La Ciencia Ficción se hizo realidad el 16 de julio de 1945, cuando una bola de fuego nuclear provocada por el hombre se alzó sobre las arenas del desierto de Nuevo México. Tres semanas más tarde, la primera bomba atómica mató en el acto a 80.000 personas en Japón.
Un año antes, agentes del gobierno bastante nerviosos se presentaron en las oficinas de la revista “Astounding Science Fiction” después de que el editor, John W.Campbell, publicara una historia, “Tiempo Límite”, escrita por Cleve Cartmill, que anticipaba el desarrollo de la bomba atómica. Los agentes querían asegurarse de que Campbell y sus escritores no tenían de alguna forma acceso a los secretos de los investigadores gubernamentales.
En realidad, los escritores de CF contaban en su arsenal con armamento nuclear desde mucho tiempo atrás. En 1914, en la novela, “La Liberación Mundial”, de H.G.Wells, la civilización era destruida por algo muy parecido a las bombas atómicas. En una tira de 1939 de “Buck Rogers”, seis años antes de Hiroshima, los marcianos ya habían arrojado proyectiles nucleares sobre las ciudades de la Tierra.
Aun así, Campbell fue quizá el principal responsable de la popularización de la energía atómica en el ámbito de la CF. Su primera historia publicada, en 1930, “Cuando los Átomos Fallaron”, exploraba la posibilidad de utilizar energía nuclear y a ésta le siguieron otras historias y artículos como “Poder Atómico”, “Generador Atómico” o “Isótopo 235”. Cuando Cambpell se convirtió en editor de “Astounding Science Fiction” en 1937, empezó a apadrinar escritores capaces de ir más allá de las tópicas aventuras de monstruos y héroes espaciales en las que se habían quedado atascadas otras publicaciones. Robert A.Heinlein, uno de los nuevos escritores reclutados por Campbell, escribió un 1940 el cuento “Ocurren Explosiones”, sobre el accidente en una central nuclear causado por la tensión psicológica de trabajar allí; y en 1941, otro sobre armas nucleares titulada “Solución Insatisfactoria”.
Las historias de Heinlein para “Astounding”, como también las que para esa publicación escribieron autores como Isaac Asimov, Theodore Sturgeon o A.E.van Vogt, exploraban la cara humana de la ciencia, cómo la tecnología afectaba al individuo y las relaciones sociales. La revista, capitaneada con mano firme por Campbell, no tardó en convertirse en un catalizador del género gracias a su inyección de madurez. Es cierto que seguiría habiendo una amplia oferta de aventuras ligeras con rangers espaciales y pistolas de rayos en revistas pulp como “Thrilling Wonder Stories” o en comic books como “Planet Comics”, pero ahora el lector más curioso podía encontrar otro tipo de ciencia ficción, una que profundizaba más en la psicología y la sociología de las sociedades del futuro.
Tras la Segunda Guerra Mundial, la CF de “Astounding”, más adulta y compleja, acabaría influyendo en los guionistas y dibujantes de los comic books, muchos de ellos ávidos lectores del género. Tras ser desmovilizados en 1946, hubo un gran número de artistas o aspirantes a esa profesión que se beneficiaron de la llamada GI Bill, una ley que facilitaba a los veteranos el acceso a financiación para cursar estudios además de una pensión durante un año. Burne Hogarth, el famoso dibujante de las planchas dominicales de “Tarzán”, abrió la Cartoonists and Illustrators School aquel año para acoger a antiguos soldados que desearan convertirse en dibujantes de comic. No pocos de ellos eran, además, aficionados a la CF, como Harry Harrison, Al Williamson, Wally Wood o Roy Krenkel.
