(Viene de la entrada anterior)
En la primera historia del primer número, Williamson –con la colaboración de su colega y también aficionado a Flash, Larry Ivie- pone al día a los nuevos lectores respecto a la historia del personaje y su estatus en Mongo antes de narrar una historia bastante sencilla de conspiraciones palaciegas en el reino de Frigia. Al finalizar la aventura y haber cumplido su misión en el planeta –encontrar el suficiente radio como para asegurar la operatividad de las armas que “ayudarán a mantener la paz” en la Tierra-, Flash, Dale y Zarkov regresan a nuestro mundo. Es aquí donde transcurre la segunda aventura, en la que Flash y Zarkov, a bordo de una tuneladora exploran un desconocido mundo subterráneo en una peripecia claramente inspirada en la saga de “Pellucidar” de Edgar Rice Burroughs. Por supuesto, allí, en el reino secreto de Krenkellium (bautizado en honor al mentor y amigo de Williamson, el dibujante Roy Krenkel), se enfrentarán al tiránico rey, obtendrán la ayuda de la enamoradiza princesa de turno, se enfrentarán a un monstruo, liberarán a un pueblo esclavizado y escaparán ilesos de vuelta a la superficie. Y todo ello en doce páginas.
Por mucho que Williamson agradeciera la oportunidad de trabajar en Flash Gordon, la tarifa


Para entonces, la King Features ofreció a Archie Goodwin y Al Williamson ocuparse de la tira de prensa “Agente Secreto Corrigan”, que bajo el nombre de “Agente Secreto X-9” había sido creado por Alex Raymond en 1934. Semejante oportunidad suponía un gran avance en su carrera, tanto en términos económicos como de prestigio, por no hablar de que suponía encargarse de otro de los personajes creados por su admirado Raymond. Así que, no sin cierta pena, tuvo que abandonar Flash Gordon. (Los comic-books de Flash continuaron su andadura sin él, incluyendo en los créditos a nombres tan ilustres como Gil Kane o Reed Crandall, hasta clausurar la línea tras once números).
Durante los siguientes diecisiete años, Goodwin y Williamson formaron uno de los mejores equipos creativos del mundo del comic. De 1967 a 1980, con un Williamson permanentemente


Williamson empezó a trabajar en las seis primeras páginas de la historia sin contar con ninguna referencia fotográfica de los actores y los decorados, por lo que recurrió a su propio aspecto y el de su esposa Cori para representar a Flash y Dale. Pero cuando al fin recibió las esperadas imágenes, no pudo sino sentirse profundamente decepcionado por lo que vio. Él se

Aquel proyecto resultó más arduo de lo inicialmente esperado para Williamson. No sólo tuvo que lidiar con los continuos cambios de guión y los retrasos en la recepción de referencias fotográficas (que, por otra parte, eran problemas comunes en las adaptaciones al comic que se producían simultáneamente a las películas) , sino que su insatisfacción con la aproximación camp, incluso paródica, que había elegido el estudio era creciente. Aunque los decorados y el vestuario se ajustaban hasta cierto punto a la estética del Flash clásico, el tono de todo el conjunto era claramente humorístico. A la separación de la respetuosa visión de Flash que tenía Williamson

A pesar de todo ello, estamos ante una excelente historia del personaje. En primer lugar porque Williamson supo llevar la narración a su terreno, eliminando todo lo que de camp y cómico tenía la película y ciñéndose a los elementos aventureros y épicos. A diferencia de lo que podía verse en pantalla, sus decorados son elegantes y sofisticados, repletos de detalles en los fondos y vestuario; sus figuras transmiten dignidad y dramatismo y, si se lee en su versión en blanco y negro, podrá además prescindirse

Pero es que, además, Williamson estaba en su mejor momento artístico y este comic ofrece buena muestra de ello. Para empezar, dibujó las páginas al doble del tamaño habitual, preparándolas para que pudieran publicarse tanto en el recortado formato del comic-book como en una edición de lujo más grande. Así, concentró la narración principal en una rejilla de viñetas que ocupaba el centro de la página, pero en muchas de esas planchas el dibujo desbordaba esos márgenes para ocupar casi toda la superficie disponible. En la edición estándar en comic-book, esa “ampliación” no llegaba a

Sus composiciones de viñeta y página son elegantes y con un cierto toque operístico sin caer en

Tras finalizar su etapa en la tira de “Star Wars” en 1983, Williamson regresó al mundo de los comic-books, dibujando varias historias autoconclusivas de ciencia ficción para diferentes editores antes de establecerse definitivamente como entintador de los lápices de otros artistas, primero en DC y luego en Marvel. Tras más de diez años con la presión de realizar un comic con cadencia semanal, pudo relajarse y mejorar sus ingresos con un trabajo menos exigente. Una vez más, volvió a demostrar su inmenso talento y entre 1988 y 1997 ganó nada menos que siete premios Harvey y dos Eisner en su faceta de entintador.

