, sumado al inexistente trabajo
de caracterización por parte de Lob, hace del protagonista un personaje de
cartón piedra con el que resulta imposible identificarse.
Así que la razón que debe movernos a leer “Delirius” es su
dibujo, preciso y rico como pocos a la hora de crear imágenes y mundos insólitos.
En este caso, lo fascinante del álbum es el recorrido que nos propone por un
mundo decadente que se mueve alimentado por el dinero, la violencia y el vicio
y en el que la tecnología se mezcla con el misticismo. La originalidad y
sentido de lo maravilloso no cesan desde la misma entrada al planeta a través
de una red de satélites construidos con metales preciosos y decorados con joyas
y estatuas, el espacio puerto, el palacio de Escher, el Templo de la Redención
Roja, el pesadillesco bosque que rodea la fortaleza de Kandenborg o sus
mazmorras…La única pega que podría ponérsele al arte (aparte del pobre trabajo
de anatomía y expresividad) es el color, carente de matices o tonalidades que
permitan separar planos y que a menudo oculta el preciso trabajo de entintado
que hay debajo.
Hasta 1975, buena parte del trabajo de Druillet apareció
bajo el sello de Dargaud, pero sintiéndose decepcionado por las limitaciones
que el editor le imponía y bebiendo de los nuevos tiempos de libertad y
experimentación que corrían por el comic francés, Druillet se asoció con Pierre
Dionnet, Bernard Farkas y Jean Giraud-Moebius para fundar la editorial “Los
Humanoides Asociados”, cuyo primer lanzamiento fue la revista “Métal Hurlant”,
destinada a convertirse no sólo en un título histórico del comic sino también
de la ciencia ficción. Su influencia en el género durante los 70 y 80 del
pasado siglo fue inmensa, llegando más allá del comic y hasta el cine en
proyectos como la fallida adaptación de “Dune” encabezada por Jodorowsky (por
cierto, Druillet, a diferencia de muchos de sus colegas, no estaba en absoluto
impresionado por las excentricidades del psicomago chileno y declinó participar
en la producción de esa película), o los “Alien” (1979) y “Blade Runner” (1982)
de Ridley Scott.
Pues bien, fue en “Metal Hurlant” donde Druillet desarrolló
algunas de sus obras más imaginativas y personales, como “Nosferatu”, la ya
mencionada “La Noche” o la continuación de las aventuras de Lone Sloane con el
cuarto álbum de la serie, “Gail” (serializado entre 1975 y 1976 y con edición
en álbum en 1978).
Gail es un planeta que una vez fue un paraíso pero que ha sido transformado en un infierno bélico habitado por mercenarios y máquinas de guerra bajo los auspicios de un loco iluminado, Iriam Merennen, cuyo poder está creciendo y amenaza con eclipsar incluso al del Imperator Shaan. La fuente de sus huestes está en Santa María de los Ángeles, una colonia penal a la que el imperio envía a criminales, traficantes y consumidores de droga, contrabandistas, ladrones, violadores y opositores varios. Esa horrible prisión es también un mercado de esclavos donde los convictos son transformados en asesinos, guardaespaldas y soldados de élite de la Legión Negra de Shaan.
Y allí es donde encontramos a Lone Sloane, llegado allí en
circunstancias poco claras
y posiblemente lobotomizado. Aun así, se niega a ser
un peón de fuerzas ajenas y mantiene cierto fuego interior, en parte gracias a
unos desconocidos benefactores místicos que actúan por su propio interés. No
tardará Sloane en instigar una revuelta en la que los guardianes de la prisión
se alzarán contra Shaan y socavarán su opresiva tiranía.
Para entender este álbum gráfica y conceptualmente hay que
tener en cuenta que Druillet lo empezó en 1974, en plena euforia por el
inminente lanzamiento de los Humanoides Asociados en el que, como he dicho,
tomó parte. Pero su terminación data de principios de 1978. Y entremedio está
“La Noche”, una historieta brutal y nihilista que elaboró sumido en una negra
depresión por la muerte de su esposa Nicole tras una larga agonía. Así, “Lone
Sloane”, que había comenzado como una serie épica, violenta y hasta cierto
punto onírica, se transforma en “Gail” en una tragedia desasosegante que
refleja el estado anímico del propio autor. Así, el héroe es un hombre
condenado que lo ha perdido todo: su nave, sus amigos, su libertad…incluso su
lucidez. La revuelta que encabeza impulsado por su propia rabia y el recuerdo
de su amor perdido que le permite recuperar sus característicos ojos rojos y
sus poderes son en el fondo los del propio autor. “Gail” supone la transición
de Sloane de aventurero espacial “ordinario” a superhéroe atormentado de
capacidades cuasi místicas.
La trama es muy básica, menor aún que en “Delirius”, y predecible. Druillet prefiere cautivar al lector con imágenes potentes que, tras una apertura razonablemente equilibrada con los textos, degenera en un irregular e incoherente bombardeo gráfico en el que se detectan páginas entintadas con apresuramiento y descuido y coloreadas a base de manchones, un efecto que tenía sentido en “La Noche” pero no aquí. Todos estos defectos probablemente derivan de su situación anímica y el largo hiato producido durante su realización, así que quizá lo mejor sea considerar “Gail” como una especie de trabajo inconcluso que fue terminado a desgana y publicado a pesar de no estar a la altura de las anteriores entregas.
