(Viene de la entrada anterior)
Pues bien, dicho lo anterior, una de las principales pegas de “Rebelión en el Espacio” es, precisamente, su protagonista, Jim, completamente genérico y carente de carisma. Es el típico héroe juvenil de Heinlein, sin atributos que le hagan destacar de los que pueblan otras de sus novelas. De hecho, el personaje más interesante o, al menos, más simpático, ni siquiera es humano sino marciano: Willis, y eso que ni siquiera demuestra tener una auténtica personalidad.
El vinculo de Jim y Willis es de genuino afecto y la negativa del primero a abandonar en casa al segundo o aceptar su confiscación por parte de Howe, el director de la Academia, es lo que pone en marcha la trama de la conspiración y posterior rebelión. La relación entre ambos –que, como he apuntado, Heinlein reciclaría en otras novelas juveniles, como “La Bestia Estelar” o “Los Stone”- es muy similar a la de los chicos y sus perros en la literatura infantil clásica, sólo que aquí Willis no es exactamente una mascota –aunque así se la considera hasta el final- sino un ser inteligente.
Tampoco los personajes secundarios o los villanos tienen gracia alguna, comportándose todos de acuerdo a estereotipos y de forma predecible. La trama, por su parte, tiene una estructura un tanto deslavazada. La historia, aunque tiene momentos e ideas interesantes, no acaba de funcionar del todo bien. Por ejemplo, en cuanto el padre de Jim se erige como líder de una revolución, éste y Frank quedan completamente relegados a un segundo plano hasta el final de la novela. Ni siquiera para un adolescente de los años 50 debió ser una sorpresa que los marcianos aporten su granito de arena al final ni que Willis resulte ser más de lo que parecía inicialmente.
Tampoco es la lógica ni la fidelidad científica algo que destacar en “Rebelión en el Espacio” y no sólo porque ahora sepamos que no hay vida inteligente en Marte. Jim y Frank llevan trajes presurizados de plástico sin más ropa debajo que unos calzoncillos, y sin embargo se pasan un día entero patinando sobre el canal helado sin acabar nadando en sudor ni con la piel cubierta de erupciones y llagas. Se confunde la presión atmosférica con la falta de oxígeno y no se mencionan ni depósitos de este gas ni batería alguna con la que alimentar los trajes. Ni siquiera existe algún tipo de reflexión o análisis acerca de cómo ha sido la adaptación de los colonos a las condiciones ambientales marcianas. Siempre se tiene la sensación de que es un entorno igual a un desierto terrícola pero más frío y con menos oxígeno y presión. En vez de utilizar revólveres para liquidar a las serpientes de cascabel del desierto americano, los personajes llevan pistolas de rayos para defenderse de los depredadores marcianos. Los protagonistas estudian en un internado igual a los terrestres con la única diferencia de que llevan poca ropa mientras se encuentran en las zonas presurizadas. Esto no es tanto una especulación sobre Marte como una fantasía de Heinlein sobre un futuro donde imperaría el nudismo.
A Heinlein le atraía el concepto de la colonización marciana, pero no estaba interesado en profundizar en los detalles. No se le puede culpar por imaginar vida inteligente nativa, especialmente tratándose de 1949. De hecho, esa es una de las fortalezas de la novela. El tiempo ha afectado negativamente a la especulación, pero no tanto a la historia.
Siempre que se le presentaba ocasión, Heinlein introducía en sus historias marcianos inteligentes. Aquí nos los presenta en dos estadios diferentes de su vida: la juvenil, con forma de bola de bowling con patas retráctiles y capacidad de repetir sonidos; y la adulta, con una anatomía que se asemeja a un gran árbol flexible capaz de levantar y transportar a un humano con una sola mano.
No es necesario dar un gran salto para considerar a estos marcianos como los antecesores directos de aquellos que Heinlein describía difusamente en “Forastero en Tierra Extraña” (1961). En aquella novela, los marcianos criaban y educaban al protagonista, Valentine Michael Smith, enseñándole técnicas que para el resto de los humanos parecían milagros: teleportación, control sobre la materia y poderes psíquicos que eliminaban materialmente a quienquiera que fuese una amenaza para él. Marte está regido por los Antiguos, marcianos que se descorporeizaron hace mucho tiempo pero que seguían comunicándose con los vivos, otorgaban una gran importancia al rito de compartir agua y eran capaces de incrementar su grado de empatía a niveles sobrehumanos.
Smith era hijo de dos de los miembros de la primera expedición humana a Marte, que terminó en desastre y olvidada a causa de una Tercera Guerra Mundial en la Tierra. Cuando llega la segunda, un par de décadas después, se quedan de piedra al descubrir que había un superviviente de sus predecesores, el joven Mike Smith, salvado, criado y adiestrado por los marcianos. Cuando regresa a la Tierra, la importante herencia legada por sus padres y su potencial reclamación sobre la propiedad de Marte así como sus misteriosos poderes, convierten a Smith en un peligro para el establishment de la Tierra, especialmente cuando decide fundar una nueva religión.
