jueves, 18 de septiembre de 2025

1953- CUENTOS - Philip K.Dick (7)

 


(Viene de la entrada anterior)

 

“Los Cazadores Cósmicos” se publicó originalmente en la revista “Imagination” en su número de julio de 1953.

 

El capitán Shure es el comandante de una nave de patrulla policial interplanetaria en el sistema Sirio que detecta un carguero adharano con unas estructuras sospechosas viajando por una zona que los acuerdos han adjudicado a la Tierra. Sin saber al principio si son piratas o espías del ejército adharano, observan los movimientos de la nave. Los adharanos son una especie insectoide y participan en algunas organizaciones comerciales galácticas, pero su cultura es un enigma. La nave parece estar visitando todos los planetas del sistema, incluso los que no tienen interés. Shure, decidido a averiguar qué es lo que están recogiendo en esos mundos, se adelanta, aterriza en uno de ellos que una vez albergó otra civilización y espera la llegada de los adharanos.

 

Como no pueden destruir la nave y arriesgarse a dañar la carga, sea cual sea ésta, la tripulación inmoviliza por sorpresa a los adharanos con una nube de vapor y luego se apodera del transporte. Shure intenta comunicarse con el comandante adharano, pero no lo consigue. Los humanos son escoltados al interior y llegan a la bodega de carga, donde se encuentran con lo que interpretan son miles y miles de joyas cuidadosamente dispuestas y recogidas de los restos de la ahora extinta civilización siriana. Como Shure considera que todo lo que se encuentra en esos planetas pertenece ahora a la Tierra, confisca la carga, lo que genera una rebelión de los nerviosos adharanos.

 

Tras una breve batalla, la tripulación terrícola derrota a los adharanos y los confinan mientras esperan la llegada de una nave mercante que se hará cargo del transporte de las joyas a la Tierra, donde esperan convertirlas en un caro objeto de lujo. Ahora bien, ¿por qué los adharanos fueron capaces de encontrar tan rápido esos objetos en cada planeta en el que aterrizaron, mientras que los escáneres humanos no pudieron detectarlos? Era como si supieran exactamente dónde estaban.

 

Cuando los humanos se marchan, el comandante adharano informa a sus superiores de que su tripulación sólo pudo descargar la mitad de los huevos en los planetas del sistema antes de que los terrícolas los detuvieran. Sin embargo, esto no representa una gran pérdida, ya que la Tierra tiene un clima idóneo para incubar esos huevos, que pronto eclosionarán.

 

El giro final de "Los Cazadores Cósmicos", cuando descubrimos que los adharanos no son en realidad furtivos, sino miembros de una civilización arácnida que va diseminando sus huevos por lugares desiertos para que eclosionen, plantea una interesante cuestión sobre la propiedad y el uso. De hecho, funciona casi igual de bien que si los adharanos hubieran sido, efectivamente, cazadores furtivos. La Tierra ha adquirido el sistema Sirio mediante una negociación diplomática o, posiblemente, un tratado de paz. Luego, exploraron sus recientes propiedades sin encontrar más que entornos áridos y ruinas de una civilización extinta, sin trazas de recursos dignos de ser explotados.

 

Si nos atenemos a lo que nos cuenta la historia, la Tierra posee el sistema solo en teoría puesto que no mantiene presencia allí. Sin embargo, su flota y ejército lo defienden con gran celo. Los adharanos son, en esencia, ocupantes ilegales de tierras baldías de las que nadie más puede sacar provecho. Les es indiferente que sus huevos eclosionen en la Tierra y causen un cataclismo biológico, pero ellos no tienen la culpa de que su carga fuera malinterpretada y confiscada. No hay nada malo en sus actos. Están expandiendo su civilización, sí, pero no llevando a cabo una conquista agresiva, ni siquiera deliberada. De hecho, son los terrícolas los que exhiben una actitud imperialista, verbalizada por Shure: “Hemos de descubrir lo que están cargando…, y sea lo que sea, nos pertenece”.

