martes, 10 de junio de 2025

1984- TRILOGÍA DE EDEN – Harry Harrison (y 3)

 



 

(Viene de la entrada anterior)

 

Habida cuenta del final de “Invierno en Edén”, no resultaba fácil adivinar cómo podría Harrison alargar aún más la historia. Al fin y al cabo, en la conclusión de ese segundo volumen parecía haberse alcanzado algo parecido a un entendimiento entre los humanos y los yilané. Es cierto que había quedado algún cabo suelto: Vainté seguía viva y libre y quedaba sin resolver la cuestión del choque entre las Hijas de la Vida y la nueva especie yilané hallada en el nuevo continente. Sin embargo, ¿podían estas dos subtramas constituir el suficiente apoyo para toda una novela?

 

Lo cierto es que sólo lo consigue a medias. La mayoría de los hilos narrativos se cierran en “Invierno en Edén”, por lo que los personajes se quedan ya sin demasiado que hacer aquí, dejando a las 400 páginas de “Regreso a Edén” atascadas en la categoría de epílogo inflado.

 

Por supuesto, volvemos a encontrarnos con Kerrick que, tras negociar una relativa e inestable paz entre los dos especies, busca formar un nuevo hogar junto a su familia, tres supervivientes de otras tribus y un par de yilané machos. Encuentran un lugar adecuado en las orillas de un gran lago y todo parece marchar bien a excepción del recelo que Armun siente hacia los yilané. Sin embargo, su paz es perturbada por la expansión cada vez más hacia el norte de las yilané que han vuelto a ocupar Alpeasak y no conciben dejar libres a los dos machos que ahora están bajo la protección de Kerrick. Para evitar el conflicto y salvar la vida, el grupo deberá viajar todavía más al norte. Se reúnen con otros clanes y fundan un enclave en una isla costera donde, por fin, alcanzan la armonía y la paz… hasta que sus armas biológicas capturadas a los yilané, empiezan a morir por causas desconocidas. De repente, ya no tienen defensa contra los letales dinosaruos depredadores que merodean por la zona y la única solución que hallan es inflitrarse silenciosamente en Alpeasak para robar nuevas armas frescas. Por supuesto, las cosas no salen como esperaban y ambas especies entran una vez más en rumbo de colisión.

 

Por otro lado, Ambalasi, que todavía ostenta el liderazgo de las Hijas de la Vida en la nueva colonia de nuestra actual Sudamérica, continúa moldeando su nueva sociedad no sin sobresaltos hasta que ve desafiada su autoridad tanto por Enge –que desprecia sus creencias religiosas- como por su discípula más rebelde y contestataria. Por su parte, Vainté, exiliada en un lejano continente ha revertido a una especie de estado mental primitivo, sopor del que, como es previsible, despertará espoleada por su odio hacia Kerrick para recuperar su rol de nemesis dispuesta, ahora sí, a llegar al enfrentamiento definitivo.

 

Si “Invierno en Edén” había expandido los escenarios y personajes de la primera entrega, en lo que se centra sobre todo “Regreso a Edén” es en desarrollar los temas que ya habían sido introducidos en la saga: las relaciones no sólo entre especies sino también entre razas, el papel que en la Historia y las sociedades desempeñan las armas y la guerra, el concepto de Otredad, las formas en que las lenguas, las biologías y las culturas unen y/o separan a los pueblos… y, sobre todo y en esta última entrega, la sucesión de una generación a la siguiente. Hay menos acción y más reflexión que en las novelas anteriores, todo está pasado por un filtro impregnado de melancolía hasta culminar en un anticlimático y forzado desenlace que, al menos, sí aporta una auténtica sensación de cierre. Es digno de elogio que Harrison no opte por finalizar, como tantísimos otros libros, con una nota de irrealidad utópica que compense todas las tragedias vividas por los protagonistas. La trilogía reconoce y asume las asimetrías e insolubles problemas inherentes a nuestra sociedad –sea ésta prehistórica o moderna- y llega a una conclusión de compromiso dominada por el pragmatismo.

 

“Regreso a Edén”, tiene una trama mucho más relajada en ritmo y acontecimientos que las dos entregas precedentes aunque es cierto que en cuanto a narrativa, manejo de personajes y desarrollo de los temas e ideas, no se queda atrás. Donde más destaca es en la forma en que entrelaza los hilos temáticos culminando en la interacción final entre Yilané, Humanos, Vainté y Kerrick. El problema es que Harrison no puede evitar transmitir ya cierto cansancio, como si tras tantas páginas hubiera perdido el interés por el mundo que había creado y al que había dedicado tanto tiempo. Da la sensación esta última entrega de ser una obligación contractual con el editor para poder conformar una trilogía, formato que, por alguna razón, los aficionados reciben con especial entusiasmo.  

 

En cualquier caso, “La Trilogía de Edén” en su conjunto, es una Ucronía que mezcla aventuras de sabor clásico, construcción de civilizaciones imaginarias y reflexión sobre temas atemporales, conducida por unos personajes tan sólidos como imperfectos. Pese a su final un tanto insatisfactorio, sigue siendo una de las grandes obras de Harrison.

 


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