(Viene de la entrada anterior)
A tenor de las declaraciones de Braga que reproducía más arriba, ya puede uno imaginarse que la producción de este primer año estuvo plagada de problemas. Braga trajo consigo a unos cuantos guionistas de “Voyager”: Mike Sussman, Phyllis Strong y André Bormanis. Pero, como ya dije, también intentó llevar a cabo un proceso de renovación contratando a profesionales ajenos a la franquicia, como el matrimonio Jacquemettons, Fred Dekker, James Duff (creador de “The Closer”) o Antoinette Stella.
A priori podría decirse que era un enfoque interesante y digno de explorar. Pero también resultó un sendero trabajoso y repleto de conflictos. Pronto se hizo evidente que algunos de los nuevos guionistas tenían dificultades para dar con el tono exigido por los productores y Braga se vio obligado a reescribir cada uno de los libretos de la primera temporada. Además, se cometían errores de bulto e incoherencias flagrantes. Así lo exponía el productor Manny Coto: “"Enterprise" viajaba al espacio profundo, pero había personajes como Travis Mayweather que ya habían estado en otros planetas y viajado a velocidad warp. ¿Dónde está entonces la sensación de que vamos a donde ningún hombre ha ido antes?".
Los Jacquemettons no estaban a gusto con la forma que Braga tenía de organizar el trabajo de los guionistas: “Lo más extraño era que abordábamos una historia detrás de otra. Nunca se planteó hacer un arco, nunca se dijo: “Esto es lo que queremos conseguir esta primera temporada”. No hicimos nada de eso, lo cual fue sorprendente. Fuimos semana a semana y teníamos que hacer veinticuatro episodios, así que había que hacerlo rápido”.
Efectivamente, Braga no reunió nunca a los guionistas para decidir hacia dónde debían dirigir sus historias. Trataba con ellos individualmente, no había sensación de comunidad entre los escritores. Tal y como recuerda Chris Black: “Cuando yo llegué, todo el mundo parecía desmoralizado. André y Marie Jacquemetton, que tienen un pared llena de Emmys por “Mad Men” y son dos de las personas más agradables del gremio; Stephen Beck, Michael Sussman, André Bormanis, Fred Dekker… ¡esa gente eran guionistas! Pero es que al final, no escribían. Recuerdo ir por allí, sentarme todo el día sin nada que hacer y, al final, cuando eran las seis o las siete de la tarde y yo ya estoy para irme, Brannon salía de su oficina y decía: “¿Qué tenéis chicos?” ¿Por qué no empezábamos con eso a las diez de la mañana para que quienes tuvieran familia e hijos pudiera marcharse y atenderlos? La gente no estaba contenta. Era una forma muy torpe de dirigir un programa”.
A esto se añadían las manías personales de Braga. Decía la guionista Antoinette Stella: “Al principio, lo más interesante fue aprender a comportarse en la sala de guionistas. Había aperitivos seguros y otros que no lo eran. Cualquier cosa que hiciera un sonido crujiente, no estaba permitido. No podías tender patatas fritas, porque Brannon necesitaba concentrarse y quería una estancia silenciosa. Así que nada de patatas fritas, pretzels, galletas crujientes… Eso es lo que hicimos. Y si querías darle un mordisco a una galletita que resultaba estar algo más crujiente de lo normal, la dejabas reposar en tu boca para que se ablandara, porque, ya sabes, no queríamos interrumpir el flujo y la concentración. Teníamos a un tipo que vino a hacer trabajos externos y cogió una bolsa de patatas fritas y todos empezamos: “¡Dios mío! ¿Qué estás haciendo?” Y dijo, “¿De qué estáis hablando?” “¡No puedes hacer eso aquí!”. “¿Estáis bromeando”? “¡No! ¡No! ¡No!”. Así que le dijimos que se la tenía que llevar. Era como contrabando. Si hubiera encendido un porro, no nos habría alarmado tanto como si se hubiera comido un pretzel”.
