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sábado, 16 de febrero de 2019
¡TIGRE!, ¡TIGRE! – La película que nunca fue
A mediados de los años cincuenta, el escritor Alfred Bester publicó una historia serializada en cuatro partes titulada “¡Tigre! Tigre!” en las páginas de la revista “Galaxy Science Fiction”, la misma cabecera en la que había aparecido su anterior novela, “El Hombre Demolido”, tres años antes. El impacto de ambas obras, su desbordante imaginación e impecable estilo se dejó sentir en todo el mundo literario de la CF. Aunque sus inicios como autor habían transcurrido dentro de la tradición pulp, para cuando apareció “El Hombre Demolido” quedó claro que Bester ya no apelaba al público adolescente que se conformaba con una premisa fascinante sino a un lector más sofisticado que exigía además un desarrollo sólido.
Sobre Alfred Bester y esas dos obras ya hablé extensamente en sus respectivas entradas, así que me remito a ellas para más información. Además de servir de entretenimiento e inspiración a tres generaciones de autores y aficionados a la CF, “¡Tigre! ¡Tigre!” (conocido en otros países como “Las Estrellas Mi Destino”) es también una narración pletórica de energía que, tras más de sesenta años desde su publicación, ha envejecido fenomenalmente bien y sigue siendo elogiada por críticos y fans. Con semejante prestigio, no puede sorprender que Hollywood pusiera sus ojos sobre ella, pero ningún estudio se animó a rodarla ni durante la primera gran ola del cine de CF en los cincuenta ni tras el renacimiento del género en las pantallas tras el estreno de “Star Wars” en 1977, cuando prácticamente todos los derechos sobre relatos y novelas de CF existentes hasta el momento fueron comprados por una u otra productora, ansiosas todas de aprovecharse de la nueva moda. Tampoco se animó nadie a hincarle el diente en los noventa, cuando el nuevo arsenal de efectos digitales permitió dar forma a prácticamente cualquier cosa. Con todo y a lo largo de los años, no han sido pocos los profesionales que han sido contratados para escribir tratamientos de guión factibles, entre ellos Michael Backes (“Sol Naciente”), David Giler (franquicia de “Alien”), Lorenzo Semple Jr (“El Último Testigo”, “Los Tres Días del Cóndor”, “Flash Gordon”) o William Wisher (“Terminator 2” y “Juez Dredd”).
Durante muchos años, los derechos de la novela estuvieron en manos de un misterioso millonario residente en Hawai y que soñaba con llevar a la pantalla las desventuras de Gully Foyle figurando él mismo como productor. Su guionista predilecto fue Steven E.de Souza, una estrella en ascenso con títulos en su haber como “48 Horas”, “Comando” o “Perseguido”. De Souza recuerda que la primera vez que supo algo del proyecto fue alrededor de 1988, cuando “el hombre de Hawai” se presentó en su oficina en los estudios Warner para invitarle a escribir el guión. De Souza conocía bien la obra original, pero no estaba tan seguro acerca de la capacidad de su interlocutor para producir semejante película, una sospecha que se agrandó cuando aquél le entregó un borrador inicial que, según decía, había escrito un guionista de Hawai al que conocía y que podía servir de punto de partida.
De Souza se quedó horrorizado por la nefasta calidad de aquel guión en todos sus aspectos: estructura, caracterización, diálogos… Un examen algo más atento le reveló que con mucha probabilidad el autor del mismo era el propio millonario, algo que él mismo le confirmó durante una segunda reunión y tras algunas mentiras piadosas en forma de alabanza. Las negociaciones continuaron ya entre este individuo y el agente del guionista pero fracasaron al insistir el primero en tener la última palabra sobre el guión y efectuar los cambios que estimara convenientes. En ese punto de su carrera y después de una flamante cadena de éxitos, De Souza se sentía con fuerzas para imponer su criterio y no quería que un guión con su nombre pero sin su aprobación final circulara por Hollywood en detrimento de su prestigio profesional. Ahí acabaron las conversaciones.
