Casi cualquier manual sobre historia y teoría de la Ciencia Ficción subraya la diferencia esencial en tono y propósito en la forma en que, entre mediados del siglo XIX y mediados del XX, se trató el género en Norteamérica y Europa (aunque dentro de esta última también cabría hacer diferenciaciones). En concreto, se resalta cómo en el viejo continente la ciencia ficción se utilizó como recurso para formalizar profundas reflexiones sociales, filosóficas o políticas, mientras que en Estados Unidos sirvió principalmente como marco genérico de aventuras heroicas o misterio.
La aparición y masiva diseminación del fenómeno de las revistas pulp marcó de forma decisiva el desarrollo de la ciencia ficción mundial y, en concreto, la publicación de “Amazing Stories” por parte de Hugo Gernsback, una revista centrada exclusivamente en la ciencia ficción que abrió una brecha entre la vertiente más lúdica y ligera del género y la más intelectual. Representantes de esta última –circunscribiéndonos sólo a Gran Bretaña- fueron escritores de la calidad de Aldous Huxley, Olaf Stapledon o C.S.Lewis.
Casualmente, y para marcar todavía más esa diferencia, se dio la circunstancia de que la

Hay que decir, no obstante, que la mayoría de escritores, editores y lectores relacionados con la, digamos, “tradición europea” de la ciencia ficción, no identificaban a sus obras como pertenecientes a ese género. Ni siquiera tenían conciencia de que existiera tal género.
La tradición británica del romance científico popularizado en ese país por H.G.Wells se había degradado en su tránsito hacia la cultura de masas en la forma de las revistas pulp norteamericanas. Para los ingleses, la ciencia ficción era un género específicamente

La izquierda intelectual tampoco difería en su rechazo a la ciencia ficción como emanación de la cultura tecnológica, aunque las razones que aducían eran diferentes: para ellos, la introducción de las ideologías y procedimientos propios del capitalismo americano había destruido los remanentes de la autentica cultura obrera de Inglaterra. La ciencia ficción se vio también afectada por el pánico moral que suscitaron los comics americanos a comienzos de los años cincuenta, pánico irracional que en Inglaterra se sustanció en una campaña inicialmente orquestada por el Partido Comunista sobre la corrupción intelectual propia de la cultura de masas. Se condenó de forma general la americanización de la cultura, aunque, de forma paradójica, fue precisamente el crudo atractivo de los pulps norteamericanos lo que atrajo a algunos disidentes de la élite cultural de izquierdas de los cincuenta.
Así, esa asociación de la ciencia ficción con la modernidad en su vertiente más americanizada produjo como reacción que la literatura inglesa más importante de los años previos a la Segunda Guerra Mundial se volcara en la fantasía de carácter tradicional. Sus más ilustres representantes fueron C.S.Lewis, J.R.R.Tolkien y Mervyn Peake.
En particular, la obra de Clive Staple Lewis y J.R.R.Tolkien fue una respuesta directa a los


El primer libro de la trilogía, “El Planeta Silencioso” (1938) nos presenta a su protagonista, un


Gracias a sus habilidades lingüísticas consigue aprender la lengua de los Oyarsa, una de las especies nativas, y enterarse de que cada planeta tiene su propio espíritu rector o Eldil, pero que el de la Tierra es un “caído” que, tras una guerra con sus congéneres, interrumpió el contacto tanto con los otros espíritus como con los propios habitantes del planeta –de ahí el “Planeta Silencioso” del título-. Esa desconexión entre la naturaleza íntima de nuestro mundo y el Hombre es lo que provoca en éste la confusión y violencia que caracteriza nuestra civilización.
Malacandra es un Marte fascinante. Lewis escribió la novela cuando ya ningún científico creía

Se ha sostenido que los personajes son demasiado maniqueos en sus posturas ideológicas. Creo que es una afirmación matizable. En un momento determinado, Devine entra en un debate moral y filosófico con un ser angelical custodio del planeta. Su defensa de que la especie humana debe expandirse y sobrevivir a cualquier precio no es necesariamente algo propio de un hombre malvado, sino de alguien que cree que la vida inteligente es, por su propia naturaleza,

La narrativa del libro está más preocupada con lo que Ransom ve y aprende de sus encuentros con los seres de Marte que con la acción dramática o la peripecia aventurera y, de hecho, lo que mejor hace Lewis es imaginar y retratar su personal visión del planeta. Las criaturas y sociedades que encuentra el protagonista están bien construidas y sus alienígenas destilan auténtica vida. No era Lewis el primero que lo conseguía, pero mientras que las novelas “marcianas” de, por ejemplo, Burroughs, rebosaban monstruos, criaturas inverosímiles y melodrama a raudales, Lewis opta por una aproximación más serena y reflexiva, poblando su Marte de seres creíbles que tienen algo que decir.
Los encuentros de Ransom con los alienígenas del planeta apelan a su –y nuestro- sentido de la


