miércoles, 3 de enero de 2018

1942- LEFTY FEEP- Robert Bloch


De vez en cuando me gusta traer al blog autores que, no siendo conocidos por su obra de CF, sí han visitado ocasionalmente el género, demostrando tanto la flexibilidad y permeabilidad del mismo como su capacidad para atraer escritores en principio más afines a otros campos de la literatura fantástica. Es el caso que ahora nos ocupa.

Más que por sus historias de CF, el norteamericano Robert Bloch (1917-1994) es sobre todo conocido por sus novelas de terror y fantasía, géneros en cuya modernización fue una figura clave. De hecho, sus primeros pasos los dio como rendido admirador de H.P.Lovecraft, quien ejerció de su mentor y cuyo inquietante microcosmos le marcó profundamente. No pocos de los relatos de Bloch transmitían esa sensación de estar mirando por un pequeño agujero a una realidad inmensamente grande y maligna. Aunque a lo largo de su extensa carrera, Bloch no se limitó a un solo formato, género o medio, como casi todos los escritores de género fantástico de la época, empezó publicando en el dinámico mundo de las revistas pulp.



En los años veinte del pasado siglo, la radio comercial experimentó un crecimiento asombroso en Estados Unidos, estableciéndose más de 500 emisoras por todo el país. El glamour del cine fascinaba a la joven nación y las nuevas generaciones inundaban los salones de baile, compraban discos y escuchaban los sonidos del primer género musical genuinamente americano: el jazz. Fue la época del capitalismo rampante que sentó las bases de la sociedad de consumo. Aparecieron las primeras cadenas de tiendas, como Woolworths, y el bombardeo publicitario pasó a formar parte de la vida cotidiana. El automóvil, gracias a la producción en cadena, fue más accesible y con él vinieron las gasolineras y los moteles. La clase media ganaba dinero y lo gastaba con facilidad, entre otras cosas en la industria del entretenimiento.

Esa efervescencia social, económica y cultural no estuvo exenta de tensiones. Aquellos que vivían en las zonas rurales y en el seno de sociedades más tradicionales, se sintieron amenazados. Por primera vez en el siglo y medio transcurrido desde la independencia de la nación, había más gente viviendo en las ciudades que el campo y la emigración desde el
delta del Mississippi llevó a una marea de americanos negros al norte industrializado en busca de una vida mejor. Y también estaba, claro, la Prohibición y el fenómeno de gangsterismo que generó.

Con la creciente prosperidad y mecanización vinieron otros cambios, como la producción masiva de pulpa de madera, que hizo caer el precio del papel y favoreció la expansión del mercado editorial de las revistas pulp. En sus mejores años, había títulos que llegaban a vender un millón de ejemplares por número, tal era la fascinación que ejercían sobre sus lectores, muchos de ellos jóvenes como Robert Bloch, que vía aquellos tiempos tan interesantes desde su Chicago natal.

Bloch siempre había sido un lector entusiasta y en 1933, cuando su familia huyó de la Depresión para establecerse en el más barato Milwaukee, se esforzó por no perder contacto con sus intereses. Empezó a mantener correspondencia con el mencionado Lovecraft quien le animó a involucrarse y colaborar en su propio universo de misterios, horrores y criaturas arcanas. En 1934, a los diecisiete años, vio publicada su primera historia en la revista semiprofesional “Marvel Tales”. Aquel mismo año, con el cuento “El Secreto de la Tumba”, dio ya el salto a la más prestigiosa “Weird Tales”. La mayor parte de su obra en esta su etapa “pulp” (que contabilizó más de cien historias en diez años) apareció publicada en la antedicha cabecera y en “Fantastic Adventures”. Fueron más de cien historias en diez años, varias de las
cuales acabaron integradas en el Ciclo de Cthulhu, la mitología de horror cósmico iniciada por Lovecraft y continuada y extendida por otros autores. Conforme la edad dorada de los Pulp evolucionó a la Edad Dorada de la CF en los años cuarenta, Bloch se adaptó a los nuevos tiempos, escribiendo novelas, más cuentos, libretos de vaudeville e incluso guiones (intervino, por ejemplo, en la serie original de “Star Trek”), sobre todo de terror, ciencia ficción y crimen. Su libro más conocido es probablemente “Psicosis” (1959), en el que Alfred Hitchcock basó la famosa película del mismo nombre. Ambas obras, novela y film, ofrecieron al universo cultural del siglo XX personajes, momentos e imágenes imborrables: Norman Bates, el plácido motel junto a la carretera, la silueta de la casa en la colina, la escena de la ducha… Entre sus múltiples premios se encuentran el Hugo (por su historia “El Tren al Infierno”), el Bram Stoker y el World Fantasy.