Hubieron de pasar varios años, hasta 1992, para que De Souza volviera a oír hablar de “¡Tigre!” ¡Tigre!”, en esta ocasión durante una conversación con Joel Silver, quien había producido varias películas escritas por él, como “Comando”, las primeras dos entregas de “La Jungla de Cristal” y “El Gran Halcón”. Silver le comentó que los derechos estaban entonces en posesión de Richard Gere, actor en la cresta de la ola tras éxitos como “Oficial y Caballero”, “Pretty Woman” o “Asuntos Sucios”. A Silver le atraía la idea de producir una adaptación de la novela con Gere como protagonista y De Souza como escritor. Los tres se reunieron durante una fiesta y discutieron la posibilidad de sacar adelante el proyecto. A Gere, como actor que era, le interesaba solamente la evolución del protagonista a lo largo de la historia, de individuo iletrado y gobernado por sus instintos a asesino impulsado por la ira ciega de la venganza, sofisticado hombre de mundo y, por fin, benefactor de la humanidad.
De Souza, en cambio, estaba más preocupado por cómo presentar al espectador un futuro radicalmente distinto del nuestro sin provocar su confusión. En la novela, la teleportación es algo común que todo el mundo puede realizar, lo cual ha transformado completamente la sociedad y las relaciones personales a todos los niveles. Bester explicaba muy bien cómo se había descubierto ese fenómeno y cómo el hombre había adaptado sus actividades y actitudes al mismo. Pero una película, con sus dos horas de duración, tenía mucho más difícil describir ordenadamente ese proceso histórico-social. De Souza sugirió que una solución: hacer que la teleportación fuera posible no mediante un acto de voluntad como en el libro, sino mediante el uso de tecnología (algo parecido a lo que años más tarde se vería en la serie “La Tierra: Conflicto Final”). En cinco minutos de exposición inicial, podía describirse claramente la situación de partida.
Pero resultó que Gere no era en realidad dueño de los derechos sino que se había asociado con el millonario hawaiano, el cual volvía a tener un nuevo guión… que seguía adoleciendo de todo aquello que a De Souza le molestaba, como la voz en off y la figura del mentor al estilo de Obi Wan-Kenobi. Estaba claro que, o bien el millonario había vuelto a escribir el guión o había modificado a su parecer uno ajeno. La situación volvía a estar en tablas. A instancias de Richard Gere y Joel Silver, el departamento legal de Warner Brothers trató de convencer por todos los medios a aquél de que dejara trabajar sin interferencias a un guionista profesional, pero no hubo forma.
Cualquiera de las dos eventualidades que ocurriera primero, la muerte del millonario o que su opción para rodar la adaptación expirase, el caso es que ésta acabó pasando a manos del productor alemán Bernd Eichinger, que había producido “La Historia Interminable” y cofundado el sello “Constantine”. Eichinger esperaba asegurarse la financiación de “Las Estrellas Mi Destino”, una película que sin duda iba a ser muy costosa, contratando al famoso dibujante de comics e ilustrador Neal Adams para que crease diseños conceptuales para la misma. Este tipo de trabajo a menudo sirve mejor que un guión para explicar el tono y argumento de la película a alguien que ni conoce la novela original ni tiene tiempo para leerla. Adams no se conformó con hacer los veinticinco dibujos que tenía contratados por su tarifa de 50.000 dólares, sino que ofreció además varias directrices sobre cómo estructurar la historia. No obstante, al final aquel proyecto tampoco llegó a ninguna parte.
Lo más cerca que “¡Tigre!”, ¡Tigre!” ha estado de las pantallas de cine fue en 1996, cuando el director británico Paul W.S. Anderson anunció que esa adaptación sería su tercera película tras “Shopping: De Tiendas” (1994) y “Mortal Kombat” (1995), esta última una traslación al cine del famoso videojuego que funcionó muy bien en taquilla. Aunque la guionista Hilary Henkin (“De Profesion: Duro”, “La Cortina de Humo”) recuerda haber trabajado con Eichinger y el coproductor Robert Kulzer durante este periodo, al guión que Anderson y su socio Jeremy Bolt querían utilizar era un borrador firmado por David Giler y William Wisher, utilizar los diseños conceptuales realizados ad hoc por Trevor Goring y no dejar que los efectos especiales se apoderaran de lo que consideraban básicamente un drama shakesperiano cuya base era la caracterización de personajes, una afirmación curiosa viniendo del responsable no sólo de “Mortal Kombat” sino de las futuras sagas “Resident Evil” y “Alien vs Predator”.
