“Hace cuarenta mil años, las más avanzadas especies de la Tierra fueron exterminadas por una nueva forma de vida: nosotros. Ahora, otra nueva especie ha evolucionado, más fuerte, más inteligente y volcada en nuestra aniquilación. Liderando la lucha contra ellos está la Doctora Sloane Parker, la bioantropóloga que descubrió su existencia. Una vez más, es la supervivencia del más apto… Y esta vez, nosotros somos la presa”.
Esta era la entradilla que cada semana abría un nuevo capítulo de “Prey”, la serie que subvertía ese cliché liberal tan presente en la CF y según el cual la nueva rama de la evolución humana tendría poderes especiales y, siendo aún una minoría, estaría perseguida por los racistas humanos temerosos de sus capacidades, bien para exterminarlos bien para utilizarlos como armas. Era una idea ya presente en obras tempranas como “Juan Raro” (1935) de Olaf Stapledon o “Slan” (1940), de Alfred van Vogt; que sirvió de concepto base para los X-Men (1963) ideados por Stan Lee; y que sigue vigente hasta hoy en productos como la serie “Sense8” (2015).
Pero, ¿qué pasaría si ese avance genético no se limita a ser una educativa metáfora del racismo? ¿Y si ese salto evolutivo resulta ser verdaderamente la amenaza que los Homo sapiens temen: unos nuevos seres que nos vieran como inferiores y quisieran librarse de nosotros? Esa era la premisa de la serie. De la misma manera que el Sapiens acabó marginando y liquidando al inferior Neanderthal (hipótesis simplista muy discutida en la actualidad), ahora una nueva especie humana muy peligrosa planea destruirnos a nosotros.
El episodio piloto, rodado originalmente en 1997 con el formato de telefilm y titulado “Hungry for Survival”, estaba ambientado diecisiete años en el futuro y contaba con Sherilyn Fenn (una cara popular entonces gracias a “Twin Peaks”) como la doctora Sloane Parker y a Michael Stuhlbarg como su colega Edin Kozarak. La idea básica, concebida por William Schmidt, gustó a la ABC que encargó 13 episodios con la condición de que se realizaran varios cambios, entre ellos la sustitución de casi la totalidad del reparto principal. Así, se contrató a Debra Messing (la futura estrella de “Will y Grace”) para encarnar a la doctora Sloane. Otro cambio fue el de relocalizar la acción en el presente, ya que se estimaba que, de otro modo, el apartado de diseño, vestuario y escenografía resultaría demasiado caro.
Hubo más exigencias por parte de la cadena. En concreto, uno de los aspectos que nunca llegó a estar bien desarrollado en la serie regular, a saber, que el propósito de la nueva especie era ante todo la supervivencia. En el piloto, éstos recurrían a métodos expeditivos sólo si no había más remedio. En la serie, los nuevos humanos siempre parecieron más malvados, lo cual quizá sea una premisa menos sofisticada, pero también es verdad que ese concepto de minoría perseguida, como he dicho al principio, ya estaba muy visto.
En consecuencia, también estaban fuera de lugar en la serie los mensajes en favor de la tolerancia racial sí expuestas en el piloto. Schmidt quería contar en el reparto con un personaje musulmán que cayera bien al público. Era la época posterior a la Guerra del Golfo y Schmidt quería hacer una declaración sobre la tolerancia racial y explorar ideas humanistas presentes en la religión y cultura islámicas. Asimismo, era consciente de que necesitaba que ese personaje conectara inmediatamente con el público, alguien que no sólo fuera un rostro con rasgos extranjeros que sugiriera cierta posible doblez en sus lealtades. Faryd Saliman Reingold, amigo y asesor de Schmidt, sugirió en una reunión que este personaje fuera bosnio, lo que le daría una experiencia visceral y de primera mano del genocidio, que, al fin y al cabo, era lo que los nuevos humanos estaban a punto de cometer. Así, se estableció que el mejor amigo de Sloane fuera Edin "Ed" Kozarak, encarnado por un actor con acento balcánico. Como he dicho, este fue uno de los puntos que la ABC exigió cambiar y el personaje fue reconfigurado como el estadounidense y muy blanco Ed Tate (Vincent Ventresca)
El mundo de la joven doctora Sloane Parker, una científica especializada en antropología y genética de la Universidad de Whitney en California, se pone patas arriba cuando su mentora, la doctora Ann Coulter (Natalija Nogulich) es asesinada en su despacho. Parker encuentra el cadáver y queda en un estado de shock mientras la policía trata de recoger pruebas. Aunque los archivos de Coulter relativos a sus investigaciones han sido misteriosamente borrados, Sloane descubre que varios criminales violentos y asesinos en serie comparten una serie de marcadores genéticos que los distancian de los humanos tanto como éstos de los chimpancés: son más inteligentes, más agresivos y cuentan con ciertos poderes psíquicos, pero carecen de empatía hacia los seres humanos, considerándonos de la misma manera que nosotros a los animales. Eso sí, la nueva especie, denominada Homo dominante, puede cruzarse con nosotros los sapiens: las mujeres tienen cuatro úteros y han evolucionado para tener hijos a partir de los nueve años sin complicaciones, pero su descendencia siempre pertenece a la especie superior.
