domingo, 21 de septiembre de 2025

2017- THE DISCOVERY – Charlie McDowell


Uno de los grandes atractivos de la Ciencia Ficción reside en su capacidad para explorar futuros o realidades alternativas generadas a partir de un evento que lo cambia todo. Puede ser un primer contacto con una civilización alienígena, una guerra apocalíptica, una pandemia de inaudita letalidad o el descubrimiento de alguna tecnología o principio científico. Por ejemplo, ¿qué pasaría si pudiera determinarse con absoluta certeza que la muerte no es el final? ¿Cómo reaccionaría el mundo si la ciencia descubriera que hay algo más allá, un “lugar” hacia donde nuestra esencia se dirige tras fallecer? Esa premisa es la que propone “The Discovery”.  

 

Sobre el tema de la vida tras la muerte se han hecho no pocas películas, aunque casi todas tocan el tema con el enfoque tradicional: Cielo, Infierno, ángeles, brumas y nubecillas celestiales… A partir de 1990, empezaron a aparecer propuestas que trataban de explorar visiones más seculares, como “Más Allá de los Sueños” (1998). Y luego, en número aún menor, están las que abordaban la cuestión desde el punto de vista científico, como “Proyecto Brainstorm” (1983), “Línea Mortal” (1990) o “Más Allá de la Esperanza” (1993), que es donde vendría a encuadrarse “The Discovery”.

 

“The Discovery” fue la segunda película del director y guionista Charlie McDowell (hijo de Malcolm McDowell y Mary Steenburger, esta última con un breve cameo en la historia), quien previamente había registrado un cierto éxito en el boca oído con el extraño film de dobles “The One I Love” (2014). La película que ahora nos ocupa da la impresión de haber sido concebida como un producto al que presentar como “de prestigio”, fichando a nombres como Jason Segel (aquí muy alejado de su vena cómica) o Rooney Mara, por no hablar de Robert Redford. El proyecto fue produciodo por A-Lo Films y Endgame Entertainment, con participación de Protagonist Pictures. Netflix adquirió los derechos de distribución a nivel mundial en junio de 2016, antes de su estreno en el Festival de Sundance.

 

El Dr. Thomas Harper (Robert Redford) descubre pruebas científicas de la existencia de una vida después de la muerte gracias a la detección de una corriente subatómica que emana de los recién fallecidos. El problema es que nadie sabe a dónde va a continuación esa supuesta conciencia, algo que no han considerado millones de personas que, sintiéndose desgraciadas y descontentas con la vida que llevan, se han suicidado con la seguridad de que la muerte no es definitiva y en la esperanza de que allá donde despierten será un lugar mejor. A pesar de ser un hombre muy reservado, Harper acepta conceder una entrevista televisiva, donde se le cuestiona sobre su responsabilidad por el repentino aumento de suicidios tras el anuncio de su descubrimiento. Él afirma no sentirse culpable, pero justo antes de terminar la entrevista, un miembro del equipo se suicida en directo.

 

Dos años después, en el aniversario del Descubrimiento, Will Stevenson (Jason Segel) viaja en un vacío ferry hacia una isla cercana a la costa. En el trayecto conoce a la otra única pasajera, Isla (Rooney Mara). Ambos entablan conversación, pero sin desvelar quiénes son en realidad y por qué están yendo a un destino tan poco apetecible fuera de temporada. Tras llegar, ambos se separan. Will resulta ser el hijo de Thomas, pero la relación entre ambos lleva años rota a raíz del suicidio de la madre del uno y esposa del otro (antes del Descubrimiento), una tragedia de la que Will culpa a su padre por haberse concentrado en el trabajo y desatendido a su madre. Thomas, que no quiere seguir siendo el foco de la atención pública, ha comprado en secreto una gran mansión en la isla, donde continúa sus investigaciones ayudado por su otro hijo, Toby (Jesse Plemons) y acoge a personas desorientadas que intentaron suicidarse y con las que ha construido una suerte de comunidad –que su hijo interpreta como una secta-.

 

Poco después de llegar, Will salva a Isla de suicidarse ahogada en la playa y la lleva a la casa de su padre. Thomas revela entonces que ha fabricado una máquina con la que espera grabar lo que ven los fallecidos al pasar a la otra vida. Está obsesionado por las consecuencias de su descubrimiento y el precio que su familia ha pagado por ello y quiere completar el trabajo asegurándose de la auténtica naturaleza de ese más allá. Se hacen varios intentos sin lograr que la máquina funcione, pero, casualmente, Will descubre que, efectivamente, ha grabado algo que había quedado almacenado en la mente de un cadáver que habían robado de una morgue para utilizarlo como conejillo de indias. Mientras establece una relación sentimental con Isla, inicia una investigación por su cuenta para averiguar si las imágenes recogidas representan realmente la vida después de la muerte u otra cosa quizá más siniestra.

