“Tenet” es quizá la película de Nolan más compleja, ambiciosa y autoreferencial hasta la fecha, un thriller de espionaje y acción que juega con el tiempo y nuestra percepción del mismo y cuyo protagonista se ve arrojado a una guerra existencial en la que no es el Tiempo el que se usa como arma sino la entropía. “Tenet” tiene todos los tropos clásicos de una película de James Bond, pero también el sabor de una fantasía científica que nos recuerda lo incognoscible que puede ser el mundo ordinario que damos tan fácilmente por sentado.
Christopher
Nolan se ha convertido en uno de los directores más importantes de lo que
llevamos del siglo XX, siendo ya colocado a la misma altura de Steven Spielberg
o Peter Jackson. Empezó a llamar la atención con su segundo film, “Memento”
(2000), realizando a continuación la versión en lengua inglesa de un thriller
policiaco noruego, “Insomnia” (2002). Su primer gran éxito de taquilla llegó
con “Batman Begins” (2005), que sirvió para revitalizar la hasta ese momento
agotada franquicia del superhéroe; completó su opus con “El Caballero Oscuro” (2008)
y su continuación, “El Caballero Oscuro: La Leyenda Renace” (2012). Entremedio,
dirigió otras películas sorprendentes como “El Truco Final” (2006) y “Origen”
(2010). Luego vendrían “Interstellar” (2014) y “Dunkerque” (2017).
“Tenet”
fue su película menos exitosa desde “Memento”, pero ello fue, al menos en buena
medida, provocado por las extraordinarias circunstancias que vivió entonces el
planeta. El estreno estaba previsto inicialmente para julio de 2020, durante la
temporada alta en el mercado cinematográfico estadounidense, pero esa fecha
resultó a la postre inviable debido al cierre de los cines por la pandemia de
Covid-19. Se barajaron diversas fechas y fue estrenándose en diversos países
conforme las medidas contra la pandemia iban relajándose, pero en Estados
Unidos no se pudo ver finalmente hasta septiembre de 2020, donde recaudó una
nada despreciable cifra de 57 millones que, sin embargo, quedaban muy lejos del
presupuesto de 200 millones que se invirtieron en la película (la segunda más
cara que realizó el director).
Conviene
recordar que fue el primer blockbuster que se estrenó tras la peor oleada de la
pandemia (el propio Nolan hizo campaña animando a la gente a acudir a verla a
los cines) y mucha gente todavía tenía miedo de entrar en lugares públicos.
Además, las salas estaban obligadas a dejar espacios vacíos entre las butacas
ocupadas, lo que también restó volumen a la recaudación. Al término de su
recorrido comercial, la película había recaudado 365 millones en todo el mundo.
Cuando
por fin la película estuvo disponible en salas, lo que se había previsto sería
uno de los estrenos más sonados de la temporada, se convirtió en un evento que
pocos se aventuraron a ir a ver –y, desde luego, menos aun fueron los que
pasaron dos veces por taquilla, que era algo con lo que director y estudio,
Warner, habían contado-. Desde luego, “Tenet” era una propuesta muy extraña,
probablemente inadecuada, como primer gran estreno durante la pandemia, sobre
todo porque el público potencial, si se arriesgaba a acudir a los cines,
seguramente lo haría con la expectativa de disfrutar de un producto más ligero
que les abstrajera de la terrible situación mundial; en cambio, se encontró con
un film muy denso, repleto de diálogos a menudo indescifrables y que requiere
de múltiples visionados para dar sentido a la intrigante premisa y la potente
puesta en escena.
A
raíz de los desacuerdos con Warner respecto a las fechas de estreno en su plataforma
de streaming, HBO Max, Nolan dirigió su siguiente película, “Oppenheimer”
(2023), para Universal. Muchos pensaron entonces que “Tenet” se convertiría en
una especie de rareza, de nota al pie en su filmografía, una cinta torpedeada
por una imprevista catástrofe global. Pasado el tiempo, en 2024, Warner decidió
reestrenarla durante un periodo muy limitado y en cines IMAX de Estados Unidos.