Harry Harrison recordaría más tarde que él sus compañeros estudiantes “vivíamos todos de la GI Bill, 75 dólares al mes. Compramos con ello libros de arte y luego los vendimos para conseguir efectivo, quedándonos sólo con un lápiz y un pincel”. En la escuela, Harrison se hizo amigo de Wally Wood y los dos empezaron a dibujar juntos en 1948. “En aquellos tiempos”, recordaría Harrison, “los comics tenían mucho éxito. Cualquiera podía hacerlos, dibujara bien o no. Wally y yo trabajamos juntos porque ninguno de los dos podía hacerlo solo. Hacíamos un equipo completo”. Durante casi un año, Harrison y Wally Wood se dedicaron a hacer tebeos románticos para el taller de Victor Fox, cobrando 23 dólares por página. Pero era demasiado trabajo para tan poco dinero y ambos picoteaban encargos de un lado y de otro tratando de llegar a fin de mes. En 1949, durante una jornada dedicada a recorrerse las editoriales en busca de trabajo, entraron en las oficinas de EC (Entertaining Comics).
El origen de la que sería una legendaria editorial puede rastrearse a comienzos de los años 40 del siglo pasado, cuando el pionero Max C. Gaines, el hombre que había puesto el primer ladrillo de la industria con su revista “Famous Funnies”, se dedicaba a coordinar para DC (entonces National Periodical Publicacions) la realización de su línea “All American”. Gaines tuvo entonces la visión de que el medio del comic podía utilizarse con fines educativos. Aún para DC lanzó “Pictures Stories from the Bible” y “Pictures Stories from American History”. Cuando se marchó de DC en 1945, renunció a Wonder Woman, Flash, Green Lantern y Hawkman y se quedó tan solo con esos dos títulos para utilizarlos como base de su nueva editorial, Educational Comics, EC, en 1946.
Al año siguiente, añadió al catálogo “Picture Stories from World History” y “Picture Stories from Science”. Pero ni esos títulos ni los que lanzó dentro de su línea para niños, se vendieron bien. Las cosas siguieron sin levantar cabeza a pesar del cambio de nombre por el de Entertainment Comics y la presentación de más títulos. El proyecto podía tener buenas intenciones pero financieramente era insostenible y la editorial se tambaleaba al borde de la bancarrota cuando Gaines murió en un accidente de navegación en 1947.
El hijo de Max, William M.Gaines, heredó a regañadientes el negocio familiar a la edad de 25 años y se puso inmediatamente manos a la obra para reorganizarlo con ayuda de su asociado, editor y guionista Al Feldstein. Remodeló toda la línea de comics y en 1948 ya estaba publicando dos títulos de crímenes (“Crime Patrol” y “War Against Crime”), dos westerns (“Saddle Justice” y “Gunfighter”) y uno de aventuras (“Moon Girl”).
Pues bien, gracias a su trabajo con los comics románticos, Harrison y Wood recibieron un encargo para un título de ese género en EC, “Saddle Romances” (enero 1950); cuando lo entregaron, les dieron dos historias más para “Gunfighter” (enero y marzo 1950).
Mientras los dos artistas estaban ocupados en realizar esas historias por lo demás mediocres, Gaines se preparaba para una nueva remodelación de su compañía. Hacia 1950, EC tenía seis títulos en el mercado pero ninguno se vendía particularmente bien, así que junto con Feldstein, decidió acometer otro cambio. Se desprendería de los tebeos de amor y del Oeste y los reemplazaría por otros de terror. Contratando a algunos de los más valientes y dotados artistas de la época dibujando al son de la batuta literaria de Feldstein, creó lo que llamaron “Nueva Ola” de comic books. Aunque no fueron los primeros comics de terror, “Vault of Horror”, “Haunt of Fear” y “Crypt of Terror” (más tarde rebautizado como “Tales from the Crypt”) se convirtieron en los más famosos de la historia del comic gracias al salto de calidad que trajeron consigo.
