El honorable Frederick Edwin Smith fue nombrado -no sin controversia y sorna- conde de Birkenhead a los 47 años como recompensa a su intensa carrera al servicio público. Fue un político conservador cuyas dotes de orador le valieron tanta fama como su habilidad legal –estuvo considerado uno de los abogados más prestigiosos de Gran Bretaña- y su afición a la bebida, vicio que le llevó a la tumba con cincuenta y ocho años en 1930. Fue como conde de Birkenhead que firmó poco antes de morir este libro utópico en el que pretendía especular sobre el mundo por venir y que resultó ser -como por otra parte solía ser habitual- una ecléctica mezcla de llamativos aciertos parciales, prejuicios propios de la época, profecías erróneas, proyección de las propias ideas sociales y políticas y esperanzas nunca satisfechas.
Tras los horrores vividos en las dos Guerras Mundiales, pocos autores se atrevieron a seguir soñando con mundos felices, pero Smith, como tantos utopistas antes que él, desde Edward Bellamy hasta H.G.Wells, tenía un elevado concepto de la naturaleza humana, naturaleza con defectos, claro, pero no tan incurables como para que el efecto benéfico de la tecnología no pudiera acabar limándolos: "Si el siglo que viene es tranquilo y próspero, la vida en 2030 estará adornada por amenidades cultas y urbanas además de las agradables características que nuestra civilización contemporánea puede mostrar”. Efectivamente, el mundo sería un lugar más pacífico, e incluso, a decir de Birkenhead, la guerra mostraría un cariz más humano, una observación sobre la que pesaban sin duda los traumas de la Primera Guerra Mundial y que se ha revelado tan inexacta como la que más.
Birkenhead pronosticó que no habría escasez financiera y que el mundo estaría dominado por el ocio

Opinaba que el desarrollo tecnológico desde 1830 había sido tan espectacular que si continuaba a ese ritmo, la explotación de nuevas fuentes de energía sería algo factible, apuntando concretamente a la energía “intramolecular”, que podía transformar el viaje y el transporte, aniquilar la edad del carbón y hacer posible los viajes aéreos a velocidades de 800 km/hora y precios ridículamente bajos que permitirían a los europeos ir a esquiar el fin de semana a Labrador o Groenlandia. Ciertamente, veinte años después comenzó a explotarse la energía nuclear y los avances en aeronáutica hicieron hasta cierto punto posible su sueño. Por desgracia, el problema energético no sólo está lejos de quedar resuelto sino que constituye, más de ochenta años después, uno de los grandes problemas a los que se enfrenta la humanidad.

La población viviría en grandes bloques de apartamentos con comedores comunitarios; y en el ámbito político, los partidos serían reemplazados por gobernantes expertos en diferentes áreas cuya elección se realizaría democráticamente (es decir, el sistema que comúnmente denominamos "tecnocracia"). Los debates parlamentarios finalizarían con una votación nacional de todos los ciudadanos sobre los temas tratados. Una federación europea trascenderá las antiguas nacionalidades. Habida cuenta de la crisis política europea que arrastramos desde hace tiempo, no parece que tampoco hayamos avanzado tanto.
El machismo del autor queda patente en observaciones como: “En 2030 las mujeres todavía

En este mismo sentido y relacionado con el "nuevo" papel de la mujer, resulta muy interesante la predicción del autor de que en el año 2030 existirá ya la posibilidad de "fabricar" seres humanos artificiales que liberen a los "naturales" de las cargas laborales más pesadas: “No creo que para entonces (2030) la ectogénesis a escala nacional sea ya algo práctico. Pero el primer niño ectogenético podría ya estar jugando con sus compañeros en la escuela –si es que alguna escuela “decente” acepta semejante alumno monstruoso- y todo el asunto será objeto de una aguda polémica”. La ectogénesis es la creación de vida fuera del cuerpo, presumiblemente en un laboratorio. Según Smith, la liberación de la mujer de la servidumbre que supone el alumbramiento y crianza de los hijos será el primer paso para conseguir la equiparación de salarios entre ambos sexos, permitiendo a aquélla "expandir sus logros a todas las esferas de la vida".

La idea de separar el amor romántico y la procreación siguió apareciendo en años posteriores en

Por último, son dignas de destacarse las nueve ilustraciones que acompañaron al texto original –algunas de ellas reproducidas aquí-, obra de E.McKnight Kauffer, un ilustrador de origen norteamericano, formado en París y establecido profesionalmente en Londres tras el estallido de la Primera Guerra Mundial. El trabajo que realizó para este libro es una buena muestra no sólo de su capacidad como ilustrador vanguardista, sino de su prestigioso trabajo como cartelista comercial.
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