“Star Wars: Episodio IX – El Ascenso de Skywalker” es, probablemente, la película más floja de toda la saga, lo cual es decir mucho cuando se trata de una franquicia que incluye entregas como la universalmente denostada “La Amenaza Fantasma” (1999).
“El Ascenso de Skywalker”, el cierre de la tercera trilogía de Star Wars, vino acompañado, como ya era habitual en todos los films de la franquicia concebidos en el seno de Disney, de toda una serie de problemas durante la producción. Con la excepción de “El Despertar de la Fuerza” (2015), primera entrega de esta trilogía, el resto de las películas han padecido un accidentado proceso en el que el estudio intervenía en la producción, despedía a directores y, asustado por los estudios de mercado, forzaba la repetición del rodaje de ciertas escenas. “El Ascenso de Skywalker” no fue diferente.
Originalmente, el director elegido para encabezarla fue Colin Trevorrow, que había firmado el éxito independiente “Seguridad No Garantizada” (2015) y el blockbuster “Jurassic World” (2015), pero acabó marchándose tras el deterioro de las condiciones de trabajo impuestas por Lucasfilm, que había rechazado muchos de sus borradores de guion (aunque Trevorrow y su coguionista, Derek Connolly, sí reciben acreditación en la película definitiva).
Así que el estudio decidió volver a llamar a J.J.Abrams, que ya había dirigido y producido “El Despertar de la Fuerza”, con el encargo de dirigir y reescribir desde cero “El Ascenso de Skywalker”. Pero claro, ese cambio a mitad de producción tuvo como resultado graves problemas narrativos derivados del deseo de Abrams de imponer su visión en una película que no fue pensada por él ni para él y que, además, continuaba otra en la que tampoco había intervenido.
Para ser justos, algunos de los problemas de “El Ascenso de Skywalker” se debieron a factores externos. Carrie Fisher falleció en 2016, durante los estadios iniciales de la producción, y siempre se tuvo la sensación de que la tercera película de la trilogía se centraría en Leia de la misma manera que “El Despertar de la Fuerza” lo había hecho en Han y “Los Últimos Jedi” en Luke. Como resultado, es comprensible que la película esté continuamente buscando la mejor forma de llenar ese vacío.
El Emperador Palpatine (Ian McDiarmid), al que todo el mundo creía muerto, ha empezado de nuevo a transmitir mensajes. Kylo Ren (Adam Driver) rastrea la fuente hasta un planeta de difícil acceso, Exegol, donde el todavía vivo Palpatine ha estado construyendo una inmensa flota de Destructores Estelares. Nombra a Ren líder de la Primera Orden con instrucciones de buscar y atrapar a Rey (Daisy Riley). Mientras tanto, Finn (John Boyega) y Poe Dameron (Oscar Isaac) han recibido informes de inteligencia sobre los planes de Palpatine gracias a un espía infiltrado en la Primera Orden. Rey cree que Luke Skywalker dejó tras de sí un cazarrutas, un dispositivo que les mostrará el camino hasta Exegol. Ella, Finn, Poe y los droides parten a bordo del Halcón Milenario hacia el planeta Pasaana para encontrar ese dispositivo sith. Kylo Ren, entretanto, moviliza todas sus fuerzas para encontrarlos.
“El Ascenso de Skywalker” afrontaba unos desafíos muy serios no sólo como colofón de una franquicia seguida por millones de fans sino a raíz de los problemas de producción que comentaba al principio y que invirtieron las probabilidades de éxito en su contra. Se diría incluso que el director-guionista era consciente de ello cuando, en un momento determinado, Poe hace un aterrizaje forzoso con el Halcón Milenario en la boscosa luna de Endor. Cuando la ex – soldado de asalto Jannah se queja, Poe dice: "Los he visto peores", a lo que ella responde: "Y yo mejores".
Pero muchos de los errores de la película no son tanto accidentes producto de la torpeza como de decisiones narrativas conscientes y de resultados catastróficos tanto en la historia que cuenta como en la forma de hacerlo. Siempre que “El Ascenso de Skywalker” llega a una encrucijada narrativa, se empeña invariablemente en elegir el camino equivocado. Esto ya es malo en sí mismo, pero peor aun en tanto cuanto se tiene la sensación de que tales decisiones fueron motivadas por la cobardía. Y es que después de la intensa reacción negativa de los fans a “Los Últimos Jedi” (2017) –y sobre el que volveré luego- “El Ascenso de Skywalker” parece un repliegue a zona amiga. Si Rian Johnson, como dije en el artículo respectivo, había intentado hollar nuevos territorios para la franquicia, esta última entrega se limita a barajar elementos ya muy sobados por la misma y abrazar el conservadurismo más rancio.
J.J. Abrams es un director y productor astuto, pero incluso un análisis superficial de su trayectoria evidencia que su popularidad se sustenta en el reciclaje. De las seis películas que había dirigido hasta entonces, cinco de ellas –“Misión: Imposible III” (2006), “Star Trek” (2009), “Star Trek: En la Oscuridad” (2013), “El Despertar de la Fuerza” y “El Ascenso de Skywalker”– eran entregas de exitosas franquicias preexistentes y todas ellas, además, derivadas de otras películas y programas de televisión. Incluso, la única cinta original de Abrams, “Super 8” (2011), era un descarado homenaje al cine juvenil de los 80 protagonizado por un grupo de muchachos que trataban de imitar a Spielberg.
