(Viene de la entrada anterior)
Sea como sea, Adam Strange, como personaje, queda completamente roto en esta miniserie. Tanto, de hecho, que podríamos preguntarnos si, a pesar de que su destino final parezca importarles más bien poco a quienes hasta no hacía mucho habían sido sus camaradas, la editorial no decidirá dejar las cosas como están y asumir dentro de la continuidad oficial lo que, en principio y como parte de la línea Black Label, estaba fuera de la misma. Probablemente, DC permitió a King retratarlo como alguien tan reprobable que hace cosas tan imperdonables sólo porque el pobre Adam siempre había sido un segundón para el que seguían sin tener planes inmediatos.
Terrific, por su parte, es un personaje más típico de King,
un secundario poco utilizado en otras colecciones y al que el guionista sabe
sacar un gran provecho. Le hace cargar con un trágico pasado que funciona tanto
como un recordatorio deprimente de lo que pudo ser y jamás fue, como un motor
que lo impulsa a seguir viviendo. La serie va alternando las perspectivas de
Alanna y Terrific mientras éste va juntando todas las piezas de un rompecabezas
que, tal y como lo pintaba Adam en su libro, no tenía sentido. Si Adam puede
interpretarse como un reflejo fallido de Scott Free, Terrific podría ser quizás
una especie de Batman refinado. Si prescindes de toda la teatralidad que
acompaña al vigilante de Gotham (sus pintorescos villanos, sus aparatosas
apariciones, sus ayudantes y la propia ciudad en la que opera), lo que queda es
alguien absolutamente centrado en ser un instrumento de la Verdad y que
continuamente se pone a prueba para aproximarse todo lo posible a la perfección
física y mental.
Más allá del trío protagonista, el resto del reparto está
sabiamente utilizado. Todos los secundarios desempeñan un papel más allá de esos
cameos innecesarios tan comunes en los comics de DC. Sí, Batman y la Liga de la
Justicia hacen breves apariciones, pero no sólo no resultan forzadas, sino que
sirven para incidir en la sensación de soledad, indefensión y traición que va
apoderándose del protagonista. De hecho, puede considerarse “Strange
Adventures” como una miniserie autónoma y, aunque tener cierto conocimiento
previo del héroe titular enriquece la lectura y refuerza el impacto del
desenlace, un lector no particularmente versado en el Universo DC no tendrá
dificultades para entender perfectamente lo que aquí se cuenta.
Pero la historia de King no es impecable. De hecho, además de temas de peso y personajes interesantes, contiene algunos giros y agujeros de guion que a algunos lectores pueden resultarles irritantes. (SPOILERS a partir de este punto).
Con diferencia, la mayor pega es cómo King manipula su
propia historia, pasando deliberadamente por alto ciertos aspectos y subrayando
excesivamente otros para ocultar lo endeble de la estructura. Los Pykkts son los
alienígenas malvados de manual. Crueles, despiadados, violentos y casi
imparables, invaden Rann como un enjambre sin más razón que apoderarse de todo
y matar a todo el mundo, saltando luego a la Tierra por las mismas inexistentes
motivaciones. No se puede decir que esto les convierta en villanos carismáticos
o convincentes. ¿Por qué Rann? ¿Y por qué la Tierra, un planeta a miles de
millones de kilómetros de aquél y con quién sabe cuántos otros planetas igual o
más interesantes diseminados por el camino, especialmente en un universo tan
poblado como el de DC?
La distancia es importante porque para Adam es un factor
clave: sólo puede permanecer en Rann durante periodos limitados de tiempo hasta
que el Rayo Zeta lo devuelva a la Tierra. Cuando los Pykkts invaden Rann, Adam
queda atrapado en nuestro planeta esperando a que el rayo lo envíe de regreso
para poder ayudar a repeler la agresión. Lo cual nos lleva a la cuestión de por
qué es tan importante Adam en el destino de Rann. En el contexto de la CF
ligera de los años 60, los lectores tenían menos problemas para suspender su
incredulidad al respecto, pero en un comic moderno y de tono más realista,
quizá habría que haber explicado mejor el asunto. Siendo un tipo sin poderes,
tan solo equipado con una mochila voladora y una pistola láser, ¿cómo puede
toda una civilización depositar en él toda su confianza y admirarlo como un
salvador? ¿Por qué no darle ese armamento a un nativo de Rann bien adiestrado y
no depender de alguien que probablemente desaparecerá teletransportado en el
momento más inoportuno?