Harrison aspiraba a escribir ciencia ficción y era miembro del New York Hydra Science Fiction Club. A Wood le gustaba dibujar astronautas y naves espaciales. Era inevitable que ambos tuvieran la misma idea: hacer un comic de ciencia ficción. Le presentaron el proyecto a William Gaines, un tipo amigable y siempre abierto a nuevas sugerencias. Y se salieron con la suya. Un mes después de lanzar su nueva línea de comics de terror, EC estrenó dos antologías de ciencia ficción: “Weird Science” (mayo 1950) y “Weird Fantasy” (mayo 1950). Hay que aclarar que la primera empezó su andadura con el nº 12, heredando –según una costumbre de la época- la numeración de una colección anterior que, a su vez, había tenido varios títulos (“Happy Houlihans”, “Saddle Justice” y “Saddle Romance”). A partir del número 15, no obstante, ya obtendría una numeración propia “empezando” por el 5.
Eran estos comics cuya ciencia ficción bebía de una tradición muy diferente de la establecida por personajes de los periódicos como Buck Rogers o Flash Gordon y comic-books como “Planet Comics, tomando en cambio como referencia lo que estaban haciendo los escritores de “Astounding Science Fiction”. En lo que a comics se refiere, “Weird Fantasy” y “Weird Science Fiction” dieron comienzo a una nueva era de la CF alejada de la space opera, los héroes espaciales, las bellas damiselas y las criaturas monstruosas que hasta ese momento habían dominado las viñetas del género.
Como sucedía en los títulos de terror de EC, las historias publicadas en los de CF estaban ideadas por Gaines y Feldstein y luego el argumento escrito por este último. Gaines recordó que “Lo que más disfrutábamos Al y yo era escribir ciencia ficción. Supongo que nos sentíamos intelectualmente más estimulados y pensábamos que nos dirigíamos a un grupo de lectores más adulto e inteligente”. Feldstein, por su parte, declaró que “cuando trabajábamos en la ciencia ficción, pasábamos horas con las teorías; por ejemplo, para asegurarnos que describíamos correctamente un bucle temporal en aquella historia en la que un tipo que, viajando atrás en el tiempo para evitar el desastre del Titanic, acaba provocándolo”.
Otro elemento en común con las historias de terror era que, invariablemente, las tramas estaban cuidadosamente escritas para culminar en un giro sorpresa final teñido de cinismo e ironía. Dado que su público objetivo era adulto, Gaines y Feldstein utilizaron estas historias para articular mensajes y tomar postura sobre temas de actualidad en los cincuenta, como el desarme nuclear, los prejuicios raciales o las relaciones hombre-mujer. Como Gaines observó: “Tradicionalmente, la ciencia ficción ha sido un gran instrumento para que los autores trataran de enseñar una lección moral o ética; y durante el tiempo que publicamos ciencia ficción en la EC, eso es lo que nosotros hicimos”.
Como mucha de la ficción futurista y especulativa de entonces, los comics de la EC lidiaban con las implicaciones morales y tecnológicas de la nueva era atómica. Ya con su línea de comics en marcha, en 1951, explotó la primera bomba de hidrógeno. Feldstein recuerda al respecto: “ahora estaba esa terrible, terrible arma…Si había guerra, la aniquilación sería completa y súbita. Esas eran las cosas que teníamos en mente cuando nos referíamos a la bomba en nuestras historias de ciencia ficción. Estábamos muy preocupados por ello”.
Una preocupación que se reflejó en historias como “La Destrucción de la Tierra” (nº 14), que fue votada como la preferida de ese número por los lectores. Este cuento sobre la aniquilación nuclear sentó las bases para otros similares como “El Niño Radioactivo” (nº 15), “Semilla de Venus” (nº 6) o “La Explosión de la Bomba de Rayos Cósmicos” (nº 14). En otra historia postapocalíptica, “El Niño del Mañana” (nº 17), sólo queda un superviviente humano en un mundo ahora poblado por mutantes radioactivos. La amarga ironía final de la historia llega cuando debe matar a uno de esos malvados seres sólo para descubrir que antaño había sido su único hijo.
(Continúa en la siguiente entrada)
Muy bueno, Manuel. ��
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