La ciencia ficción rusa del siglo XX estuvo en buena medida determinada por exigencias y limitaciones que hacían imposible plantear situaciones que en otros países eran asumidas como tópicos y convenciones bien establecidas. La censura comunista impedía recurrir a racionalizaciones comunes en Occidente. Peor aún, el papel central que en el núcleo ideológico del marxismo soviético jugaba una filosofía de la ciencia muy concreta separó a la ciencia ficción rusa de la occidental, porque la única Ciencia que debía plantearse era aquélla que “demostrara” la validez del Marxismo-Leninismo. La política era, por tanto, la única aproximación válida a la realidad.
En la época estalinista se postuló una “teoría de límites” para la ciencia ficción rusa en virtud de la cual este tipo de literatura sólo debía tratar de resolver los problemas tecnológicos de un futuro cercano, sin intentar traspasar unas determinadas fronteras temporales, ya que esta era la única forma de permanecer dentro del “realismo” socialista. Así, durante la época de Stalin y el tiempo inmediatamente posterior, la ciencia ficción tuvo prohibida cualquier extrapolación significativa, viéndose limitada a servir de propaganda de los planes tecnológicos aprobados por el Estado.
Aunque la teoría de los límites se había abandonado mayormente para cuando los hermanos Strugatsky comenzaron a publicar en 1959, su trabajo no se vio libre de problemas con los censores institucionales por considerar éstos que sus “héroes” no representaban con suficiente fidelidad el ideal del Hombre Socialista.

La acción de “Qué difícil es ser Dios” transcurre en el siglo XXII, cuando la civilización

Y no son tiempos fáciles en Arkanar. Don Reba, un primer ministro cruel y despótico, domina a un rey pusilánime mientras conspira para hacerse con el poder. Ya está sentando las bases de su dictadura ayudado por brigadas de matones que aterrorizan a la gente y asesinan a aquellos disidentes potenciales: cualquiera que posea un libro, al que se haya oído criticar al gobierno o sea defensor o practicante de cualquier campo del conocimiento intelectual o artístico. Como reacción, parte de la población se refugia en los brazos de un clero igualmente intolerante y radical.

Rumata cumple su misión, pero no se siente a gusto en un mundo cada vez más peligroso y violento. Odia la comida, la suciedad y enfermedad omnipresentes, la resistencia al progreso y tosquedad de sus gentes… Sin embargo, poco a poco y contraviniendo sus instrucciones, ha ido implicándose en el devenir de los acontecimientos salvando a algunos sabios e intelectuales que se han convertido en los nuevos “enemigos” del régimen. Empezó a hacerlo creyendo que su inacción sólo provocaría tragedias aún mayores, pero conforme avanza la novela y se ve atrapado en las intrigas del poder pierde su objetividad: empieza a odiar a su perseguidor, Don Reba, y se enamora de una mujer inocente… Sin embargo y al mismo tiempo, se da cuenta de que es una situación en la que resulta imposible ganar: tanto si interviene como si no, las consecuencias que de ello se derivarán serán siempre moralmente cuestionables.
“Qué difícil es ser Dios” es una obra oscura en la que se critica sin tapujos el aparato de un

Los últimos años cincuenta y primeros sesenta fueron una época de “desestalinización” en el país de los soviets. Muchas de las políticas más represivas orquestadas por Stalin fueron suavizadas. En el ámbito cultural y artístico, este periodo fue conocido como “El Deshielo”. En literatura, por ejemplo, se rebajaron las exigencias del Realismo Socialista y Solzhenitsin vio por fin sus obras publicadas junto a las de otros poetas como Voznesenski o Yevtushenko.
Pero, por algún motivo, el “deshielo” comenzó a congelarse otra vez alrededor de 1963. El propio Boris Strugatski se pregunta en un epílogo de la novela si la humillación experimentada por el gobierno ruso durante la Crisis de los Misiles Cubanos no tuvo algo que ver en ese rearme ideológico que, una vez más, pasó por “demostrar a los intelectualoides engreídos quién era el amo y de qué lado estaba”. Se volvió a utilizar a los periódicos del régimen para acusar a los artistas insuficientemente pro-soviéticos. El “formalismo”, “abstraccionismo” y “pesimismo” fueron otra vez incluidos en la lista negra.