El caso es que, angustiado por la insoportable
incertidumbre, pide ayuda a Green Lantern primero y a Superman después para que
le ayuden a llegar a Rann y así participar en la guerra sin tener que esperar a
que el Rayo Zeta se manifieste. Pero, muy convenientemente para la trama,
ambos, que tantas veces lo han dejado todo para salvar mundos ignotos, ahora
tienen cosas más urgentes que hacer y declinan ayudarle. Esto le dará
argumentos para, más adelante, traicionar a la Tierra y entregársela a los
Pykkts. Eso, por si no fuera poca razón que los malvados alienígenas tuvieran a
su hija Aleea como rehén, obligándole a sacrificar a todos los humanos a cambio
de mantenerla con vida.
Esto es lo que pasó: Rann estaba perdiendo la guerra contra los Pykkts y Adam negoció entregarles la Tierra a cambio de perdonar a su planeta de adopción. Como garantía del cumplimiento de su parte del trato, los Pykkts se llevaron a Aleea. Ahora bien, ¿por qué esos alienígenas iban a preferir la Tierra antes que Rann? Y si estaban en condiciones de derrotar a Rann, cuya civilización Alanna describe como mucho más avanzada tecnológicamente que la de la Tierra, ¿por qué iban a a necesitar la ayuda de alguien para aplastar su resistencia? En resumen, que King ni aclara qué quieren esos invasores ni por qué. Simplemente, los utiliza a su conveniencia como peones sin personalidad para dirigir la trama y los personajes hacia donde quiere.
Y claro, llegados a este punto, es lícito preguntarse de
qué forma iba alguien, en en el fondo tan de segunda fila como Adam Strange, a
marcar la diferencia en una guerra de invasión contra la Tierra. King da a entender
que Adam traicionaría a nuestro planeta revelando los planes del comandante
supremo de las fuerzas de defensa (que, aparentemente, es Batman) y que, sin
esa información, los Pykkt perderían. Lo cual obliga a suponer que Batman,
individuo reservado como pocos, compartiría sus estrategias e información con
Adam, personaje del que ya viene sospechando. En fin, una suposición
completamente inverosímil sobre la que lanzar una invasión a gran escala.
Y para complicarlo aún más, Adam, en en fondo, quería que lo descubrieran y terminar así con el tormento de su traición. Por eso pidió que lo investigaran. Pero entonces, ¿por qué no simplemente confesar su culpa a Batman o Mister Terrific? Al fin y al cabo, una vez se enteran de que Aleea está cautiva, no tienen demasiados problemas para liberarla.
Desde el principio, Adam y Alanna hacen todo lo que está en
su mano para entorpecer la investigación de Mr.Terrific, algo que no tiene
demasiado sentido dado que fueron ellos los que insistieron ante Batman para
que se llevara a cabo. Tampoco lo tiene que Rann conservara registros de los
Pykkt incriminatorios contra Adam, incluso aunque no pudieran traducirlos
(obviamente, ignoraban la extraordinaria inteligencia de Mr.Terrific). Bastaba
con destruir esas evidencias para eliminar la amenaza que suponen.
Por otra parte, el comic se antoja artificialmente alargado, no excesivamente, pero doce episodios probablemente sean demasiados. Esto se debe, por una parte, a pasajes no del todo fáciles de concretar en los que la historia divaga, el ritmo se ralentiza y la intriga pierde empuje. Y, por otra, y esta es más fácil de identificar, a las secciones que transcurren en el pasado. Por mucho que el dibujo de Shaner sea espléndido, una parte significativa de esos flashbacks son reiterativos o irrelevantes.
Hay un último tema, más insidioso y que tiene menos que ver
con la coherencia y solidez de la trama que con el fondo. El origen de “Strange
Adventures” fue la irritación de King ante los comentarios que leyó en Twitter
criticándolo por haber trabajado como agente de la CIA en Irak. Lo cierto es
que la intervención de Estados Unidos en ese país se apoyó en mentiras y no
hizo más que desestabilizar aún más una región para la que, a la hora de la
verdad, no tenía planes y que después de su invasióin no ha levantado cabeza en
décadas. También se mostró inflexible King a la hora de opinar sobre la
“post-verdad” y el giro “trumpiano” de la política norteamericana. De hecho, en
un momento dado de la trama de “Strange Adventures”, Alanna llega a un acuerdo
con el propio Trump, que sale en su defensa pública.