Aunque Anderson al final decidió que su siguiente película sería “Horizonte Final” (1997), un híbrido de ciencia ficción y terror, el productor Jeremy Bolt siguió convencido de que la adaptación de la novela de Bester se haría en el inmediato futuro. Cuando al final ello demostró ser imposible, Anderson dirigió otro film de CF, “Soldier” (1998), protagonizado por Kurt Russell y escrito por David Webb Peoples, guionista de “Blade Runner” (1982) o “Doce Monos” (1996). Para muchos, “Soldier” contenía bastantes de los temas presentes en “Las Estrellas Mi Destino”, sobre todo la idea de un matón tatuado que se enfrenta a sus superiores, quienes le consideran como simple carne de cañón, descubriendo su humanidad en el proceso.
El interés de Anderson y Bolt por adaptar el libro de Bester se disipó en el momento en que Warner Bros dio luz verde a “Soldier” (que, por cierto, fue uno de los más caros fracasos del estudio), pero Constantin Films mantuvo vivo el proyecto llegando a firmar un acuerdo de distribución con la 20th Century Fox, el estudio que a mediados de los noventa y casi en solitario había revivido el género en las pantallas grandes y pequeñas con “Expediente X” e “Independence Day”. Tras gastar varios millones de dólares tratando de obtener un guión viable, Bernd Eichinger encargó a Rudy Gaines y John Rice, que habían trabajado en televisión antes de escribir muchos guiones bien conceptuados pero nunca rodados, el elaborar desde cero un tratamiento de “Las Estrellas Mi Destino”.
El dúo ni había leído la novela ni conocía a Alfred Bester, así que realmente comenzaron desde el principio, dándose cuenta de que hacer una traslación fiel iba a ser imposible. A comienzos del siglo XXI, la teleportación ya era algo muy viejo en la televisión y, además, tenía el mismo problema que ya había detectado De Souza veinte años atrás. Así que eliminaron esa parte de la historia –y, con ella, buena parte de lo que hace fascinante el universo imaginado por Bester- y se concentraron en narrar una historia de venganza y misterio alrededor del ataque a la nave en la que viajaba Foyle. Aun más, le dieron un interés amoroso que fallecía a resultas de dicho ataque y que reforzaba la motivación vengativa del personaje durante el resto de la historia. Cada una de estas decisiones creativas no sólo alejaba más la historia de su referente original sino que la convertía en una narración de lo más convencional.
Pero a pesar del entusiasmo vertido en el proyecto, el dinero gastado y los comentarios elogiosos y optimistas de Constantin Films y la 20th Century Fox, “¡Tigre!”, ¡Tigre!” volvió a quedar varado en el dique seco. Fox dejó caducar su opción y en marzo de 2006, la revista “Variety” anunció que Universal había adquirido los derechos. Lorenzo di Bonaventura (antiguo ejecutivo de Warner que había dado luz verde a “Matrix”) y Raymond Wagner (“Socios y Sabuesos”) fueron nombrados productores. Un año después, el prestigio en Hollywood de Bonaventura aumentó todavía gracias al éxito de “Transformers” y el concepto de la teleportación recobró su familiaridad ante los espectadores gracias a la teleserie “Heroes” o la película “Jumper”. Aunque los hados parecían de nuevo propicios, una vez más, todo acabó en limbo y nada nuevo se ha sabido al respecto desde entonces.
Y es que “¡Tigre! ¡Tigre!” es una película dificilísima de llevar a la gran pantalla, al menos desde el punto de vista de la fidelidad. Tiene una estructura episódica, un personaje violento y poco heroico, escenas muy duras y temas difícilmente reducibles a clichés digeribles por el gran público. Pero incluso aunque sólo se respete el esqueleto más básico de la novela (la venganza, el misterio y la acción), es necesario subir a bordo a actores de renombre, un director de peso y que el estudio esté dispuesto a gastarse muchos millones en producir y publicitar una película basada en una novela muy conocido en el círculo de la CF pero no tanto entre el público generalista. Y hoy, en el mundo de las franquicias superheroicas, de los interminables y monótonos Aliens, Terminators, Predators y remakes de viejas glorias, es difícil que esas estrellas se alineen.
Excelente revisión, como siempre. ¡Tigre, Tigre! es una de mis novelas favoritas, me ha sorprendido saber que hubieron tantos intentos de llevarla a cabo. La historia del productor hawaiano es tronchante. ¿Lo he soñado, o se llegó a mencionar a Arnold Schwarzneger como protagonista en algún momento? Personalmente, y considerando la cantidad de personajes pintorescos que la habitan, creo que la mejor aproximación sería una miniserie. Aunque todo y especialmente el final a lo 2.001 quedaría mucho mejor en pantalla grande , está claro
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