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jueves, 19 de noviembre de 2015
2009- LA CÚPULA – Stephen King
Stephen King es probablemente el escritor de terror vivo más famoso del mundo, aunque ocasionalmente tantee otros géneros como el fantástico (“La Torre Oscura”), el suspense (“Misery”), el drama (“Rita Hayworth y la redención de Shawshank”) o la ciencia ficción. En relación a esta última, ya hemos comentado en este blog alguna que otra obra firmada por él. Sin embargo, su instinto, inclinación y experiencia le suele llevar siempre al terreno en el que se siente más seguro: el terror sobrenatural, y los elementos de CF de sus libros no suelen estar bien perfilados, limitándose a utilizarlos como meras excusas para contar otra cosa, aquello que realmente le interesa.
Es el caso de “Apocalipsis”, cuya impresionante primera parte, claramente inserta dentro del subgénero de desastres apocalípticos, se diluye en una fábula moral sobre el enfrentamiento entre el bien y el mal. En “It” sucede lo contrario: lo que parece ser un cuento sobrenatural, acaba derivando en su parte final, un tanto torpemente, hacia la ciencia ficción de corte más lovecraftiano. “Tommyknockers” halla acomodo más claro dentro de la ciencia ficción, puesto que las terroríficas criaturas que presenta son claramente extraterrestres; pero, otra vez, las explicaciones de su llegada a la Tierra, su origen, su tecnología, su propósito… se pasan por alto; sencillamente, a Stephen King no le interesan más que como recurso narrativo para explorar otro tipo de cosas. Con “La Cúpula” pasa algo parecido.
Tras una década en la que la obra de King había estado marcada por una calidad muy por debajo de la de sus mejores obras, el anuncio de un nuevo libro fue recibido con tibio interés por parte de sus seguidores al dar a entender la campaña de marketing que acompañó al lanzamiento que se trataba del nuevo “Apocalipsis” de Stephen King. Y es que ambos libros parecían tener bastante en común. Para empezar, su longitud. El libro, como sucede a menudo en lo que firma King desde hace años, es sencillamente demasiado largo. Según la edición de que se trate, su longitud oscila entre las 800 y las 1.100 páginas, lo cual de por sí ya constituye todo un desafío: para el autor, que tiene que llenarlas de un contenido lo suficientemente potente como para justificar tal extensión; y para el lector, que debe invertir no poco tiempo en recorrer la novela de principio a fin. ¿Sale airoso King de tal prueba? En mi opinión, no del todo.
Las dos obras, “Apocalipsis” y “La Cúpula” también comparten más elementos, algunos de ellos demasiado sobados ya por el autor: la ambientación en un pueblecito de Maine, un reparto amplio de personajes atrapados en una situación más allá de su comprensión y control, el enfrentamiento entre el bien y el mal en sus facetas más extremas… Pero vayamos por partes.
El pequeño pueblo de Chester´s Mill, en el estado norteamericano de Maine, se ve un día, de repente y sin previo aviso, aislado del mundo exterior por un campo de fuerza desconocido en forma de cúpula. Ésta es ligeramente permeable al aire, pero todo lo demás, desde un misil de gran potencia a los ácidos más corrosivos, es incapaz de penetrarlo. Lo que queda bajo ella empieza gradualmente a transformarse en una especie de invernadero cada vez más insano, en el que no sopla ni se renueva el aire, no llueve, no circulan los ríos y la contaminación se acumula en las capas altas atenuando la luz del sol.
De una manera sorprendentemente rápida, el caos se apodera de la población. Aislado totalmente del exterior, sin que ninguna fuerza del orden pueda conocer ni mucho menos interferir en lo que está sucediendo en el pueblo, éste, que parecía ser un lugar tranquilo, de ambiente familiar y atmósfera casi idílica, se transforma en un infierno en el que afloran no sólo oscuros secretos del pasado y del presente de sus habitantes, sino también sus auténticas naturalezas y peores instintos.
Al no verse constreñido por las leyes y la posible intervención exterior, un político corrupto, “Big Jim” Rennie, segundo concejal de Chester´s Mill, ve a la cúpula como la oportunidad ideal de consolidar su poder y deshacerse de un laboratorio de fabricación de drogas que mantenía oculto antes de que la cúpula desaparezca y se descubra todo su tinglado criminal.
Pronto la ciudad se ve dividida en dos bandos: los “buenos”, liderados por Dale Barbara, un veterano de la guerra de Irak que se hallaba de paso por la ciudad; y el nuevo cuerpo policial cada vez más fascista liderado por el psicópata hijo de Jim Rennie, Junior. Sin embargo, el tiempo se acaba. No sólo hay cada vez menos comida, agua y aire respirable, sino que los niños de la localidad empiezan a sufrir ataques durante los cuales deliran sobre un apocalipsis que va a sobrevenir al cabo de unos días.
