Las primeras revistas pulp de ciencia ficción sufrían una dicotomía que lastraba sus resultados artísticos. Por una parte, algunos autores y editores ponían un énfasis en exceso pretencioso en el didactismo científico, dando como resultado una ficción estilísticamente floja, deslavazada y marcada por un continuo deseo de provocar el asombro mediante la introducción de tecnología y entornos imposibles. Por otra, escritores que tejían relatos de aventuras planetarias o galácticas de corte romántico, cargados de tópicos y totalmente previsibles.
Había una tercera vía, pero exigía valentía y talento a partes iguales. Valentía para adentrarse en los terrenos menos transitados; y talento para violar las convenciones reinantes respecto a personajes y tramas aprovechando la libertad que a menudo dejaban las revistas pulp siempre y cuando el autor invocara imágenes de tecnología futurista. Stanley G.Weinbaum fue uno de ellos.
Dice Asimov en su introducción a esta compilación de relatos que en los años previos a la Edad

El primero fue E.E.”Doc” Smith, cuyas space operas de escala cósmica (“La Alondra del Espacio”, “Los Hombres de la Lente”) llevaron el romance espacial a alturas hasta entonces desconocidas: conflictos galácticos, superarmas, inmensas batallas con alienígenas, héroes cuasidivinos y villanos perversos inauguraron un nuevo subgénero cuya vigencia aún permanece. El otro fue Robert A.Heinlein, y aunque su éxito no fue quizá tan instantáneo como el de Smith, la originalidad, calidad y verosimilitud de sus relatos le granjearon pronto y para siempre el título de Maestro.
Pero hay un tercer nombre, cuenta Asimov, que ejerció una influencia similar. Lo único que impidió que el nombre de Stanley G.Weinbaum fuera más recordado por futuras generaciones de lectores fue su temprana muerte y la brevedad de su obra.
Weinbaum nació en 1902 y su interés por la ciencia ficción se despertó a temprana edad: a los

Por fin, en el número 6 de julio de 1934 de la cabecera “Wonder Stories”, apareció su primer relato de ciencia ficción: “Una Odisea Marciana”… y lo cambió todo. Se hizo inmensamente popular desde el momento de su publicación, ha sido reeditada docenas de veces en antologías, sólo superada por “Anochecer” (Isaac Asimov, 1941) como favorita entre los cuentos de ciencia ficción. Se trata, además, de la única historia corta de los años treinta votada para figurar en el Science Fiction Hall of Fame por los Escritores de Ciencia Ficción de América, la organización que agrupa a los profesionales del género. Así, ¿qué tiene de especial “Una Odisea Marciana”?”.
Quien no sea lector habitual de ciencia ficción o esté acostumbrado a estilos literariamente más pulidos, puede que no entienda el por qué de tantos elogios. El estilo y caracterización de Weinbaum, aunque brillante, fluido y fresco cuando se comparaba con lo que habitualmente ofrecía la revista “Wonder Stories”, parece hoy algo inmaduro. Por otra parte, el Marte que describe, con sus áridos barrancos y sus desiertos multicolores, no se aleja mucho del Barsoom de John Carter. La diferencia hay que buscarla en otra parte: en su biología y su cultura.
Hasta que llegó Weinbaum, el tipo de extraterrestres que podía esperar encontrarse el lector de


Weinbaum siguió poblando otros planetas de nuestro sistema con extrañas ecologías e

La idea básica triunfó hasta tal punto e influyó en tantos escritores que, como uno de ellos, John Russell Fearn, confesó años más tarde, “todo el mundo imitaba a Weinbaum y el editor estaba harto”. A esas nuevas razas de seres racionales les acompañaban curiosas floras y faunas que no se parecían a nada de lo que hubiera en la Tierra: “Cristales espinosos y cactiformes, brillando con su propia luminiscencia interior, le rodeaban con una altura hasta su pecho y cubriendo el suelo de la grieta como una maraña de joyas grotescas. Se rompían con sonidos frágiles y tintineantes a medida que él se abría paso entre ellos. Largas, delgadas y peludas secciones palpaban la oscuridad y le tocaban de una forma mitad hambrienta mitad inquisitiva”.

Además, en contraste con la irrealidad y fantasía que rodeaba a los héroes de las space operas y romances planetarios, Weinbaum opta por reflejar el aspecto menos glamoroso del viaje espacial. En “Una Odisea Marciana”, por ejemplo, los astronautas (miembros de una expedición multinacional y no sólo americanos) arriesgan el equipo y la vida para recuperar unas grabaciones cuya exhibición en los cines de la Tierra servirán para cubrir los gastos de la expedición. En “Rescate de un secreto” se describe la peculiar y aburrida vida de los pilotos de naves espaciales; la situación laboral del minero autónomo en “La Luna Loca” es bien poco inspiradora…
Entre sus otros relatos podemos encontrar una temprana especulación sobre la ingeniería

Weinbaum fue, pues, un autor que se alejó de las fórmulas y estereotipos en mucha mayor medida que sus colegas de profesión, la gran excepción al tono arcaizante y occidentalizante de la frontera espacial en la ciencia ficción pulp de los años de la Depresión. Por desgracia, falleció de cáncer de garganta en diciembre de 1935, tan solo un año y medio después de empezar a publicar sus relatos. Su carrera fue tempranamente truncada antes de que siquiera pudiera ampliar y refinar su talento.
Pero su legado le sobrevivió. “Fantastic Adventures”, una publicación hermana de “Amazing


Con todo, Weinbaum fue uno de los escritores más influyentes del género en su etapa anterior a la eclosión de la revista “Astounding Science Fiction” en 1938. Asimov así lo reconoce:
“¿Y qué habría ocurrido si Weinbaum hubiese vivido? (…) ¿Y si hubiese permanecido, a lo largo de los años, en las revistas de ciencia-ficción como lo han hecho otros grandes talentos como Arthur C. Clarke, Poul Anderson e incluso Robert A. Heinlein? En ese caso, creo que nunca habría habido una Era de Campbell.
En 1938, cuando John Campbell asumió el control completo de la «Astounding», orientó el género

Pero Weinbaum era un autor Campbell antes de Campbell. Si Weinbaum hubiese continuado escribiendo, no habría habido ninguna revolución Campbell. Campbell se habría limitado a reforzar lo que indudablemente habría terminado llamándose la «revolución Weinbaum».
Y a la sombra gigantesca de Weinbaum, todos los autores Campbell se habrían encontrado en pedestales menos notables. Si Weinbaum estuviese vivo ahora(…), seguramente ocuparía el primer lugar en la lista de los escritores de ciencia-ficción favoritos de todos los tiempos”
Esta coleccion que afortunadamente aun obra en mi poder fue un autentico hallazgo, no solo por Weimbaum sino tambien por la posibilidad de leer obras de la epoca de oro de la ciencia ficcion. epocas en que todavia se creia en la vida en Marte o en Venus o la conquista del espacio era algo tan lejano como el año 2000. eras en que la computadora era una imensa maquinaria y los robots eran serviciales ( opeligrosos) humanoides muy comunes de ver. que epocas!!!
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