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viernes, 4 de enero de 2019
1997- MEN IN BLACK – Barry Sonenfeld
Entre finales del siglo XX y comienzos del XXI, las grandes franquicias dieron claros signos de agotamiento. “Star Trek: Némesis” (2002), décima película de la saga de Gene Roddenberry y cuarta de la etapa “Nueva Generación”, apenas consiguió recaudar lo invertido. Y pese a la parafernalia publicitaria y la expectación que generó el regreso de George Lucas a “Star Wars” con “La Amenaza Fantasma” (1999), las críticas fueron poco generosas con él tanto desde el público generalista como del sector de los fans. Los grandes nombres del género en su vertiente cinematográfica, por tanto, ya no garantizaban automáticamente un éxito, probablemente porque los aficionados, cansados de tanta iteración sobre los mismos temas, buscaban algo diferente.
Se produjo entonces una especie de retorno al pasado en dos formatos. El más alarmante por lo que de falta de imaginación denota, fue la tendencia a hacer remakes y adaptaciones de películas anteriores u obras ya muy trilladas. Así, tenemos por nombrar sólo unos pocos: “Godzilla” (1998), “El Planeta de los Simios” (2001),“La Máquina del Tiempo” (2002), “Rollerball” (2002), “Yo, Robot” (2004), “La Guerra de los Mundos” (2005), “Death Race: La Carrera de la Muerte” (2008)… una tendencia que continúa hoy en día con las reactivaciones a todo tren de franquicias como “Star Wars”, “Alien” o “Parque Jurásico”. Por otra parte, algunos directores miraron al pasado de otra forma: recuperando temas clásicos y reformulándolos, a veces en clave de comedia. Fue el caso de las invasiones alienígenas en “Mars Attacks” (1996) o “Independence Day” (1996), y las conspiraciones relacionadas con extraterrestres en “Hombres de Negro”.
Mientras persigue a un sospechoso, el policía de Nueva York James Edwards III (Will Smith) se queda de piedra cuando ve que éste tiene dos pares de ojos, porta una extraña pistola de rayos y es capaz de imposibles hazañas atléticas. Más tarde, un misterioso agente K (Tommy Lee Jones), el único que parece dar crédito a su testimonio, le pide que le acompañe para una identificación. Impresionado favorablemente y necesitado de un nuevo compañero tras la peculiar jubilación del anterior, K le propone que visite la sede de la organización ultrasecreta para la que trabaja, los Hombres de Negro, cuya misión es monitorizar las actividades de los inmigrantes alienígenas que se han establecido de incógnito entre nosotros, neutralizar a los peligrosos e impedir que el público conozca la existencia de ambas categorías, para lo cual utilizan un “neuralizador” que borra los recuerdos de todo aquel que ha tenido contacto con un extraterrestre.
Edwards acepta el trabajo y su identidad es borrada de todos los archivos oficiales. A partir de ese momento sólo se le conocerá como J, vestirá sólo un traje negro estándar, corbata y unas gafas de sol que le protegerán del neuralizador. Aunque ambos, J y K se parecen mucho a primera vista, sus personalidades y actitudes no puede ser más dispares: mientras el primero es extrovertido e informal, el segundo es estricto y serio. Sin embargo, antes de que J se haya podido familiarizar con su nueva profesión, se ve inmerso en combatir una amenaza que puede destruir la Tierra: un alienígena que se ha apoderado del cuerpo de un granjero, Edgar (Vincent D´Onofrio), para moverse libremente entre los humanos y encontrar un objeto llamado Galaxia, con el que podrá ganar la guerra que libra su especie. Entretanto llegan otros extraterrestres inmensamente poderosos, los Arquilianos, dispuestos a pulverizar nuestro planeta antes de que su enemigo se haga con ese artefacto.
