jueves, 9 de junio de 2022

2020 – ARCHIVE – Gavin Rothery


Las historias de Inteligencia Artificial siempre han sido fuente de inspiración y maravilla entre autores y aficionados. No en vano, mezcla la tecnología futurista con la filosofía para reflexionar sobre la fascinante idea del humano creando vida, con sus problemas morales y la puerta que ello abriría a un universo completamente nuevo. ¿Cómo sería un ser semejante? ¿De qué forma interpretaría el mundo? ¿Qué tipo de relación mantendríamos con él… y éste con nosotros?

 

Por eso no es extraño que el cine haya caido también presa de esa fascinación y, a partir de guiones originales o adaptaciones de obras literarias o comics, nos haya ofrecido títulos como “Blade Runner” (1982), “Ghost in the Shell” (1995), “Matrix” (1999), “A.I. Inteligencia Artificial” (2001) o “Yo, Robot” (2004), todas ellas ahondando en el terreno psicológico e incluso filosófico, separándose por tanto del sencillo arquetipo de ordenador/robot perverso en la línea de “Terminator”.

 

A partir de los 2010, la CF cinematográfica vio consolidarse y expandirse este subgénero de Inteligencias Artificiales con peliculas que iban desde el drama al thriller pasando por la comedia, como “Her” (2013), “Automata” (2014), “Chappie” (2015), “Ex Machina” (2015), “Morgan” (2016), “Tau” (2018), “Zoe” (2018), “Jexi” (2019),  “Superintelligence” (2020)… o la que ahora nos ocupa, “Archive”, una coproducción de Estados Unidos, Reino Unido y Hungría que supuso el debut en la dirección de Gavin Rothery, quien previamente había trabajado como responsable de efectos especiales y diseñador gráfico en varios cortos y videojuegos así como realizando el corto de 21 minutos “El Último Hombre” (2014).

 

En 2038, el ingeniero George Almore (Theo James) trabaja para una empresa fabricante de robots en un aislado y vetusto laboratorio en Japón, donde, completamente solo, lleva a cabo un proyecto para desarrollar un prototipo de robot con inteligencia artificial fabricado por la empresa. Tras morir su esposa, Jules (Stacy Martin), en un accidente de coche, George contrató los servicios de Archive Systems Incorporated, que ofrece el almacenamiento postmortem de la consciencia del difunto en una unidad portátil doméstica, desde donde, durante un plazo de tiempo determinado y hasta que se deterioren los datos, puede comunicarse ocasional y brevemente con “ella”.

 

Pero sabedor de que esa es una “solución” temporal y atormentado por la muerte de Jules, dedica su tiempo y las instalaciones a su disposición para fabricar un ginoide al que pueda transferir las pautas mentales de ella ahora almacenadas en la mencionada unidad Archive. Sus dos primeros prototipos no han sido más que máquinas voluminosas, torpes y con la mente de niños pequeños, que ahora utiliza como ayudantes de laboratorio y alivio de su soledad. Su tercer intento, el 03, está siendo mucho más prometedor.

 

Pero surgen dos problemas. El primero es que la empresa para la que trabaja no sabe nada de esta obsesión y empieza a impacientarse por la falta de resultados; además, le avisan de que tienen información de posibles espías industriales que podrían estar intentando entrar en el complejo y robar tecnología. En segundo lugar y ante los evidentes avances que está consiguiendo George, su robot 02, el que cuenta con una inteligencia más avanzada de los dos que fabricó meses atrás, empieza a mostrarse errático ante el temor a ser reemplazado por otro modelo más sofisticado. Las decisiones que toma George jugando a ser Dios, cegado por la obsesión por recuperar una ilusión de su esposa, le dirigen directamente al desastre.

 

Más que en el debate sobre la Inteligencia Artificial, “Archive” se acerca más a la fascinación creciente que ejerce el concepto de Descarga Mental, el proceso de transferencia de una mente humana a una forma digital, ya sea en internet o en un cuerpo mecánico. Esta idea había aparecido ya en películas como “El Chip Asesino” (1993), “El Cortador de Cesped 2” (1996), “Transcendence” (2014) o “Amelia 2.0” (2017), ninguna de las cuales era particularmente notable. El mejor precedente que podemos encontrar de “Archive” es “The Machine” (2013), en la que un científico trataba de implantar la mente escaneada de una colega en un cuerpo ginoide que sus superiores militares querían utilizar con fines bélicos.