Sloane une esfuerzos con otros científicos y policías para averiguar más sobre la nueva especie, su origen, su número y si existe la posibilidad de una coexistencia pacífica. Entre ellos está el (falso) agente del FBI a cargo del asesinato de Coulter, Tom Daniels (Adam Storke), que resulta ser un Homo dominante con órdenes de matarla. Y es que estos superhombres quieren mantener su existencia en secreto hasta que se hayan infiltrado en todos los niveles de la sociedad y realizado los preparativos necesarios para exterminar a los sapiens.
Sin embargo, Daniels se siente atraído por Sloane y no sólo se siente incapaz de ejecutar sus órdenes, sino que decide unirse a ella y revelar al mundo la conspiración tramada por los suyos. Su ayuda, sin embargo, no le pone las cosas más fáciles a Sloane, que a duras penas sobrevive a la persecución de un asesino por unas escaleras, la explosión de un coche y el tiroteo desde otro automóvil. Y, para colmo, no puede evitar enamorarse de un dominante, aunque sea uno que haya renegado de los suyos. Uno de ellos, llamado Randall Lynch (Roger Howarth) y que ya ha decapitado a cinco sapiens, la persigue y, aunque muere envuelto en llamas, su clon continúa la caza.
El veterano guionista Tracy Torme (“Star Trek La Nueva Generación”, “Más Allá delLímite”, “Odyssey 5”) tenía grandes expectativas cuando accedió a trabajar con su amigo, William Schmidt. Pero las cosas no tardaron en agriarse. Tras involucrarse en el proyecto a través de un contrato con Warner, pasar muchas horas reunido en salas sin aire acondicionado para ir sentando las bases de lo que iba a ser la temporada y sus episodios, Torme se entera de que Schmidt ha sido despedido antes siquiera de empezar el rodaje. Enfadado por ese trato y viendo que de esta forma el programa no iba a tener una vida muy larga, Torme renunció al dinero y al puesto de productor y guionista que se le había asignado. La serie debutó con unas cifras de audiencia prometedoras que, sin embargo, no se consolidaron, quizá debido a la traición al espíritu original de la misma tal y como lo concibiera su creador.
Messing demostró ser una capacitada actriz dramática que podía proyectar vulnerabilidad, humor y angustia, una científica que se sentía cómoda en el laboratorio pero que era empujada contra su voluntad a una situación muy peligrosa para la que no estaba preparada. Su principal amigo en esta empresa es el doctor Edward Tate (Vincent Ventresca), un ingeniero genético y experto en ordenadores que está secretamente enamorado de Sloane. El doctor Walter Attwood (Larry Drake) es su jefe nominal, aunque en realidad recibe en secreto órdenes de una misteriosa mujer (Alexandra Hedison) que dirige una organización secreta cuya intención es manipularlo para provocar una guerra entre las dos especies. Por último, Ray Peterson (Frankie R.Faison) es un detective de la policía que acaba expulsado del cuerpo por expresar públicamente su fe en las teorías de Sloane sobre una especie hostil de superhumanos.
