Aparentemente, el tipo de novela de ciencia ficción con inclinación antropológica que cultiva Michael Bishop es engañosamente sencilla. Sólo aparentemente. En su primera y no adecuadamente valorada novela, “Un Funeral para los Ojos de Fuego” (1975), la premisa (trasladar a un pueblo alienígena fuera de su planeta) evoluciona hasta componer un gran y complejo tapiz antropológico lleno de historias dentro de historias. En “Caras Robadas” (1977), el misterio biológico tras una virulenta epidemia crece hasta convertirse en una exploración pesadillesca de la descomposición del cuerpo, la sociedad y la memoria.
La novela corta “Muerte y Dominación entre los Asadi” (1973), nominada a los premios Hugo y Nébula, sigue una pauta similar. Concebida como una serie de notas y transcripciones de observaciones reunidas y publicadas tras la desaparición de su autor, un xenólogo cultural llamado Egan Chaney, acabó formando el prólogo de lo que luego se ampliaría hasta ser la novela titulada “Transfiguraciones” (1979).
Chaney estaba llevando a cabo un estudio en el gran bosque del planeta Bosk Veld centrado en

El propio Egan Chaney es un hombre atormentado. En la Tierra, tras un desastre que contaminó irremediablemente el continente africano, supervisó el traslado de los únicos pigmeos supervivientes, tan solo una docena, a América. No sirvió de nada porque, ya fuera debido a la nostalgia o a la desorientación, todos fueron muriendo poco a poco. La culpa y la confusión que se apoderaron del investigador a raíz de aquel episodio condiciona no sólo las ideas de Chaney acerca de los Asadi, sino su actitud hacia ellos. Se siente simultáneamente aterrorizado e intrigado por los alienígenas, que a menudo se abandonan a una violencia animal, dejando que se quemen sus ojos por sobreexposición al sol e incluso practicando canibalismo.

Mucho después de que Chaney desapareciera en el bosque, su hija, Elegy Cather, llega a Bosk Veld para retomar los estudios sobre los Asadi desde el punto donde los dejó su padre. Con ella viaja un simio inteligente, Kretzoi, híbrido de babuino y chimpancé, adaptado quirúrgicamente para asemejarse a los alienígenas; y Thomas Benedict, el viejo socio de su padre. Conforme Kretzoi empieza a integrarse en los casi incomprensibles rituales de esos seres, Elegy empieza a desentrañar el misterio de los Asadi y, a través de sus ojos, el autor nos transmite lo que es una de las mejores descripciones de vida alienígena que se pueda encontrar en el género.
“Transfiguraciones” tiene mucho de reflexión sobre ciertas mentalidades postcoloniales. Así, el

Los enigmas que rodean la cultura Asadi se abordan desde diferentes puntos de vista: Chaney y su sentimiento de culpabilidad, Elegy y su anhelo por encontrar al padre que la abandonó, Thomas y su esperanza por encontrar al amigo perdido… A pesar de que los misterios de los

El único inconveniente que puede tener la novela para algunos lectores es algo común a la mayoría de los libros de ciencia ficción escritos por Bishop: se trata de una historia que no se apoya en el argumento, sino en el estudio de personajes y la descripción etnográfica, planteando y abandonando hipótesis de una forma científicamente interesante, pero emocionalmente distante. Esto lleva a que determinados segmentos del libro tengan un ritmo excesivamente lento que puede llegar a aburrir. No obstante, si se supera su mitad, la narración cobra bastante dinamismo hasta su conclusión final, cuando el relato antropológico se transforma en una historia de terror.
Ya he dicho más arriba que a Bishop no le interesan demasiado los personajes y por ello no

“Transfiguraciones” es, en resumen, una novela atmosférica, densa, oscura e inquietante que mezcla la ciencia ficción con el horror psicológico y tan fascinante como convincente en su retrato de una cultura alienígena que se puede estudiar y describir, pero no comprender.
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