La "Guía del Autoestopista Galáctico" es uno de los libros más notables y, desde luego, uno de los más exitosos que hayan publicado jamás las grandes empresas editoriales terrestres. Su edición suele ser la de bolsillo y su extensión no llega a las 200 páginas. Se presenta con una cubierta de papel plastificado, sobre la que se ven impresas, en letras grandes e inconfundibles, las palabras "La Guía del Autoestopista Galáctico, de Douglas Adams". Lo que voy a contar en este artículo no es su historia (un libro de gran éxito basado a su vez en un serial radiofónico de éxito más moderado) sino la de la película que, gracias a un grupo de ineptos ejecutivos de Hollywood, tardó casi treinta años en llegar a la pantalla.
El
primer serial de la “Guía”, concebido por un ebrio Douglas Adams en un campo de
Innsbruck, se emitió en BBC Radio 4 en marzo de 1978 y congregó rápidamente a
una legión de seguidores que desempolvaron los vetustos receptores de radio que
rara vez encendían para sintonizar todas las semanas un programa que seguían con
un entusiasmo pocas veces visto desde la llegada de la televisión. Lo que transportaban
las ondas herzianas era una extraña, cómica, peculiar y muy inglesa historia de
ciencia ficción protagonizada por Arthur Dent, una forma de vida común y
corriente descendiente de simios (esto es, humano) a quien sucedían todo tipo
de eventos extraordinarios.
En primer lugar, se queda de piedra cuando su casita suburbana es derribada para permitir la construcción de una nueva vía de circunvalación. Pero la sorpresa se convierte en asombro cuando, pocos meses después, su planeta (la Tierra) explota como parte de los trabajos necesarios para construir una suerte de autopista interestelar. Casi peor, su viejo amigo Ford Prefect, en lugar del actor desempleado de Guilford que afirmaba ser, se revela como un reportero itinerante originario de un pequeño planeta en algún lugar de la proximidad de Betelgeuse, detiene una nave espacial que pasa por ahí y rescata a Arthur justo cuando la Tierra se vaporiza en el vacío cósmico.
Así comienza una aventura a través de la galaxia, en el curso de la cual Arthur
escuchará poesía compuesta por extraterrestres, será rescatado de una muerte
segura por una nave impulsada por la improbabilidad, presenciará el fin del Universo
desde el privilegiado mirador de un restaurante de lujo y aprenderá que la Respuesta
Definitiva a la Vida, el Universo y Todo lo Demás es... 42. Por el camino, conoce
a un presidente galáctico de dos cabezas llamado Zaphod Beeblebrow; un antiguo
escultor de planetas de nombre Slartibartfast; una estrella de rock que se
denomina igual que un agente inmobiliario de Islington; un androide paranoico
llamado Marvin; y una chica, Trillian (nacida Tricia McMillan), a quien Arhur
conoció una vez en una fiesta en la Tierra fracasando vergonzosamente en sus
intentos de mantener relaciones sexuales con ella.
La
primera de las adaptaciones de la serie a formato literario se convirtió en un
éxito de ventas instantáneo en 1979, y fue poco después, dijo Adams, cuando un
productor de Hollywood se puso en contacto con él y le ofreció 50.000 dólares
por los derechos cinematográficos. Sin embargo, lo que aquel productor anónimo
parecía buscar era menos una película fiel al espíritu de "La Guía del
Autoestopista Galáctico" y más algo como "Star Wars" con humor.
"Parecía que estábamos hablando de
cosas diferentes", le contaría años después Adams a Neil Gaiman (autor
de "Don't Panic: Douglas Adams & The Hitchhiker's Guide to the
Galaxy") "y una cosa tras otra
parecían no estar del todo bien". Adams se dio cuenta de que la única
razón por la que estaba considerando la oferta era el incentivo financiero, y
que, siendo esa su exclusiva motivación, no le parecía suficiente. “A veces me acusan de estar en esto solo por
dinero. Siempre supe que se podía ganar mucho con la película, pero cuando eso
fue lo único que me llevaba a hacerla... no quise. La gente debería recordarlo”.
En
1981, un año después de que la segunda novela, "El Restaurante del Fin del
Mundo", se convirtiera en otro best seller, la BBC produjo una serie de
televisión de seis capítulos protagonizada por gran parte del elenco radiofónico,
con la excepción de Geoffrey McGivern como Ford Prefect (David Dixon lo
reemplazó) y Susan Sheridan como Trillian (sustituida por Sandra Dickinson). La
serie fue un éxito rotundo en Gran Bretaña, cosechando excelentes críticas, propiciando
una nueva generación de fans, ganando varios premios y generando un intento -
"Gracias al cielo, abortado",
según Adams- por parte de la cadena de televisión estadounidense, ABC, de
producir una versión estadounidense. “Era como todas esas historias de terror
que has escuchado”, recordaría Adams, “Realmente no les interesaba lo buena que
fuera; solo querían muchos efectos especiales y no tener que pagar por ellos”.
