Richard Michael Gorman Powers fue uno de los ilustradores más influyentes dentro del campo de la CF durante los años 50, 60 y 70 del pasado siglo, cuando su estilo, mezcla del surrealismo y expresionismo abstracto, dominó las portadas de las revistas y libros del género.
Nacido en Chicago en 1921, en el seno de una familia católica de origen irlandés, el padre abandonó el hogar siendo él todavía pequeño por lo que lo criaron su madre Marcella y su tía Roe. A los once años, un tío suyo que se dedicaba a pintar anuncios publicitarios le introdujo en la pintura y su apartamento no tardó en estar repleto de pinturas de barcos realizados por él y su hermano Jack. Publicó ilustraciones en la revista del instituto y elaboró decorados para el club de teatro antes de entrar en la Academia Mizen para estudiar arte, pasando luego al Instituto de Arte de Chicaco, la Universidad de Illinois y, mientras cumplía el servicio militar durante la Segunda Guerra Mundial en el Cuerpo de Señales, en Astoria (Queens, Nueva York), la Universidad de Kentucky. Durante ese periodo conoció a la que iba a ser su esposa, Evelyn, y, tras ser licenciado en 1946, continuó pintando y escribiendo sin saber todavía muy bien por qué disciplina optar como carrera.
Powers mostró un portafolio con muestras de su trabajo en diversas revistas y pulps, adaptándolo al tipo de material que cada una publicaba. Al mismo tiempo, les presentaba también los cuentos que había escrito con un ojo puesto en el perfil de lectores de cada cabecera. Estaba listo para abrazar definitivamente la pintura o la escritura en función de la aceptación que una u otra tuvieran entre sus potenciales compradores. Consiguió publicar un cuento en la prestigiosa revista “Story”, considerada una de las mejores cabeceras literarias, pero para entonces ya estaba recibiendo múltiples encargos de ilustración por parte de diversos compradores: revistas infantiles, westerns, revistas de misterio… En 1949, consigue su primera venta de prestigio: una edición a todo color de “Los Viajes de Gulliver”.
A partir de ese momento, recibiría más encargos de los que podía realizar, los cuales acometía con un estilo realista no exento de un toque personal que los hacía inmediatamente identificables para los directores artísticos de las editoriales. Buen ejemplo de ello es su portada para la primera novela de Asimov, “Un Guijarro en el Cielo”, de 1950, para Doubleday.
En 1952, Ian Ballantine lanzó su propio sello editorial aprovechando el florecer de la ciencia ficción adulta, pero con un enfoque que lo distanciaría de los volúmenes publicados por Pocket Books y otros competidores. En una decisión que se revelaría decisiva para la carrera tanto de la editorial como del artista, Ballantine accedió a la propuesta de Powers de dejar de lado para las portadas de sus ediciones en rústica los clásicos monstruos y chicas y sustituirlos por imaginería abstracta inspirada en pintores surrealistas como Yves Tanguy, Francis Picabia, Max Ernst, Salvador Dalí o Roberto Matta.
Tras recibir el manuscrito, Powers o bien lo leía o bien se limitaba a darle un repaso rápido. Algunas veces las ilustraciones que hacía tenían que ver con la historia… y otras veces nada en absoluto. Luego, su mujer, su agente o él mismo se presentaba en Ballantine, Berkeley y otras editoriales con su trabajo bajo el brazo y los directores artísticos le compraban las pinturas teniendo sólo una vaga idea de cuál de ellas acabarían utilizando para cada novela. Un ejemplo es la portada de Berkeley para “El Hombre en el Castillo”, de Philip K.Dick, una ucronía distópica en la que se describe un futuro en el que los nazis y los japoneses ganaron la Segunda Guerra Mundial y ocuparon Estados Unidos. Pues bien, la cubierta es un paisaje espacial, con una construcción extraña emergiendo de una superficie líquida escarlata, nada que ver con cualquier cosa terrícola. La implicación es que las ilustraciones de Powers vendían libros, fuera cual fuera el tema y tuviera o no relación con la trama del libro que acompañaban.
Como muchos ilustradores, Powers también desarrolló paralelamente una carrera artística en el circuito de galerías, empezando por cuadros de soldados para exposiciones celebradas durante la guerra. Uno de sus dibujos a carboncillo, “Tres Soldados”, realizado al estilo de los grabados de Goya, ganó el premio del Concurso Artístico Nacional del Ejército en 1945. Recibió clases en la New School, donde estudió con Julian Levi, un artista realista con un talento inmenso para el dibujo de figuras vestidas en movimiento; y con Adja Yunkers, seguidor del estilo abstracto que se inspiraba en el cubismo de Picasso y el surrealismo.
Una de sus influencias más importantes fue el pintor de paisajes marinos Jay Connaway, que vivía con su mujer e hija en la isla Monhegan, en Maine. Ese lugar venía atrayendo a artistas desde antes del siglo XX, incluyendo a Rockwell Kent y los Wyeth. Mientras estaba en el ejército, Powers estudió las lecciones de Connaway sobre cómo representar los mares y su atmósfera. Más adelante, cuando Connaway se mudó a Vermont, Powers lo siguió para estudiar con él paisajismo. En Nueva York, su obra fue incluida en exposiciones colectivas en el Museo de Arte Moderno y la Galería Corcoran. Durante el resto de su vida, pintaría paisajes marinos de Monhegan y las islas del Caribe y también de España, incorporando imaginería surrealista al estilo de Dalí.
Su obra se extiende, por tanto, mucho más allá de la CF: hizo portadas de discos de música clásica, ilustró artículos para las revistas “High Fidelity” o “Life”, chistes políticos, tarjetas navideñas, escenografía para la televisión, libros infantiles… Cuando la ilustración de CF revirtió a la imaginería realista y su mujer falleció en 1966, Powers, tanto por elección como por necesidad, empezó a concentrarse más en la pintura y la escultura, dedicándose a su arte hasta el mismo día de su muerte, que tuvo lugar en España en 1996, a los 75 años.
Powers, considerado hoy uno de los artistas más importantes de la CF, utilizó la total libertad que le dio su talento y su prestigio para cambiar la imaginería tradicional del género, introduciendo elementos abstractos y surrealistas. Trabajando con una multiplicidad de técnicas que iban de los acrílicos al collage pasando por el óleo, reemplazó las típicas astronaves, personajes, escenas y paisajes naturalistas por dibujos que parecían representaciones oníricas y que evocaban, a veces de forma desasosegante, emociones más que objetos o figuras reconocibles. Como Magritte, Powers extraía el misterio y el sentido de lo maravilloso oculto en lo familiar, esquivando las convenciones y nociones tradicionales que dominaban la ilustración de portadas. Sus entornos alienígenas, ambientes surrealistas y misteriosos espacios y ciudades, dejaban al lector hipnotizado y preguntándose sobre su significado.
Si el arte de Richard Powers no figura junto al de los maestros del siglo XX, es sólo porque tuvo una naturaleza “comercial” que a menudo e injustamente merece de inferior respeto y consideración que el de los “artistas puros”.
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