(Viene de la entrada anterior)
Lo que es más interesante de la historia con la que Roy Thomas continuó la adaptación no es tanto lo que incluye como lo que está ausente. Para empezar, decidió olvidarse de la guerra en curso entre la Alianza y el Imperio. También colocó en un segundo plano a Luke Skywalker para centrarse en Han Solo y Chewbacca, a los que separó del resto de personajes para enviarlos a un alejado planeta en el que, junto a otros mercenarios, eran contratados para proteger a una pequeña comunidad agrícola de los ataques de una banda de despiadados maleantes. Si eso suena a “Los Siete Magníficos”, es porque así lo quiso Thomas. En su decisión de darle el protagonismo a Solo en lugar de a Skywalker (y, en consecuencia, al enfrentamiento de mercenarios contra forajidos en lugar de rebeldes contra imperiales) convergieron varios factores.
“No me permitieron progresar en el romance entre Luke y Leia –naturalmente, por entonces no tenía ni idea de que eran hermanos; no podía hacer nada con las Guerras Clon; no podía utilizar a Darth Vader; y no me interesaba demasiado Luke Skywalker como personaje –sin ánimo de ofender a Mark Hamill, que hizo un buen trabajo. Tampoco parecía que Lucasfilm quisiera que hiciera mucha cosa con él”.
La solución de Thomas fue, por tanto, concentrarse, al menos al comienzo, en Solo y el Wookie. “Han Solo era más del tipo solitario, el héroe de space opera al estilo “Northwest Smith” que me gustaba. Él y Chewbacca podían fácilmente separarse y correr sus propias aventuras, algo que no preocupaba demasiado a Lucasfilm. En aquel momento, no estaban seguros de que Han Solo fuera a desempeñar un papel importante en la segunda película –aunque, naturalmente, resultó que sí lo tuvo-. Decidí hacer una historia parecida a “Los Siete Magníficos”, inventándome algunos personajes nuevos y divirtiéndome con ello”.
Uno de esos personajes era un conejo parlante de pelo verde y dos metros de altura llamado Jaxxon, que se unía a Solo y Chewbaca en la misión. Esa ridícula criatura marcó el verdadero comienzo de los problemas de Thomas con la serie.
Y es que, aunque a Lucas inicialmente le gustó la idea de hacer una especie de “Los Siete Magníficos” del espacio, cuando vio su plasmación no se sintió tan entusiasmado, especialmente con el conejo verde. A Thomas le llegó noticia de esa reacción y empezó a sentirse incómodo con la situación. Sencillamente, no quería recibir instrucciones cada pocos números respecto a lo que podía o no hacer. Realizó con agrado los seis primeros números, pero al término de los cuatro siguientes decidió bajarse del tren. Aunque su breve etapa hoy no puede en modo alguno calificarse como imprescindible, hay que reconocerle el mérito de haber sido el primer intento de escribir una aventura nueva de Star Wars, especialmente teniendo en cuenta lo poco que se había desarrollado por entonces su universo. Además, ¿acaso el conejo verde era una idea mucho peor que Jar Jar Binks?
De todas formas, no era lo que los aficionados estaban esperando leer tras la destrucción de la Estrella de la Muerte. Además, los guiones de Thomas resultaban demasiado “terrestres” en algunos momentos, como cuando Han se refería a haber asistido a la escuela dominical. ¿Es que había clases de Biblia en esa galaxia muy muy lejana? ¿O siquiera un día llamado Domingo? La marcha de Thomas coincidió con la de Howard Chaykin, cuyos lápices habían sido entintados, tras finalizar la adaptación de la película, por Frank Springer (nº 7) y Tom Palmer (8-10). Este último, sin duda, consiguió mejorar mucho los desganados bocetos de Chaykin pero ello no impidió que éste decidiera renunciar: “Perdí el interés. No soy aficionado a la Ciencia Ficción. Para entretenerme, leo sobre todo género policiaco. Era diez años demasiado viejo para quedar cautivado por el fenómeno Star Wars. Tenia 25 o 26 añso por entonces. Me gustó. La vi una vez y ya no más”.
