“Stalker” fue la primera adaptación de la influyente novela “Picnic Junto al Camino” (1972), de los hermanos Boris y Arkady Strugatsky, una de las pocas novelas de ciencia ficción soviéticas que, aunque severamente mutilada por la censura, llegó a Occidente durante la Guerra Fría.
Tarkovski, que ya había visitado la CF (un género al que, por cierto, tenía en poca estima) con “Solaris” en 1972, se sintió intrigado por la novela y encabezó el proyecto de llevarla al cine, una producción de Mosfilm que vino lastrada por múltiples problemas, incluyendo la destrucción del primer revelado, lo que obligó a volver a rodarla por completo; el despido del director de fotografía por ese error y sus diferencias con Tarkovski; y el estrés soportado por todo el equipo derivado de rodar en un entorno industrial abandonado pero químicamente tóxico (una planta hidroeléctrica a las afueras de Tallin, Estonia) que quizá causó la muerte prematura de varios de los participantes, incluyendo el propio director –fallecido de cáncer de pulmón en 1986-.
Cuando se escribe sobre la adaptación de una obra literaria al cine, siempre sobrevuela la tentación de comparar punto por punto una y otra versión de la historia. Sobre la novela de los Strugatsky ya hablé en su entrada respectiva y a ella me remito. Y aunque los hermanos aparecen acreditados como guionistas de la película, lo cierto es que Tarkovski se llevó la historia por completo a su terreno para ofrecer una experiencia muy diferente a la de leer el libro: una cinta críptica, ambigua y nebulosa que transmite sensaciones más que narra una historia y que deja una huella indeleble en quien la ve… para bien o para mal.
Como en la novela, la acción de la película, gira alrededor de la Zona, un área antaño habitada pero que ahora ha sido evacuada, perimetrada y prohibida tras producirse una misteriosa visita extraterrestre que dejó el lugar sembrado de peligros, ya sea en la forma de artefactos o de fenómenos incomprensibles pero letales. Las leyes físicas que conocemos ya no se aplican en ese lugar. La naturaleza aún sobrevive en la Zona, pero nada humano puede hacerlo durante demasiado tiempo.
No hay monstruos, ni fantasmas, ni rastros evidentes de carnicerías sangrientas, pero la tierra misma se ha tornado de alguna forma hostil. Los tanques abandonados, los edificios en ruinas y los cadáveres disecados que puntean el paisaje deberían servir de advertencia suficiente. Pero no es así. A pesar de que las autoridades rodearon la Zona de alambre de espino, muros y puestos de vigilancia, los buscadores de tesoros y los aventureros siguen arreglándoselas para entrar subrepticiamente.
Pero más allá de la Zona, el guion de la película se parece muy poco a la novela. Todo el trasfondo relacionado con las hipótesis sobre los alienígenas, el mercado negro de los artefactos extraterrestres, las distintas organizaciones legales e ilegales que operan en el lugar y un diverso y pintoresco reparto, son eliminados para dejar solamente cinco personajes, ninguno de los cuales recibe nombre propio sino apelativos referidos a sus profesiones.
Tenemos en primer lugar al Stalker ((Alexander Kaidanovsky), recién salido de prisión, donde fue enviado por el delito de entrar en la Zona. A pesar de los años que ha perdido por culpa de su falta, está desesperado por volver allí. El Profesor (Nikolay Grinko) declara que su motivación es adquirir conocimientos, aunque como se descubre posteriormente, esto no es más que una fachada. El tercer viajero es el cínico Escritor (Anatoliy Solonitsyn), cuya fluidez verbal contradice su supuesta falta de inspiración. Estos dos personajes representan otras tantas formas de aproximarse al misterio de la existencia: la razón y la imaginación, aunque, como se verá, cuando han de enfrentarse a la oscuridad de sus propios corazones, ambas se revelan impotentes.
Finalmente, completan el reparto la Esposa de Stalker (Alisa Freyndlikh) y su enfermiza Hija, apodada “Mona”, (Natalya Abramova) a las que Stalker abandona tras aceptar el encargo de guiar al Escritor y al Profesor por el interior de la Zona. Se dice que hay una Habitación en su centro que, por razones y medios desconocidos, puede conceder los deseos más profundos de cualquiera que entre en ella.
