Libros, películas, comics... una galaxia de visiones sobre lo que nos espera en el mañana
viernes, 28 de septiembre de 2012
1930- LA CIUDAD DE LOS MUERTOS VIVIENTES - Laurence Manning y Fletcher Pratt
La norma autoimpuesta en este blog en cuanto a literatura es la de comentar o bien novelas o bien recopilaciones de narraciones cortas, pero en este caso voy a hacer una excepción dada la curiosa naturaleza de ese cuento publicado en mayo de 1930 en la revista "Science Wonder Stories" e ilustrado por el gran Frank R.Paul.
No hay en esta pequeña obra emocionantes escenas de acción física ni drama emocional; de hecho, ocurre bien poca cosa. Su estructura es la de una novela convencional y poco original del subgénero de Mundos Perdidos: osados exploradores, valles cubiertos por misteriosas nieblas, una nada sutil mezcla de racismo e imperialismo... hasta que se nos presenta esa ciudad del futuro en la que sus ciudadanos se hallan conectados a las máquinas de sueño que alimentan sus cerebros con información sensorial que, una vez decodificada, construye "realidades" tan verosímiles y maravillosas que nadie desea permanecer despierto. Los autores acertaron plenamente al presentar una interacción hombre-máquina en términos de tal intimidad que puede llamarse simbiosis. "Neuromante", "Matrix" y todos sus derivados tuvieron aquí un temprano predecesor (mencionemos también como escalón relevante hacia el ciberpunk una obra anterior ya comentada en este blog, "La máquina se detiene" (1909), de E.M.Forster)
"La Ciudad de los Muertos Vivientes", a pesar de su desarrollo algo rancio, es una historia preclara sobre el dulce embrujo de la realidad virtual o bien sobre el mundo del entretenimiento de masas en general. Nadie debe dudar que hoy podríamos encontrar una cantidad inmensa de personas dispuestas a vivir permanentemente en un mundo digital de interminables fantasías y aventuras diseñadas específicamente para ellos, dejando atrás el desesperante e incontrolable mundo real. Internet, juegos on-line, iPhones, iPods, iPads... quizá el chip cerebral no esté tan lejos en el futuro y, como imaginaron los autores, miles, millones de personas correrán a implantárselo. Habrá quien no vea el día en que ese invento llegue, pero este cuento nos previene de los peligros que acechan escondidos tras esa tecnología escapista.
martes, 25 de septiembre de 2012
1930- EL MUNDO EN 2030 - Conde de Birkenhead
El honorable Frederick Edwin Smith fue nombrado -no sin controversia y sorna- conde de Birkenhead a los 47 años como recompensa a su intensa carrera al servicio público. Fue un político conservador cuyas dotes de orador le valieron tanta fama como su habilidad legal –estuvo considerado uno de los abogados más prestigiosos de Gran Bretaña- y su afición a la bebida, vicio que le llevó a la tumba con cincuenta y ocho años en 1930. Fue como conde de Birkenhead que firmó poco antes de morir este libro utópico en el que pretendía especular sobre el mundo por venir y que resultó ser -como por otra parte solía ser habitual- una ecléctica mezcla de llamativos aciertos parciales, prejuicios propios de la época, profecías erróneas, proyección de las propias ideas sociales y políticas y esperanzas nunca satisfechas.
Tras los horrores vividos en las dos Guerras Mundiales, pocos autores se atrevieron a seguir soñando con mundos felices, pero Smith, como tantos utopistas antes que él, desde Edward Bellamy hasta H.G.Wells, tenía un elevado concepto de la naturaleza humana, naturaleza con defectos, claro, pero no tan incurables como para que el efecto benéfico de la tecnología no pudiera acabar limándolos: "Si el siglo que viene es tranquilo y próspero, la vida en 2030 estará adornada por amenidades cultas y urbanas además de las agradables características que nuestra civilización contemporánea puede mostrar”. Efectivamente, el mundo sería un lugar más pacífico, e incluso, a decir de Birkenhead, la guerra mostraría un cariz más humano, una observación sobre la que pesaban sin duda los traumas de la Primera Guerra Mundial y que se ha revelado tan inexacta como la que más.
Birkenhead pronosticó que no habría escasez financiera y que el mundo estaría dominado por el ocio

Opinaba que el desarrollo tecnológico desde 1830 había sido tan espectacular que si continuaba a ese ritmo, la explotación de nuevas fuentes de energía sería algo factible, apuntando concretamente a la energía “intramolecular”, que podía transformar el viaje y el transporte, aniquilar la edad del carbón y hacer posible los viajes aéreos a velocidades de 800 km/hora y precios ridículamente bajos que permitirían a los europeos ir a esquiar el fin de semana a Labrador o Groenlandia. Ciertamente, veinte años después comenzó a explotarse la energía nuclear y los avances en aeronáutica hicieron hasta cierto punto posible su sueño. Por desgracia, el problema energético no sólo está lejos de quedar resuelto sino que constituye, más de ochenta años después, uno de los grandes problemas a los que se enfrenta la humanidad.

