El 1 de septiembre de 1939, estalla la Segunda Guerra Mundial en Europa al invadir Polonia el ejército alemán. Era un conflicto que venía gestándose abiertamente desde hacía años y que, como hemos visto en este mismo blog, fue “predicho” por varios autores de ciencia ficción. El gobierno de Estados Unidos, a un océano de distancia, prefirió mantener ante la guerra una postura oficial de neutralidad, alineándose con el aislacionismo predominante en su población. El gobierno, no obstante, simpatizaba con la causa de Gran Bretaña y siempre que tuvo ocasión la apoyó con dinero y equipo.
Eran tiempos revueltos, ideales para que los autores especulasen sobre futuros en los que Estados Unidos se veía arrastrado a la guerra. Hemos visto ya en este libro múltiples ejemplos de ese subgénero, el de las Guerras Futuras y las fantasías de invasión, desde que en 1871 un militar británico jubilado escribiera la primera obra de esta modalidad, “La Batalla de Dorking”. Es un subgénero que, en épocas como las que entonces se vivían, tiende a dar cabida a meros propagandistas que, sirviéndose de la ficción especulativa, tratan de lanzar un mensaje en uno u otro sentido, ya sea avisando de los horrores de la guerra o defendiendo su entrada en ella.
Fue un género que halló su máxima expresión en tierras europeas. Mientras que las revistas

Sin embargo, aunque en menor cantidad, también en Norteamérica se publicaron relatos de guerras futuras. El antiguo corresponsal de guerra Floyd Gibbons escribió en 1929 “El Napoleón Rojo”, un best seller en la época. En ella narraba la historia de un maléfico descendiente directo de Gengis Kan, Karakan, que asciende meteóricamente en el ejército soviético hasta que asesina a Stalin en 1932 y se hace con el poder. A continuación, moviliza las “hordas” asiáticas bajo una bandera multicolor y las envía a conquistar el mundo mientras Estados Unidos opta por permanecer neutral. No es que fuera una historia totalmente original –el miedo al Este ya aparecía, por ejemplo en “El Peligro Amarillo” (1898, M.P.Shiel)-, pero sí que incluía en el argumento elementos bien documentados aportados por la experiencia del escritor en la Primera Guerra Mundial.

Quizá la más interesante (y más profética) de esas obras sobre guerras futuras concebidas en un entorno “oficial” favorable a la propaganda fuera esta que comentamos ahora, “Lightning in the Night”, del periodista y escritor Charles Frederick Allhoff, serializada en trece capítulos en la revista “Liberty” y recopilada en forma de libro en fecha tan tardía como 1979. En ella se plantea un posible escenario en el que Hitler gana la guerra en Europa. Las tropas nazis se apoderan de las colonias inglesas, francesas y holandesas en ultramar y tras cinco años consolidando su poder (y traicionando de paso a sus aliados italianos), Hitler declara la guerra a Estados Unidos. Creyendo que se ha producido una ruptura en la alianza del Eje, Japón y Rusia atacan Pearl Harbor con armas químicas, causando una gran mortandad entre los civiles si bien la flota consigue escapar.
Los alemanes atacan Panamá con sus propias armas químicas, apoderándose del Canal y


Y entonces, sucede lo inesperado. En Cincinnati, Hitler se reúne con el presidente americano y éste revela que han conseguido desarrollar la bomba atómica y que lanzarán varias de ellas sobre Alemania si ésta no se rinde. Así, los invasores se retiran y se finaliza el conflicto… por el momento. Es un final aparentemente optimista, pero que apunta a que Estados Unidos y Alemania acabarán enzarzados en una suerte de Guerra Fría, puesto que la investigación nuclear de la segunda ya se halla muy avanzada.
Con “Relámpago en la Noche”, Allhoff advierte dramáticamente a sus conciudadanos sobre los

Estados Unidos no entraría en la guerra hasta diciembre de 1941, por lo que resulta chocante la presciencia del autor al situar el estallido de las hostilidades con un bombardeo japonés sobre Pearl Harbor y el final de las mismas con una especie de empate nuclear. Defendió las tesis del general Billy Mitchell sobre el papel decisivo del avión en la nueva guerra (algo que hoy parece claro, pero que entonces constituía un acalorado motivo de debate) y supo prever la importancia que en ella tendrían los submarinos y el bombardeo masivo de objetivos civiles.

Pero claro, hoy contamos con la perspectiva que nos da el tiempo y damos por sentado la

Así, en la novela, el conflicto se divide en dos bandos claramente delimitados: los Estados Unidos defensores de la libertad y la democracia –aunque no para su propia población negra-, y una Alemania nazi que promueve el esclavismo y la obediencia ciega al régimen; presenta a su país como una comunidad orgánica unida por valores sencillos basados en el sentido común, y describe al nazismo como la amenaza definitiva a todo lo que representa “la auténtica América”.
La novela recupera el sentimiento anti alemán que ya había arraigado en la sociedad durante la Primera Guerra Mundial y que tendía a representar el militarismo prusiano como una característica básica inherente al talante nacional germano. Ese espíritu violento y destructor queda sintetizado en un solo hombre: Hitler. Para Allhoff, los soldados alemanes no eran sino meras extensiones de la voluntad del Führer y toda la población de ese país estaba básicamente de acuerdo con él.
En este sentido, la novela se desmarca de la propaganda oficial americana que, durante la

Aunque los novelistas y dramaturgos de la época no estuvieron tan influenciados por la OWI como los cineastas y productores de Hollywood, también supieron mantener esa diferenciación entre nazis y alemanes. No fue el caso de “Relámpago en la Noche”. Ésta, además –y en ello no se diferenció tanto de otras obras de la época- depositó en Hitler toda la responsabilidad por el conflicto. No resulta sorprendente, puesto que la propaganda siempre trata de simplificar el mensaje personalizando las confrontaciones e ignorando las circunstancias sociohistóricas que las rodean.

El mundo moderno había llegado para quedarse.
hola, sacando la obvia propaganda, tiene cosas interesantes, es bastante logico el planteo para la epoca, en esa epoca una alianza ruso-alemana no sonaba nada ridicula, creo que en 1940 de hecho alemania se la ofrecio a stalin que por suerte no aprobo, buen hallazgo el final con arma nuclear y guerra fria, ahora parece obvio pero en esa epoca a mi no se me hubiera ocurrido. ahora parece que la entrada de estados unidos era inevitable, y lo era pero estados unidos queria que lo ataquen como finalmente paso y pudo haber entrado mucho despues, la sociedad no queria entrar en guerra viendo lo que paso en la primera, para ser pulp y por la epoca en que fue escrito es una obra interesante, muchos saludos.
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