Las primeras escenas de la película, que transcurren en un sucio, brumoso y decrépito pueblo cercano a la Zona, están rodadas en un grumoso color sepia. Si Tarkovski hubiera optado por un contrastado blanco y negro, esa población sin nombre parecería triste y desolada, pero es ese tinte sepia que lo cubre todo lo que consigue transmitir la sensación de lugar opresivo y enfermizo. Por si todo esto no fuera suficientemente lúgubre, la policía militar que custodia la Zona, dispara a matar contra cualquiera que parezca un intruso (unos guardias, por cierto, que propician una lectura política de la cinta). Los tres viajeros, sin embargo, consiguen evadir la vigilancia y entrar en el territorio prohibido, momento en el que aparece repentinamente el color, significando que están ante un mundo nuevo.
Si “Stalker” hubiera sido una película norteamericana, la Zona estaría rebosante de criaturas y fenómenos terribles realizadas con efectos especiales tan elaborados y espectaculares como los utilizados para crear un paisaje amenazador y claustrofóbico. Pero esto es un film ruso de arte y ensayo dirigido por un autor tan personal y espiritual como Andrei Tarkovsky, que no considera necesarios esos recursos tan “banales”. Por tanto, quienes esperen aventura, acción, emoción y sobresaltos, lo mejor es que busquen en otro sitio.
Al igual que sucede en “Solaris”, hay largos tramos de película en los que no siempre queda claro por qué suceden las cosas. Pero también al igual que en “Solaris”, hay espectadores que encontrarán esto fascinante. Su cámara distante, personajes anónimos, diálogos minimalistas, fenómenos inexplicables, geografía confusa y conclusiones ambiguas hacen de “Stalker” un film opaco a la interpretación y del que uno puede salir sabiendo todavía menos que cuando entró.
Además, tiene un ritmo lento y meditativo. A pesar de que su metraje asciende a 161 minutos, sólo tiene 142 planos con una duración media de un minuto. Pero no se trata de esos llamativos ejercicios de estilo que pueden verse en algunas películas modernas. Tarkovski prefiere el estatismo, la contención en el movimiento de cámara. Su tercer largometraje, “Andrei Rublev” (1966), fue la biografía de un pintor ruso de iconos, una forma artística que aquí el director parece replicar. Se trata de contemplar más que de mirar, de observar con detenimiento las formas y texturas de un mundo extraño.
A pesar de su querencia por los planos largos, el control de la cámara y el ritmo lánguido, Tarkovski también dejaba espacio para los destellos de improvisación. Después de que prácticamente toda la película resultara destruida accidentalmente en el revelado, aprovechó la oportunidad para reescribir sobre la marcha el guion reforzando el carácter metafórico de los personajes; descartó su plan de rodar la Zona en un desierto y eligió como marco un rincón de Estonia; y, en resumen, fue un meticuloso constructor de retablos al que, al mismo tiempo, le gustaba la inmediatez de la fotografía Polaroid.
Pueden encontrarse algunos paralelismos interesantes entre “Stalker” y la otra película de CF que dirigió Tarkovski, “Solaris”. Mientras que en esta última son los seres humanos los que encuentran fuera de la Tierra una forma de vida extraterrestre sin forma ni rostro pero capaz de afectar la realidad, en “Stalker”, la presencia alienígena se deja sentir en una zona concreta del planeta Tierra en la que las leyes de la realidad se han visto trastocadas. En “Solaris”, la cuestión nuclear era si realmente los humanos buscamos lo desconocido o simplemente nos buscamos a nosotros mismos, una idea que también está presente en “Stalker”: lo desconocido ha llegado hasta nosotros, lo tenemos delante, pero nos limitamos a acordonarlo y prohibir el acceso. El Escritor y el Profesor no quieren saber qué es la Habitación, sino lo que ésta puede conseguirles (o eso parece, porque el Profesor resulta tener motivos ocultos).