El nuevo editor y guionista de la colección, Archie Goodwin, decidió darle una nueva dirección, tanto desde el punto de vista de las historias como del dibujo, ayudado en este último apartado por Carmine Infantino. Goodwin siempre gozó de un aprecio extraordinario por parte de sus colegas, quienes lo consideraban uno de los mejores guionistas y editores de la industria. Infantino, por su parte, era una leyenda del comic book gracias a su trabajo años atrás en “Flash”, “Batman” o “Adam Strange”. Aunque los mejores días de Infantino habían quedado atrás y sus dibujos carecían de la frescura e innovación de otros tiempos, lo que está claro es que Goodwin se comprometió con la colección mucho más de lo que lo hiciera Thomas.
Infantino, entintado por Terry Austin, Gene Day o Bob Wiacek, no dibujó a los personajes con un mínimo parecido a los actores que los encarnaron en la pantalla y tampoco supo plasmar satisfactoriamente las naves y tecnología del universo Star Wars. Pero las historias de Goodwin eran tan buenas que casi daba igual. Por otra parte, la técnica narrativa de Infantino era irreprochable: siempre se sabía quién era quién y lo que estaba sucediendo en cada escena, una virtud más importante que la mera pericia técnica. También supo crear portadas llamativas y con composiciones innovadoras. (Curiosamente, Infantino empezó dibujando a Luke con una melena casi tan larga como la de Conan o Thor, hasta que en el nº 26 Luke, tras un paso por la peluquería fuera de plano, empezó a lucir más aseado).
Goodwin empezó cerrando algunas subtramas pendientes de la etapa de Thomas, incluyendo el destino de Luke Skywalker, que había desaparecido en el curso de una misión para encontrar una localización adecuada para la base de operaciones rebeldes. Resultó que Luke y los droides acabaron en un planeta acuático habitado por piratas locos y serpientes gigantes. En el número 16 –dibujado por Walter Simonson-, Goodwin presentó a un cazador de recompensas llamado Valance, que había sido soldado imperial y albergaba un profundo odio hacia los droides de todo tipo. Al enterarse del papel desempeñado por Skywalker en la destrucción de la Estrella de la Muerte y cómo el joven trataba a sus droides como iguales, no se resiste al impulso de ir tras él y capturarlo o asesinarlo. Valance acabó siendo un personaje popular entre los lectores y volvería varias veces a la colección.
En el número 17, Goodwin, el coguionista Chris Claremont y el artista invitado Herb Trimpe, ofrecieron a los lectores un vistazo a la vida de Luke en Tatooine antes de los eventos narrados en la película. Pero fue en el número 18 que la etapa de Goodwin arrancó verdaderamente con una historia titulada “¡El Imperio Ataca!” (bastante antes de que se anunciara el título de la segunda película) en la que la guerra que asolaba la galaxia volvía a primer plano. En ese número comenzó una saga de seis partes que presentó nuevos conceptos y personajes, como La Rueda (una estación espacial gigante utilizada como casino), las técnicas de meditación de Luke para sintonizar mejor con la Fuerza (y que no se alejaban tanto de lo que acabaría viéndose en la segunda película) y el senador Simon Greyshade, que había servicio en el Senado Galáctico con la Princesa Leia, por la que sentía una pasión obsesiva.
Sin duda, lo más destacable de este arco argumental fue el largamente esperado regreso de Darth Vader, el cual había estado peinando la galaxia en busca del desconocido piloto adepto en los caminos de la Fuerza que había destruido la Estrella de la Muerte. Goodwin e Infantino escenificaron hábilmente la reentrada del villano, mostrando todo el poder y peligro que encarna.