Hubo también problemas inesperados en el set. Kelly Waymire apareció en tres episodios interpretando a la alférez Elizabeth Cutler pero la posibilidad de que se convirtiera en una secundaria recurrente quedó interrumpida por su temprana muerte a los 36 años a causa de una dolencia cardiaca. Un actor invitado para encarnar a un vulcano tuvo serios problemas con su maquillaje y, exasperado, acabó arrancándose sus orejas puntiagudas, las tiró a la basura, abandonó abruptamente el set y dimitió. El resto de los actores, ignorantes de lo que había ocurrido, esperaban en vano su regreso. Hubo que convencer a otro actor para que, a regañadientes y a toda prisa, interviniera y la escena pudiera completarse.
Y luego estaban los nada despreciables choques con los puristas del canon. Decía Braga: “Creí que uno de los golpes de genialidad de la serie sería retratar a los vulcanos como antagonistas, aunque no lo sabían en ese momento. Para ellos también era una precuela y muchos fans lo odiaron. Algunos fanáticos dijeron: "¿Cómo te atreves a hacerles esto a los vulcanos?" Para empezar, pensé que las culturas cambian, incluso la cultura vulcana podría haber sido diferente; y tienen sus propios prejuicios. Y de eso trata la serie. Si te limitas a introducir Vulcanos de los de siempre, ¿para qué molestarse?”
Marie Jacquemetton recordaría posteriormente: “Se nos dio esta situación en la que un estudiante de la Universidad de Temple llamó por teléfono para ofrecernos una propuesta para un episodio. Era una historia sobre vulcanos y cometimos el error de decirle: "No podemos utilizar este argumento porque tenemos uno similar en el que el prometido de T´Pol llega a la nave". Cinco minutos después, llega un mensaje de Terry Matalas, el ayudante de Brannon. "Brannon quiere veros". Vamos. "Dios, ¿qué hemos hecho ahora?" Subimos las escaleras y Brannon nos sienta y dice: "¿Le acabáis de contar a alguien algo sobre la historia que estamos haciendo en tu episodio?" No teníamos ni idea de lo que habíamos hecho. "Bueno, está en Internet". Decía: "Últimas noticias de "Enterprise", están haciendo una historia con T´Pol con un prometido". A él le pareció bien, pero dijo: "Tan sólo tened cuidado con lo que decís en esas reuniones de propuestas". Eso fue una gran revelación sobre lo furibunda que es la base de fans”. El guionista Stephen Beck también narraba su propia anécdota: “El tercer día que estaba allí, todavía aprendiendo a utilizar el teléfono, ya tenía un mensaje de voz: era una voz femenina, hablando muy seductoramente en klingon. No tenía ni idea de lo que decía. Por desgracia, lo borré”.
Cuando en el episodio piloto unos semidesnudos Trip y T´Pol se frotan mutuamente el cuerpo con gel descontaminante tras una salida al exterior, algunos fans pusieron el grito en el cielo criticando la escena como un descarado intento de apelar a la libido de los espectadores. En otro de los episodios, uno de los Vulcanos miente, una “transgresión” que desató una auténtica tormenta. En palabras del guionista Chris Black: “Recuerdo llegar a la oficina el lunes y tener el buzón de voz de la oficina de producción completamente lleno de mensajes de gente quejándose y maldiciendo. Un tipo dejó un mensaje gritando: “¡Los Vulcanos no mienten! ¡Los Vulcanos no mienten! ¡Los Vulcanos no mienten!” diciéndolo una y otra vez. Pero es que estábamos tratando de hacer algo diferente. Esa era la razón para ambientarla años antes y reiniciar la franquicia. Nos llegaban cartas con un odio vitriólico. Alguien nos mandó una caja de cartón llena de los desperdicios del cubo de basura de su cocina y una nota que decía: “Esto es lo que le habéis hecho a “Star Trek”.
