“El Vuelo del Navegante” fue el modesto intento de Disney de producir un film infantil que capitalizara el éxito de “E.T.el Extraterrestre” (1982), película de la que toma bastantes elementos tanto en lo que se refiere a la premisa como al desarrollo de la trama y los personajes. Siendo como es un producto menor, una “exploitation” de la película de Spielberg, “El Vuelo del Navegante” es una de las más logradas historias sobre encuentros entre niño y alienígena benévolo, subgénero en el que el cine ha sido prolífico en propuestas banales y olvidables.
Una noche de 1978, en Fort Lauderdale (Florida), el niño de doce años David Freeman (Joey Cramer) se cae en una zanja y queda inconsciente. Cuando se despierta y regresa a su casa, se encuentra con que allí vive una familia distinta. El policía que se hace cargo de él queda igualmente perplejo cuando al revisar los archivos averigua que consta como desaparecido…¡ocho años atrás! Efectivamente, es 1986, pero David no ha envejecido un ápice. El niño se reúne con sus padres y hermano menor –ahora físicamente más mayor-, tan contentos como confusos. Un electroencefalograma revela que su cerebro está transmitiendo datos en código binario y el plano de un vehículo alienígena recién hallado por la NASA.
Científicos de ese organismo dirigidos por el doctor Faraday (Howard Hesseman), convencen a los padres de David para examinarlo en sus instalaciones, donde descubren que fue abducido por una nave extraterrestre en 1978 y trasladado para su examen a un planeta a 560 años luz de distancia en un viaje de tan sólo 2,2 horas. Sin embargo y debido a los efectos temporales de las velocidades relativistas, en la Tierra pasaron ocho años. Cuando David se entera de que la NASA pretende retenerlo indefinidamente, se escabulle de las instalaciones y contacta con el vehículo alienígena, que está controlado por una inteligencia artificial que lo reconoce como su Navegante. Ambos escapan juntos del complejo de la NASA para ayudarse a seguir cada cual su camino: David reunirse con su familia en el pasado y la nave regresar a su planeta de origen.
Una de las cosas que más sorprenden de “El Vuelo del Navegante” es la sofisticación de las ideas en las que se apoya la trama. La premisa central es una interesante e inteligente paradoja sostenida por la abducción alienígena y la Teoría de la Relatividad. El tema del choque cultural está bien llevado, en buena medida gracias al convincente papel que hace Joey Cramer. Es poco frecuente que una película infantil se atreva con conceptos más complejos de lo habitual, especialmente tratándose de Disney. Después de todo y tan sólo unos pocos años antes, ese estudio había tratado de dar la campanada en el género de la Ciencia Ficción con “El Abismo Negro” (1979), sólo para estrellarse, no tanto en el resultado económico de la película como en la relación de éste con las expectativas generadas. De ella ya hablé con cierto detalle en la entrada respectiva, por lo que no me extenderé aquí. Para este nuevo intento, el estudio contrató al director Randal Kleiser, que venía de obtener dos enormes éxitos como “Grease” (1978) y “El Lago Azul” (1980). Su carrera ya no volvió a registrar cimas semejantes de popularidad.
Donde mejor demuestran los técnicos de efectos especiales de Disney su pericia es en la nave, un vehículo hecho de metal reflectante y sin junturas y con forma de avellana gigante pero que puede transformar su perfil según sus necesidades. Fue un claro esfuerzo de crear una nave extraterrestre distinta a todo lo que se había visto hasta el momento en pantalla y sus giros imposibles, sus aceleraciones y súbitos frenados, su evolución en la atmósfera terrestre con los cielos y el paisaje reflejándose en su aerodinámica superficie y sus asientos, puertas, tableros de control y escaleras de acceso fluyendo elegantemente del metal se encuentra entre lo más logrado de esta película. El director, haciendo uso de unas entonces vanguardistas técnicas digitales, se recrea en ello durante la segunda mitad de la cinta alternando las espectaculares tomas de vuelo de la nave con las reacciones de asombro, maravilla y diversión de David e insertando momentos cómicos por su banalidad, como cuando el niño le ordena a la nave detenerse en un campo para orinar; o al asustar a unos conductores adolescentes al preguntarles una dirección; o dejar de piedra al propietario de una gasolinera cuando se detiene allí para comprar un mapa con el que orientarse desde el cielo.
Por desgracia, esa segunda mitad, siendo la más conseguida visualmente, también es la que pierde interés desde el punto de vista del contenido, degenerando en un thriller de persecuciones muy convencional. Nada menos que cuatro guionistas están acreditados en la película, algo que parece excesivo dado el resultado final. Uno no puede evitar sospechar que los ejecutivos del estudio, con una historia interesante sobre la mesa, no pudieron asumir de ninguna manera que un film para niños pudiera construirse enteramente sobre ideas y conceptos propios de la CF y decidieron intervenir encarrilando el asunto a base de clichés con los que sentirse seguros. Y así tenemos esa humanización repentina y pasada de vueltas de la inteligencia artificial, las estúpidas criaturas alienígenas recolectadas por la nave en otros planetas (una de ellas, por supuesto, acaba convertida en mascota de David) y un final tan feliz como forzado, improbable y súbito en aras de rematar todo con un cómodo regreso al status quo.
Siendo como es un producto Disney, “El Vuelo del Navegante” contiene un claro mensaje en apoyo de la familia: es importante apreciar a tus seres queridos mientras los tienes cerca porque nunca sabes cuándo podrías perderlos. En este sentido, el guión retrata la típica familia de clase media, acomodada y armoniosa, en la que no parece haber tensiones de ningún tipo. El encontrarse en el futuro con su propia familia, envejecida y consumida por la pena, empujará a David a arriesgarlo todo, incluso su propia vida, con tal de regresar al pasado y retomar su antigua y perfecta existencia. Este tipo de enfoque familiar no es ni bueno ni malo y sin duda para la sensibilidad de un niño, de los ochenta o los dos miles, funcionará, aunque para un espectador adulto resulte bastante plano.
Por supuesto, esta es una cinta que figurará entre las imprescindibles de los nostálgicos irredentos de los ochenta (y conviene recordar que la nostalgia nada tiene que ver con la calidad del producto objeto de la misma). Los detalles que adornan la habitación de David, la música, las referencias a la MTV, los peinados y vestuario (aparece una jovencísima Sarah Jessica Parker imitando el look de Madonna)… harán sonreír a los que crecieron en aquella época pero no aportan ni restan nada a la calidad de la película en sí.
“El Vuelo del Navegante” es, en resumen, una película que tiene buenas ideas desarrolladas de una forma muy simplista. Pero hay que tener en cuenta que su público objetivo siempre fue el infantil, por lo que en justicia no puede esperarse profundidad ni en la trama ni en el tono ni en los personajes. De lo que se trataba con este tipo de producciones era entretener y hacer sentir bien al espectador y en este sentido la película funciona. Me atrevería a decir incluso que el film puede seguir cumpliendo su función para los niños actuales, quizá no ya en las pantallas de cine pero sí como una sesión televisiva de sobremesa.
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