Desde entonces, “Tenet” ha experimentado cierta mejora en la apreciación de
críticos y espectadores (hoy cuenta con un 7.3 en Imdb, un 7 en RottenTomatoes
y un 6.2 en Filmaffinity), hasta el punto de haber alcanzado cierto estatus de
culto. Años después de un primer visionado, es frecuente revisarla con otros
ojos y encontrar aspectos dignos de atención o incluso elogio. Además, muchos
de los que no fueron a los cines a verla en su momento, han tenido luego la
oportunidad de acercarse a ella en DVD o plataforma.
Un
agente de la CIA (John David Washington) participa en una operación para
neutralizar un ataque terrorista en curso contra un teatro de la ópera en Kiev.
Durante el curso de la misma, ve a uno de los terroristas utilizar un arma cuya
bala parece volar hacia atrás, desde el punto de impacto al cañón. Cuando los
agresores lo capturan y ante la perspectiva de ser torturado y sufrir una
muerte horrenda, el Agente recurre a la píldora de cianuro que llevaban consigo
todos los comandos para tal eventualidad sólo para encontrarse con que era
falsa.
Rescatado
y ya recuperado, le informan de ha demostrado que su lealtad está a toda prueba
y que es digno de confianza para ser partícipe de un enigma terrorífico, una
suerte de Guerra Fría Temporal que tiene que ver con las balas de entropía
inversa que pueden dispararse hacia atrás en el tiempo. Después de ser
incorporado a un programa de operaciones clandestinas llamado Tenet, le
encargan una misión que le lleva por diferentes partes del planeta y de la que
depende la misma supervivencia de la realidad: encontrar a los receptores de
esas armas, que se cree han sido enviadas deliberadamente desde un futuro
devastado por el cambio climático para que nos destruyamos a nosotros mismos y,
quizá, también a ese futuro. Le acompañará otro especialista, Neil (Robert
Pattinson), de pasado y lealtad poco claros pero con muchos recursos y ya
ampliamente versado en los entresijos del misterio que deben desentrañar.
Mientras
trata de aprender aceleradamente las nuevas reglas de un juego para el que no
le ha preparado su experiencia como superagente, su búsqueda le lleva de Mumbai
a Gran Bretaña, luego a Oslo y Tallinn, centrando finalmente el foco sobre un multimillonario
traficante ruso de armas, Andrei Sator (Kenneth Branagh). El Agente intenta
llegar a él a través de su maltratada y chantajeada esposa, Katherine Barton (Elizabeth
Debicki). Cuando el Agente lleva a cabo una operación para robar de un camión
en marcha un cargamento de plutonio con el que ganarse la confianza de Sator, se
encuentra con que los hombres de éste intervienen, le roban a él y Katherine
termina gravemente herida.
Las
películas de Nolan son desafíos intelectuales. Incorporan conceptos que parecen
propios de debates entre estudiantes de Física y Filosofía a las tres de la
mañana: el significado de los sueños, la memoria, la física cuántica, la
naturaleza del tiempo y la entropía… En “Tenet”, Nolan contó como asesor
científico a Kip Thorne, uno de los principales físicos del mundo y que ya
había desempeñado esa misma función en “Interstellar”. Pero no nos engañemos,
lo que nos presenta esta historia no se ajusta muy fidedignamente al concepto
de “entropía” (que es la medida del desorden de un sistema) y Nolan se toma
muchas libertades utilizándola como simple y fantástica herramienta para
generar un desplazamiento temporal.
Nada
más terminar de ver “Tenet” una primera vez, el espectador se da cuenta de que,
para descifrar lo que está ocurriendo en la trama, necesitará un segundo
visionado… o más incluso. Se pueden encontrar en Internet diagramas y gráficos
que ayudan a seguir los acontecimientos y a los personajes a lo largo de la
retorcida línea temporal. No es una película comercial en la que todo está
perfectamente explicado y en la que el espectador, al llegar los créditos
finales, cree haber comprendido todos los aspectos relevantes de la misma. A
diferencia de “Origen”, “Tenet” no es un film en el que el espectador terminará
maravillado por el original tratamiento de conceptos abstractos sino uno en el
que, muy probablemente, quedará confundido, tratando de dar sentido a una trama
muy densa y a la que le faltan ciertas piezas que den la perspectiva completa
del rompecabezas que se presenta.
