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miércoles, 17 de julio de 2019
2009- VIAJE AL CENTRO DE LA TIERRA 3D– Eric Brevig
“Viaje al Centro de la Tierra” es algo más que una novela famosa del género de aventuras y ciencia ficción. Clásico de la literatura universal, a pesar de que la ciencia y el conocimiento de nuestro planeta han superado con creces las teorías expuestas en él, su historia sigue fascinando a las nuevas generaciones siglo y medio después de su publicación. Prueba de ello son las frecuentes adaptaciones cinematográficas que ha tenido con el transcurso de las décadas, la más famosa de las cuales fue la producida por 20th Century Fox en 1959 y protagonizada por James Mason y Pat Boone. Bastante antes, en 1908, el español Segundo de Chomón rodó una versión muda. Su compatriota Juan Piquer Simón dirigió en 1976 una versión barata. En 1988, los productores Golan y Globus apoyaron un incoherente intento de actualización. En 1993 y para la televisión, se produjo un episodio piloto que tenía poco que ver con la obra original pero que trataba de convertir el escenario subterráneo en un universo de aventuras al estilo de “Star Trek”. También para la televisión se hicieron varias miniseries, una en 1999 y dos en 2008, una de estas últimas producida por Asylum con el fin de capitalizar el esperado éxito de la versión que a continuación comento.
El sismólogo Trevor Anderson (Brendan Fraser) tiene problemas para proseguir en la universidad con el trabajo iniciado por su hermano desaparecido, Maxwell, y que consiste en monitorizar una serie de sensores situados en regiones volcánicas de todo el mundo. Sus clases tienen cada vez menos asistencia y la universidad tiene previsto cerrarle el laboratorio por falta de resultados. Al caos de su vida se suma su sobrino adolescente, Sean (Josh Hutcherson), que llega para pasar unos días en su casa y con el que no sabe relacionarse. Su cuñada, además de al muchacho, le entrega una caja con objetos de su marido y hermano de Trevor. Entre ellos encuentra un ejemplar de “Viaje al Centro de la Tierra”, de Julio Verne, profusamente anotado por su difunto dueño. Trevor se da cuenta de que su hermano creía que la historia que Verne narraba en aquella novela era auténtica y que las notas señalan una ruta al centro de la Tierra.
Siguiendo su instinto y acuciado por descubrir algo que le permita mantener a flote su laboratorio, Trevor viaja a Islandia con Sean. Allí contacta con la guía de montaña Hannah Asgeirsson (Anita Briem), hija de uno de los colegas de Maxwell. El trío asciende al volcán Snaeffells y cae por un abismo a un mundo subterráneo lleno de maravillas geológicas y biológicas, incluidas peligrosas criaturas prehistóricas.
“Viaje al Centro de la Tierra 3D” comenzó como un intento de traslación fiel de la novela de Verne en un formato 2D tradicional, dirigido por Paul Chart, conocido por el infravalorado thriller “American Perfekt” (1997). Sin embargo, Walden Media, la compañía responsable de programas familiares y procristianos y productora de obras como las diferentes entregas de “Las Crónicas de Narnia”, “La Telaraña de Carlota” (2006), “Un Puente hacia Terabithia” (2007), “Los Seis Signos de la Luz” (2007), “Mi Monstruo y Yo” (2007) o “City of Ember: En Busca de la Luz” (2008), presionó para modificar el proyecto, adscribirlo a la nueva moda de las proyecciones 3D y darle un toque familiar (no es casualidad que la película sea vista con muy buenos ojos por las webs cristianas americanas). Insatisfecho por el rumbo que estaba tomando la producción, Paul Chart se marchó para ser reemplazado por Eric Brevig, un supervisor de efectos especiales que había trabajado para DreamQuest e Industrial Light and Magic en una larga lista de películas para las que ese apartado era importante, como “Abyss” (1989), “Desafío Total” (1990), “Men in Black” (1997), “Wild Wild West” (1999), “Pearl Harbor” (2001), “Señales” (2002), “El Día del Mañana” (2004) o “La Isla” (2005) entre otras. “Viaje al Centro de la Tierra 3D” fue su debut como director.
Esta película es, por tanto, hija de su tiempo. Aunque se diría que en los últimos años empieza a remitir, la última década ha visto la recuperación del formato en tres dimensiones, una moda que disfrutó de su mejor momento a mediados de los años cincuenta. Desde hace años, las salas de cine pierden dinero y cierran sus puertas debido a una multiplicidad de factores: la piratería digital; la preferencia por los sistemas domésticos de cine (DVD, Blu-Ray, plataformas de televisión a la carta); el aumento de alternativas de ocio, especialmente internet; y la indiferencia del público hacia la mayoría de las películas que llegan a las salas. En esa coyuntura, el 3D fue visto por muchos como un anzuelo tecnológico que podía llevar de vuelta a los espectadores hacia los cines supervivientes –ahora mayormente localizados en multisalas-. A raíz del fenomenal éxito de “Avatar” (2009) hubo incluso quien se atrevió a predecir que el 3D era el futuro del cine.
Personalmente, tengo dudas respecto a semejante afirmación y me inclino a pensar que será una moda pasajera. En primer lugar, la tecnología sigue obligando a los espectadores a llevar unas aparatosas gafas que, además de recicladas del usuario anterior, resultan molestas para muchos. Y en segundo lugar, hay un factor económico: los pases en 3D son más caros y no siempre la película justifica el desembolso adicional. Por no hablar de que en no pocas ocasiones los efectos diseñados para ese formato resultan tan forzados que marean a ciertas personas.