Como he dicho, lo que en principio tenemos aquí es una
historia que pretende criticar la narrativa del falso héroe en la persona de
Adam Strange. Todo el comic se sostiene sobre una mentira que acaba saliendo a
la luz. Pero, a la hora de la verdad, King hace trampas. Primero, por colocar
innecesaria y forzadamente a Adam (porque, a la postre, los invasores distaban
de ser invencibles tal y como Alanna le había hecho creer) en una posición en
la que no le dejaba más opciones que liderar un suicidio en masa o traicionar
al planeta en el que ya no quiere vivir. Y, segundo, porque sus enemigos –y los
de la Tierra-, los Pyykt, son pura, llana e integralmente malvados y merecen
ser exterminados. Sin matices. Son, literalmente, enemigos sin rostro, lo cual
permite despersonalizarlos y justificar sin demasiados problemas su exterminio.
Al compartir las labores artísticas, Gerads (con quien King
ya había colaborado con gran éxito en “Mr.Milagro”) y Shaner, cada uno con un
estilo diferente pero muy bien definidos, crean una experiencia lectora única.
El estilo más limpio, elegante y clásico de Shaner se ajusta perfectamente al
tono más clásico, pulp incluso, que tienen los flashbacks de la guerra en Rann,
segmentos dominados por una idealizada épica aventurera. Gerads, en cambio,
combina el realismo de las figuras y rostros con una especie de onírica y
desdibujada fluidez en los fondos, que sugieren una realidad más sucia, menos
idealizada y moralmente más ambigua. (la única pega que le puedo poner al
apartado artístico es el ocasional pero innecesario abuso que hace Gerards de
los efectos digitales y el uso de unos colores saturados algo chillones).
Dado que “Strange Adventures” es la historia de tres personajes, los artistas dividen algunas planchas en tres filas de viñetas –con algunas páginas-viñeta ocasionales-. King y Gerads ya habían probado esta estructura en “Batman” nº 62 (enero 2019), pero aquí Shaner y Gerads van un paso más allá ofreciendo un comic artísticamente más complejo y rico. Como ambos trabajan digitalmente, pueden encargarse de realizar cada uno una parte de la página, jugando con el ojo del lector para que vaya fluyendo, sin salir de la misma plancha, de las viñetas de uno a las del otro.
Esta composición, además, obliga a King a modificar
drásticamente su estilo de escritura. En trabajos anteriores, cada una de sus
páginas abarcaba más o menos una escena, las transiciones se llevaban a cabo
con el paso de la página y el recurso a planchas con nueve viñetas le permitía
condensar mucha información en poco espacio, ralentizar el ritmo y detenerse
más tiempo en cada personaje. En “Strange Adventures”, las viñetas son más
grandes pero las conversaciones entre los personajes son más largas, por lo que
la elipsis entre viñetas ha de ampliarse y acelerarse. Al mismo tiempo, las
transiciones entre escenas, lugares y tiempos, ocurren a menudo en mitad de la
página, pasando la acción del dibujo de Shaner al de Gerards para mostrarnos
dos visiones diferentes de dos mundos distintos que, a la postre, deberán
fundirse en algo nuevo.
“Strange Adventures” es, a estas alturas habrá quedado claro, un comic denso, ambicioso y despiadada y refrescantemente desmitificador. No cuenta una historia sobre colonización cultural sino sobre nuestra relación con ese enfoque adoptado tan frecuentemente por la ficción popular durante décadas y cómo éste deforma nuestra capacidad para distinguir la verdad de una situación. Se trata menos de separar a Strange de sus raíces que de examinar los arquetipos y mitos que nosotros mismos hemos creado. King invita al lector a caminar por un auténtico campo de minas político y emocional sin la ayuda de un héroe tradicional que marque el rumbo moral. Un comic que, con las pegas reseñadas, puede contarse entre lo mejor y más entretenido que ha escrito uno de los guionistas más destacados del medio en la actualidad y cuyo trabajo viene acompañado por dos artistas en perfecta sincronía con él y entre sí. Una lectura recomendable que se cuestiona la verdad tras los héroes de guerra y la imagen que proyectan.
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