En 1858, el novelista Gustave Flaubert escribió lo que
algunos consideran la primera obra moderna de fantasía heroica en lengua
francesa: “Salambó”. Se trata de una novela exótica que transcurre en la
antigua Cartago, la ciudad-estado norteafricana que desafió al dominio romano
durante las Guerras Púnicas en el siglo III a.C y basada libremente en un
incidente mencionado por el historiador romano Polibio. Flaubert creó allí al
personaje de Salambó, la sacerdotisa hija del general cartaginés Amílcar Barca,
y narró su trágica historia de amor con Matho, el líder de los rebeldes
mercenarios que asediaron la ciudad justo después de la Primera Guerra Púnica.
Aunque no hay un elemento sobrenatural, “Salambó” fue una clara precursora del
tipo de fantasías heroicas que décadas más tarde imaginaría Robert E.Howard y
Matho puede verse como una especie de proto-Conan.
Pues bien, las tres siguientes entregas de la serie de
“Lone Sloane” forman una trilogía en la que esa historia es trasladada al marco
de la space opera sustituyendo a Matho por el héroe de Druillet: “Salambó”
(1980), “Salambó: Cartago (1982) y “Salambó: Matho” (1986). En esta ocasión,
nos encontramos a Sloane actuando como mercenario sin más causa ni patria que
el oro, vendiendo despiadadamente sus servicios al mejor postor. Sin embargo,
la excitación de otros tiempos ha dejado paso al aburrimiento y a bordo de su
nave, “La Garra Plateada”, busca un encargo que satisfaga su ansia de violencia
y su orgullo. Y entonces, da con su meta: un imperio en cuyo centro brilla la
ciudad de Cartago.
Sin embargo, sus hombres no desean seguirle. Le consideran un lunático y le acusan de llevarlos hacia la aniquilación. Escuchando sólo la voz de su deseo y persiguiendo obsesivamente la imagen de un rostro, Sloane elimina toda resistencia y continúa su búsqueda en solitario. Al llegar a Cartago, se encuentra que reina el desorden porque los mercenarios que habían luchado de parte de la ciudad contra Roma se levantan ahora contra sus empleadores al no recibir la paga prometida. Y en el ojo del huracán, se halla Salambó, la hija de Amílcar.
Originalmente publicada en las páginas de “Metal Hurlant”
(la primera entrega) y “Pilote” (las dos últimas), “Salambó” es un excelente
comic que mezcla fantasía y ciencia ficción. La apuesta de Druillet fue
arriesgada pero el resultado es indudablemente satisfactorio. La combinación de
los textos de Flaubert –adaptados, claro, a las necesidades del medio- con los
sobrecogedores dibujos de Druillet conforman una obra que es tanto ilustración
como comic. Además de las ya conocidas composiciones radicales y barroco
dibujo, Druillet, siempre atreviéndose a probar nuevos elementos, incluye
fotografías –de una modelo que encarna a Salambó- e imágenes generadas por
ordenador, aunque estos efectos, a mi gusto, casan mal con las técnicas
tradicionales que les rodean. Con todo y aun encontrándonos aquí con una
nueva
versión del personaje, su espíritu sigue estando presente en una historia,
además, más sólida que las anteriores
Tengo que decir que no he tenido acceso a los siguientes álbumes: “Caos” (2000), “Delirius 2” (2012, con guion de Jacques Lob y Benjamin Legrand) y “Babel” (2020, éste ya realizado por otros autores, Xavier Cazaux-Zago y Dimitri Avramoglou), por lo que prefiero detener esta reseña aquí.
No obstante, la lectura de los álbumes comentados son más
que suficiente para entender que “Lone Sloane” es una space opera como ninguna
otra antes o después, una obra visionaria que todo amante del comic o del arte
relacionado con la CF debería conocer. Aun cuando no sea plato de gusto para
todo el mundo, al menos el primero de la serie, “Los Seis Viajes de Lone
Sloane”, casi es lectura obligatoria. Eso sí, hay que intentar conseguir una
edición en formato lo más grande posible para que las impactantes páginas de
Druillet no pierdan toda su vitalidad.
Leer “Lone Sloane” puede ser una experiencia abrumadora, especialmente para aquellos lectores habituados a disfrutar de sus comics en cómodas rejillas de viñetas más o menos regulares, ya que tendrán que reajustar su mente ante el desafío que propone Druillet. Pero merece la pena hacer el esfuerzo porque es un comic tan único, excesivo, imaginativo, desafiante, intenso, iconoclasta y de un barroquismo como no se había visto antes en el comic y como no se ha vuelto a ver.
Tienes un blog magnífico. Sigue así.
ResponderEliminarGracias!! y tu pasándote por aquí! un saludo
EliminarHola, recién descubro tu blog y me alegra haberlo hecho. ¿Tienes alguna cuenta de Twitter o Facebook por la que te pueda seguir para estar pendiente de tus actualizaciones. Gracias :)
ResponderEliminarHolaa mark.bienvenido. si, puedes buscarme en Facebook como Manuel Rodríguez Yagüe o también universo de ciencia ficción. También formó parte del podcast especializado en ciencia ficción Los retronautas, en ivoox
EliminarMadre mía! Salambó novela de Fantasía heroica! JAJAJA Lo que dice la gente que no lee. Si es una novela histórica convencional! Lo que es Salambó es el primer peplum de la Historia.
ResponderEliminarLone Sloane es una genialidad. IMPRESIONANTE y ESPECTACULAR. El siguiente es más de lo mismo pero peor. Los otros ya, la adaptación de Salambó... son perezosos.
si, bueno el problema de salambo es que no se corresponden los dibujos de druillet, muy fantasiosos o de ciencia ficción con las descripciones de las páginas que parecen un copia y pega del libro de la novela de flaubert
Eliminar¿donde está esa versión de delirius 1 en color?
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