Conforme el culto que profesamos en nuestra sociedad a los “famosos” se ha ido inflando hasta dimensiones ridículas y la industria del cine les ha ido abriendo sus puertas sin exigirles unos requisitos mínimos –como el de la capacidad de interpretar-, es inevitable que muchos críticos valoren las películas en base a la simple inclusión en ellas de esos “celebrities” más que en la calidad real de su trabajo. En 2003, por ejemplo, “Una Relación Peligrosa” fue víctima del alud mediático de chismorreos y bromas sobre la vida privada de sus dos estrellas, Ben Affleck y Jennifer López.