Los primeros episodios, en los que Sloane todavía no está segura de en quién confiar, son particularmente atmosféricos y tensos pero, conforme la serie avanzaba, este perfil casi terrorífico dio paso a una fórmula más propia de los procedimentales. Un capítulo clave fue aquél en el que el equipo recuperaba un cuerpo momificado de México que les revelaba que el Homo dominante podía dar a luz a cuatro bebés de una sola vez. Unas columnas subterráneas muy antiguas exhibían un código que afirmaba que algo “malo” tendría lugar en la segunda semana del mes de octubre de 1998. Aquel episodio, por cierto, se rodó en Vasquez Rocks (California) una localización utilizada por muchas producciones de CF y cuyo característico paisaje rocoso ha servido para representar mundos alienígenas en, por ejemplo, “Star Trek”.
Con estas pistas, los protagonistas averiguan que la especie Dominante surgió en una comunidad aislada de México como respuesta evolutiva al calentamiento global. Existen alrededor de 200.000 individuos pertenecientes a la misma y gracias a su gran fertilidad y la aparente recesividad genética de los sapiens, es cuestión de tiempo que pasemos a ser una minoría o incluso a extinguirnos. Los dominantes, sin embargo, no quieren esperar tanto y están explorando formas de acabar con nosotros mucho antes, por ejemplo, utilizando ingeniería genética en niños sapiens para transformarlos en dominantes; o buscando virus de la letal gripe española de 1918 en los cadáveres de las víctimas de aquella pandemia con el fin de ponerlos en circulación de nuevo.
La serie también les dio a los dominantes su propia cultura e incluso religión. En general y además de su odio genético hacia los sapiens, muestran características similares a las de los asesinos en serie: sociopatía y afición por coleccionar trofeos de sus crímenes como símbolo de estatus entre sus pares. El pueblo mexicano en el que surgió la nueva especie es considerado por ellos un lugar sagrado. Los dominantes, no obstante, tampoco son un grupo monolítico. Una excepción es Tom Daniels quien, aunque posee los mismos instintos que sus semejantes, es capaz de reprimirlos e incluso desarrollar una conexión sentimental con Sloane.
Aunque los productores de la serie presumían de ser respetuosos con la ciencia y haber consultado con antropólogos como asesores, lo cierto es que los guiones cometían errores de bulto y hay en ellos más ficción que ciencia. Es el caso, por ejemplo, de la propia premisa: que un calentamiento global pueda crear una nueva especie humana. Charlie Craig, uno de los productores, afirmaba en una entrevista: “Hablamos con antropólogos y nos dijeron que el cambio climático causará cambios genéticos en la gente. Y una especie más adaptable a las temperaturas en ascenso sería una especie superior”. Claramente, Craig, no entendía que la evolución no trata de seguir un camino ascendente, cada escalón superior al anterior, sino de adaptación al medio, y que ésta puede incluso implicar recortes en otras capacidades superfluas en el nuevo entorno. Por otra parte, la idea de que una nueva especie surja, alcance la madurez, adquiera una identidad de grupo y se extienda por todo un país sin ser detectada y todo ello en un periodo de tiempo brevísimo, es implausible, por no hablar de que su apariencia sea indistinguible de la nuestra (siempre que uno sea caucásico, claro).
Craig subrayaba sobre todo que “Prey” contenía un mensaje admonitorio. “Esta nueva especie es el resultado de las cosas malas que están ocurriendo en nuestro medio ambiente y la falta de consideración hacia nuestro mundo. Hay un mensaje sutil aquí”. No sé si sutil es la palabra adecuada, porque la serie desde luego no contenía denuncia alguna al respecto. El cambio climático era sólo una excusa para justificar “científicamente” la aparición del Homo dominante. Más interesante era la implicación de que nuestro dominio sobre la Tierra es transitorio, que la visión de que somos el último y mejor “modelo” de nuestra especie es errónea.
En uno de los últimos episodios, Sloane y sus amigos tratan de proteger a un periodista que se ha convertido en objeto de los dominantes, pero fracasan y es asesinado. Más tarde, el doctor Tate descubre una forma de manipular el ADN de los dominantes para convertirlos en humanos. Daniels se presenta voluntario para un experimento de prueba que, al principio, resulta ser un éxito. Al transformarse en humano, su sociopatía innata se diluye y, a cambio, se inflama su pasión por Sloane. Por desgracia, el efecto resulta ser sólo temporal.