Una vez los personajes entran en la Zona, el director se empeña en convencernos de que puede suceder cualquier cosa, de que caminan por un paisaje extraño (una planta hidroeléctrica en ruinas) y cambiante, aunque el paisaje nunca cambia y, a la postre, nada les amenaza, ataca o daña. No hay efectos especiales ni trucos de cámara y, aún asi, Tarkovski crea una tensión continua… que en realidad nunca llega a materializarse en nada en concreto. Al final, el trío llega a la Habitación, un cubículo en un derruido edificio industrial, y es entonces cuando el Profesor revela que su intención es destruir el lugar con una bomba que lleva consigo para así evitar que nadie con malas intenciones lo utilice. El Escritor afirma que, dado que nadie conoce en realidad sus propios deseos, la Habitación es inútil. Después de todo, ninguno de ellos necesita la Habitación, empezando por el Stalker, que lo que anhela es regresar a su hogar y reconectar con su familia. Los tres desandan el camino y salen de la Zona, y el Stalker, que en otras ocasiones ha acompañado a más gente en este mismo viaje sin ver que ello les haya aportado más felicidad, le dice a su mujer que la Humanidad ha perdido la fe necesaria tanto para atravesar la Zona como para vivir una vida provechosa.
El único elemento de la película en el que parece residir un punto de esperanza es en el Stalker, que representa el amor y la fe. Para él, el mundo es una prisión, mientras que La Zona, con sus misterios que desafían la comprensión, es la Naturaleza original, no mancillada por la horrenda maquinaria y humo de la civilización. Si vuelve una y otra vez a la Zona, no es por curiosidad, avaricia o amor al riesgo, sino para para intentar conservar algo de la pureza original del Hombre.
Como he dicho antes, las escenas ambientadas en la Zona son a color, mientras que las del exterior están rodadas en sepia. Sin embargo, algunas de las escenas del final, ya fuera de la Zona, son ya en color, sobre todo las que tienen que ver con la hija del protagonista, “Mona”. ¿Quiere esto significar que la auténtica felicidad siempre estuvo en la familia? ¿O que Mona es un ser que anuncia un nuevo mundo (la última escena muestra que tiene algún tipo de poder telequinético)? En la novela se hablaba de las mutaciones que sufrían los hijos de quienes vivían cerca de la Zona y, de hecho, Mona era una de las afectadas, aunque de manera poco satisfactoria (sufría de hirsutismo y perdía el habla). Sin embargo, la película no traslada esa información por lo que el epílogo se antoja extraño y con una relación nada clara en términos de tema y trama con todo lo precedente.
Sinceramente, y esto es una opinión personal que evidentemente no comparten muchos insignes comentaristas, me parece que, aun ofreciendo cosas de interés, las dos horas y cuarenta minutos que dura “Stalker” es demasiado tiempo para lo que se cuenta, crear un suspense que no se concreta en nada tangible y terminar con un mensaje tan poco sofisticado como que la auténtica felicidad está en el hogar junto a nuestros seres queridos. Encuentro insatisfactorio que la película no se comprometa con la idea de que quizá nunca hubo nada en la Habitación –puede que incluso en la Zona-. Según la sensibilidad de cada cual, “Stalker” puede funcionar desde un punto de vista estético, pero no veo que temáticamente aporte nada de relevancia.
Puede que Stalker”, como la propia Zona, exija paciencia, atención y cierta disposición mental. Algo que yo no he sido capaz de aplicar al visionado de esta película, lo cual le hace a uno sentirse un paleto en esto del cine. Todos los manuales especializados la tienen en inmejorable estima, las webs de calificaciones no tienen nota suficientemente alta para retratarla, figura en cualquier lista de los mejores films de CF de todos los tiempos… y, con todo, a mí se me hace insufriblemente aburrido asistir a dos horas en las que no pasa casi nada aparte de asistir a cuidadosas escenas en un solar industrial desolado y conversaciones incomprensibles sobre el sentido de la vida, la ambición y las motivaciones para buscar la Habitación. Y, para colmo, el final es casi cómicamente impenetrable. Cada vez que la historia abre la puerta a una posibilidad de acción, los personajes prefieren sentarse o tumbarse en el suelo y murmurar frases abstrusas.