 

“The Discovery” arranca con una premisa fascinante: la ciencia desvela uno de los grandes enigmas de la religión y ello provoca una crisis sin precedentes en la que la gente se suicida a millones, a veces de forma colectiva, dejando a los supervivientes confusos y aterrados. La escena de apertura, en la que se describe la situación durante la entrevista al doctor Harper y la forma en que ésta finaliza abruptamente, es inmejorable.

 

Sin embargo, la película se muestra incapaz de desarrollar la idea inicial, centrándose en cambio en otros descubrimientos de Thomas. Casi inmediatamente después de llegar a la isla, el ritmo decae y gran parte de las escenas se dedican a mostrar los no demasiado interesantes dramas interpersonales de los personajes.

 

Una gran parte de ese drama consiste en el romance entre Will e Isla. Lo único que tienen en común es la pérdida traumática de un ser querido, pero, más allá de eso, sus respectivas personalidades, el entorno en el que se encuentran y los acontecimientos que tienen lugar en la mansión-laboratorio, no hacen en absoluto verosímil su enamoramiento. Quizás una mejor actuación habría salvado esa trama romántica, pero, lamentablemente, tampoco es el caso. Mara resulta demasiado plana en el papel de Isla, mientras que Segel está mal elegido como protagonista. Su personaje requería algo más que simples miradas vacías y melancólicas y eso es todo lo que el actor parece poder ofrecer. La química entre ambos, para empeorar las cosas, es inexistente.

 

Redford está a su habitual nivel. Su actuación, sutil pero expresiva, resulta perfecta como representación del más frío y antipático racionalismo científico. Y Jesse Plemmons hace una buena labor en el papel de Toby, el hermano menor sin muchas luces que se quedó junto a su padre mientras Will se marchaba de casa.

 

La historia remonta hacia el final (Atención: SPOILERS], cuando se nos presenta una visión bastante original sobre la vida en el más allá: el “alma” inicia un vagabundeo por una serie de realidades alternativas en las que el fallecido toma un rumbo diferente en su nueva vida cambiando ciertas decisiones clave. Sin embargo y contradiciendo lo anterior, el auténtico final introduce otro giro inesperado que nos revela que lo que hemos presenciado es algo parecido a “Atrapado en el Tiempo” (1993), con Will reviviendo una y otra vez su viaje en el ferry y su primer encuentro con Isla (que resulta no ser más que la expresión mental de un recuerdo que le atormenta). Si se hubiera centrado en explorar con mayor profundidad el aspecto de ciencia ficción y añadido un final más coherente y menos confuso, creo que “The Discovery” habría resultado mejor película de lo que terminó siendo (FIN SPOILER).

 

Como le sucede a tantas películas de Ciencia Ficción, "The Discovery" parte de una idea brillante, pero sus guionistas (el propio Charlie McDowell y Justin Lader) no consiguen darle un desarrollo satisfactorio debido a una serie de decisiones equivocadas: un casting poco adecuado; unas pretensiones de profundidad emocional que acaban deviniendo en un ritmo lánguido y una fotografía tristona de colores fríos y texturas apagadas (aunque debo admitir que ésta última está en sintonía con la desesperanza que impregna la historia) y que hacen que el metraje parezca más extenso que los 102 minutos que en realidad dura; unos personajes que, aunque con trasfondos bien escritos que explican coherentemente sus actos, no caen simpáticos; y una estructura desequilibrada que desemboca en un final demasiado apresurado que no llega a aclarar verdaderamente nada.

 

En resumen, un proyecto ambicioso que es claramente más hijo del interés del realizador que de la codicia de un estudio. Tiene todas las características del tipo de película independiente que suele proyectarse en Sundance (festival del que, recordemos, Robert Redford fue padre fundador): un reparto reducido, un presupuesto modesto, una puesta en escena sobria y más atención a las ideas y los sentimientos que a los efectos especiales y la acción física. El problema es que “The Discovery” jamás llega a alcanzar su potencial ni a unificar de forma satisfactoria los diversos géneros que pretende mezclar (ciencia ficción, romance, drama familiar y thriller psicológico).

 

 

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