Pues bien, “Rebelión en el Espacio” podría tener lugar perfectamente unas cuantas décadas después, cuando los humanos ya han empezado una colonización organizada de Marte. Éstos ven a los nativos, que antaño excavaron los grandes canales y levantaron maravillosas ciudades ahora ya en ruinas, como una especie moribunda y escurridiza que no pone objeciones al establecimiento de plantas terraformadoras que modificarán la atmósfera a largo plazo.
Jim Marlowe, a través de su relación con el pintoresco Willis, traba amistad con los marcianos y descubre que viven recluidos en los subterráneos de sus ciudades, meditando, comunicándose con sus ancestros fallecidos y compartiendo agua con sus amigos. También, como se pone de manifiesto al final de la novela, cuentan con misteriosos poderes. No se menciona la superempatía y ciertos aspectos religiosos de la filosofía marciana que se describían en “Forastero en Tierra Extraña”, pero por lo demás no hay nada en ellos que contradiga lo que años más tarde se contaría en esa novela. Tal y como descubren los humanos, los marcianos no se han retirado tanto del mundo físico como trascendido el mismo y distan de ser una especie decadente e inofensiva.
Aparte de las claras similitudes entre los marcianos de uno y otro libro y la existencia de un gobierno opresor en la Tierra, no hay otros nexos entre ambos libros, pero, como digo, es fácil imaginar que las dos historias transcurren en la misma línea temporal. Hay que decir también que la cultura marciana, que se describe de forma superficial, no soporta un escrutinio severo. Los marcianos vienen a ser una suerte de aborígenes australianos, un pueblo con unas costumbres exóticas y misteriosas y con un pie en lo místico. Pero tras el asombro inicial que puedan provocar, pocos humanos serían quienes adoptarían con entusiasmo su forma de vida. Somos una especie tecnológica con tendencia a avanzar, construir y expandirnos, todo lo que ya no son los marcianos.
“Rebelión en el Espacio” es un libro interesante también para aquellos aficionados que tengan la impresión de que Heinlein experimentó una transformación un tanto brusca a partir de “Forastero en Tierra Extraña”. Aquí encontrarán que muchos de los más llamativos y polémicos elementos de su etapa final ya estaban presentes desde el principio, quizá menos explícitos pero, no obstante, a la vista para los lectores avisados y conocedores de su obra.
Lo cierto es que, sin importar cuánto creamos que hemos madurado y cambiado a lo largo de nuestra vida, hay ciertas actitudes, rasgos y opiniones que arrastramos hasta la muerte. En el caso de Heinlein, hasta su salto a la editorial Putnam en 1959 con “Tropas del Espacio”, estuvo en buena medida encorsetado por las exigencias de sus editores, ya fuera John W.Campbell para sus relatos en “Astounding Science Fiction” o Alice Dalgliesh para las novelas juveniles que publicó con Scribner´s. Valga como ejemplo la carta que Heinlein escribió a esta última en 1949: “He hecho el gran esfuerzo de eliminar del libro mi punto de vista e incorporar el suyo de forma convincente, pero al hacerlo, he escrito por razones de necesidad económica algo en lo que no creo”. Hay quien ha teorizado que las ideas personales de Heinlein terminaron por lastrar sus novelas posteriores, mientras que las primeras, al menos en parte gracias a la censura editorial, resultaban más directas, entretenidas y menos pontificales.
Con todo, el auténtico corazón ideológico del autor seguía enterrado en estos relatos juveniles y, aunque matizado, asomaba de vez en cuando aquí y allá, en las grietas que provocaba la colisión entre, por una parte, el Heinlein de ideas políticas firmes pulsando por salir y el narrador nato por otra. Así, encontramos en “Rebelión en el Espacio” la figura del héroe de voluntad inquebrantable, decidido a hacer lo correcto aunque ello signifique rebelarse contra la autoridad. Es el caso de Jim primero y de su padre después como líder de un alzamiento de gente ordinaria indignada por las injusticias a las que pretenden someterles los incompetentes, codiciosos y corruptos que están al mando, un tropo que utilizaría en más ocasiones.
La posesión de un arma personal es, en este Marte de frontera, un símbolo de madurez. Como ya había expuesto en su novela “Más Allá del Horizonte” (1942), Heinlein establece una relación entre la libertad y las armas o, al menos, el derecho a portarlas, un derecho que, como muchos ciudadanos estadounidenses de ayer y hoy, los colonos marcianos consideran inalienable. Y, ya lo he mencionado, tenemos la figura del doctor MacRae, el gruñón sabelotodo que actúa como avatar y portavoz del propio Heinlein y que, bajo otros nombres y formas, veremos en algunas de sus grandes obras, desde el Jubal Harshaw de “Forastero en Tierra Extraña” al Bernardo de la Paz de “La Luna es una Cruel Amante” (1966) o, por supuesto, el Lazarus Long de “Los Hijos de Matusalén” (1941) y “Tiempo para Amar” (1973).