El número 24 fue una historia de relleno escrita por Jo Duffy con dibujo de Infantino y Wiacek, un flashback protagonizado por Obi-Wan Kenobi en los días de la antigua República. No encaja en la continuidad establecida mucho después por la segunda trilogía de precuelas, pero precisamente por eso ofrece una lectura interesante para los aficionados como historia alternativa a lo que finalmente acabó siendo el universo Star Wars.
Conforme avanzaba la etapa de Goodwin, éste demostró una creatividad sin límites. Presentó nuevos villanos, como el Baron Orman Tagge, con visión cibernética, armado con un sable laser y un considerable resentimiento hacia Darth Vader. Valance, por su parte, fue creciendo como personaje, enfrentándose por fin a Luke en el nº 27 y luego entablando un memorable duelo con Vader en el 29. Jabba el Hut encontró a Han Solo únicamente para verse obligado a perdonarle la deuda pendiente cuando éste le salva la vida.
Desde el nº 31 en adelante, despacio pero con mano firme, Goodwin preparó el terreno para la segunda película. Luke fue alcanzando mayor destreza en el uso de la Fuerza y su esgrima mejoró considerablemente, tal y como se mostró en el número 33, cuando se vio obligado a entablar un duelo con el Barón Tagge. Y en el 35 llegaron los tres números que lo cambiaron todo.
La historia comenzó cuando Darth Vader descubre por fin la identidad del rebelde que destruyó la Estrella de la Muerte y elabora un complicado plan que fuerza un encuentro cara a cara entre ambos para que así el villano pueda probar las habilidades del joven. También caen en la trampa Han, Leia, Chewie, los droides, el Barón Tagge y la hermana de éste, Domina, sacerdotisa de una orden religiosa pacífica.
Libre de las restricciones que habían coartado la libertad de Roy Thomas, Goodwin pudo desarrollar esa premisa y, de hecho, reunió a Vader y Luke en una historia que fue publicada antes del estreno de “El Imperio Contraataca”, concretamente en el número 37, donde ambos antagonistas terminan persiguiéndose mutuamente en un bosque de cristal explosivo y llegando a cruzar sus espadas laser…. Aunque todo había sido un engaño y el largamente esperado duelo entre Luke y Vader habría de esperar hasta la segunda película.
Sin embargo, pese a esa pequeña decepción, la historia funcionaba en todos los aspectos. Sabemos, gracias al texto introductorio de “El Imperio Contraataca”, que Vader ya sabía de Luke, que estaba “obsesionado con encontrar al joven Skywalker”, y Goodwin acertó al establecer cómo Vader supo de quien se revelaría su hijo. Por otra parte, la película nunca llegó a establecer con absoluta seguridad que Luke y Vader no se hubieran encontrado antes, así que no se cayó en una contradicción en la continuidad con la que los aficionados pudieran hacer sangre (años después, Dark Horse Comics publicó una serie limitada titulada “La Búsqueda de Vader”, que volvía sobre ese mismo periodo).
Goodwin concluyó su saga con un epílogo que establecía otro hilo que sería retomado poco después en “El Imperio Contraataca”. Dado que la deuda de Han con Jabba era un punto importante de la trama de la película, Goodwin le dio a aquél una razón para restablecerla y mostró a Han enfrentado a un cazarrecompensas que le informaba de que, otra vez, habían puesto precio a su cabeza.
Al final del nº 37 pudo verse un cuadro de texto anunciando el siguiente episodio y prometiendo el primer capítulo de la adaptación de “El Imperio Contraataca”. Pero cuando el nº 38 llegó efectivamente a los quioscos, los lectores se llevaron la desagradable sorpresa de encontrarse con un número de relleno… que resultó ser uno de los mejores episodios de la colección. En retrospectiva, ese número representó el primer gran paso adelante en términos de mostrar el potencial de la serie. La historia, titulada “Jinetes en el Vacío” y escrita por Goodwin, es una aventura independiente y autoconclusiva en la que Luke y Leia se ven atrapados en el interior de una nave viviente más allá de los límites conocidos de la galaxia.