Afortunadamente, cuando la cadena hizo cuentas y vio que el coste del episodio
piloto ascendía a 2,2 millones de dólares, abandonó la idea, momento en el cual
Adams ya había recibido cuatro veces su salario por escribir la serie completa
para la radio, con la única obligación de estar en las oficinas de la cadena
durante una semana.
Mientras
tanto, los planes para una posible película fueron revividos a sugerencia de un
célebre amigo de Adams, Terry Jones, miembro fundador de los Monty Python, para
cuyo programa televisivo, “Flying Circus” había colaborado Adams en su tramo
final. En 1981, Jones era un respetado guionista y director que había coescrito
y codirigido (con Terry Gilliam) dos películas de los Monty Python, "Los
Caballeros de la Mesa Cuadrada" (1975) y "La Vida de Brian"
(1979). Decidió proponerle a Adams una colaboración para sacar adelante una
película británica del Autoestopista. Para entonces, Adams ya había escrito,
reescrito y adaptado su obra para la radio, el teatro, la novela, un disco y la
televisión (amasando una inmensa riqueza con todo ello) y no tenía demasiadas
ganas de volver a realizar la misma tarea. "Corría
el peligro de convertirme en mi propio procesador de textos", dijo.
En
lugar de eso, sugirió crear una historia completamente nueva, coherente con
todo lo que ya había hecho antes para la saga, pero lo suficientemente autónoma
como para permitir una fácil incorporación a los nuevos fans. "Y eso resultó ser un dilema terrible",
admitió Adams, "Al final, Terry y yo
dijimos: 'Sería genial hacer una película juntos... pero empecemos desde cero,
y no hagamos Autoestopista'". Tal y como Jones le confesó al biógrafo
de Adams, MJ Simpson: "Creo que nos
topamos con el problema fundamental de cualquier intento de hacer una película
sobre el Autoestopista: que Arthur Dent no tiene demasiada personalidad y que
no hay mucho desarrollo del personaje”. Y eso por no mencionar, añadió, que
tampoco hay historia suficiente para rellenar noventa minutos de metraje.
"Es un maravilloso paseo por el
espacio con muchas cosas interesantes, divertidas y que invitan a la reflexión,
pero no es precisamente una narrativa. Carece
de principio, nudo ni desenlace, algo que, como Monty Python, sé que no debería
preocuparme, pero que, en cierto modo, sí importa cuando hablamos de noventa
minutos en el cine”. Aunque la colaboración no prosperó, ambos siguieron
siendo amigos y Jones escribiría más tarde una novelización del videojuego concebido
por Adams y titulado "Starship Titanic".
Mientras
tanto, a 9.000 kilómetros de distancia, en Hollywood, el Autoestopista llamó la
atención de un joven productor canadiense llamado Joe Medjuck, quien ya había
participado en dos películas con su compatriota canadiense Ivan Reitman: una
comedia con mucho éxito, “El Pelotón Chiflado” (1981), y un film de animación
que terminó en fracaso de taquilla, “Heavy Metal” (1981). Según dijo, tras
haber pasado por el infierno de producir esta última y acumular un buen grado
de experiencia, propuso a Reitman hacer otra, pero evitando los errores cometidos.
Así que él y otro de los productores de “Heavy Metal”, Mike C.Gross
(“Cazafantasmas”, “Alto o mi Madre Dispara”), empezaron a buscar material sobre
el que apoyarse.
En una
librería especializada en CF de Ventura Boulevard, Medjuck compró un volumen de
las aventuras de John Carter de Marte escritas por Edgar Rice Burroughs y los
dos primeros volúmenes de “La Guía del Autoestopista Galáctico”, este último
todavía no demasiado conocido en los Estados Unidos más allá de un pequeño
grupo de aficionados. Medjuck leyó ambas obras, le gustaron y se las pasó a
Gross y Reitman. Los tres coincidieron en que las dos novelas de Adams
combinadas, podrían servir de base para una gran película de animación. Medjuck
contactó entonces con el agente literario de Adams y éste le dio dos buenas
noticias: en primer lugar, los derechos estaban disponibles; en segundo lugar,
Adams vivía por entonces en la autopista del Pacífico, en Malibú, donde estaba
escribiendo con John Lloyd “The Meaning of Liff”, un diccionario de toponimia y
etimología escrito en clave de humor. Las malas noticias llegaron cuando se
reunió con Adams en su villa de alquiler. Medjuck recordaría: “Las primeras palabras que salieron de su
boca fueron: “No quiero hacer una película de dibujos animados”. Pero
Medjuck y Reitman estaban seguros de que era un buen material para su proyecto,
así que, con el apoyo de Columbia, el segundo compró los derechos, aunque con
una peculiar cláusula contractual: si al final se hacía le película, no sería de
dibujos animados.