 

Este cuento presenta algunas similitudes con otro del mismo año, “Sacrificio”, en cuanto a que subraya la resiliencia de los insectos en comparación con los humanos. Aunque los adharanos no suponen a priori una amenaza (son unos luchadores patéticos), sí presentan un gran desafío existencial puesto que parecen capaces de sobrevivir en una amplia variedad de entornos. Sus huevos, incluso, pueden prosperar y eclosionar en planetas sin atmósfera respirable para nosotros. Su sociedad es colectiva por naturaleza: “Estructura social compleja, pautas muy rígidas. Un colectivo regido por un estado orgánico”. Quizá su estructura social sea rígida, pero en la práctica demuestran ser bastante adaptables porque son capaces de afrontar la debacle de su plan reproductivo con bastante serenidad. Y eso sin mencionar que la estructura social terrícola es probablemente igual de inflexible.

 

Desconozco los orígenes de esa convención del género en virtud de la cual se imaginan alienígenas a partir de reptiles, anfibios, insectos o aves terrestres. Supongo que todas las ramas principales del árbol de la vida se han reformulado en la ciencia ficción como especies exóticas. Incluso si la evolución hacia la inteligencia fuera posible para estas formas de vida, ¿por qué tal proceso en otros planetas con condiciones muy diferentes a las de la Tierra debería desembocar en seres parecidos a los que conocemos? ¿Existe algún fundamento biológico que nos diga que algo como los arácnidos podría aparecer en cualquier planeta capaz de albergar vida? Respecto a este punto y habiendo ya indicado que a Dick no le preocupaba tanto la fidelidad científica como la premisa y el mensaje y que él mismo en esta etapa era básicamente un escritor pulp como tantos otros de los que alimentaban la industria (aunque con mejores ideas), hay que decir que en obras posteriores trascendería estos clichés y exhibiría más creatividad a la hora de imaginar vida extraterrestre (por ejemplo, mohos mucilaginosos conscientes).

 

“Algunas Clases de Vida” apareció originalmente en “Fantastic Universe” en noviembre de 1953, firmado por Dick con el seudónimo de Richard Phillips.

 

Una mañana, Bob Clarke informa a su esposa de que su unidad ha sido llamada de nuevo a filas y que tiene que partir de inmediato. Su hijo, Tommy, está orgulloso de ver a su padre de uniforme marchar a la guerra en Marte. Joan le pregunta por las razones para el conflicto: tecnología como el panel de control del coche requiere rexeroide, que solo se puede encontrar en Marte: “Si perdemos Marte, perdemos esto. Y si perdemos esto, ¿cómo vamos a ir de un lado a otro? Contéstame.

- ¿No podemos volver a la conducción manual?

- Hace diez años sí, pero hace diez años conducíamos a menos de ciento cincuenta kilómetros por hora. Hoy en día, ningún ser humano podría conducir a aquellas velocidades. Es imposible volver a la conducción manual sin reducir la velocidad.

- ¿Por qué no?

- Cariño -rió Bob-, vivimos a ciento cuarenta kilómetros de la ciudad. ¿De verdad crees que podría conservar mi trabajo si corriera todo el rato a sesenta kilómetros por hora? Me pasaría la vida en la carretera”.

 

De hecho, las anteriores guerras se libraron en Venus por el acceso al kryon (vital para mantener la temperatura de las casas) y en Plutón por el lonolite (utilizado en los ordenadores)

 

Bob muere en la guerra de Marte y meses después, Bryan Erickson, el Organizador del Sector, visita la residencia de los Clarke para reclutar a Tommy. Las grandes pérdidas sufridas en el conflicto marciano han obligado a reducir la edad de reclutamiento y ahora se está librando otra guerra contra Calixto por el suministro de gleco, que se utiliza para las puertas automáticas. Tommy sobrevive, pero muere más tarde en Europa durante la guerra por el trektón con el que se controlan las videopantallas.

 

Nueva visita de Erickson, que no tiene más remedio que reclutar a Joan para la guerra del iderium con Neptuno: “El revestimiento de iderium hace posible que detecten los acontecimientos mientras ocurren y los despachen de inmediato a las videopantallas. Sin el iderium volveríamos a los reportajes escritos a mano, con la consiguiente parcialidad del periodista. Noticias contaminadas por los prejuicios personales. Los periódicos automáticos que funcionan con iderium son imparciales”. En fin, una suerte de IA redactora de noticias. Y, por si fuera poco, la Tierra también está en guerra con Mercurio debido a una revolución relacionada con la ambrolina, esencial en las cocinas automatizadas. Y aún habrá otra más, la de la ninfita con Saturno. Ese mineral se utiliza para clasificar a las personas según sus aptitudes. Es "la herramienta básica de la sociedad moderna". Joan, melancólica y resignada, se pregunta: “¿Quién va a quedar? Dígamelo. ¿Quién va a quedar?”