 

“Archive” puede contarse entre los más rescatables títulos sobre Descarga Mental. Tiene un comienzo intrigante en una localización muy pintoresca en mitad de la naturaleza. En este aspecto, Gavin Rothery está en su elemento, asumiendo el rol de codiseñador de producción. El funcional laboratorio de George está a mitad de camino entre el futuro cercano y el ciberpunk. Sus dos entrañables ayudantes robóticos, a los que el ingeniero trata como niños quisquillosos, recuerdan a los de “Naves Misteriosas” (1972). También se descubre pronto que está trabajando en un cuerpo mecánico del que sólo ha terminado la parte superior y que termina gritando de dolor cada vez que trata de activarlo.  

 

Las cosas se tornan aún más extrañas con la llegada al laboratorio de Vincent (Toby Jones) y Melvin (Richard Glover), dos técnicos acompañados de seguridad armada que realizan una revisión del dispositivo donde George ha almacenado la consciencia de su esposa. Cuando se dan cuenta de que el científico ha estado manipulando el aparato contraviniendo las normas de la empresa, amenazan con revocar el servicio pero George los echa invocando la soberanía de Archive sobre esas instalaciones. Este incidente no hace sino aumentar las sospechas de su jefa, Simone (Rhona Mitra), que ya había amenazado antes con cerrar el proyecto. Ahora, le envía al correoso jefe de seguridad de Archive, Tagg (Peter Ferdinando) para que le entregue un maletín con órdenes de abrirlo sólo si su vida corre peligro. 

 

Dicho esto –y al margen del giro final, que luego comentaré-, la pelicula tiene cierto problema con su ritmo. Con un metraje de 109 minutos, “Archive” quizá debería darse algo más de prisa en exponer todo lo mollar de su historia, pero en lugar de eso se toma su tiempo para arrancar y presentar los elementos relevantes. Todo se va cociendo lentamente hasta que las cosas se aceleran un tanto desordenadamente en el último tercio, asi que es posible que los espectadores más impacientes o aquellos que esperaran ver un thriller vibrante, se sientan decepcionados.

 

Especialmente destacable es la aproximación que hace el guion (firmado por el propio Rothery) de la relación entre el protagonista y los robots y cómo elije presentarla de forma gradual hasta que queda claro para el espectador que sus robots ayudantes fueron sus primeros intentos para transferir la consciencia de su esposa.

 

Hacia la mitad de película, cuando George activa completamente esa consciencia en el ginoide, la forma en que sus sentidos despiertan al mundo no tiene nada de original. Lo que sí hace funcionar el siguiente tramo de la historia es lo acertadamente que se muestra el sentimiento de abandono, tristeza y rabia del robot 02, programado con una sensibilidad especial –herencia de su origen “humano”- y capaz de interpretar los sentimientos de su creador hacia el nuevo modelo. Cuando éste se activa, no puede sino tomar conciencia de la vida que podría haber llevado y que ya nunca tendrá. Lo vemos solo, al fondo, mirando la felicidad de su amo en la compañía de su nueva creación. Es 02 quien protagoniza las escenas más conmovedoras de la película, como cuando “despierta” y se da cuenta de que George le ha quitado sus piernas mecánicas para utilizar las piezas en las de su sucesora; o cuando, deprimido, mira el gris paisaje que rodea el laboratorio y camina torpemente hasta el lago para sumergirse en él.