No sólo es una historia muy entretenida y bien resuelta, sino que está dibujada maravillosamente por un equipo formidable: Michael Golden y Terry Austin. Los Destructores y TIEs imperiales están sobresalientemente dibujados pero más llamativo aún resulta que ambos artistas supieran captar la esencia de Luke y Leia sin necesidad de dotarles de facciones similares a las de Mark Hammill y Carrie Fisher. Sólo hay un momento que puede hacer rechinar los dientes a los aficionados modernos y ello únicamente con la perspectiva del tiempo y el desarrollo que la saga iba a tener, hoy conocido pero entonces aún por revelarse: en un instante de desesperación en el que Luke trata de salvarle la vida a Leia, aquél declara su amor por ésta y su determinación a no perderla. Si este instante es peor o no que el beso que ella le planta en los labios a él en “El Imperio Contraataca” está sujeto a debate.
Y hablando de contradicciones con lo que ha venido a ser la continuidad oficial de la saga, hay una más problemática en el por otra parte destacable “Star Wars Annual” nº 1 (1979), escrito por Chris Claremont y dibujado por Mike Vosburg y Steve Leialoha. En esa historia, al término de su visita a un planeta alienígena, Luke era informado por uno de los líderes nativos que ese mundo fue antaño, durante las Guerras Clon, salvado de la catástrofe por el gran Caballero Jedi Obi-Wan Kenobi y sus dos discípulos. Uno de ellos era Darth Vader. El otro, el padre de Luke…
En fin, el nº 38 terminaba prometiendo otra vez que al mes siguiente se iniciaría la adaptación de “El Imperio Contraataca”. Y esta vez, la promesa no sólo se cumplió sino que propició una nueva etapa para la colección. Esa adaptación está considerada como una de las mejores que jamás se hayan hecho del cine al comic. Se prolongó seis números dentro de la serie mensual (nº 39-44) y ofreció una traslación completa y fiel de lo que los aficionados habían disfrutado en pantalla, omitiendo muy poco material y ofreciendo algunos momentos descartados del montaje final, como el ataque de la base rebelde de Hoth por unas criaturas de hielo Wampa o más escenas del adiestramiento jedi de Luke en Dagobah.
Goodwin adaptó con maestría el guion, sí, pero el resultado no habría sido ni de lejos el mismo de no haber contado con el impresionante trabajo gráfico del legendario artista Al Williamson –entintado por Carlos Garzón-. No sería exagerado afirmar que Williamson nació para dibujar los comics de Star Wars. De hecho, el propio George Lucas era desde hacía mucho tiempo admirador de su trabajo y había sugerido su nombre tanto para la serie de comic-books como para las tiras de prensa. Su entrada en la colección supuso un salto cuántico en el nivel gráfico de la misma. Por primera vez y gracias a él, el universo de Star Wars del cine quedaba perfectamente representado en las viñetas. Williamson captó a la perfección las facciones de los actores, los exteriores e interiores de las naves, las armas, la tecnología y las criaturas. Siendo como era un artista extraordinario, también es cierto que, hasta cierto punto, su trabajo consistió en poco más que copiar las fotografías del rodaje que le proporcionó Lucasfilm como referencia.
Con “El Imperio Contraataca” finalizando de forma incierta (con Vader revelando que Luke es su hijo, la mención de Yoda a “otra” esperanza para la galaxia además de Luke y Han congelado en carbonita por Boba Fett), mantener la tensión en la serie de comic iba a convertirse en toda una pesadilla para el guionista, dado que durante tres años se vería obligado a engarzar aventuras sin estar autorizado a resolver ninguna de las cuestiones dejadas inconclusas por la película. Y, sin embargo, la colección estuvo a la altura, aunque hubo de hacerlo ya sin la participación de Archie Goodwin.
(Continúa en la siguiente entrada)
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