La población viviría en grandes bloques de apartamentos con comedores comunitarios; y en el ámbito político, los partidos serían reemplazados por gobernantes expertos en diferentes áreas cuya elección se realizaría democráticamente (es decir, el sistema que comúnmente denominamos "tecnocracia"). Los debates parlamentarios finalizarían con una votación nacional de todos los ciudadanos sobre los temas tratados. Una federación europea trascenderá las antiguas nacionalidades. Habida cuenta de la crisis política europea que arrastramos desde hace tiempo, no parece que tampoco hayamos avanzado tanto.
El machismo del autor queda patente en observaciones como: “En 2030 las mujeres todavía

En este mismo sentido y relacionado con el "nuevo" papel de la mujer, resulta muy interesante la predicción del autor de que en el año 2030 existirá ya la posibilidad de "fabricar" seres humanos artificiales que liberen a los "naturales" de las cargas laborales más pesadas: “No creo que para entonces (2030) la ectogénesis a escala nacional sea ya algo práctico. Pero el primer niño ectogenético podría ya estar jugando con sus compañeros en la escuela –si es que alguna escuela “decente” acepta semejante alumno monstruoso- y todo el asunto será objeto de una aguda polémica”. La ectogénesis es la creación de vida fuera del cuerpo, presumiblemente en un laboratorio. Según Smith, la liberación de la mujer de la servidumbre que supone el alumbramiento y crianza de los hijos será el primer paso para conseguir la equiparación de salarios entre ambos sexos, permitiendo a aquélla "expandir sus logros a todas las esferas de la vida".

La idea de separar el amor romántico y la procreación siguió apareciendo en años posteriores en

Por último, son dignas de destacarse las nueve ilustraciones que acompañaron al texto original –algunas de ellas reproducidas aquí-, obra de E.McKnight Kauffer, un ilustrador de origen norteamericano, formado en París y establecido profesionalmente en Londres tras el estallido de la Primera Guerra Mundial. El trabajo que realizó para este libro es una buena muestra no sólo de su capacidad como ilustrador vanguardista, sino de su prestigioso trabajo como cartelista comercial.
sábado, 22 de septiembre de 2012
1929-LA MÁS GRANDE AVENTURA - John Taine
En 1939, John Taine (seudónimo literario de Eric Temple Bell), escribía un editorial para el número de marzo de la revista pulp "Startling Stories". En él sugería que la ciencia-ficción era una forma de introducir a la gente a la Ciencia y, quizás, atraer a un público generalista hacia los misterios de aquélla. En otras palabras, endulzar un tema escasamente popular entre la mayor parte de la población.
La preocupación por salvar la creciente brecha entre la gente y la ciencia que en cada vez mayor medida dirige y condiciona nuestras vidas, ha sido común entre muchos científicos, entre ellos Bell. Matemático y profesor en el Instituto Tecnológico de California, institución para la que realizó importantes aportaciones, desempeñó además una decidida labor como divulgador científico publicando varios libros tanto de su especialidad como de otros campos de la ciencia. Pero, además, mantuvo una segunda vida completamente separada de la académica -hasta el punto de que muchos de sus amigos y familiares sólo tuvieron noticia de ella tras su muerte en 1960- como autor de obras de ficción. Una de sus mejores novelas fue "The Greatest Adventure".
Es una historia fuertemente influenciada por Julio Verne y estructurada en buena medida siguiendo el


También tenemos los dinosaurios, que a pesar de llevar extinguidos 65 millones de años siguen