 

Es una lástima que lo que le impida a la película afianzarse en una categoría de calidad superior sea el giro conceptual que acontece al final. (ATENCIÓN: SPOILER). Tras haber sustentado toda la historia en los esfuerzos de George por, enfrentándose a las sospechas de su propia empresa y las intrusiones de espías corporativos, hackear el dispositivo de almacenamiento comercial y transferir desde allí la consciencia de Jules a un ginoide, de repente nos enteramos de que es él, y no ella, quien está en un dispositivo tal; y que Jules y la hija de ambos son quienes acuden regularmente a las instalaciones de Archive para comunicarse con él. Es un giro tan sorprendente como frustante porque deja al drama de George reducido a la irrelevancia. Es el equivalente al tan sobado “Todo ha sido un sueño”, una “Ilusión de Realidad Virtual” o una “Alucinación” inducida por las drogas o alguna herida grave. No es una conclusión ingeniosa que, por ejemplo, explique y dote de sentido a alguna anomalía desconcertante introducida previamente en la trama. Parece más bien una idea peregrina encajada por un guionista que no sabía cómo resolver su historia y con el solo propósito de epatar al espectador. (FIN SPOILER).

 

Visualmente, “Archive” mezcla lo actual con lo claramente futurista pero sin avanzar demasiado en nuestra época, dejando un pie en lo práctico y otro en lo todavía fantástico pero aún así razonablemente plausible. Rothery -que como ya dije tenía experiencia en labores de diseño y efectos- y su equipo (diseño de producción, dirección artística, fotografía y decorados) saben sacar buen partido del ajustado presupuesto con el que evidentemente cuentan y evitar las formas suaves y elegantes y la iluminación omnipresente que a menudo se asocian con la tecnología y la arquitectura del futuro para optar por una estética algo más sucia que asienta los personajes en lo verosímil, tal y como había hecho Rothery en su participación en “Moon” como parte del departamento artístico.

 

El reparto, habida cuenta de la historia que se trata, es pequeño y descansa sobre todo en las espaldas de Theo James. El primero, conocido por sus papeles en la serie de “Divergente” (2011-2013), “Underworld: Guerras de Sangre” (2016) o las series “Castlevania” (2018-2021) y “Sanditon” (2019-2022), fue uno de esos actores adolescentes a los que Hollywood trató de promocionar como gran estrella en ciernes, pero que, a la postre y como sucedió con otros como Taylor Kitsch, Jai Courtney o Taylor Lautner, su muy justo talento no le permitió destacar lo suficiente como para dar el gran paso. Sin embargo, no ha dejado nunca de trabajar en películas y series, como es el caso de “Archive”, donde se involucró además como productor.

 

James no lo tenía fácil dado que toda la carga dramática recaía sobre sus espaldas. Al fin y al cabo, la historia sólo tenía un protagonista, él, que vivía solo y se relacionaba únicamente con robots. Pero el suyo era un personaje que tenía gran potencial, un caramelo para un actor a la búsqueda de un desafío: un buen hombre atormentado por la culpa, melancólico por la muerte de su amor y obsesionado por recuperarlo, cuyo mundo, por segunda vez y debido a sus decisiones, se viene abajo con desconcertante rapidez. El registro interpretativo de James, sin embargo, no está a la altura, como demuestra que sea más fácil para el espectador simpatizar con el robot 02 que con él. No obstante, menciono también que hay quien ha querido ver en el estatismo expresivo del actor algo deliberado y producto del guion: George, presa de sus fantasmas y su obsesión, se ha convertido en una especie de máquina, ciega a las implicaciones éticas e incluso psicológicas de la tarea en la que se ha volcado. Dejo a cada cual que elija cual la valoración que más le convenza.

 

Rothery consigue con “Archive” un producto destacable para ser su primer largometraje, dándole cierta atmósfera de cine indie y captando el interés del espectador con el misterio que rodea a una historia que, en el fondo, es tan vieja como la de “Frankenstein” (1818). Su forzado desenlace, quizá movido por el deseo de sorprender y dejar huella, le impide subir de división. De todas formas, aunque sus virtudes y su ambiciosa meta conceptual a punto estén de acabar enredados en su propio argumento, perdiendo el foco sobre lo que trata de transmitir, “Archive” es una película entretenida, intrigante y bien presentada visualmente que merece un visionado. Sin ser una historia revolucionaria, sí es una aportación interesante a los subgéneros de “Descarga Mental” y “Robots”. 

 

 

 

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