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jueves, 15 de noviembre de 2018
2011- PAUL – Greg Mottola
Los británicos Graeme Willy (Simon Pegg) y Clive Gollings (Nick Frost) son dos amigos de la infancia e incondicionales fans de la ciencia ficción que viajan a Estados Unidos para cumplir su antiguo sueño: asistir a la Comic Con de San Diego y recorrer en caravana el sudoeste de Estados Unidos visitando los más famosos lugares relacionados con los avistamientos ovni. Una noche, mientras conducen por las solitarias carreteras de Nevada, cerca del Área 51, se estrella un coche frente a ellos. Cuando acuden a ayudar, se encuentran un pequeño alienígena verde-grisáceo que no sólo se dirige a ellos en perfecto inglés sino que demuestra un poco común desparpajo e ingenio. Se presenta como Paul y les suplica que le lleven con él porque su vida está en peligro.
Mientras tanto, el agente Lorenzo Zoil (Jason Bateman) y sus torpes ayudantes reciben órdenes de bloquear las carreteras y capturar al prófugo Paul. El estrambótico trío, sin embargo, consigue burlar el control gracias a la capacidad de Paul de volverse invisible cuando aguanta la respiración. Esto no les libra durante mucho tiempo de la persecución de Zoil y en un camping se ven obligados a secuestrar a la hija del dueño, Ruth Buggs (Kristen Wiig) después de que ésta vea accidentalmente al extraterrestre. La existencia de Paul echa por tierra sus creencias religiosas fundamentalistas y a partir de ese momento se convierte en una mujer nueva. Los cuatro continúan su viaje tratando de llegar al lugar de encuentro de Paul con la nave que envía su mundo para recogerle antes de que los agentes del gobierno, un dúo de matones y el chiflado padre de Ruth los atrapen.
El dúo compuesto por Simon Pegg y Nick Frost llamó por vez primera la atención en la breve comedia británica “Spaced” (1999), que Frost también escribía, sobre las vidas de una pareja de aficionados y artistas de comic book. Como “Paul”, aquel programa estaba trufado de guiños, bromas y homenajes. Alcanzaron el estrellato internacional en el ámbito del cine de culto gracias a “Zombies Party” (2004), una parodia de las películas de zombis de George Romero en la que Pegg volvió a participar además como guionista. El director, Edgar Wright, contó de nuevo con ellos en otra parodia, “Arma Fatal” (2007), esta vez de las películas de acción con policías. A partir de aquí, ambos se convirtieron en rostros muy conocidos apareciendo en otras películas, especialmente Simon Pegg, que participó en superproducciones como “Misión Imposible III” (2006), “Misión Imposible-Protocolo Fantasma” (2011), encarnó al ingeniero Scott en la nueva saga de Star Trek (2009-2016) o puso voz a Hernández y Fernández en “Las Aventuras de Tintín” (2011).
Tal y como se presenta, Paul parece una versión cortada a medida de los fans cuya situación recuerda la del alienígena de “Starman” (1984), solo que en vez de tener a Jeff Bridges y Karen Allen enamorándose, tenemos a un cruce de ET (1982) y ALF (1986-90) viajando junto a un par de frikis de manual: entusiastas de lo suyo, soñadores, algo introvertidos y con pocas habilidades físicas y sociales.
Siendo yo alguien que ha crecido desde la infancia con la ciencia ficción, considero a “Paul” como un producto divertido. Simon Pegg y Nick Frost tienen prácticamente mi misma edad, por lo que no me resulta difícil conectar con ellos sus aficiones y sus experiencias. La película abre con la visita a esa meca moderna de los aficionados que es la San Diego Comic Con, donde se suceden los guiños y bromas relacionados con Star Tek o Predator. Más adelante, en un flashback, vemos a Paul, todavía prisionero en el Área 51, dando consejos por teléfono a Spielberg para su próxima película (“E.T.”). El final en la Devil´s Tower de Wyoming es un claro homenaje a “Encuentros en la Tercera Fase” (1977) con toques de “E.T.” y la revelación sorpresa de que la villana principal, la jefa tras los “hombres de negro”, es Sigourney Weaver, a la que Ruth tumba citando una de sus más famosas frases de “Aliens” (1986).