La
propia premisa que sustenta toda la historia, la inversión de la entropía, es
un concepto contraintuitivo. Por ejemplo, el torno que utilizan los personajes
no sirve para saltar hacia atrás y hacia delante en el Tiempo (que es la
conclusión que uno podría sacar), sino para que deshagan el camino de la
entropía, pero a lo largo del mismo flujo temporal y sin afectar al
envejecimiento biológico. Este fenómeno puede entenderse relativamente bien con
el ejemplo inicial que se le presenta al Agente (el de la bala), pero cuando
intervienen más elementos, algunos invertidos y otros no, todos interactúando
entre sí, el conjunto se torna muy confuso. Y esto es un problema para una
parte nada despreciable del público, que puede dejarse llevar por el ritmo y la
ininterrumpida sucesión de escenas de acción pero que, a la postre, no
entenderá lo que se le ha querido contar.
Para
colmo, muy frecuentemente la mezcla de sonido no prioriza los diálogos sino que
los inserta en una enchilada sonora en la que también interviene la música muy
sintetizada de Ludwig Göransson, lo que hace todavía más difícil centrar la
atención en la tecnocháchara clave para entender no tanto las reglas del juego
como lo que está ocurriendo –o va a ocurrir- en esa escena.
Es
también una trama en la que Nolan abruma al público con la inmensa cantidad de
cosas que ocurren y el frenético ritmo al que se desarrollan. Casi la totalidad
de la primera mitad de la película consiste en una serie de secuencias de
espías y acción, rodadas con mucho pulso en diversos países y de cada una de la
cuales casi podría haberse extraído otra película: saltos de puenting para
acceder a un edificio de Mumbai custodiado como si fuera una fortaleza y
obligar al líder criminal que allí se refugia a cerrar un acuerdo para cercar
al auténtico villano; la utilización de falsificaciones de arte para contactar
con la esposa del oligarca ruso, que está siendo chantajeada para quedarse a su
lado so pena de perder a su hijo; un robo en la zona franca del aeropuerto de
Oslo donde se guardan celosamente los tesoros artísticos de millonarios y
mafiosos y para el que los agentes estrellan un avión contra el edificio; otra
operación de robo, esta vez de plutonio, con vehículos en marcha...
De
hecho, Nolan abre la película en mitad de una gran escena de acción. Apenas ha
aparecido en pantalla el logo de su productora, Syncopy, y ya nos zambulle en
el secuestro terrorista de un teatro de Kiev, y eso sin habernos informado
mínimamente de quiénes son los personajes a los que vamos a seguir en su
infiltración para frustrar el atentado o quiénes son los criminales. Mientras tratamos de enterarnos de qué está
sucediendo, el director ya retuerce las cosas para confundirnos y que nos
preguntemos qué es lo que realmente ocurre allí.
Casi
podría decirse que “Tenet” es la versión de Nolan de un film de James Bond: es
básicamente una historia de espionaje internacional y acción cuyo heroico
protagonista es un exagente de la CIA encargado de encontrar una nueva y muy
peligrosa arma en poder de un supervillano que pretende acabar con el mundo.
Hay incluso una atractiva y joven mujer involucrada, aunque en este caso, el héroe
no se acuesta con ella. “Tenet” es, a la manera de Nolan, una película
intelectual de espías.
Como
un film de espionaje, Nolan aprovecha los escenarios que le brindan diferentes
países. El rodaje tuvo lugar en Gran Bretaña, Estados Unidos, Noruega, Dinamarca,
India, Italia o Estonia, como si el director estuviera presumiendo de los
recursos que su prestigio puede reunir (el avión que estrella en el aeropuerto
de Oslo, por ejemplo, es real y lo compró para la película). Además, se trata
de un film que, a menudo y como ocurre con las de Bond, exhibe un mundo de
vehículos y entornos lujosos: hay escenas a bordo de elegantes yates, regatas
con catamaranes, visitas a un parque eólico danés en alta mar o una
conversación en un exclusivo club londinense con Michael Caine, el cual comenta
el escaso gusto del agente a la hora de elegir el traje adecuado para los
círculos en los que se va a mover.