“Douglas quería escribir el guion. No
recuerdo lo que le pagamos, pero creo que fue un montón de dinero. Creo que por
entonces a Douglas aún le atraía la idea de residir en California durante un
tiempo, alejado de Inglaterra, convertirse en guionista y ganar un montón de
dinero”. Los productores no veían ningún problema en que Adams jamás
hubiera escrito el guion de una película: “Era
su criatura y, obviamente, sabía como escribir guiones para la radio y, como
digo, él sabía que era divertido”. Adams alquiló una casa en las colinas de
Hollywood, en Coldwater Canyon, pagada por Columbia junto a sus gastos de
manutención, y se puso a trabajar. Medjuck recordaría: “Su idea era vivir allí quizá durante seis meses, trabajar en el guion y
luego haríamos la película”.
Inmediatamente,
Adams se dio cuenta de que quizá debiera haber hecho caso a esa vocecita
interior que siempre le había desaconsejado adaptar su obra al cine. Después de
todo, en la radio y la televisión, había dispuesto de tres horas, pero el
público de cine esperaba que se le contara una historia en menos de dos. “Simplemente, el material se niega a
organizarse”, dijo, subrayando que, si la película tenia cien minutos de metraje
y los primeros veinticinco narraban la destrucción de la Tierra, el resto de la
historia debería comprimirse en setenta y cinco. “Por su propia naturaleza, el “Autoestopista” siempre ha sido retorcido
y lleno de curvas, yendo en todas direcciones. Una película exige cierta forma
y disciplina que este material no se siente inclinado a admitir”. Al final,
Adams entregó un guion que, según Medjuck, tenía doscientas páginas y que era
una traslación directa, punto por punto, del libro.
Aquello,
obviamente, no se podía rodar, había que acortarlo. Esto es razonable, pero
algunas de las pegas que pusieron los productores eran fruto de su absoluta
incomprensión del humor de Adams. Tal y como recordaría luego el autor: “Reitman me llamó y me dijo: "Bueno, el
guión es bastante interesante. Me gustan algunas cosas y hay otras que me
gustaría comentar contigo. Por ejemplo, tienes esta parte en la que vamos a
encontrar la respuesta a esto que llamas la Pregunta Definitiva sobre la vida,
el universo y todo lo demás. Quiero decir, eso es genial, es fantástico, la
gente quiere saber ese tipo de cosas, particularmente aquí en California. ¿Y
luego qué haces? Solo dices que es 42. Bueno, creo que el público se va a
sentir muy molesto con eso". Así que pensé: "Aquí hay un tipo que
acaba de comprar dos galones de helado con chispas de chocolate y se queja de
todos esos grumos negros que tiene". En realidad, nunca había leído el
libro. O sea, tiene 156 páginas y estos son unos hombres de Hollywood muy
ocupados”.
Medjuck,
consciente del olfato de Adams para las buenas historias y de sus habilidades
como narrador, no se creyó ni una sola palabra. “Iván no habla así. «Es genial, es fantástico... sobre todo aquí en
California», es algo que jamás diría. ¡Somos canadienses, no californianos! Es
un cuento gracioso, pero no es cierto. Tampoco lo es que no hubiera leído el
libro”. Al parecer, tampoco era cierto que Reitman quisiera cambiar la
respuesta a la Pregunta Definitiva. "No
queríamos una respuesta diferente. Lo que sí pedíamos era que, tras divagar un
poco, lo cual no nos importaba, llegáramos a algún tipo de resultado, que es lo
que hacen la mayoría de las películas. “El sentido de la vida es 42" está
bien cuando se lee el libro y es bastante divertido en el programa de radio,
pero no queremos que el final sea anticlimático".
“La actitud de Douglas —y tenía buenas
razones para ello— era que cada vez que cambiaba el Autoestopista para llevarlo
de un medio a otro, la gente al cargo de ese nuevo medio creía saber mejor que
él cómo debía desarrollarse su historia. Eso era lo que no le gustaba de los
programas de televisión. Su actitud, ganada a pulso, era que se trataba de su
criatura y que, sin importar en qué medio se presentara, él sabía cuál era su
esencia, lo cual no es descabellado. Y nuestra actitud era: «Sí, es cierto.
Pero no creemos que esto se ajuste a un medio en el que la gente va y se sienta
en un cine para tener una experiencia. Suelen necesitar algún tipo de narrativa
clásica, al menos emocionalmente. Las películas tienen una estructura emocional
además de una narrativa. Los libros no tienen por qué funcionar exactamente
así, ni tampoco cualquier tipo de serializacion, porque, obviamente, las
expectativas son diferentes”.