Como ya había hecho en las películas de “Star Trek” y “El Despertar de la Fuerza”, Abrams demuestra su talento para destilar el espíritu que había convertido a los originales en iconos de la cultura popular y trasplantarlo a un producto superficial pero atractivo, tan sencillo en su fondo como sofisticado en su forma. Sus películas exhiben un gran nivel de pericia visual, están trufadas de efectos especiales y montajes dramáticos. Pero si se examinan más de cerca, carecen de la profundidad y trascendencia de los referentes. “El Ascenso de Skywalker” ofrece los abundantes manierismos del director desde el comienzo, sobre todo un sentido del ritmo implacable y acción a raudales, pero poca sustancia real. Siendo como es un director de peso, capaz de obtener un considerable grado de libertad creativa de un estudio como Disney, es una lástima que la utilice simplemente para fabricar un caramelo con un envoltorio y color diseñados para satisfacer e incluso impresionar al espectador medio, pero con un sabor insípido y nada memorable.
La tercera trilogía cuenta con la distinción de haber recuperado a todos los personajes supervivientes de la trilogía original: Han, Leia (que aquí aparece como un avatar digital animado a partir de imágenes rodadas en las películas anteriores y utilización de dobles de cuerpo), Luke, Chewie, R2D2, C3P0 e incluso el Halcón Milenario y el sable láser de Luke. Por si esto no fuera suficiente, “El Ascenso de Skywalker” trae de vuelta a un envejecido Billy Dee Williams como Lando; y a Ian McDiarmid, una vez más, como Palpatine. Hay incluso cameos de personajes menores como el Almirante Ackbar, los Ewoks y Dennis Lawson como Wedge, más los Destructores Estelares originales, cazas TIE, el Ala-X de Luke, una visita a los restos de la Estrella de la Muerte y un chiste final sobre que Chewbacca sí recibió finalmente su medalla de manos de la princesa Leia en “Star Wars IV: Una Nueva Esperanza”.
Queda claro, por tanto, que “El Ascenso de Skywalker” es una película que mira obsesivamente al pasado. De hecho, es parte de una trilogía cuyos elementos narrativos, decorados, personajes y temas se establecieron entre 1977 y 1983. Es más, cuenta una historia que tendría poco o ningún sentido de haberse presentado como trilogía original y el resto de las películas como precuelas, porque gran parte de su trama se refiere a acontecimientos importantes del pasado. No son pocas las escenas que “homenajean” de forma inequívoca momentos muy recordados de las películas anteriores y cuyo único propósito es apelar a la nostalgia de los aficionados veteranos: el espíritu de Luke sacando del agua su antiguo Ala X; la visita de Rey a la granja de Owen y Beru en Tattooine; el plano de Rey y BB8 perfilados contra el ocaso de los soles gemelos…
Al igual que había pasado con películas como “La Liga de la Justicia” (2017), continuamente se tiene la sensación de que “El Ascenso de Skywalker” se ha moldeado escuchando a las voces más ruidosas de Internet y adaptando su historia, tema y tono para apaciguar sus exigencias tras “Los Últimos Jedi”. La ironía es que ninguno de los parches y forzadas rectificaciones, sean impuestas por el estudio o por Abrams, lograron satisfacer a esos fans que vuelcan su indignación en Internet y, de hecho, la película tiene peores calificaciones en las webs que se dedican a recoger estadísticas. Disney y Abrams deberían haber sabido que nada de lo que hagan satisfará nunca a esos sectores adoradores de una pureza que probablemente nunca tuvo la franquicia. Jamás aceptarán plenamente una película protagonizada por Rey y Kylo Ren y no reducirán su nivel de hostilidad frente a cualquier tentativa de probar caminos nuevos (por “traicionar” el espíritu esencial) o replicar lo ya probado (por ser mera copia). Sin embargo, al tratar de recuperar a esos fanáticos para la causa de la nueva trilogía, “El Ascenso de Skywalker” aliena a aquellos que originalmente sí gustaron de los nuevos protagonistas, quizá por lo que representaban, quizá por aportar sangre y caras nuevas al universo Star Wars.
De nuevo, parece como si los guionistas, inconscientemente, hubieran volcado todas estas tensiones en la propia historia. Al comienzo de la película, Rey está entrenando en el bosque bajo la supervisión de Leia. Abrazándola, ésta le susurra a su pupila: “Sé siempre tú misma, Rey”. Al mismo tiempo, Kylo Ren se ha embarcado en la misión de encontrar al Emperador Palpatine y percibe en su mente la cínica voz del Sith: "He sido cada voz que alguna vez escuchaste dentro de tu cabeza". Pues bien, “El Ascenso de Skywalker” elige escuchar esas voces oscuras en lugar de buscar la forma de ser ella misma.