En fin, un libro de mundos perdidos y evolución enloquecida que mezcla todos los ingredientes clásicos del relato de aventuras: peligro, riesgo, romance, bestias letales, revelaciones asombrosas... narrada con un ritmo ágil y equilibrado. Uno de los mejores dentro de este subgénero tan popular hace un siglo.
miércoles, 19 de septiembre de 2012
1964-BARBAGRÍS - Brian Aldiss
Las historias de catástrofes apocalípticas con la consiguiente extinción de la civilización humana fueron especialmente populares en los años cincuenta y sesenta del pasado siglo, décadas en las que el aliento del holocausto nuclear se sentía muy cercano. Novelas como "On The Beach" (1957) de Neville Shute o "Cántico por Leibowitz" (1959) de Walter M.Miller, son sólo dos ejemplos de una larga lista. Lista en la que se detecta una presencia particularmente notable de autores británicos. John Wyndham consiguió la fama gracias a "El día de los Trífidos" (1951) y "El Kraken Despierta" (1953); en la misma línea se encuadran las obras de John Christopher "La muerte de la hierba" (1956) y "El mundo en invierno" (1962). La aportación de Brian Aldiss con esta novela que ahora comentamos es quizá el mejor ejemplo de lo que su autor denominaba "sentido trágico de la vida", un enfoque del que no quedaba excluida necesariamente la comedia y la filosofía.
Brian Aldiss no está entre los escritores de ciencia ficción con mayor número de seguidores. Tiene un estilo muy literario -en ocasiones demasiado- y los conceptos que maneja en sus libros pueden antojarse impenetrables al lector. Pero lo que no se puede negar es la originalidad y fuerza de sus ideas. Y en "Barbagrís" vuelve a demostrarlo apartándose de la novela catastrofista al uso en la que la especie humana es casi barrida de la faz de la tierra para que los supervivientes traten de levantar una nueva sociedad mientras luchan contra las hostiles condiciones imperantes. Aldiss, en cambio, no opta por un evento apocalíptico como la caída de un meteorito, una guerra nuclear, una epidemia devastadora o una invasión alienígena.
La muerte forma parte integral de la vida. Desde el embrión hasta el recién nacido, a través de la

Y, efectivamente, eso es lo que nos presenta Aldiss: la esterilización de la Humanidad, un final lento y desesperante, aparentemente no tan traumático como un desastre natural, pero a largo plazo igualmente efectivo y con unas horribles consecuencias psicológicas. "En el escenario del mundo estaba oscureciendo rápidamente. La edad media de la población ya superaba los setenta años. Esta cifra aumentaba a cada año que pasaba. Al cabo de unos cuantos años... (...) el mundo seguiría su marcha; los hombres podían morir, pero la tierra aún rendía sus frutos (...) El accidente fue completo. Los viejos heredaron la Tierra"
Algernon Timberlane, el personaje cuyo apodo da nombre al libro, tiene cincuenta y cuatro años. Y,

Cuando el libro comienza, en el año 2029, el daño ya está hecho. La sociedad se ha fragmentado en pequeñas comunidades cada vez más aisladas a medida que la geografía, en ausencia del poder transformador de la civilización, recupera su configuración primigenia: las carreteras se desintegran, las infraestructuras se colapsan, la vegetación medra y los ríos se desbordan creando nuevos lagos. "El desierto se interrumpía de vez en cuando para dar lugar a monumentos de años anteriores, algunos de los cuales parecían más tristes y sombríos por estar fuera de su contexto"


Uno de los temas centrales de la obra de Aldiss es el conflicto entre fecundidad y entropía, entre la

La novela es corta y discurre con un ritmo tranquilo, hasta lento, acorde con ese otoño de la humanidad y su pausada marcha hacia la desaparición. No hay escenas de acción ni explosiones de violencia. Y, sin embargo, Aldiss consigue introducir una gran cantidad de información sobre lo sucedido en los cincuenta años transcurridos desde el "Accidente", las causas y los efectos de la estupidez humana y la transición entre la guerra autodestructiva y la degeneración paulatina pero imparable.

Aldiss teje la novela con su sólida prosa, descriptivas alegorías y romanticismo fatalista: "Año tras año, a medida que los vivos murieran, las habitaciones vacías en torno a él se multiplicarían, como las celdas de una gigantesca colmena que no visita ninguna abeja, hasta que llenaran el mundo. Llegaría un día en que él sería un monstruo, solo en las habitaciones, tras las huellas de su búsqueda, en el laberinto de sus huecas pisadas". "Los ojos de Barbagrís se llenaron súbitamente de lágrimas. Incluso la niñez yacía en los podridos cajones del mundo, como un recuerdo que no resistía el paso del tiempo" La intensidad emocional que discurre por los rincones del relato halla su contraste en el embotamiento de una humanidad cada vez más envejecida y atrasada.
"Barbagrís" no es una novela cuya lectura pueda recomendarse en base a su argumento. Su idea la

