Fue en los años veinte cuando, fruto de la acumulación de experiencia por parte de los realizadores cinematográficos, las películas comenzaron ya a integrar la mayoría de los elementos que el público actual reconoce como parte fundamental de un film. En particular, contaban con una duración lo suficientemente larga como para desarrollar adecuadamente una historia. Así, la ciencia-ficción empezó a delimitarse con más claridad en la pantalla a través de historias como "Metrópolis", la primera película de CF de gran presupuesto, una fábula épica acerca de una sociedad futura desgarrada por la frustración de la clase trabajadora y las intrigas de los gobernantes.
Resulta curiosa la fama que acumuló la película si tenemos en cuenta que durante ochenta años, la versión que circuló fue muy incompleta. Poco después de estrenarse el 10 de enero de 1927 en el en el UFA Palast am Zoo de Berlín, la cinta fue recortada por la propia productora, la UFA, y luego por el distribuidor norteamericano, Paramount Pictures. Éste encargó al dramaturgo Channing Pollock la nueva edición para el mercado americano, misión que llevó a cabo de forma implacable, eliminando cincuenta minutos de las escenas menos espectaculares, básicamente aquellas que mostraban interacción entre personajes -lo que dio lugar a injustas críticas respecto a la habilidad narrativa del director Fritz Lang-.
Así, de las casi tres horas iniciales -incluido el interludio-, cuando se estrenó finalmente en Estados Unidos, el metraje de "Metrópolis" ya sólo duraba 90 minutos. Este fue el montaje que durante tantos años cautivó a generaciones de aficionados. Cuando la UFA entró en bancarrota y su fondo pasó a estar gestionado por la Paramount, ésta tomó la imperdonable decisión de destruir el negativo original de tres horas. No había marcha atrás. La película jamás podría volver a verse tal y como fue inicialmente concebida. ¿O si?
Los aficionados empezaron a darse cuenta de que las copias que se habían conservado en cada país

En los años posteriores fue apareciendo más metraje y en 2002 se reestrenó lo que se consideró la versión más completa posible. Aún seguían perdidos 25 minutos pero era lo mejor que se había podido conseguir. Sin embargo, la historia no terminó ahí. En 2008, se descubrió en Argentina una copia de 16 mm con el montaje original, aunque en muy mal estado. Y, de nuevo, los especialistas se pusieron manos a la obra para montar la versión definitiva. Ésta fue estrenada en Berlín a comienzos de 2010, 83 años después de su debut, demostrando a los nietos de los espectadores originales el por qué de tantos esfuerzos.

A mediados de los años veinte, Fritz Lang se había hecho acreedor de los favores de las autoridades germanas gracias a su película "Los Nibelungos" (1923-24), un homenaje a la mitología teutona que desde hacía tiempo venía siendo reivindicada por los sectores más nacionalistas. Así, no tuvo problemas para que la UFA, un estudio cinematográfico gubernamental fundado como difusor de propaganda bélica durante la Primera Guerra Mundial, aceptara su nuevo proyecto, un ambicioso film ambientado en un futuro distópico y cuya historia, escrita por Thea Von Harbou, había aparecido publicada en forma de libro en 1926.
Entretanto, Lang formó parte de la expedición de la UFA a Nueva York con la misión de inaugurar su delegación americana y cerrar un acuerdo con Paramount y Metro Goldwyn-Mayer en virtud del cual éstas se comprometían a distribuir en Estados Unidos el catálogo de aquélla mientras que la UFA hacía lo propio con cuarenta cintas de los estudios de Hollywood. Incluido en el trato había un crédito de las compañías americanas a la UFA, crédito que permitiría financiar la nueva película de Fritz Lang. Éste, mientras tanto, no sólo obtuvo medios económicos de aquel viaje sino inspiración creativa.
En aquellos años, no había nada en el mundo que se asemejara a Nueva York. Hoy, el perfil de su


La propuesta de Fritz Lang, modelada en forma de una liosa historia -a su vez complicada por las muchas ediciones y remontajes- es la de un futuro en el que la tecnología reina suprema y un ejército de obreros esclavos vive en el subsuelo de la gran ciudad de Metrópolis dejándose la salud e incluso la vida para que las clases más acomodadas puedan disfrutar de todo tipo de placeres, ajenos al sufrimiento del que, en último término, son responsables. Con esa oscura realidad se topa Freder (Gustav Fröhlich), el hijo del gobernante supremo de Metrópolis, Fredersen (Alfred Abel).

Mientras tanto, Fredersen, en su paranoia, decide neutralizar la influencia de María, a quien toma por

Todos sabemos que la película figura en cualquier lista de cine clásico y de imprescindible visionado, pero ello no es gracias a su ingenua parábola de la lucha entre capital y trabajo. "Metrópolis" utiliza temas propios de la ciencia-ficción (como la distopia, el científico demente o el robot con apariencia humana) para contar una historia sobre nosotros mismos como especie, nuestros deseos, instintos y reacciones. Y aunque en este sentido resulta destacable, incluso brillante, el desarrollo de la narración sí deja bastante que desear. Es cierto que durante muchos años, la historia que todos pudimos ver era el resultado de una severa mutilación efectuada por el distribuidor norteamericano y que esa versión recortada resultaba todavía más incoherente que la original estrenada en Berlín. Pero incluso la "Metrópolis" recientemente restaurada con casi todo su metraje es esquemática, simplista e inconexa.
La máxima que abre y cierra la película (los gobernantes representan la "cabeza" y los obreros "la

(Continúa en la siguiente entrada)
No hay comentarios:
Publicar un comentario