J.J.Abrams firma el guion junto a Chris Terrio, quien también había escrito los de “Argo” (2012), “Batman contra Superman” (2016) y la mencionada “La Liga de la Justicia” (2017). Ambos diseñan una trama pensada para dificultar su discusión so pena de cometer spoilers pero que es básicamente una larga cadena de secuencias repletas de efectos especiales destinada a abrumar al espectador e impedir que vea los agujeros de la historia. Algunos comentaristas han bautizado la fórmula utilizada como “Trama por Cupones”, muy frecuente en el género fantástico y que consiste en conformar uno o varios equipos de personajes que, afrontando etapas escalonadas con sus respectivos peligros, parten en busca de los objetos e información que necesitarán para derrotar al gran villano. Toda la trama de “El Ascenso de Skywalker” parece impulsada por saltos de un “cupón” al siguiente: la información proporcionada por el espía anónimo, la búsqueda del Cazarrutas, luego la de la Daga Sith con la información codificada, la búsqueda de la nave abandonada de Luke, la de alguien que pueda descifrar la información codificada en el cerebro de C3PO…
Este énfasis en la trama cumple la conveniente función secundaria de desplazar otros elementos narrativos básicos como el tema, el personaje o las “grandes ideas” que tradicionalmente han sido el sustrato de las mejores películas de género fantacientífico. Esta es una de las tretas de la que se sirven muchos blockbuster modernos temerosos de lidiar con ideas de calado o potencialmente polémicas (aquel mismo año, por ejemplo, se estrenó otro ejemplo: “Godzilla: Rey de los Monstruos”). Reducir la trama a una serie de eventos entrelazados en una rápida sucesión y adornados por efectos digitales de última generación deja poco espacio para abordar el tipo de material que podría herir susceptibilidades en Internet.
Este atiborramiento de la narrativa probablemente fuera una reacción a lo que Rian Johnson había pretendido en “Los Últimos Jedi”. La entrega central de la trilogía fue probablemente la más ambiciosa y visualmente atractiva de la franquicia, pero adolecía de evidentes problemas de ritmo. Con todos sus problemas, el guionista/director se permitió explorar ideas subversivas alrededor de las presunciones tradicionales sobre las que se había asentado siempre la franquicia. Aunque el resultado no fue del todo satisfactorio, al menos se intentó explorar una nueva dirección.
“Los Últimos Jedi” fue un éxito comercial y de crítica. La recaudación cuadruplicó el presupuesto y recibió mayoritariamente comentarios laudatorios en páginas como Rotten Tomatoes o MetaCritic. El público incluso la calificó positivamente en las encuestas de CinemaScore. Sin embargo, ciertos círculos de los fans más conservadores se tomaron muy a mal las ambiciones de la película y lanzaron una campaña en la que incluyeron la producción de montajes “sólo masculinos”, la presentación de manifiestos y el acoso en redes sociales a los actores.
Estos aficionados eran una minoría, pero muy ruidosa. Es más, tras el éxito de campañas como GamerGate (ciberacoso a través del uso del hashtag #GamerGate que tuvo lugar a partir de 2014 en plataformas tales como Reddit, 4chan o 8chan contra varias mujeres de la industria de los videojuegos) y las elecciones a la presidencia de Estados Unidos de 2016, se organizaron siguiendo las lecciones aprendidas allí, alterando los ratings de varias webs a base de perfiles falsos, creando sus propias comunidades radicalizadas en YouTube, popularizando apodos ofensivos (“Ruin Johnson”, “Jar Jar Abrams”) y encargándose de mortificar a cualquiera que se atreviera a confesar en las redes sociales o los medios de comunicación el haberse divertido con “Los Últimos Jedi”.
Este tipo de detestable comportamiento se ha convertido en estándar para las franquicias milmillonarias. Es conocida aquella iniciativa de los fans de Star Trek que consistió en pagar páginas de anuncios en la prensa protestando contra “La Ira de Khan” (1982). Incluso la novelización de “Aquel País Desconocido” (1991) se utilizó para dar voz al disgusto de los fans. Ciertos aficionados tienen una visión muy particular de lo que debería ser la franquicia objeto de sus desvelos y se quejan de todo lo que no se ajuste a sus expectativas. Sin embargo, en lugar de distanciarse y centrar su pasión en otras obras, se sienten ofendidos personalmente y disparan agresivamente sus quejas contra quienes estiman responsables de su decepción.
En demasiadas ocasiones, “El Ascenso de Skywalker” parece un acto de apaciguamiento pensado para calmar a esos círculos de fans minoritarios pero agresivos y antagonistas de las ideas -para ellos radicales e improcedentes- vertidas en “Los Últimos Jedi”, por ejemplo, situar a mujeres en posiciones de autoridad y con mayor sabiduría que los héroes nominales; que un personaje icónico como Luke Skywalker reflexione sobre su vida y llegue a la conclusión de que ha fracasado al no haber sabido hacer de la galaxia un lugar mejor; o que un héroe/heroína de una narrativa fantacientífica no necesite provenir de un linaje ilustre de campeones.
(Finaliza en la siguiente entrada)
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