Por lo
visto, Adams no tenía problemas con algunos de los cambios sugeridos por
Reitman, Medjuck y Gross. Éstos querían que al menos uno de los personajes
fuera estadounidense, para así poder escoger a un actor de esa nacionalidad. De
hecho, pensaban en Bill Murray, con quien ya habían trabajado en “El Pelotón
Chiflado” y “Los Albóndigas en Remojo” (1984). “Creo que, en realidad, íbamos a hacer que Ford fuera estadounidense. No
recuerdo los cambios que tuvimos que hacer para que fuera alguien del espacio
exterior que, aunque con acento estadounidense, terminara llamándose Ford
Prefect; creo que logramos algo que no requería más de dos o tres frases para
explicarlo… o que no se explicaba en absoluto. No nos importaba que la historia
transcurriera en Inglaterra, ni que contara principalmente con actores
ingleses; una vez que llegaran al espacio exterior, pensamos que podrían ser de
cualquier país. Pero queríamos que uno de los personajes principales fuera
interpretado por un actor estadounidense, y Douglas no tuvo ningún problema con
eso".
Con lo
que sí tenía problemas el escritor era con que los productores trataran de
forzar la inclusión de una estructura narrativa más tradicional. “No puedo recordar cuánto se prolongó ese
tema, pero sí cuándo terminó. Recuerdo que tuvimos una reunión con Douglas en
la casa de Ivan, y no fue bien. Douglas se estaba cabreando mucho. Los dos
tenían un carácter muy fuerte. No es que se gritaran ni nada parecido, pero no
se movían de sus posiciones. Ivan decía que quería algún tipo de estructura
narrativa, y Douglas decía que no, que la obra era como era”. Ante la
inmovilidad de los participantes, el proyecto se estancó.
Michael
C.Gross recordaría más tarde que él, Adams y Medjuck se hicieron buenos amigos
durante aquella época. “Hicimos bastante
vida social y celebramos fiestas en mi casa, fiestas de piscina. Nos llevamos
bien y entendíamos nuestras respectivas necesidades”. La relación con
Reitman no discurrió con tanta fluidez. Éste tenía una forma de ser y de hablar
que chocaba frontalmente con Adams, quizá no tanto por su carácter como porque
era inglés. Ivan ya había tenido problemas con otro de sus pasados
colaboradores, Gerry Potterton, director de “Heavy Metal” y también británico. Gross
añadiría: “Ivan y yo tuvimos más tarde un
director en una película que fue un fracaso y en un momento dado Ivan dijo, “Es
que no veo lo que ven los ingleses. Puede que yo sea canadiense, pero
esencialmente soy norteamericano, y esa gente son demasiado ingleses”.
Pero
quizá el auténtico problema fuera que Douglas Adams estaba harto del
“Autoestopista”. En pocos años había hecho todo tipo de adaptaciones, revisado
docenas de veces el material y odiaba tener que sentarse y ponerse de nuevo a
realizar todo el proceso para gente que, según su punto de vista, no comprendía
realmente su obra. En un momento dado, los productores se centraron en
“Cazafantasmas” (1984) y, como fue un proyecto bastante largo, dejaron que
Adams, ligado por contrato, continuara escribiendo el guion a su aire. Cuando
terminó su tercer borrador, Medjuck se lo pasó a Columbia para que le pagaran
los honorarios sin que el estudio mostrara interés alguno en llevarlo a la
pantalla. Todo el mundo estuvo de acuerdo en que, en ese punto, lo mejor era
que cada cual se fuera por su lado.
Con
Reitman ocupado en la postproducción de “Cazafantasmas”, Medjuck y Gross
continuaron desarrollando el proyecto del Autoestopista Galáctico. Concertaron
una reunión con el director Rob Reiner, que acababa de obtener un éxito con “This
is the Spinal Tap” (1984), una película que a priori parecía tener poco que ver
con el humor de las novelas de Adams. Sin embargo, Reitman supo ver que Reiner
era un director que reconocía lo que era divertido y lo hacía funcionar. Le
enviaron los libros y, posiblemente, también las cintas del programa
radiofónico. Reiner no había oído hablar de ello, pero le gustó el material y
se ofreció a escribir el guion. De manera un tanto incomprensible, cuando
Medjuck le pidió una copia de su borrador para leerlo, Reiner se indignó por
tener que someter su trabajo a la supervisión de quien iba a pagarle la película.
Una vez más, todo quedó en vía muerta.
(Finaliza en la siguiente entrada)
que interesante articulo, me suena un poco a la serie doctor Who, el tipo de humor y lo alocado de la historia, con lo que comentas me dio ganas de buscar el libro, o alguna emisión...
ResponderEliminarsaludos y ahora a leer la parte dos.
el primer libro es imprescindible. Búscalo.
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