jueves, 13 de septiembre de 2012
1929-LA ISLA MISTERIOSA - Lucien Hubbard
¿Cómo verán los espectadores de dentro de cien años esas películas de Michael Bay que hoy atraen a millones de espectadores ansiosos por sumergirse en una ducha de efectos especiales y sonido atronador? Si queremos hacernos una idea, echemos la vista atrás, hasta 1929 por ejemplo. Ya entonces había productores dispuestos a cautivar a las salas de cine con los efectos visuales en detrimento de la historia. "La isla misteriosa" es un buen ejemplo.
Lionel Barrymore interpreta aquí a un aristócrata exiliado, el conde Andre Dakkar, que no sólo ha eliminado las diferencias de clase en la ficticia isla sobre la que ejerce un gobierno benevolente-¿para qué entonces su título nobiliario?- sino que ha inventado un bonito sumergible con el que explorar las profundidades marinas. Su vecino, el barón Falon (Montagu Love), pretende usurpar el trono de la cercana Hetvia y visita a Dakkar solicitando su colaboración en la conspiración. Pero el buen conde sólo está interesado en sus investigaciones científicas. Falon depone al rey de Hetvia, se corona monarca de ese país y vuelve a visitar la isla pero esta vez, además de por el submarino, su interés -y lujuria- se centra en la hermana del conde, Sonia, quien, a su vez está enamorada con un ingeniero, Nicolai Roget (Lloyd Hughes), ajeno totalmente al mundo de la nobleza. De un solo golpe, Falon invade la isla y captura al conde y su hermana con la intención de hacerse tanto con el submarino como con una consorte.
Pero, afortunada coincidencia, su ofensiva coincide con una inmersión de prueba del submarino que

A continuación, todo el mundo vuelve a casa y Dakkar destruye su laboratorio porque no quiere ser recordado como el individuo que trajo el mal al mundo en la forma de un submarino -cuyo papel en todo esto es bastante marginal-. Sin tener en cuenta que, al fin y al cabo, la máquina les había salvado la vida a todos, Dakkar, mortalmente herido, se embarca en ella y se interna en el océano para destruirla y morir. Luego, la isla es atacada por una especie de piratas cosacos.
Está claro que esta historia nada tiene que ver con la novela homónima de Julio Verne por mucho que


Por otra parte no es difícil identificar a Hetvia con Polonia. Andre Dakkar comienza siendo un

Comprar los derechos de una famosa novela para su adaptación cinematográfica y luego prescindir totalmente de la misma para conservar sólo el nombre y, quizá, algún personaje o episodio aislados, no es el único mal hábito que Hollywood cultivó desde sus inicios. Para el público de los años veinte, esta película resultó ser un acontecimiento espectacular y en buena medida ello se debió al cuidado que el estudio había dedicado a los efectos visuales.

En fin, el guión se escribió, se reescribió y se volvió a escribir. Los meses pasaban y para cuando los

Aunque no había huracanes, las cosas no iban mejor en el estudio. Maurice Tourneur resultó ser un director intratable que se negaba a obedecer las instrucciones de los productores e insistía en hacer las cosas a su manera y a su ritmo. Acabó dimitiendo -o bien lo despidieron, el resultado fue el mismo- y fue sustituido por otro europeo de renombre, Benjamin Christensen, que resultó tan lento y molesto como su predecesor.
Terminó 1926 y comenzó 1927 y "La Isla Misteriosa" parecía cada vez más lejana. La silla de director fue finalmente ocupada por Lucien Hubbard, un director de la casa, menos proclive a morder la mano que le alimentaba. Las instrucciones que se le dieron fueron las de acabar con aquella sangría como fuera, aunque hubieran de recortarse sensiblemente las ambiciones iniciales. Así, el metraje se redujo de tres horas a noventa y cinco minutos y las escenas submarinas acabaron rodándose en una piscina en vez de en el mar. Hubbard cumplió la misión. "La Isla Misteriosa" se terminó a finales de 1928. O casi.


El caso es que hubieron de sacarse las cámaras del almacén y volver a rodar a los actores hablando.

¿A alguien puede extrañar que la película resultara un monumental fiasco? Había costado más de un millón de dólares. Recaudó 55.000. El melodrama aventurero era tan convencional y previsible que la gente no se dejó seducir por los efectos especiales. Era la confirmación de una tendencia inquietante: las películas de ciencia ficción eran caras, técnicamente complejas y poco rentables. Fritz Lang en Alemania ya había tenido ocasión de comprobarlo. En Estados Unidos, los estudios lo empezaban a tener claro. El clavo final lo pondría un año después "Una fantasía del porvenir", de la que hablaremos en una entrada posterior. Salvo excepciones muy puntuales, la ciencia ficción quedaría relegada a la serie B y marcada como maldición para la taquilla.
¿Y hoy? ¿Es "La Isla Misteriosa" una película que pueda disfrutarse más de ochenta años después? ¿Fue injusto el tratamiento que le dio público del momento? ¿Fue incapaz de apreciar algo que hoy parece evidente?