En realidad, las bromas referenciales y las parodias de tal o cual película o serie son la forma más burda, fácil y, últimamente, sobreexplotada de humor. En lugar de recurrir al ingenio, la inteligencia o la sorpresa, se limitan a aprovecharse de algo familiar con lo que hacer sentirse importantes a los espectadores que captan el guiño. En buena medida –aunque no únicamente- “Paul” es básicamente una extensión de ese tipo humor teóricamente destinado a los fans del género fantástico que había podido verse en “Spaced” o “Zombies Party”. No era ni mucho menos algo nuevo. En los diez años anteriores se habían estrenado bastantes –probablemente demasiadas- películas paródicas protagonizadas por aficionados a las películas de ciencia ficción o los comics, como “Trekkies” (1997), “Free Enterprise” (1998) o “Héroes Fuera de Órbita" (1999) sobre los amantes de Star Trek; el gracioso mockumentary de Mark Hammill “Comic Book: The Movie” (2004); “Comic-Con Episode IV: A Fan´s Hope” (2011), sobre la famosa convención de San Diego; “Fanboys” (2008) y el documental “The People vs George Lucas” (2011) acerca de los seguidores de “Star Wars”; Proxima” (2007), en la que un fan de la ciencia ficción vive una aventura intergaláctica; “Preguntas Frecuentes sobre Viajes en el Tiempo” (2009), con dos fans ingleses atrapados en una peripecia temporal; o “The Last Lovecraft: Relic of Cthulu” (2009), con una pareja de amigos atrapados en esos mitos del terror; y por supuesto la televisiva “The Big Bang Theory” (2007-).
Las bromas y guiños relacionados con elementos u obras famosas del género ni siquiera están ya dirigidas al público más avispado y conocedor sino que, en el caso de “Paul” y como los propios Pegg, Frost y Mottola reconocieron, habían sido pensadas para que fueran comprendidas incluso por espectadores mayormente ignorantes de la ciencia ficción aunque sí familiarizados con esos iconos que han pasado a ser patrimonio de la cultura general. No será el gran fan de Star Wars quien se sentirá orgulloso de identificar una pelea de “El Retorno del Jedi” en esta película, sino alguien que sólo vio el film de Lucas cuando se estrenó en 1983 y que, al captar la referencia, se sentirá como un experto. Probablemente es por eso que tantos críticos satisfechos consigo mismos alabaron ese tipo de guiños poco sutiles.
De hecho, son los gags que se alejan de las parodias más o menos directas a Star Trek, Star Wars, los superhéroes o Spielberg los que funcionan mejor y son más interesantes. Así, junto a las salidas de tono del alienígena, encontramos deconstrucciones de los mitos de la cultura popular, como la obsesión de los ufólogos por las sondas anales, las teorías conspirativas o los juegos de palabras (el camarero hispano del hotel se da por aludido cuando se le habla de “aliens”, palabra con la que también se definen a los inmigrantes ilegales).
Curiosamente, la situación cómica de la película tiene un sustrato más intelectual que el reírse de tal o cual episodio de “Star Trek”. Uno podría esperar que muchos gags se apoyaran en el choque cultural entre los humanos y el alienígena, especialmente teniendo en cuenta que aquéllos son unos cerebritos aficionados a la ciencia ficción con unas ideas poco realistas acerca de lo que es la vida extraterrestre. Pero resulta que Paul ha vivido en la Tierra durante décadas y lo sabe todo acerca de la cultura popular –de hecho, ha inspirado no poca de ella, como vemos en alguna escena-. Así que el choque cultural acaba siendo el de los británicos y los nativos de Planeta América, concretamente los de la modalidad paleta.