Y
también comparte con el universo fílmico de Bond las espectaculares escenas de
acción: el secuestro en pista de un 747 que transporta un cargamento de oro
para estrellarlo contra una terminal y crear una distracción con el caos
subsiguiente; el mencionado robo en vehículos circulando por una autopista a
gran velocidad; la persecución automovilística en la que intervienen coches
invertidos temporalmente (el propio Nolan se ha declarado gran aficionado a la
saga de “Fast & Furious”); o el multitudinario despliegue de “pinza
temporal” que tiene lugar en el clímax, dionde participan dos unidades, una de
ellas temporalmente invertida, lo que hace que en el campo de batalla se vean
todo tipo de movimientos muy extraños (bombas que implosionan en lugar de
explosionar, edificios derruidos que se recomponen, balas que salen de sus
impactos y regresan a los cargadores, soldados que corren de espaldas…).
“Tenet”
es una película con muy poca carga emocional. Y no me refiero al suspense de
las secuencias de acción. La propia existencia de la realidad, de todo lo que
conocemos, está en juego… y no podría importar menos tal es la indiferencia que
suscitan los implicados. Los agentes encargados de afrontar el problema actúan
como robots carentes de emociones y programados para cumplir una sola misión;
no conocemos nada de su pasado, su contexto, su vida personal –si la hubiere- y
ni siquiera demuestran ellos mismos tener una vida interior o lazos sentimentales.
Son meras piezas en una gran maquinaria. La única que puede inspirar cierta
simpatía es la atormentada Katherine, atrapada con su hijo (del que habla mucho
pero al que apenas se ve) en un horrible matrimonio con un mafioso despiadado y
nihilista, pero la belleza fría de la actriz y el distanciamiento con el que la
trata la historia, no ayudan tampoco a convertirla en un personaje entrañable
cuya pérdida sentiría verdaderamente el espectador.
No
es que Nolan no sepa manejar en sus films las emociones y los sentimientos. De
hecho, películas como “Origen”, “Interstellar”, “El Truco Final” o la trilogía
de Batman incluyen momentos verdaderamente conmovedores protagonizados por
personajes torturados. Lo que ocurre es que, en esta ocasión, Nolan, en lugar
de en la vida interior de los personajes, ha preferido centrarse en la trama, el
desarrollo de la premisa y el mensaje subyacente.
Los
debates sobre el cine de Nolan, como he apuntado al principio, tienden a
centrarse en su recurrente fascinación por la manipulación del tiempo, su
preferencia por los efectos visuales más tradicionales, la exquisita factura
visual, la narrativa no lineal o su predilección por tropos del cine de género.
Lo que los análisis suelen ignorar es la atención que presta este cineasta a
otro aspecto: nuestros límites a la hora de comprender y explorar la disonancia
existente entre la “auténtica realidad” del mundo y la percepción que tenemos
de ese mismo mundo.
La
carrera de Nolan despegó a finales de una década, la de los años 90, fascinada
por las películas que presentaban experiencias subjetivas de la realidad, como
“Dark City” (1998), “El Show de Truman” (1998),“Nivel 13” (1999) o “eXistenZ”
(1999), por nombrar sólo algunas de las más conocidas. Parece apropiado que su primer
exito, “Memento”, incluyera en su reparto a Joe Pantoliano y Carrie-Anne Moss,
que dos años antes también habían participado en “Matrix” (1999), posiblemente
el mejor ejemplo de este subgénero de la CF cinematográfica.
El
protagonista de “Memento”, Leonard (Guy Pearce), sufre una lesión cerebral que
le incapacita para formar recuerdos a largo plazo. Gran parte del suspense de
la película consiste en verlo en situaciones extrañas sin contexto cuyo
auténtico significado trata de dilucidar. Un hombre sin memoria es un hombre
sin pasado, y la falta de contexto priva a Leonard de la base y la orientación
necesarias para sobrevivir. Leonard no puede confiar en nada más allá de su
presente inmediato. Es una auténtica pesadilla existencial, tal y como explica el
protagonista hacia el clímax de la película. “Tengo que creer en un mundo fuera de mi propia mente. Tengo que creer
que mis acciones todavía tienen sentido, incluso si no puedo recordarlas. Tengo
que creer que cuando tengo los ojos cerrados, el mundo sigue ahí”. El uso
de la palabra “creer” es importante, porque para Leonard no existe conocimiento
cierto sino fe en que su comprensión del mundo refleja la realidad.