“Lo entiendo hasta cierto punto. Si no te gusta, no te gusta. Pero entonces, no lo veas. Lo que ocurre es que existe un sentimiento de propiedad. He sido suficientemente afortunado para trabajar en series como “Xena: la Princesa Guerrera”, “Mad Men”, “Mujeres Desesperadas”… que tenían ese tipo de seguidores rábidos y ruidosos, pero nada como los fans de Star Trek. Creen que son los dueños del programa, que poseen a los personajes. Y que saben lo que es correcto. Y si tomas una decisión con la que no están de acuerdo o que no aprueban, se enfadan mucho. Por eso me gusta tanto “Juego de Tronos”. No he leído los libros y veo la serie y digo: “Mierda, eso no lo vi venir”. Y, para mí, eso es lo que lo hace grande. Si estás viendo Star Trek y todos los personajes hacen exactamente lo que quieres que hagan… ¿Qué hay de divertido?”.
A pesar de ello, Chris Black fue el único guionista que sobrevivió a la primera temporada. Se había unido a mitad de año y escribió tres episodios antes del cierre (en comparación, como he apuntado, los Jacquemettons escribieron tres en toda la temporada). Y fue una lástima que aquel proyecto de mestizaje de guionistas saliera mal. Porque puede que los Jacquemettons firmaran uno de los peores capítulos de la temporada, “Adquisiciones”, pero “Rompiendo el Hielo” y “Querido Doctor” apuntaban claramente a un gran potencial de haber tenido más tiempo para desarrollarse. Habiendo aprendido la lección, Braga elegiría a sus colaboradores para el resto de la serie con un enfoque mucho más conservador. David A.Goodman (“Futurama”), John Shiban (“Expediente X”) y Chris Black (“Sliders”) tenían todos experiencia en ciencia ficción televisiva.
El resultado sería una segunda temporada más conservadora en términos de narrativa y argumentos, episodios realizados por un equipo de guionistas que conocían la ciencia ficción y, en concreto, el universo Star Trek, y que eran capaces de entregar historias funcionales que satisficieran los requisitos de la cadena y de los aficionados más tradicionalistas. La consecuencia, como digo, fue una de las temporadas más sosas de toda la historia de la franquicia y un alejamiento de los objetivos más ambiciosos con los que empezó la serie en favor de una línea más rancia. Esto es, más episodios como “Planeta Rebelde”, “El Enemigo Silencioso” o “Civilización”, historias absolutamente genéricas que podían haber encajado en cualquier iteración de la franquicia con mínimos cambios; argumentos eficaces que no es que fueran lo peor de la temporada, pero sí completamente prescindibles.
La serie abandona con relativa rapidez la idea del espacio como un lugar misterioso y desconocido para entrar en lo familiar. Ese impulso narrativo está presente en la primera temporada en conflicto directo con las tentativas de contar historias más ambiciosas. Pero, al final, la búsqueda de material fresco se deja de lado en favor de lo ya conocido y mil veces ensayado. Así, encontramos un interesante episodio sobre la generación "boomer", “El Hijo del Fortunate” y, por el contrario, nada menos que tres capítulos protagonizados por klingons. Los guionistas se esforzaron poco para profundizar en la cultura Suliban pero sí encontraron tiempo para una escapada al planeta vacacional Rissa en “Dos Días y Dos Noches”.
A pesar de sus declaradas intenciones iniciales de alejarse de la tecnología hiperavanzada que se había visto en las series anteriores (que, recordemos, transcurrían en el futuro), “Enterprise” parece impaciente por reintroducir muchos de los clichés de la franquicia: dispositivos de ocultación en “Algo Inesperado” y “Ondas de Choque Parte 1”; Trip encuentra una holocubierta en “Algo Inesperado”; y Malcolm inventa un campo de fuerza en “Vox Sola”. Aunque, como dije, se recortó el lenguaje pseudocientífico, el fetichismo tecnológico seguía impregnando esta nueva serie.
Esto apunta a cierta confusión sobre la forma en que “Enterprise” pretendía ser una precuela. El atractivo de un producto tal relacionado con Star Trek no debería ser la tecnología. Dejando aparte los fans más acérrimos y entregados, ¿por qué debería importarle a la audiencia quién inventa este artilugio concreto o sentirse impresionada por la revelación del origen de algún elemento familiar para los seguidores del universo Trek? En último término, este enfoque es un refuerzo del determinismo tecnológico que siempre ha estado como subtexto de la franquicia y que se concreta en el mensaje de que Star Trek no es tanto la historia de cómo la Humanidad creó un futuro mejor como que éste es el producto del descubrimiento de tecnologías como el replicador.