Cuando una película se promociona utilizando la frase “lo más grande desde…”, uno no puede evitar fruncir el ceño y elevar su grado de escepticismo. “Men in Black” fue el mayor taquillazo de 1997 tras “Titanic” en no poca medida gracias a una campaña publicitaria masiva. Pero en este caso, ello no sirvió para enmascarar un truño mal digerido sino una película mejor de lo que se había esperado. El guión es una adaptación muy libre de una miniserie de comic-books del mismo título creada por el guionista Lowell Cunningham y el dibujante Sandy Carruthers en 1990 para la editorial Aircel y que sólo duró seis números. La historia que cuenta la película, sin embargo, es considerablemente mejor que la de los tebeos: original, enérgica y de ritmo rápido y con un sentido del humor de amplio espectro… pero que tampoco llega a satisfacer todas las expectativas generadas por la mencionada campaña y dista mucho de ser un film imprescindible.
Los Hombres de Negro son una leyenda urbana de la Guerra Fría propagada por los aficionados a los ovnis. Se dice que estos misteriosos individuos de traje oscuro, rostro inexpresivo y quizá poderes telepáticos visitan a los que van a revelar públicamente algún secreto relacionado con los extraterrestres para persuadirles de que desistan. Era un concepto que servía perfectamente a los vendedores de humo que querían dárselas de importantes, como Albert K.Bender, director de la rimbombante Agencia Internacional de Platillos Volantes, que dijo conocer parte del secreto tras los ovnis pero que había jurado a los Hombres de Negro no revelar lo que sabía a cambio de enterarse de toda la Verdad. Muy conveniente. Más que burócratas pertenecientes a una agencia secreta gubernamental o extraterrestres disfrazados de humanos, los Hombres de Negro eran representaciones del temor a lo desconocido y esa férrea desconfianza hacia las autoridades propias de los norteamericanos más libertarios.
Esa idea ha acabado permeando el imaginario colectivo americano hasta tal punto que la película no tiene ningún problema en dar por sentado que todo el mundo entenderá de lo que está hablando y construye casi todo su humor alrededor de la supuesta conspiración gubernamental para ocultar la llegada a nuestro planeta de alienígenas. Aunque eso sí, esta debe ser la primera vez que los encargados de ocultar y mantener dicha conspiración son los héroes, en contraste, por ejemplo, con “Expediente X” (1993-2002), serie que en aquel mismo momento se hallaba en su momento de máxima popularidad y en la que el engaño masivo se consideraba la mayor traición de la Historia a la especie humana.
Sin alejarse demasiado de lo que se espera de un blockbuster protagonizada por una gran estrella y abundante presupuesto, “Men in Black” ofrece un guión razonablemente bueno firmado por Ed Solomon (responsable de la saga de Bill y Ted). Hay aquí más fantasía que ciencia y el guionista no hace ningún esfuerzo por ajustarse a las convenciones del género excepto cuando quiere satirizarlas. Pero eso no supone ningún problema para el resultado final, todo lo contrario. Su descripción de esa realidad paralela a la nuestra que James descubre al tiempo que el espectador incluye ideas muy divertidas, como el que casi todos los extraterrestres prefieran establecerse en Manhattan, implicando así que es el lugar perfecto para que alguien pase desapercibido por muy raro que sea; que la pareja protagonista revise los periódicos sensacionalistas en busca de pistas por considerarlos los auténticos heraldos de la verdad; o ese sorprendente final revelando la auténtica naturaleza de nuestro universo…
Donde peor resultado obtiene “Men in Black” es en la dirección, a cargo de Barry Sonnenfeld, antiguo director de fotografía de los hermanos Cohen y que había debutado años atrás con “La Familia Addams” (1991). Intenta una aproximación socarrona e impávida pero carece del toque irónico que requiere el material y termina cocinando un film demasiado plano. Hay demasiadas escenas que degeneran en lo bufonesco e innecesariamente ruidoso mientras los personajes ponen cara inexpresiva, como cuando J tiene que dar a luz a un calamar alienígena y acaba cubierto de una mezcla de metilcelulosa y gachas mientras K conversa tranquilamente con el padre; o la conducción a toda velocidad con el coche volador por un túnel. Sonnenfeld debió pensar que esos momentos debían ser cómicos por el simple hecho de ponerlos en escena de una manera estridente mientras uno o más de los participantes pretendían no ver nada extraño. Esta inclinación al exceso llegaría a su cúlmen en su siguiente película, la universalmente denostada “Wild Wild West” (1999).