Este
tema vuelve a ser nuclear en “El Truco Final” y se articula a través de la
rivalidad entre dos magos, Alfred Borden (Christian Bale) y Robert Angier (Hugh
Jackman). Al principio de la película, la esposa de Angier, Julia (Piper
Perabo), fallece víctima de un truco que sale mal. Angier se obsesiona con
darle sentido a la tragedia y entender tanto lo que pasó como lo que ella
sintió, acusando a su hasta entonces amigo Borden de lo sucedido. La obsesión de
Angier con lo incognoscible le empuja a violar las leyes tanto de la naturaleza
como del hombre. No puede replicar el truco presentado por su rival porque –y
esto lo desconoce tanto él como el espectador hasta el mismo final- Borden son
en realidad un par de gemelos que construyeron su vida en torno al truco, pero
Angier está tan obsesionado que contrata a Nikola Tesla (David Bowie) para
crear un dispositivo que fabrica clones de sí mismo. Todas las noches, Angier
deja caer su yo original en un tanque de agua como aquél en el que falleció su
esposa. Él muere, pero el clon sobrevive. La ironía es que el superviviente, a
pesar de su obsesión, jamás podrá saber lo que es ahogarse.
Nolan
recupera el mismo tema para “Origen”. Dominick Cobb (Leonardo DiCaprio) se gana
la vida irrumpiendo en los sueños de otras personas y robando sus secretos. Sin
embargo, él y su esposa Mal (Marion Cotillard) se obsesionaron con la
exploración de sus propias “realidades” oníricas y profundizaron tanto en la
que habían construido para sí mismos y permanecieron tanto tiempo allí que ella
perdió el sentido de la auténtica realidad. Aunque Cobb sobrevivió, nunca ha
vuelto a tener la plena certeza de si está despierto o soñando. El icónico y
muy debatido plano que cierra la película sugiere que eso, simplemente, es algo
que ya ha dejado de importarle.
Y todo esto nos lleva a “Tenet”, un film que constantemente coloca al espectador y a sus personajes en una situación similar.
La
mecánica general de la trama es muy clara. Las motivaciones de los personajes
también lo están: el villano quiere destruir el mundo para que no le sobreviva,
los agentes quieren detenerlo y su esposa librarse de él. Las escenas de acción
persiguen objetivos comprensibles y concretos. Incluso el abstracto “algoritmo”
se representa por piezas físicamente tangibles que no dejan de ser un
macguffin. Los detalles sólo se desdibujan si el espectador o los personajes
dan un paso atrás.
Es
interesante la reacción que tuvo el público ante este planteamiento de Nolan. Poco
antes, “Vengadores: Endgame” (2019) se convirtió en la película más taquillera
de la Historia con una trama de viajes en el tiempo que hasta sus personajes
reconocieron alegremente que carecía de sentido y regida por reglas en las que
ni los guionistas ni los directores se ponían de acuerdo. Sin embargo, “Tenet”
se convirtió en blanco de muchas críticas por no molestarse siquiera en
utilizar la herramienta de la explicación pseudocientífica. El concepto de
inversión entrópica y su manipulación está más allá de la comprensión actual y,
por tanto, el público tampoco la va a entender. Ni siquiera los personajes
comprenden plenamente la mecánica o las reglas de la “inversión”. Ives (Aaron
Taylor-Johnson) se refiere repetidamente a las improvisaciones del protagonista
como “imprudencia de mierda” (“cowboy shit”). Cuando le preguntan si su
existencia significa que necesariamente acabarán deteniendo a Sator, Neil
responde: “Siendo optimista, tienes razón”,
para luego reconocer que en realidad ignora la respuesta. “En la teoría de mundos paralelos, no podemos saber qué relación guardan
la conciencia y las múltiples realidades. ¿Ya te duele la cabeza?”.