Cuando Ransom encuentra por primera vez a los alienígenas, le parecen “ogros, fantasmas, esqueletos”, para modificar luego su opinión a “Eran más grotescos que horribles” y, finalmente, cuando su sensibilidad se ha ajustado a las realidades de ese mundo sin pecado, los ve como “Titanes” o “Ángeles”. También el paisaje contrasta de forma acusada con lo que describían otras novelas de ambientación extraterrestre: en lugar de un mundo rocoso y desolado poblado de monstruos o máquinas de pesadilla, encuentra un planeta hermoso, de vida abundante y sin peligros para el visitante.
Ello responde a la diferente visión del cosmos que tenía Lewis de escritores como Wells. La

“Espacio” parecía una etiqueta blasfema para este océano empíreo de resplandor (…) Había planetas de increíble majestad y constelaciones que superaban cualquier sueño; había zafiros, rubíes, esmeraldas y alfilerazos celestiales de oro ardiente. Lejos, sobre el rincón izquierdo de la imagen, colgaba un cometa, pequeño y remoto, y, entre medio de todo y por encima, mucho remoto, y, entre medio de todo y por encima, mucho más intensa y palpable que en la Tierra, la oscuridad inconmensurable, enigmática. Las luces temblaban; parecían hacerse más brillantes a medida que las miraba. Estirado desnudo sobre la cama (…) le resultaba cada vez más difícil no creer en la antigua astrología a medida que pasaban las noches: casi llegaba a experimentar e imaginaba por completo la «dulce influencia» derramándose o incluso penetrando en su cuerpo rendido”.

El sustrato teológico de los marcianos, sin embargo, es más complejo que la creencia en unos seres angélicos. Existe una entidad suprema conocida como Maleldil y una doctrina de la Trinidad:
“Ransom les preguntó entonces, siguiendo su línea de pensamiento, si Oyarsa
había hecho el mundo. Los jrossa casi aullaron en su fervor por negarlo. Acaso la gente de Thulcandra no sabía que Maleldil el Joven había hecho y gobernaba aún el mundo? Hasta un niño lo sabía. Ransom preguntó
dónde vivía Maleldil.
—Con el Anciano.
¿Y quién era el Anciano? Ransom no entendió la respuesta. Probó otra vez.
—¿Dónde está el anciano?
—No es de la clase de seres que necesitan un lugar donde vivir —dijo Jnojra y siguió con una

La súbita aparición de conocidos conceptos religiosos disfrazados de mitología extraterrestre tiene su propio interés (no hay más que una sutil diferencia entre las connotaciones del “Anciano” en la novela y su equivalente en la terminología cristiana tradicional) y lógica interna: si lo que la religión dice sobre Dios es cierto, entonces es razonable esperar que Dios haya revelado los mismos hechos sobre Él a otras civilizaciones que pudieran existir en el universo. Lewis no pone en exacta equivalencia la cosmología de Malacandra con el dogma cristiano, pero el paralelismo es evidente y se refuerza con otras alusiones:

No extrañará que después de lo dicho haya muchos puristas que quieran negar a estas obras su inclusión en el género de la ciencia ficción. Pero decir que no son ciencia ficción porque son cristianas es lo mismo que decir que las novelas de Wells tampoco lo son por ser socialistas. Más allá de su simbolismo e imaginería religiosos y su carácter de lo que podríamos llamar Fantasía Cristiana, “El Planeta Silencioso” es también una historia de aventuras, un romance planetario ambientado en un mundo descrito con inteligencia.
(Finaliza en la siguiente entrada)
Este es uno de los mejores artículos que he leído en mucho tiempo. La claridad con la que explica las diferencias entre la Ciencia-Ficción en Europa y los Estados Unidos es perfecta para comprender la trayectoria del género, y el origen del estigma que aún hoy arrastra: la de ser considerada un subgénero, un producto comercial sin calidad literaria y destinada a un público poco exigente.
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo con el comentario de Tomás.
ResponderEliminarGracias por la entrada.
Carlex.
Gracias a vosotros por vuestros comentarios. C.S.Lewis no es plato de gusto para todo el mundo y no es un autor recomendable sin reservas, pero la forma que tuvo de utilizar la ciencia ficción para sus propios y religiosos fines -que distaban mucho de ser los de ensalzar la ciencia y la tecnología- sí fue original.
ResponderEliminarEste artículo es magnífico y esto totalmente de acuerdo con él. Esos fines religiosos me temo que está también en muchos otros autores, como aquí se dice, Tolkien, por ejemplo, y Philip K. Dick, y Orson Scott Card, y Arthur C. Clarke (fíjate en El fin de la infancia, donde los extraterrestres son físicamente similares al demonio bíblico), y Philip José Farmer (sobre todo Jesús en Marte). Estos ejemplos cobran tintes diferentes a Lewis, Tolkien o Scott Card, pero ahí están.
ResponderEliminarUn cordial saludo
Efectivamente, la ciencia ficción ha servido de marco para comentar la religión o aspectos de la misma desde diferentes puntos de vista, aunque normalmente bastante más, digamos, racionales. que en el caso de Lewis, un creyente fervoroso. Gracias por tu comentario.
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