 

Algunos años después, una nave de reconocimiento arqueológico procedente de Orión llega a la Tierra. N'tgari-3 informa sobre su hallazgo. Hay abundantes evidencias de los legendarios terrícolas. Sus edificios y tecnologías están perfectamente conservados. Sin embargo, sus habitantes están extintos. Qué pasó con ellos es uno los mayores misterios de la arqueología.

 

“Algunas Clases de Vida” combina el disgusto que Dick sentía hacia la guerra con su temor a las tecnologías automatizadas omnipresentes en una sociedad de consumo. La Tierra envía por todo el sistema solar a la mayor parte de su población útil para librar una serie de guerras por diferentes recursos. Primero los hombres, luego los niños y luego las mujeres son aniquilados en estas guerras. Este punto es inverosímil. Dudo que ninguna economía, ni siquiera habiendo alcanzado una gran mecanización, pudiera sostener a toda su población en armas. Además, si todo está tan automatizado, ¿por qué en vez de soldados humanos no se utilizan drones o robots? Pero esto es una objeción menor porque ante lo que nos encontramos es una fábula admonitoria que critica lo absurdo de gran parte de la cultura de consumo de la década de 1950, que exigía la constante actualización del hogar con los últimos electrodomésticos, dispositivos y tecnologías. También trata, de forma más sutil, sobre la relación entre el individuo y el Estado.

 

Lo que hace que las guerras por los recursos descritas en esta historia sean tan ridículas es que las tecnologías aplicadas a bienes de consumo en los que se utilizan aquéllos minerales, son, en su mayoría, risibles. La lógica detrás de la guerra de los rexeroides con Marte es quizás la más sólida habida cuenta de que la dispersión urbana de Estados Unidos hace imprescindible el automóvil. Pero la guerra del gleco, por ejemplo, trata de justificarse con el argumento de que “tendremos que volver a utilizar llaves para abrir las puertas. Como en los tiempos de nuestros abuelos”.

 

Dick escribió el cuento en el período de posguerra, cuando los consumidores de clase media equiparon rápidamente sus hogares con electrodomésticos automatizados como lavavajillas y lavadoras. Quizá la parte más débil de su argumentario es que los sistemas de apertura automática de las puertas no son exactamente la extensión lógica de una lavadora. Nunca he visto una casa con puerta automática (aunque son comunes en los comercios), pero casi todo el mundo en los países industrializados tiene lavadora o hace uso de ellas en establecimientos de pago. El motivo es que abrir puertas, a diferencia de lavar la ropa, no es un trabajo duro que, además, discrimina tradicionalmente según el género del usuario.

 

Por otro lado, si consideramos que algunos de los metales utilizados en los teléfonos móviles actuales o los sistemas de control de los coches automáticos solo se encuentran en algunas zonas del planeta, la posibilidad de futuras guerras por esos recursos no es ningún disparate. Tenemos tendencia a considerar los aparatos de los que antes prescindíamos como absolutamente necesarios para la supervivencia básica en el mundo actual. Ya estamos en ese estadio en lo referente, por ejemplo, a los teléfonos móviles. En muchas ciudades, carecer de teléfono móvil es tan raro como ver a alguien caminar por la calle desnudo. Y eso que ni siquiera es un dispositivo que ahorra trabajo duro de forma continuada, como sí es el caso de la lavadora.

 

De fondo, volvemos a tener la sombra amenazadora del Estado. Aparentemente, el gobierno está compuesto de líderes elegidos no mediante un sistema democrático sino a través de un proceso equivalente a la selección de personal (de ahí la importancia de la ninfita). Tiene alcance global y una necesidad inagotable de carne de cañón. A nivel local, la interacción más relevante con el Estado se produce a través del Organizador del Sector, quien exhibe una actitud empática y amable, pero cuya función principal es asegurar que cada recluta elegible se registre y se incorpore a filas cuando se le ordene.