“Tenet”
vuelve repetidamente sobre el tema de la importancia de la fe, ya abordado en
otros títulos de la filmografía de Nolan. Al fin y al cabo, eso es lo que
significa en inglés “tenet”: “dogma”, “principio moral”. El director extrae
gran parte de la película de un elemento arqueológico hallado en diferentes
partes de Europa: el “Cuadrado Sator”, una estructura con forma de cuadrado
mágico compuesto por cinco palabras latinas: SATOR, AREPO, TENET, OPERA y
ROTAS, que, consideradas en conjunto (de izquierda a derecha o de arriba
abajo), dan lugar a un multipalíndromo. La presencia de este símbolo en muchas
iglesias medievales induce a considerarlo —aun cuando es probable que tenga un
origen más antiguo— como un símbolo que se ha introducido en la cultura
cristiana de aquel período.
Los
significados de esas palabras se incorporan a la trama para recontextualizar
las fuerzas que operan en el corazón de la película: SATOR, significa sembrador,
plantador, fundador, progenitor y, en este caso, designa al villano; OPERA
sería trabajo, cuidado, ayuda, problema…y designa en la película la
localización de la primera escena; AREPO, de significado desconocido, es el
apellido del falsificador del cuadro que el Agente presenta a Katherine; ROTAS,
“ruedas” o “girar”, es la corporación de Sator; y TENET, “comprender”,
“conservar”, es el nombre de la operación final, que, además, se desarrolla en
diez minutos (“ten” significa diez en inglés).
Nolan,
por tanto, enmarca sus misterios existenciales en términos que sugieren
agnosticismo. El pariente más cercano de “Tenet” en su filmografía probablemente
sea “Interstellar”. En esa película, una familia de granjeros se ve atormentada
por perturbaciones que violan las leyes de la Física. La joven Murph (Mackenzie
Foy) describe estos efectos como su "fantasma". Cuando la encuentra
examinando devotamente los patrones de polvo que se forman en el piso de su
dormitorio debido a esa distorsión, su abuelo Donald (John Lithgow) le
pregunta: "¿Quieres limpiar eso
cuando hayas terminado de rezarle?".
“Interstellar”
nos dice que existe una explicación racional para esas perturbaciones. El deseo
de precisión científica del equipo de producción fue tal que llevó a Kip Thorne
a profundizar en sus estudios y descubrir nuevos detalles sobre los agujeros
negros. Sin embargo, lo cierto es que la Física en “Interstellar” está más allá
de la comprensión humana actual, por lo que adquiere un matiz casi religioso.
Eso fue lo que motivó que Nolan convenciera a Hans Zimmer para utilizar como
parte esencial de la banda sonora un gran órgano de iglesia.
Esta
tensión entre la Física y la Fe, entre lo tangible y lo espiritual también se
refleja en la manera de rodar la película. Los films de Nolan descansan en
buena medida en los efectos físicos más que en la “magia” digital, algo que él
pueda palpar y brinde a sus historias una sensación de realidad, de certeza. El
énfasis de Nolan en estas pequeñas certezas contrasta con las mucho mayores ambigüedades
que están relacionadas con el mundo moderno. Nuestro cerebro vive hoy
constantemente bombardeado (e incluso sobrecargado) por estimulaciones visuales
y sonoras. Existen indicios de que la exposición a Internet afecta a la
cognición humana. Sucede tanto y tan rápido que es imposible procesarlo todo
por completo o dotarle de sentido en tiempo real. La realidad ha pasado a ser,
no pocas veces, algo fungible y distorsionado.
“Tenet”
trata sobre cómo vivir en un mundo arbitrario y caótico, gobernado por fuerzas
que superan nuestra facultad para controlarlas: la posible irreversibilidad del
cambio climático; la incapacidad de reparar la brecha de riqueza que
desestabiliza el mundo… En películas anteriores de Nolan, como “Memento” u
“Origen”, los protagonistas optaban por el solipsismo, abrazando sin
cuestionarla la realidad de su elección. En “El Caballero Oscuro”, el Joker va
más allá e intenta imponer su realidad al mundo que lo rodea. Esto es lo que
hace Sator, el villano de “Tenet”, un hombre tan incapaz de concebir un mundo
sin él que prefiere destruirlo antes que permitir que éste siga adelante,
aunque ello signifique sacrificar a su propio hijo. “No crees en Dios, en un futuro o en nada ajeno a tu propia experiencia”,
le acusa el Agente, a lo que Sator responde: “Eso es la fe, y yo no la tengo”. El Agente rechaza esa visión
nihilista del mundo: “Sin ella, no eres
humano”.