Esta es la primera película de Pegg y Frost ambientada en Estados Unidos en lugar de Inglaterra. Más allá de que la dirección corra a cargo del americano Greg Mottola en vez del británico Edgar Wright, este cambio de escenario modifica completamente la dinámica del humor de la pareja. Casi todo lo que se encuentran los protagonistas a lo largo de su viaje, desde los fundamentalistas cristianos a los amantes de las armas pasando por las camareras ordinarias y los agentes del gobierno, da más miedo que cualquier criatura alienígena.
Pegg y Frost ya llevaban juntos muchos años como dúo cómico y se conocen tan bien que su dinámica es perfecta. Cada uno comprende perfectamente su papel y el del contrario y utilizan el humor en sus diálogos e interacciones de forma completamente natural, hasta el punto que, seguramente, podrían haber sacado adelante muchas escenas gracias a la pura improvisación.
Su química queda algo diluida por la introducción del personaje de Ruth, aunque también hay que decir que algunos de los momentos más divertidos de la película residen en los intentos de ésta para, una vez ha renunciado a su cristianismo radical, incluir palabrotas en su lenguaje, construyendo permutaciones extrañas pero hilarantes. En una escena, al fumar una especie de marihuana experimental que le pasa Paul, atraviesa todos los estadios del colocón en tan sólo treinta segundos antes de desmayarse. Su personaje sirve también para que Simon Pegg exponga sus argumentos a favor del ateísmo, lanzando unos ataques al cristianismo evangélico que nadie se habría atrevido a hacer en una película americana. También Jason Bateman ofrece una interpretación divertida, abandonando el tipo de personaje amable y comprensivo por el que era más conocido para encarnar a un agente gubernamental, arisco, despiadado e imparable (cuyo sorpresivo cambio de bando al final, por desgracia, resulta forzado e inverosímil).
La mayor parte de la trama es básicamente una persecución: todo el mundo trata de alcanzar la caravana que transporta en su interior a dos “raritos” ingleses y su amigo alienígena (a los que se añade más adelante Ruth). En cierto sentido, estos humanos y extraterrestres que tratan de escapar de un mundo que no les comprende, funcionan como una metáfora de lo que significa ser un apasionado de toda o parte de la cultura popular –comúnmente y desde hace no mucho conocido como “friki”-. Paul adopta el papel de mentor, de hermano mayor que ayuda a los dos frikis a ampliar sus horizontes, a relajarse; éstos, por su parte, le ayudan a escapar del gobierno y reunirse con los suyos.
Resulta significativo que esta película de producción americana con guión y actores principales ingleses y destinada no tanto a parodiar la CF y sus aficionados como la cultura y mentalidad de un sector de Estados Unidos, no triunfara en ese país. Con un presupuesto de casi 40 millones de dólares, ni siquiera cubrió gastos con la recaudación nacional, mientras que en el resto del mundo se superaron los 60 millones. Quizá la abierta crítica a la cerrazón propia de los fundamentalistas cristianos y la forma en que el personaje de Ruth los representa –renegando de su fe tras conocer a Paul y que éste le cure su tara física para saltar al extremo contrario y tratar de recuperar el tiempo perdido-, no sentaron demasiado bien en un país que admite que cualquiera pueda comprar un rifle de asalto pero no reírse de la religión.
“Paul” no está a la altura de las mencionadas “Zombie Party” o “Arma Fatal”, en parte por la dirección algo plana de Greg Mottola. Los personajes están bien pincelados pero carecen de profundidad y la acción y el suspense no igualan la energía, pulso e impacto de Edgar Wright. Es el caso, por ejemplo, de escenas como las de las persecuciones de coches que en el guión probablemente resultaban atractivas pero cuya ejecución se reduce a poco más que tomas aéreas de gente conduciendo. Aunque los gags funcionan, la trama que los une es poco sólida, un problema que se hace más patente conforme el film avanza hacia su conclusión.
No obstante todo lo dicho de “Paul”, su mezcla de road movie, CF y comedia con toques de acción y ternura es capaz de divertir a un espectro de público muy amplio, que era precisamente lo que se pretendía. La mayoría del humor, aunque muchas veces no sea muy sofisticado, funciona, el ritmo es dinámico y la química entre Frost y Pegg es innegable. Para pasar un buen rato.
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