“Viaje al Centro de la Tierra 3D” es uno de esos casos en los que las tres dimensiones no sólo eran innecesarias sino que muchas veces estaban mal fotografiadas: varios de los objetos que los personajes lanzan hacia el espectador de forma harto evidente (bengalas, yoyos, pelotas…) están desenfocados. Eric Brevig fuerza tanto algunos de esos efectos que cae en lo ridículo, como esa escena al comienzo de la película en la que Trevor se levanta de la cama por la mañana, se cepilla los dientes, hace gárgaras y escupe el agua directamente a una cámara situada en el ojo del desagüe. Dicho esto, también es cierto que utiliza la tecnología 3D para algo que no suele ser tan frecuente como debiera en este tipo de producciones: aportar profundidad y perspectiva para que el espectador se sienta inmerso en el mundo que se despliega ante sus ojos. Una vez que la acción se traslada bajo tierra, hay algunos planos bastante buenos teniendo en cuenta que los actores no tenían nada con lo que interactuar ya que la mayoría de los fondos son digitales.
Por desgracia, esta película no tiene más propósito que ir encadenando una serie de escenas espectaculares y dramáticas con las que dejar al espectador con la boca abierta cada pocos minutos. Así, el trío cae al fondo de la Tierra por un interminable abismo; se lanzan a una desenfrenada y peligrosa carrera con vagonetas por los pozos de la mina; huyen de un tiranosaurio por un paisaje volcánico; son atacados por peces voladores; Sean tiene que salvar un precipicio caminando sobre piedras flotantes… Es como si hubieran borrado a Julio Verne y lo hubieran sustituido por un recorrido por “Parque Temático del Viaje al Centro de la Tierra” mezclando la acción real y el CGI.
El momento más absurdo de la película llega cuando los protagonistas están navegando por el océano subterráneo en una balsa y son atacados por peces voladores, repeliéndolos con bates de béisbol caseros; y en mitad de esa amenaza, a muchas millas bajo la corteza terrestre, inexplicablemente suena el teléfono de Sean: es su madre quien llama. Y por si esto fuera poco y al mismo tiempo, uno de esos peces de grandes mandíbulas intenta morderle el trasero a Hannah. Es una escena que podría haber funcionado bien como comedia, aunque sospecho que no era esa la intención de Eric Brevig. En la misma línea, el clímax final en el que los héroes son empujados hacia la superficie por una columna de vapor hirviente cabalgando a bordo del cráneo fosilizado de un dinosaurio, siendo escupidos por el Vesuvio y sobreviviendo a una caída desde gran altura, traspasa los límites de lo absurdo. Por supuesto, es inútil tratar de hallar aquí ni un atisbo de plausibilidad científica
Eso sí, a pesar de todo lo dicho, “Viaje al Centro de la Tierra 3D” puede que sea la versión fílmica más fiel al libro. Aunque añade mucho material nuevo, sigue básicamente la misma trama: el hallazgo de una pista en clave, la entrada por el volcán Snaeffells, los mares subterráneos, la vida prehistórica (aunque los protagonistas no encuentran aquí homínidos), la forma de volver a la superficie… Es más, quizá la cinta habría tenido que ser titulada “Viaje al Centro de la Tierra: La Auténtica Historia”, ya que es Trevor quien está dispuesto a descubrir la verdad tras la novela de Verne. El problema es que esa genérica lealtad a la obra original queda arruinada por unos diálogos horribles, un guión lleno de agujeros (ahí tenemos por ejemplo la presentación del yo-yo, que parece que va a jugar un papel relevante más tarde…pero no) y unos personajes bastante planos y con arcos previsibles. En cuanto a los actores, poco hay que decir. Josh Hutchenson es el mejor del trío pese a su juventud; Anita Briem aporta más belleza –que no credibilidad como aguerrida guía de montaña- que talento interpretativo; y Brendan Fraser es…bueno, Brendan Fraser en su faceta cómico-aventurera.
Dados los buenos resultados obtenidos (recaudó 242 millones de dólares sobre un presupuesto de 60 millones), New Line Cinema y Walden Media produjeron una secuela basada en otra novela de Verne, “La Isla Misteriosa” (2012), recuperando a Josh Hutcherson pero no a Brendan Fraser, que fue sustituido por Dwayne Johnson. Y tampoco estuvo dirigida por Eric Brevig, que prefirió hundir su carrera con “El Oso Yogi” (2010).
“Viaje al Centro de la Tierra 3D” es, en resumen, una película que seguramente será del gusto de los más jóvenes: tiene mucha acción, humor, suspense, momentos dramáticos y llamativos visualmente y sentido de lo maravilloso. No contiene violencia y promueve los valores familiares así que no es mala opción para los pequeños de la casa. En cuanto a los adultos, en su momento y en pantalla grande, podrían haber pasado un buen rato con los efectos tridimensionales emulando una visita a un parque temático. Pero en formato doméstico –ya sea en Blu-Ray 3D o 2D- la espectacularidad deja de ser un aliciente. Aún peor, todos los efectos que pueden ser divertidos en 3D pierden completamente el sentido en 2D y resultan todavía más chirriantes. Y, si se es mínimamente exigente con el argumento, los diálogos o los personajes, lo mejor es buscar otra cosa.
La vi hace tiempo, y la verdad es que no me gustó mucho, en especial los efectos bastante malos para mi, junto a unas actuaciones endebles.
ResponderEliminarUn saludo
Es buenísima como no te va a gustar estas locooooo
EliminarYo igual la vi y no me gustan esas adaptaciones mediocres del tío Samm
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