Pero ni el suspense ni el romance parecieron tener el efecto deseado sobre la audiencia, que con cada episodio iba disminuyendo en número. Tras emitir ocho capítulos, la ABC retiró la serie de su parrilla en marzo de 1998. Tras acusar los efectos de una febril campaña por parte de los aficionados supervivientes para que se renovara la serie, la cadena accedió únicamente a emitir los cinco episodios restantes aquel mismo verano.
“Prey” terminó en un cliffhanger que, además, no inclinaba la balanza a favor de los héroes. De hecho, Daniels terminaba siendo capturado por los suyos y encerrado en una celda. Y eso es todo lo que se supo de “Prey”… excepto por una divertida coda en otra serie, esta del canal Sci-Fi, “El Hombre Invisible” (2000-2002), protagonizada por Vincent Ventresca, que también había participado en “Prey” como el doctor Tate. Su personaje, el hombre invisible del título, está escapando de unas instalaciones secretas cuando se topa con una puerta cerrada, la abre y se encuentra con un prisionero… que resulta ser un desmejorado Adam Storke. Éste, dándose cuenta de que es libre, sale corriendo dejando a Ventresca tratando de recordar de qué lo conocía…
“Prey” fue un producto hijo del éxito de “Expediente X” (1993-2002), un programa de CF sobre conspiraciones en el mundo actual y un tono oscuro e intelectual. Pero como sucede tantas veces en el mundo de la televisión, fue víctima de los tejemanejes internos de las cadenas. Como he dicho, el creador del programa, William Schmidt, fue despedido por Warner Bros (productora de la serie), trayendo a bordo nuevo personal que desvirtuó su visión. Charlie Craig, el nuevo responsable, tenía cierto pedigrí como guionista y productor (por ejemplo, en “Expediente X”), pero no tuvo la oportunidad de convertir ese programa en algo personal. Además y conforme avanza la serie, se evidencia una creciente disonancia entre los guiones, la historia de fondo y el tono inicial de la misma, probablemente debido a las exigencias de la cadena, que quería dar más peso a la acción y el romance.
Otro posible problema pudo haber sido que, aunque había cierta compartimentación entre los episodios de “Prey, ésta era mínima comparada con otros programas de la época, siendo siempre el arco narrativo global lo más relevante. En 1998, las series de género (esto es, no “culebrones”), con continuidad alargada toda una temporada o incluso más allá aún estaban en su infancia. “Oz”, la serie de HBO, empezó en 1997, como también “Buffy Cazavampiros”. “Babylon 5” había empezado a emitirse en 1993 pero siempre luchó por conseguir la renovación y apenas consiguió llegar a su temporada final. Las cadenas aún no confiaban demasiado en series de género fantacientífico con un hilo argumental extendido a lo largo de toda la temporada, dado que interpretaban que ello les dificultaría su venta al mercado sindicado.
De todas formas, es poco probable que “Prey” hubiera podido ajustarse a la fórmula estándar de entonces, esto es, temporadas de 22 episodios. La única temporada disponible ya parece suficientemente completa con 13 capítulos, en los que trata, con un ritmo frenético lo que hoy se abordaría en tres años: el misterioso origen de una nueva especie, terroristas durmientes, humanos colaboracionistas, guerra biológica, programación neuronal, mestizaje entre especies, clonación, modificación genética… En este sentido, “Prey” se adelantó veinte años a su tiempo porque el formato que mejor se le adecuaba era el de temporada corta de una docena de episodios al año, que es el mayoritariamente utilizado hoy día por las plataformas televisivas y con el que podría haber ido desarrollando cada uno de esos temas con más detalle.
“Prey” fue una de las series de los años 90 que ayudó a consolidar nuevos terrenos para la Ciencia Ficción televisiva, abordando temas más complejos e ideas más provocadoras envueltas en intriga y suspense. No cuesta mucho imaginarla actualizada a los nuevos tiempos y con un enfoque y formato más del gusto del público actual. Mientras esperamos a que alguien reconozca su potencial y dado que no tuvo éxito, no existe edición en formato doméstico ni es previsible que las principales plataformas de streaming la incluyan en su catálogo. De vez en cuando, algún entusiasta generoso sube los capítulos a YouTube, donde permanecen una temporada hasta que son retirados.
Yo creo que el término correcto para denominar al que discrimina a individuos de otra especie no es el de racista sino especista.
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