Arkadi temió que se produjera una involución a los excesos de la época estalinista pero, en lugar de esconderse y callar, decidió denunciar la situación. Boris compartía sus preocupaciones y sugirió una reconversión de aquella novela de aventuras aún en gestación. Las peripecias esgrimistas, intrigas cortesanas y damiselas a rescatar no desaparecieron, pero los temas y el tono general se oscurecieron y el libro se convirtió en una crítica nada velada a la persecución política y violenta de intelectuales y artistas.
Tanto fue así que el editor habitual de los hermanos Strugatski, Detgiz (una agencia, por

Puede que la censura hubiera rebajado algo sus exigencias, pero no así la vieja guardia. La aparición de la novela provocó un torrente de agresivas críticas desde los órganos “culturales” oficiales. Sin embargo, la disociación entre el aparato político y la sociedad no pudo demostrarse mejor cuando desde el principio el libro fue un éxito, ha permanecido reeditándose desde entonces y hasta la fecha ha vendido sólo en Rusia cerca de tres millones de ejemplares. En el extranjero, a pesar de los retrasos en editarla, la dificultad de acceder a literatura rusa o las inadecuadas traducciones (y en España, además, una vergonzosa autocensura en la edición de Acervo), también ha sido alabada por críticos y estudiosos del género.

Igualmente importante es la forma en que los Strugatski abordan la dinámica de la Historia. La novela reconoce que la Humanidad tiene una naturaleza básicamente fallida que impide el éxito de cualquier forma de ingeniería social que pretenda impulsar el progreso. Rumata evoca constantemente la bajeza humana como obstáculo para la


“Qué difícil es ser Dios” es una afortunada combinación de novela histórica, ciencia ficción, aventuras e irónica fábula política con un trasfondo tan humanista como deprimente, pero siempre narrada con ritmo ágil e ironía. Sin duda, uno de los trabajos más importantes de la ciencia ficción europea.
Hace años, cuando estaba todavía estudiando en el colegio, mi profesora de historia viajó a Cuba (era ferviente comunista) y se trajo varios libros de ese país, entre ellos una bella edición antológica de cuentos rusos; pues bien, me lo prestó y lo leí feliz...Desde entonces no he leído más del género de este gran país. Tu gran texto, como siempre, me despierta ganas de disfrutar esta novela y más obras de tal procedencia. Pasando a otro tema, ahora tengo en mi blog un banner para que me afilien otras páginas y además un espacio para afiliar a otros; si posees uno, me encantaría poner tu banner en el Cubil.
ResponderEliminarHola. La ciencia ficción rusa sigue siendo en buena medida una desconocida en Occidente. En este blog, sin embargo, he comentado varias obras tempranas de algunos autores. Es una aproximación muy peculiar a la CF, muy diferente al dinamismo optimista de los americanos o al catastrofismo distópico de los ingleses. Desde luego, peculiar. En cuanto al banner...sorry, no tengo ninguno, pero gracias por el ofrecimiento...
ResponderEliminarmanuel, es admirable esta entrada, escribe mejor usted que mucha gente muy conocida, insisto en que tiene que hacer un libro con todo esto si ya no lo ha hecho, yo no lo voy a poder comprar porque no tengo dinero jeje, pero va a abrir los ojos de muchos que bien entrado el siglo 21 siguen diciendo que la ciencia ficcion es cosas de niños o un producto de hollywood. parece muy interesante el libro voy a ver si lo consigo. saludos.
ResponderEliminarPor el momento, nadie me ha hecho una oferta para publicar nada. Además, el blog tiene muchos más lectores de los que nunca podrá tener ningún libro. Espero que sigas visitándome con frecuencia. Un saludo.
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