Albert Monteys ha demostrado desde hace muchos años y en múltiples ocasiones tanto su amor por la Ciencia Ficción como su conocimiento de los iconos, temas y conceptos más representativos de la misma; los cuales, además, ha abordado en registros y formatos muy diferentes, desde el entretenimiento ligero y afectuoso como “Calavera Lunar” (1996) a las historias más elaboradas del webcomic “Universo” (2014), la compleja adaptación de la novela “Matadero Cinco” (2020) de Kurt Vonnegut o la obra que ahora nos ocupa, dirigida a un público infantil y elaborada según las líneas gráficas, formales y espirituales de la tradición Bruguera: “Carlitos Fax”.
El personaje nació en la revista “Mister K”, publicada por Ediciones El Jueves, distribuida en quioscos y enfocada principalmente a un lector infantil-juvenil. Con cadencia semanal y un contenido variado (además de historietas ofrecía pasatiempos, entrevistas o actualidad) centrado en un tema concreto, llegó en un momento en el que este tipo de publicaciones se encontraba ya en claro declive y no fue capaz de hallar a su público, llegando a su cancelación dos años y cincuenta y cinco números después.
Carlitos Fax es la obsoleta y antropomorfa máquina de fax de un periódico del futuro siglo XXXI, “La Voz de Andrómeda”. Sin embargo, aspira a más en su vida mecánica: desea ser reportero célebre y está dispuesto a cualquier cosa para lograr su objetivo. Además de su propia bisoñez y torpeza “natural”, su principal obstáculo es la estrella de la redacción, Flash Norton, al que siempre intentará quitar de en medio, sustituir, engañar o adelantar convenciendo o liando al desconfiado editor responsable de asignar los encargos. Así, en compañía de su pequeño -y reticente- robot-cámara, Anibal, Carlitos acudirá a eventos o cubrirá acontecimientos con resultados imprevisibles -a menudo catastróficos- que terminan con una hilarante primera plana del periódico relativa a la noticia en cuestión.
El planteamiento que ofrece aquí Monteys es el mismo que ya había ensayado en Calavera Lunar años atrás: historias cortas de tono paródico-satírico y con el acento puesto en el gag por las que desfilan todo tipo de tropos de la ciencia ficción: héroes espaciales de mandíbula cuadrada y arrogancia de nivel cósmico, monstruos gigantes destructores de ciudades, alienígenas diversos, clones recalcitrantes, robots de distinto tipo, anatomía y condición, invasiones de marcianos ruidosas o silenciosas, viajes en el tiempo, platillos volantes, máquinas que se rebelan, científicos locos propensos a monólogos melodramáticos, criaturas mutantes salidas del laboratorio, los insectos que heredan la Tierra, el ciberespacio…
A la hora de abordar este comic, no hay que perder de vista que fue pensado para ser leído por un público infantil. Son, por tanto y como he apuntado, historias breves (tres o cuatro páginas), autoconclusivas y sencillas en su trama, pequeñas anécdotas cómicas sin mayores pretensiones ni particularmente afiladas… sólo en apariencia. Y es que Monteys, veterano de revistas conocidas por sus corrosivas sátiras como “El Jueves” u “Orgullo y Satisfacción”, no puede ni quiere autolimitarse con guiones y personajes absolutamente blancos. Así, va sembrando esas breves peripecias con granos de pimienta que no las tiñen de cinismo o desencanto pero que los adultos sabrán degustar en forma de referencias a los problemas y fenómenos de la sociedad contemporánea y las peores facetas de nuestra naturaleza: la ambición desmedida por medrar, la arrogancia de los famosos, la superficialidad de la prensa, los políticos mentirosos, los empresarios rapaces, la aplicación espuria de los avances científicos, los prejuicios, la xenofobia, la codicia, la obsesión por el físico, el marketing agresivo, la contaminación, la mercantilización de la cultura, el consumismo desenfrenado, el absurdo de las guerras, la publicidad omnipresente e intrusiva, las reivindicaciones sindicales, la dependencia de la tecnología, la comida procesada, la manipulación de los medios, la irracionalidad del fenómeno fan y, en general, la pertinaz estupidez global del ser humano.
Al fin y al cabo, la CF raras veces ha pretendido tanto predecir el futuro como describir nuestro presente e incluso los autores que trabajaban para la antigua editorial Bruguera describían en sus cómicas anécdotas la sociedad que les rodeaba, una tradición que hereda aquí Monteys.
El estilo gráfico que aquí ofrece el autor se diría una proyección futurista de la escuela Bruguera, con toques de la línea clara belga de los 80 y el retrofuturismo de series animadas como “Los Supersónicos” (1962) o “Futurama” (1999-2023). Las formas redondeadas y los trazos bien delimitados son ideales para este comic humorístico en el que todo es movimiento, nerviosismo y emotividad exagerada. Su creatividad a la hora de imaginar variaciones de alienígenas, monstruos y robots es sobresaliente. Monteys, además, domina perfectamente el mecanismo y tempo del gag, hibridando en su humor la fantasía, el absurdo y la realidad, ajustando el ritmo a las limitaciones del formato, encajando en pocas páginas toda la información necesaria para desarrollar el chiste sin tampoco transmitir sensación de apresuramiento e incluso permitiéndose un experimento tan original y metalingüístico como el de la historieta “La Realidad es Mentira”, que puede –y debe- leerse al trasluz para completar la totalidad de las escenas.
“Carlitos Fax” es, en resumen, un escalón intermedio entre las primeras incursiones de Monteys en el género de la CF (“Calavera Lunar”) y sus apuestas más maduras en el mismo (“Universo”,“Matadero Cinco”). Es también un comic que demuestra el talento de su autor al conseguir un logro nada sencillo: combinar dos planos de lectura interconectados y disfrutables por lectores de diferentes rangos de edad. Los más pequeños disfrutarán con unas aventuras ágiles, luminosas y extravagantes protagonizadas por personajes imaginativos de aspecto divertido; y los adultos podrán reconocer en esos gags el punto de maldad subyacente y las ácidas críticas a ciertos comportamientos, actitudes, costumbres o instituciones de nuestro propio mundo.
Una síntesis, en fin, del buen hacer de Albert Monteys que, gracias a su arte y humor universales y atemporales, no sólo soporta perfectamente sus veinte años de edad, sino que previsiblemente pasará mucho tiempo antes de que pierda frescura.
No hay comentarios:
Publicar un comentario