En 1986, Marvel Entertainment había producido una serie televisiva de animación, “Los Defensores de la Tierra”, en la que aunaban fuerzas varios personajes aventureros de la King Features. DeFalco había estado buscando un modo de continuar la relación entre las dos empresas derivándola al formato de comic, y el interés de Williamson por volver a dibujar a Flash le proporcionó la excusa perfecta. En 1994, DeFalco llegó a un acuerdo con la King para lanzar series de comics protagonizadas por el Príncipe Valiente, el Hombre Enmascarado y Flash Gordon respectivamente. Williamson, que por entonces tenía 63 años y llevaba casi diez sin dibujar nada, se echó atrás ante la perspectiva de tener que mantener una cadencia de treinta o cuarenta páginas mensuales, pero DeFalco lo tranquilizó asegurándole que no habría fechas de entrega. Podía trabajar a su ritmo y, además, utilizar el comic para

Williamson tenía una idea general de cómo desarrollar la historia, pero prefirió reclutar la ayuda de un guionista más experimentado que él. Y ahí es donde entra Mark Schultz, un autor que no sólo compartía con él su más absoluta admiración por Alex Raymond, sino un artista al que él mismo había influenciado. Su obra más conocida, “Xenozoic” es un rendido tributo a los comics no sólo de Raymond, sino también de Al Williamson o Frank Frazetta. Como en Flash Gordon, Schultz aunaba en ella, conceptual y estéticamente, el pasado (coches clásicos, dinosaurios) con el futuro (escenario postapocalíptico, tecnología futurista); sus protagonistas eran hombres varoniles y arrojados y mujeres sensuales –aunque ya no tan sumisas e indefensas-; las tramas eran dignas del mejor pulp y, sobre todo, estaban dominadas por el espíritu de la aventura más genuina.

A pesar de todos esos apuros, esta miniserie de dos episodios en color aparecida en 1995, es un tebeo entretenido y en absoluto carente de virtudes. La historia no aporta realmente nada nuevo aparte de la secuencia en flashback que nos narra un pasaje trascendental de la infancia de Flash, pero tiene buen ritmo, es respetuosa con el espíritu de la etapa clásica y contiene todos los elementos que un aficionado al personaje podría esperar encontrar: persecuciones, secuestros, intrigas palaciegas, monstruos, tribus perdidas, grandes misterios, duelos, mujeres hermosas… todo ello representado con esa atrayente combinación de estética medieval y tecnología retrofuturista. Aunando frescura y

Por su parte, Williamson hace bueno ese dicho de “quien tuvo, retuvo”. Había dejado atrás el punto más alto de su carrera y aquí se percibían ya los signos de su crepúsculo, pero, con todo, ofrece una calidad que ya quisieran para sí autores más jóvenes. Sigue demostrando su talento para la composición de viñeta y página, imaginación para diseñar las exóticas regiones de Mongo y sus pintorescos habitantes y dominio de la anatomía. Eso sí, aunque sus escenas todavía exhiben un delicado barroquismo, no encontraremos ya en estas planchas el minucioso grado de detalle, la elegancia de línea y los magníficos claroscuros de sus anteriores incursiones en el personaje.

Conforme alcanzaba su séptima década de vida, Williamson fue abandonando su carrera, aunque seguía realizando puntualmente ilustraciones

Resulta curioso que, en un recuento final, Williamson sólo dibujara tres comic-books de Flash Gordon, la adaptación de la película de 1980 y una miniserie de dos números para Marvel. A eso habría que añadir trabajos más puntuales, como ilustraciones, anuncios, campañas publicitarias que se servían de Flash y su colaboración con Dan Barry en la tira diaria. Eso es todo. Dice mucho de su talento que a pesar del escaso número de páginas que dibujó del personaje, su nombre haya quedado indisolublemente asociado a él en la mente de los fans. Desde luego, ello se debe a que fue un sobresaliente seguidor del estilo de Alex Raymond; pero más allá de eso, no se limitó a ser un clon de lujo del maestro, sino que durante toda su larga carrera supo evolucionar y madurar como artista, refinando continuamente su estilo sin desnaturalizar un ápice su visión del personaje. Su amor por Flash Gordon y su universo tal y como fue concebido por Raymond se percibe claramente en todas y cada una de sus planchas.
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