El atractivo de una precuela de Star Trek debería ser mostrar cómo la especie humana fue capaz de encontrar su lugar entre las estrellas, enfrentándose a obstáculos y desafíos que la obligaron a reconsiderar sus valores y preconcepciones, abriendo su mente a nuevos mundos y formas de pensar; debería tratar sobre cómo edificar un futuro mejor, no sobre fabricar tecnología que reconocemos de series anteriores en las que ese futuro ya se daba por hecho.
Posiblemente, este comentario parezca excesivamente negativo y tampoco es esa es la conclusión que quiero ofrecer. La primera temporada de “Enterprise” no es mala ciencia ficción televisiva. No es sobresaliente, pero, tomada en su conjunto, ofrece un producto razonablemente entretenido que mezcla claros tropiezos con experimentos interesantes. Por otra parte, esto es algo normal. Quizá no se le pueda exigir a una primera temporada de una serie derivada de Star Trek un nivel de calidad insuperable. Su objetivo primordial debe ser encontrar una identidad propia.
Hay que reconocerle a “Enterprise” que intentó llevar a buen puerto una serie de ideas interesantes. No siempre con éxito, pero al menos el propósito estaba presente. Algunas funcionan bien, otras fallan estrepitosamente. Con todo y con eso, sigue siendo mucho más ambicioso que cualquier año de “Voyager” y transmite la sensación de que el equipo de producción estaba realmente tratando de hacer algo nuevo. Al cerrar la temporada, quedó en el aire la pregunta de si “Enterprise” seguiría impulsando y desarrollando los hilos más interesantes o, por el contrario, volvería a autoconfinarse en las rutinas tradicionales. Ya he comentado, que sería esto último lo que se impondría.
Por el momento, las opiniones tanto de la crítica como de los fans y el propio equipo de producción, estaban divididas. El crítico Glen C.Oliver escribiría: “El primer esfuerzo sustancial de la Humanidad en el Espacio no parecía mágico, atemorizante, impredecible o particularmente accidentado. La sensación de que esta primera era del viaje espacial sería peligrosa o impredecible y el espíritu pionero sugerido por la serie original, no se encontraba por ninguna parte. Los viajes de Jonathan Archer y su tripulación parecían demasiado sencillos, seguros y pulcros. Y sus reacciones ante lo que encontraban “allí fuera” eran demasiado tibias, probablemente porque lo que encontraban, para empezar, no era demasiado interesante”.
Por su parte, más adelante, el actor Dominic Keating declararía: “La primera temporada, bajo los auspicios de Rick (Berman), fue a lo seguro y se utilizó el mismo patrón que las otras series en las que había tenido tanto éxito. Especialmente la primera temporada, fue todo un poco derivativo y, a veces, aburrido. (…) Llegué a pensar que íbamos a ser como “Urgencias” pero en el espacio, y que habría mucha más interacción, drama e historias sobre estas siete personas viviendo juntas en el espacio. En lugar de eso, llegamos a un planeta, averiguamos cuál es el problema, lo solucionamos, los convertimos a todos en republicanos y seguimos nuestro camino”.
A decir de los Jacquemetton: “Al principio, tratamos de que “Enterprise” fuera algo diferente de las series anteriores, pero acabamos cayendo en las viejas costumbres y nos encontramos revisitando episodios antiguos. Al final, resultó ser muy difícil desviarse o romper la fórmula original. La serie nunca llegó a atraer a la nueva audiencia a la que aspiraba”. Y así fue. Los ratings empezaron a caer ya durante la primera temporada y cuando empezó la segunda, un tercio de los espectadores ya no se molestaron en retomarla. Los únicos que seguían al pie del cañón eran los fans más entregados.
(Continúa en la siguiente entrada)
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