En la época de las redes sociales, el bombardeo informativo, las fake news y el chismorreo, los rumores de una producción cinematográfica con problemas parecen equivaler siempre a un fracaso asegurado, cuando la historia del medio nos dice que en absoluto es así. “Men in Black” es un buen ejemplo. Ya desde el comienzo no les resultó fácil a los productores encontrar a los actores principales, clave en el resultado final. La primera opción para el papel de J no fue Will Smith, entonces en la cresta de la ola gracias a “El Príncipe de Bel Air” (1990-96), “Dos Policías Rebeldes” (1995) e “Independence Day” (1996). Chris O´Donnell y David Schwimmer (de “Friends”) rechazaron el papel antes de que éste acabara en manos de Smith. Por su parte, Clint Eastwood declinó encarnar a K y sólo después de que Steven Spielberg, productor ejecutivo, le asegurara reescribir el guión para reproducir el tipo de humor presente en el comic, Tommy Lee Jones aceptó el papel. Incluso Barry Sonenfeld llegó a bordo solo después de que muchos otros directores (incluyendo Quentin Tarantino) no se mostraran interesados.
Aunque en aquel momento no era así, con el tiempo, Will Smith ha acabado siendo uno de los actores más relacionados con la ciencia ficción en el cine. Ya anteriormente a “Men in Black” había participado en “Independence Day” (1996) y después protagonizaría la mencionada “Wild Wild West”, las secuelas de “Men in Black”, “Yo, Robot” (2004), “Soy Leyenda” (2007), “Hancock” (2008) y “After Earth” (2013), películas que en su conjunto han aportado a Hollywood cientos de millones de dólares. Su especialidad es la de interpretar a tipos ordinarios, desenfadados y un pelín arrogantes con los que el espectador puede simpatizar fácilmente y que se ven arrojados a situaciones extraordinarias. Y exactamente eso es lo que hace en “Men in Black”, donde se desenvuelve con su característica naturalidad aportando una indudable presencia en pantalla.
Pero el humor no se concentra tanto en él como en su interacción con Tommy Lee Jones. Y ello aun cuando éste, en general un excelente aunque infravalorado actor con más registros de los que se piensa, no está aquí tan inspirado como en otras películas. Con todo, encarna a la perfección al veterano endurecido y socarrón que lo ha visto todo y que trata a su joven compañero con condescendencia.
Aunque en su momento los efectos lucían muy bien, con el tiempo han envejecido de forma irregular, en parte debido a las muchas técnicas que se emplearon: animatrones, maquetas, animación digital y un elaborado maquillaje; técnicas que, además, se mezclaban unas con otras, como el caso de ese personaje alienígena, Mikey, encarnado por el actor John Alexander dentro de un traje de 70 kilos con una cabeza controlada por ordenador; cuando Mikey tenía que rugir repentinamente, la toma real era reemplazada por una animación digital realizada por la Industrial Light and Magic. Algunas criaturas están muy bien conseguidas, otras no tanto y el monstruo elaborado con CGI del clímax final es tan previsible como mediocre.
Hay que destacar en el apartado visual a Rick Baker, que ganó con esta película otro de sus seis Oscar y cuyo currículo es tan espectacular y extenso que aquí no podría glosarlo. Siendo aún un adolescente, Baker trabajó a las órdenes de la leyenda de Hollywood Dick Smith (“El Padrino”, “El Exorcista”) y debutó como profesional en 1973 de una forma poco prometedora: fabricando un traje de mono para su amigo John Landis en su primera película, “El Monstruo de las Bananas” (En 1976 sería él quien se disfrazaría de simio en el remake de “King Kong”; y de nuevo en el remake de “El Planeta de los Simios”). Trabajó como maquillador en “Star Wars”, especializándose también en hombres lobo en películas como “Un Hombre Lobo Americano en Londres” (1981), “Aullidos” (1981), “Lobo” (1994) o “El Hombre Lobo” (2010).