Hay más destellos aquí del Heinlein que luego eclosionaría en novelas como “Forastero en Tierra Extraña” o “El Gato que Atraviesa las Paredes” (1985). Por ejemplo, desde 1949 a 1985, el autor pareció particularmente obsesionado por el nudismo –costumbre que él mismo practicaba en su finca- y la atribución de responsabilidades merecedoras de la muerte. Se nos dice en “Rebelión en el Espacio” que los colonos marcianos llevan poca ropa cuando no se ven en la obligación de protegerse con los trajes presurizados. La desnudez en las otras dos novelas adultas mencionadas más arriba también tiene una presencia importante.
Pero más incómodo aún es la inclinación a señalar quién debe morir por las faltas cometidas. Algunas veces son individuos, otras colectivos o incluso planetas enteros. Para un niño, esto no es más que una excusa para la acción tan buena como las que se pueden encontrar en tantos westerns, pero desde el punto de vista de un adulto, es más problemático (o debería serlo). El odioso director de la academia, Howe, es desintegrado por los marcianos, pero su único “crimen” ha sido desplegar una absurda rigidez disciplinaria y privarle a un alumno de su mascota. Es una decisión chocante la de Heinlein dado que tenía en gran estima el periodo que el mismo pasó como cadete en la Academia Naval, una institución conocida por sus estrictas normas y profesores.
Por otra parte, las intenciones de Beecher, el administrador, al obligar a los colonos a permanecer durante el invierno en el mismo asentamiento que durante la temporada estival, son las de generar más dinero para la compañía que le paga –ignora que su decisión puede causar muertes entre sus administrados-, una actitud que difícilmente podría calificarse de criminal en una sociedad capitalista. Para ser alguien que a menudo ha sido tachado de conservador por sus detractores, Heinlein parece tener una marcada actitud hacia la justicia de la turbamulta disfrazándola de revolución. Sin embargo, no todas las hordas rebeldes de individuos enfurecidos y agraviados son deseables como herramienta para cambiar un régimen, enderezar una administración corrupta o impartir justicia.
Ya he indicado el escaso o nulo papel que las mujeres jugaban en estas novelas juveniles. Aquí, como leve excepción, encontramos a la hermana menor de Jim, Phyllis, una jovencita de fuerte carácter y opiniones firmes. No es ni mucho menos un personaje importante, pero parece claro que con él quiso Heinlein demostrar que era consciente del desequilibrio de géneros endémico en este tipo de ficciones. En este sentido llama la atención que el libro estuviera dedicado a Tish, la sobrina de Heinlein. Cuánto de esto vino influenciado por su nueva esposa, Virginia (una mujer inteligente y capaz en múltiples ámbitos), es difícil de decir, pero lo que está claro es que cuando se vio libre de las restricciones del editor, Heinlein se esforzaría en incluir mujeres fuertes en sus novelas.
Las novelas juveniles de Heinlein tuvieron una gran aceptación en su día y de seguro atrajeron a muchos chicos hacia la ciencia ficción. Hoy puede que estén un tanto desfasadas y que su estilo no sea del gusto de los lectores más jóvenes, que las encuentren algo ingenuas. Pero aún así, siguen ofreciendo una lectura ágil y entretenida. Puede que el Marte que nos presente no sea el auténtico, pero sin duda es uno al que muchos lectores infantiles y adolescentes desearían escapar para explorarlo y correr aventuras emocionantes. El sentido de lo maravilloso inherente a la exploración y colonización de un nuevo planeta, el misterio alrededor de los marcianos, la simpatía de Willis y el veloz ritmo al que discurre la trama, son sin duda los anzuelos que más fácilmente pueden capturar la imaginación del lector más joven.
“Rebelión en el Espacio” no es de las mejores novelas juveniles de Heinlein y acabaría quedando superada por otras posteriores como “Túnel en el Espacio” o “Consigue un Traje Espacial: Viajarás”. Aún así, contiene elementos que también los aficionados más veteranos sabrán apreciar, sobre todo como parte de la evolución literaria e ideológica del propio autor. Así, los marcianos que aquí aparecen, como ya he dicho, volverían a desempeñar un papel capital en una de sus más importantes novelas; y encontramos muchos de los temas sobre los que Heinlein volvería una y otra vez en las décadas por venir y que conforman su corpus ideológico: la defensa de la libertad y la individualidad, el impulso explorador de nuestra especie y la fe en la juventud como puerta al futuro.
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