“Tenet”
vuelve una y otra vez al tema de la predestinación y la cuestión de si la
elección individual importa en un universo en el que el Tiempo fluye en ambas
direcciones. La respuesta a esa pregunta la da la propia película y es
positiva: sí, importa aun cuando su impacto en el resultado no siga una
causalidad lineal. Cuando el protagonista intenta atrapar una bala invertida,
Barbara (Clémence Poésy) le dice: “Tienes
que dejarla caer”. Incluso cuando el efecto precede a la causa, es la
decisión lo que cuenta.
Neil
repite el mantra “Lo que ha pasado, ha
pasado”. En su escena final con el protagonista, explica que esta actitud
no supone una aceptación del nihilismo, sino todo lo contrario. “Lo que pasó, pasó. Lo cual es una expresión
de fe en la mecánica del mundo. No es una excusa para no hacer nada”.
Cuando el protagonista le pregunta a Neil si está describiendo el “destino”,
Neil responde: “Llámalo como quieras”.
Él, por su parte, lo llama “realidad”.
Nolan ha declarado que sus películas “tratan sobre experiencias individuales que entran en contradicción con la realidad objetiva”. “Tenet” explora una cuestión relevante en estos tiempos tan convulsos, a saber, cuál es la mejor solución cuando la realidad objetiva parece casi imposible de comprender. Para el cineasta, la opción más tranquilizadora es tomar una decisión, hacer lo correcto y creer en que ello afectará positivamente a su realidad. En definitiva, tener fe.
Pero
“Tenet” no sólo tiene una lectura filosófica. También es una película que nos
recuerda que no podemos escapar del tiempo y que el futuro podría no sólo
juzgarnos sino condenarnos; que nos habla de la importancia de la moral incluso
en un mundo caótico y despiadado; y también una reflexión sobre los excesos del
capitalismo, sobre cómo las cosas aíslan a quienes las poseen. La idea de que
el poder protege a los ricos de las leyes de los hombres y de las consecuencias
de sus acciones, es ya un cliché, y “Tenet” lo lleva a su corolario final,
describiendo un mundo en el que las propias leyes de la Física se doblegan ante
quienes tienen suficiente influencia. En este sentido, la película contiene una
crítica social a un mundo éticamente corrompido.
“Tenet”
es una película densa, compleja, emocionalmente fría y exigente que con toda
probabilidad dividirá a los espectadores. Mezcla el cine de autor y el cine
comercial en la forma de un thriller de acción al estilo James Bond sobre un
soporte conceptual insólito. Ofrece una experiencia visual abrumadora que
transcurre a un ritmo de vértigo. La lógica de los desplazamientos temporales
es tan endeble que varios de los personajes tienen que decirle al protagonista que
no piense y se deje llevar, pero todo está al servicio de las escenas de acción
y la película cumple con creces en ese aspecto. Al igual que con las entregas
de “Misión: Imposible”, el atractivo principal de esta película es disfrutar de
una puesta en escena salvaje y original.
Pero “Tenet” es también es un film aparentemente menos pulido de lo que cabría esperar de Nolan en el sentido de que hay demasiados momentos en los que resulta muy difícil entender qué es lo que está ocurriendo en la pantalla y en los que la única salida para el espectador es, como el protagonista, dejarse llevar por la experiencia y no tratar de comprender la trama, al menos en un primer visionado. De hecho, el propio Nolan así lo recomendó en una entrevista, asegurando que “no se supone que deba comprenderse” toda la película. “No es toda ella comprensible. Es como preguntarme si sé lo que sucede con el trompo girando al final de “Origen”. Mis historias no son un puzzle que haya que resolver”. Pero claro, puede que esta visión no coincida con la de un espectador que espere algo más convencional, lineal, cerrado y, sobre todo, comprensible..
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