Pero eso no tendría por qué ser un necesariamente un problema si la historia es entretenida, discurre con buen pulso y los personajes están bien diseñados y desarrollados. Por desgracia, lo único que tenemos aquí son noventa y cinco minutos de celuloide lento y aburrido incluso en las secuencias supuestamente emocionantes. Es un argumento absurdo de folletín cuyo único propósito es servir de excusa para el despliegue de unos efectos especiales que, eso sí, para su época resultaron brillantes a decir de las favorables críticas al respecto. Los comentaristas resaltaron el vestuario, los decorados, los trucos visuales, las miniaturas... pero con la historia se mostraron menos entusiastas. Hoy los elogiados efectos no despiertan más que bostezos, igual que las intermitentes secuencias sonoras.

Por no ser completamente negativos, destaquemos la interpretación de Jacqueline Gadsden como la

Desgraciadamente, si quitamos los efectos especiales -que hoy ya no sorprenden a nadie- lo que tenemos es hora y media de historia convencional y mediocre. Recomendable o bien a los incondicionales del cine mudo o a aquellos que sientan interés por el diseño, apartado este sí, de una calidad muy por encima de la media gracias al trabajo de Cedric Gibbons.
lunes, 10 de septiembre de 2012
1996- DARK SKIES
Nuestra guerra secreta contra los alienígenas ha salido a la luz. Pero no se ha producido un escándalo, ni episodios de histeria colectiva, ni polémica… ¿Por qué? Porque la escabrosa conspiración formaba parte de una serie televisiva, “Dark Skies”, que se desarrolló a lo largo de diecinueve episodios en 1996, emitidos en horario de máxima audiencia en la NBC. Al revisar la serie episodio a episodio, nos encontraremos con que los presidentes Truman y Kennedy, los Beatles, Jim Morrison o Carl Sagan estuvieron de una forma u otra involucrados en esta contienda subterránea.
sábado, 8 de septiembre de 2012
1929- LA CHICA DE LAS SOMBRAS - Ray Cummings
Una misteriosa torre aparece en mitad de Central Park. En su interior, Lea, una muchacha procedente del lejano futuro -del año 7012 nada menos- reclama ayuda del presente para impedir que el malvado Doctor Wolf Turber triunfe en su objetivo de conquista universal. Dos arrojados héroes, Alan Tremont y Ed Williams, se embarcan con ella en una agitada aventura temporal que les llevará desde el siglo XVII hasta el 2445 d.C.
Sobre Ray Cummings hemos hablado ya en dos ocasiones en este blog: "La chica del átomo dorado"

Cummings fue un típico escritor de la era pulp de la ciencia-ficción. Prolífico hasta lo ridículo, mediocre en su calidad literaria pero efectivo en sus resultados. Sus relatos eran productos de consumo rápido destinados a un público cuya única exigencia era pasar un rato entretenido al tiempo que sorprenderse con las ideas y mundos imaginados por los autores. Así que si reúnes ese perfil y no te importa que la prosa esté algo envejecida por el paso del tiempo, adelante, dale una oportunidad. Si eres un lector más maduro, asiduo de las novelas de ciencia-ficción y no tan fácil de impresionar, existen obras de mayor calidad que también proporcionan una lectura sumamente entretenida. Sólo para incondicionales de la literatura netamente pulp.
miércoles, 5 de septiembre de 2012
1954- SOY LEYENDA - Richard Matheson
"Los vampiros pertenecían a otra época, como los idilios de Summers o los melodramas de Stoker. Eran apenas unas líneas en la Enciclopedia Británica o quizás material para escritores o películas de mediana calidad. Una débil leyenda que se había transmitido de siglo en siglo. Bueno, pues ahora era cierto".
Las agotadoras modas vampíricas discurren en ciclos. Llevamos ya demasiados años padeciendo la última de ellas, espoleada por la trilogía de "Crepúsculo". A su sombra han surgido tantas novelas de vampiros adolescentes enamorados que casi han pasado a adquirir el rango de género independiente. Afortunadamente, a aquellos de nosotros que nos gustan los bebedores de sangre pero que ya no somos adolescentes y que nos negamos a digerir toneladas de azúcar sentimental y suspirar ante el cruce de lánguidas miradas entre mortal e inmortal, aún nos quedan un buen puñado de obras cuya perspectiva es cualquier cosa menos parecida a los libros de Stephenie Meyer. "Soy Leyenda" está entre las mejores.
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