Probablemente Baker sintió un dejá vu cuando Barry Sonnenfeld le dijo que el cuartel general de los Hombres de Negro parecía un lugar demasiado esterilizado y que quería más alienígenas para poner de fondo en las escenas que trascurrían allí. Fue el mismo problema que George Lucas le había planteado con la escena de la cantina de Mos Eisley en “Star Wars” veinte años atrás; pero con tan sólo unas pocas semanas antes de finalizar el calendario de producción, Baker tuvo que subcontratar el trabajo a empresas de efectos especiales.
Habida cuenta de los problemas que lastraron la producción (la ya citada búsqueda de actores, reescrituras de guion, peleas en el set, rodajes adicionales para modificar ciertos pasajes…) nadie pudo anticipar el colosal éxito que registró “Men in Black”: sobre un presupuesto de 90 millones recaudó 590 millones en todo el mundo. Son cifras incontestables que dejan claro que esta mezcla de comedia y ciencia ficción que parodiaba las teorías de la conspiración que tan en serio se tomaban otras obras de ficción (como los mencionados “Expedientes X”) supo llegar a un público muy amplio gracias a sus puntuales momentos de brillantez y originalidad, la buena dinámica que supieron crear sus dos protagonistas, un ritmo endiablado en el que no paran de sucederse gags y un humor que aunque no siempre bien llevado sí fue suficiente para satisfacer al grueso de los espectadores. Por supuesto, en su éxito tuvo mucho que ver la participación de una estrella en ascenso y de especial atractivo para los jóvenes como Will Smith y la intensa campaña promocional, que incluyó un pegadizo tema musical hip hop interpretado por el propio Smith y acompañado de un carísimo vídeo con una minihistoria en la que se utilizaban actores, decorados, efectos y artefactos del film. Acompañando en su éxito a la película, vídeo y canción (un sampleado del tema ochentero de Patrice Rushen “Forget Me Not” ) triunfaron en las listas musicales de medio mundo.
Con todos los defectos mencionados, “Men in Black” sigue siendo, en mi opinión, una película muy disfrutable, que no aburre y con la que pueden sintonizar sin problema espectadores de cualquier gusto y edad y no particularmente familiarizados con la ciencia ficción.
La mayoría de los involucrados en la película volvieron a reunirse para sus dos secuelas, la decepcionante “Men in Black II” (2002), donde se amplificaron sólo los defectos de la primera; y la ligeramente mejor “Men in Black 3” (2012). Se llegó incluso a hacer una serie de dibujos animados que se emitió desde 1997 a 2000.
La única que vale la pena, una cinta que cae excelente en casi cualquier paladar, y la interacción entre Lee Jones y Smith es lo que mejor recuerdo. No sabía de los problemas de producción aunque supongo que es normal en cualquier película de acción, un saludo y que este 2019 arranque con buenas pelis, libros y series :)
ResponderEliminarGracias! Y que esas pelis y libros y series nos acompañen hasta el final. Este año este blog cumple diez años. Espero continuar otros diez... Un saludo
EliminarHola , de acuerdo de que sólo la primer película vale la pena verla.
ResponderEliminarDisfruté mucho la original... un saludo, y que tengas muchos años más de vida para que nos compartas más reseñas....
Demasiado infantil y tontaina. El tráiler daba la impresión de que la peli iba a ser algo diferente.
ResponderEliminarEs una mamarrachada sólo un poco por encima de Independence Day. El problema es el de siempre: toma a los espectadores por una recua de asnos que no son capaces de pensar y a los que hay que darles mucho azúcar cinematográfico y efectos especiales vengan a cuento o no. Tienen razón, la verdad, y la recaudación lo demuestra. Pero para el resto de espectadores MIB no es más que la típica basura que se rodaba en Hollywood en los años 90. Casi todo era detritus y ésta no se salva.