Fue en las páginas de “Fantastic Adventures” donde nació la serie objeto de estas líneas. Lejos de la temática terrorífica que uno podría esperar de Robert Bloch, el personaje de Lefty Feep protagoniza historias ligeras y absurdamente fantásticas que se encuadran dentro de una tradición pulp de humor alocado y ficciones inverosímiles que fue relativamente popular en los años treinta y cuarenta, siendo otros representantes del mismo series como las de “Horse-Sense Hank”, “Squaredeal Sam McGhee” y “Pat Pending”, de Nelson Bond; “Henry Horn”, de Dwight V.Swain, o Freddie Funk, de Leroy Yerxa.

Lefty no es un tipo común, ni siquiera para el estándar neoyorquino. Estrafalario en el vestir
(un ciego dice de su traje que “su color es tan chillón que puedo oírlo”), timador, jugador, apostador… en lugar de tratar de conseguir un trabajo honrado, invierte su limitado talento en trazar planes con los que sueña hacerse rico rápidamente. No se puede decir que sea inteligente; tampoco verdaderamente malvado; pero sí cuenta con una especie de pícara ingenuidad que le permite salir indemne de todos los embrollos. Responde, en definitiva, a ese arquetipo literario del liante cuyos enredos y planes acaban saliéndole por la culata, un tipo que a pesar de sus vicios y defectos no puede sino caer simpático.

También es un cuentista, un narrador de historias que refiere a su resignado y escéptico oyente Bob y, a través de él, a nosotros…Y vaya historias: viajes en el tiempo, brujos, el Diablo, estatuas vivientes, la Fuente de la Eterna Juventud, robots, enanos, ratones danzarines, genios… Cualquier cosa podía ocurrir en el curso de sus peripecias, en las que se cruzaba con personajes de lo más pintoresco con nombres como Lower Bertha, Joe Blow, Jack Fu Groan y su hermano Wuan Low Groan, Gorilla Gabface, Bernie el Abogado, Out-of-Business Oscar, Gallstone the Magician u Horace Hormone.

Estas historias, en un total de 22, aparecieron en la revista “Fantastic Adventures” entre 1942 y 1946 (con tres adiciones posteriores espaciadas entre 1950 y 1987), por lo que encontramos no sólo descripciones políticamente incorrectas de los alemanes y los japoneses sino muchas palabras, expresiones y referencias al periodo de la Segunda Guerra Mundial que quizá hoy resulten algo oscuras. Por ejemplo, en uno de los relatos, Lefty consigue la lámpara de Aladino y le pide al genio una habitación llena de tesoros. Lo que obtiene es montón de neumáticos de caucho: en aquellos años de racionamiento bélico aquellos objetos eran muy valiosos. Otros relatos funcionan mejor por cuanto se trata de actualizaciones de mitos, personajes y conceptos clásicos e imperecederos, como las alfombras voladoras, la invisibilidad, el Flautista de Hamelín, el rey Midas, Rip Van Winkle o Jack y las Habichuelas Mágicas…

Los cuentos de Lefty Feep están narrados en un estilo, digamos, “machote”, con un tono
barriobajero más propio del género detectivesco. Sus locas y extravagantes aventuras (o desventuras, según se vea) incluyen frases en verso, juegos de palabras, flagrantes exageraciones, giros y finales inesperados, pullas entre narrador y oyente y una narración en tiempo presente. No son historias sofisticadas en ningún sentido ni tienen calidad literaria, pero sí son entretenidas. Probablemente, Bloch escribía estos relatos sobre la marcha, sin una trama previamente planificada, dejando que las palabras fueran llenando la página de manera espontánea a ver dónde le llevaban y divirtiéndose en el proceso.

Las primeras ocho historias de este peculiar personaje y un relato nuevo (bastante inferior en
todos los sentidos) fueron recopiladas en 1987, en un volumen titulado “Lost in Time and Space with Lefty Feep, Volume One” (hasta donde yo sé, nunca apareció un segundo volumen). Es material de segunda fila netamente pulp y que muchos encontrarán justificadamente algo burdo y caduco. Tiene muchos de los vicios de este tipo de literatura: caracterizaciones poco trabajadas, tramas ligeras o incoherentes o lenguaje artificialmente recargado.

Sea como sea y a pesar de sus defectos, estos pequeños retales de la literatura popular del siglo XX demuestran que aunque todavía estaba buscando su estilo definitivo, Bloch era ya un maestro en ciernes que sabía cómo contar una historia. Para su disfrute es preciso no sólo ser un nostálgico –aunque sólo sea ocasional- amante del viejo estilo pulp, sino abordarlo con la mentalidad y el humor adecuados y en pequeños sorbos más que en prolongados atracones.


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