Supongo que Tarkovsky vio la película como un medio para explorar la psicología de sus personajes, y la Zona simplemente como un entorno simbólico. No creo que esa fuera la intención original de los hermanos Strugatsky (aunque, como he dicho, figuran acreditados como guionistas) dado que “Picnic Junto al Camino” trata, al menos así me lo pareció, sobre cómo los humanos reaccionan ante la huella de una presencia alienígena incognoscible. Así que ni entiendo bien las intenciones de Tarkovski ni creo que las transmita con claridad, dejando tan abierto el campo de la interpretación personal que prácticamente cualquier estupidez pretenciosa que se diga tiene holgada cabida (y he leído unas cuantas sobre esta película)
Hay una anécdota –desconozco si apócrifa- bastante reveladora al respecto de “Stalker” y Tarkovski. Cuando un funcionario del gobierno se quejó de que la historia avanzaba lentamente, Tarkovsky respondió: "La película necesita ser más lenta y aburrida al principio para que los espectadores que entraron en la sala equivocada tengan tiempo de irse antes de que comience la acción principal". Personalmente, me parece una actitud bastante arrogante para un director. ¿Por qué molestarse en hacer una película que sólo un puñado entiende –o dice entender- si no es para satisfacer el propio ego?
“Stalker” no es de ningún modo una película fácil ni, por ende, recomendable para cualquier espectador. Muchos la encontrarán aburrida, pretenciosa, impenetrable e insoportablemente melancólica y la abandonarán antes incluso de que Stalker llegue a la Zona y el sepia se transforme en color. No ofrece ninguna de las características del blockbuster moderno, pero hay que reconocerle que es una de las pocas películas que logra evocar lo siniestro, lo incognoscible y el misterio fundamental de la existencia, conjurando una extraña belleza a partir de la desolación y la decrepitud.
Siempre entendí esta película como una búsqueda de la fe por parte de los personajes. Es complicada; para ver en el momento adecuado y con la predisposición adecuada. Gracias por escribir de ella.
ResponderEliminar"“Stalker” fue la primera adaptación de la influyente novela “Picnic Junto al Camino” (1972)"
ResponderEliminar¿Hay otra adaptación?
Acuerdo con el comentario de Héctor. Es para ver en el momento adecuado con la predispocisión correcta, de otro modo no sirve.
Saludos,
J.
en realidad hubo una anterior, una versión para la televisión checa. La emitieron e inmediatamente destruyeron las copias por exigencia de los censores comunistas. Esto fue en el 77. Existe una saga de videojuegos ucranianos, STALKER, que bebe mucho de la novela, aunque no sea una adaptación directa. Ha habido obras de teatro, juegos de rol... Aniquilacion, la película de Alex Garland, está muy inspirada en la misma premisa, que también se utiliza en Tales from the Loop, el libro y la serie
EliminarGracias por la respuesta.
EliminarEso de que exista una versión previa me recuerda a Solaris, que también tiene su versión para TV en blanco y negro.
Aniquilación no la vi, veré de buscarla.
Saludos,
J.
La película Stalker de Andrei Tarkovsky, en mi opinión, es la búsqueda de la salvación y la esperanza en una dimensión asombrosa y personal. Como el resto de películas que integran su obra no tiene sentido clasificarlas, porque tienen un nivel cinematográfico tan puro que ni siquiera Bergman era capaz de llegar a él, como él mismo comentó sobre la película Andrei Rublev. Tarkovsky aprendió de los grandes, como Bergman y Kurosawa, y también aprendió de su padre que fue un gran poeta. Tarkovsky no hace películas, es un poeta que hace poesía con técnicas cinematográficas, basándose en sus propias experiencias y emociones, invitando al espectador a reconocer las suyas a través de un viaje, casi siempre de redención. Disfrutar de una "película" de Tarkovsky es como disfrutar de un cuadro de Picasso o Dalí, de una pieza de Bach o de una escultura de Miguel Angel. La primera vez que ví Stalker no me pareció gran cosa, pero intuía que había mucho que profundizar. Después de ver algunos documentales sobre la vida de Tarkovsky, entrevistas que le hicieron, de leer su biografía y su libro "Esculpir en el tiempo", comprendí qué trataba Tarkovsky de dar a entender con su obra, y cada vez que vuelvo a ver una de sus "películas" es más emocionante que la vez anterior, y mi favorita es, Stalker.
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