 

La relación ciudadano-Estado que Dick describe en este cuento es de explotación y, probablemente, fue una proyección de su preocupación ante lo que vio a su alrededor durante la Guerra Fría y, en concreto, la Guerra de Corea, cuando el servicio militar, conocido como "the draft", fue obligatorio en Estados Unidos. El sistema de servicio selectivo (Selective Service System) se había reactivado en 1948, después de la Segunda Guerra Mundial, y se utilizó para alistar a más de 1.5 millones de hombres durante el conflicto de Corea. A través de este sistema, se reclutaba a hombres de entre 18 y 26 años para el servicio militar activo, que generalmente duraba dos años.

 

“Los Marcianos Llegan en Oleadas” apareció en el número de junio-julio de 1953 de “Fantastic Universe”.

 

Ted Barnes comenta en casa la llegada de otra oleada de marcianos, entre la que se encontraba uno que aterrizó en el tejado de su vecino y al que los vecinos derribaron y mataron. Los marcianos son masas grises sin forma definida que, por lo general, los vecinos asesinan al aterrizar. Ted le informa a su hijo Jimmy sobre este fenómeno que se produce cada pocos años y le advierte que se mantenga alejado si llega a ver alguno, debiendo huir y buscar ayuda.

 

Al salir esa tarde, Jimmy habla con sus amigos sobre el descubrimiento y la destrucción del marciano, mencionando que le gustaría ver uno, aunque éstos piensan que huirá si ello llega a suceder. De camino a casa, ve algo moverse entre las ramas de un árbol y, al acercarse, descubre que es un marciano aparentemente viejo y deteriorado, pero todavía vivo. Su primera reacción es la de pedir ayuda, pero la criatura le transmite imágenes directamente a su mente: inmensos desiertos, marcianos viviendo en cámaras subterráneas, maquinaria inservible, luego la fértil Tierra y, por fin, marcianos viviendo en la superficie de los océanos sobre grandes discos. Jimmy comprende que el marciano quería pedir a los humanos que dejaran a su pueblo habitar en el mar, ya que su planeta se había secado por completo. Cuando la comunicación mental se interrumpe, Jimmy pide ayuda, se reúne una multitud y llega la policía. Utilizando gasolina y fuego, la muchedumbre mata al marciano. Ted Barnes, al enterarse, se siente muy orgulloso de la valentía de su hijo.

 

Este breve cuento narra la historia de una especie alienígena que llega a la Tierra (concretamente a una zona suburbana de Estados Unidos) como refugiados de una catástrofe ecológica en su planeta natal. Pidiendo compartir los recursos del planeta y vivir pacíficamente en los océanos, son recibidos por multitudes indiferentes y xenófobas que recurren a la violencia y los matan sólo para luego presumir orgullosos de ello. Desde pequeños, a los niños se les enseña a no mostrar compasión por los visitantes ni remordimientos por acabar con ellos.

 

Dick escribió esta historia en un momento en el que las comunidades suburbanas blancas se oponían a los esfuerzos de integración. Esto no era solo un fenómeno propio del sur segregacionista, sino que se producía en todo el país. Mediante la discriminación en el acceso a la vivienda y las prácticas discriminatorias en los alquileres y los préstamos, las asociaciones de propietarios controladas por blancos y los vecinos de los suburbios trataron de mantener fuera a la población negra y otras minorías. Podemos imaginar que sus victorias se celebraban con actos no menos repugnantes que los que vemos al final del cuento. La imagen de las turbas armadas con palos y fuego, gritando consignas violentas ante la indiferencia policial, recuerda el odio racial de la primera mitad del siglo XX en los Estados Unidos y apunta a lo que se vería poco después con el auge de la lucha por los derechos civiles.

 

No queda claro si los alienígenas, además de con Jimmy, habían intentado comunicarse con otros terrestres. De ser así, la xenofobia de los adultos resultaría todavía más repulsiva porque sabrían que los visitantes son inofensivos refugiados que suplican ayuda. Ted advierte a Jimmy que no se acerque. “Escúchame: te digo esto para que te mantengas alejado. Si ves uno, da la vuelta y corre lo más rápido que puedas. ¿Me oyes? No te acerques, mantente alejado. [...] No le prestes atención”. Esta última frase la dice tras una pausa reflexiva, lo que sugiere que el padre sabe perfectamente que esos seres pueden comunicarse y despertar empatía.

 

(Continúa en la siguiente entrada) 

 

 

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