Ya apuntaba al principio que a Stephen King siempre se le ha dado mejor el terror que la ciencia ficción. “La Cúpula” no es una excepción. El principal elemento de CF de la novela es la cúpula en sí, un tema ya muy viejo dentro del género. La ciudad recubierta por una cúpula de cristal ha sido una de las imágenes más queridas por los escritores e ilustradores de ciencia ficción desde los años treinta. No sólo constituye un concepto potente desde un punto de vista narrativo, ya esté situada esa ciudad en un planeta lejano aislada por su cubierta protectora de un entorno hostil, o entre las ruinas de la una Tierra postapocalíptica, sino que visualmente ofrece un muy sugerente tema para los ilustradores del género.
King afirma que tuvo la idea para su libro en una fecha tan lejana como 1976, pero dadas las dimensiones de la historia que quería contar, no se animó a escribirla hasta haberse convertido en un autor lo suficientemente relevante como para poder trabajar sin cortapisas editoriales. Por desgracia, para entonces ya se le habían adelantado otros escritores. Tan solo un año antes, por ejemplo, Michael Grant publicó el primer volumen de su saga literaria para adolescentes, “Gone”, en el que una ciudad queda aislada del exterior por una barrera de energía. Aún antes, la película de Los Simpson (2007), planteaba un esquema similar.
Pero a King no le interesa demasiado el origen, naturaleza o finalidad de “La Cúpula”, sino que la utiliza como mera excusa para contarnos la degeneración que experimenta la colectividad humana atrapada en su interior. El orden y armonía que presidían la vida en el pueblo no eran más que una fachada que se derrumba fácilmente ante el nuevo fenómeno, y la respuesta de sus habitantes al mismo resulta ser el fascismo: el cierre de filas alrededor de un individuo despreciable, criminal y maquiavélico pero rebosante de carisma, que les promete soluciones y la restauración del orden a cualquier precio.
La deshumanización de los supervivientes de un desastre tampoco es una idea nueva y existen bastantes ejemplos de novelas del género que tocan el mismo tema. “El Señor de las Moscas” (1954), de William Golding, es el referente más directo, pero en la misma ciencia ficción abundan los relatos que siguen parámetros similares. Por ejemplo, en “El Martillo de Lucifer” (1977), Larry Niven y Jerry Pournelle retrataban un planeta Tierra afectado por la caída de un gran meteorito y en el que unos nuevos señores de la guerra son los únicos capaces de instaurar un gobierno efectivo. Algo parecido ocurre en “El Cartero” (1985), de David Brin o en la serie de comic “Jeremiah” (1979), de Hermann y su adaptación televisiva a cargo de J.M.Stracynksi. Incluso el propio King ya había mostrado algo parecido en su “Apocalipsis” (1978).
En todos estos escenarios nos encontramos un mundo destruido y una sociedad rota que favorecen el ascenso de dictaduras de corte feudal apoyadas en el monopolio sobre las armas, el combustible, la mano de obra o la comida. En “La Cúpula” están presentes todas esas situaciones y dificultades, pero tienen lugar a una escala menor, más íntima, y confinadas al microcosmos de un pueblo de un millar de habitantes. Todos son vecinos, se conocen unos a otros, por lo que las decisiones que toman y las acciones que llevan a cabo, heroicas o perversas, tienen un impacto especial sobre los demás.
Esa pequeña escala es precisamente lo que crea la tensión: no estamos ante una enorme catástrofe que afecta a millones de anónimos seres, sino personajes encerrados en un espacio relativamente pequeño que conocen perfectamente a los demás –o eso creen-. Los que se adueñan del poder, aparentemente ciudadanos modélicos pero en el fondo auténticos monstruos, no tienen muchos forasteros a los que culpar de la violencia que ellos mismos desencadenan, por lo que pronto su paranoia les llevará a volverse contra su propia gente, aumentando todavía más la tensión. Sus víctimas no son individuos anónimos, sino personajes principales o secundarios a los que todos conocen.
Ahora bien, el ascenso del fascismo en el pueblo se sucede a una velocidad tal que resulta inverosímil: desde que aparece la cúpula hasta que todo se resuelve transcurren tan sólo unos pocos días. Teniendo en cuenta la longitud de la novela, resulta un tanto chocante. La razón es que King, al que sus editores probablemente ya no estén en posición de imponer ningún criterio, no pareció tener limitaciones de espacio, así que se dedicó a introducir un número excesivo de personajes (no menos de diez principales y más de veinte secundarios), dedicándose luego a saltar de uno a otro siguiendo sus peripecias casi hora a hora, día tras día. ¿Resultado? Un millar de páginas, de las cuales se podrían haber eliminado un tercio sin afectar demasiado a la trama general.
El elevado número de personajes, además, impide que el lector empatice realmente con ellos, creando una distancia emocional que el escritor no sabe solucionar, aportando por ejemplo cierto grado de evolución en los mismos a tenor del desarrollo de la trama. Y es que, además y por desgracia, casi todos esos personajes son unidimensionales: o bien son nobles y generosos, o villanescos o estúpidos. No hay sutileza ni ambigüedad. El principal villano, “Big Jim” Rennie, por ejemplo, está pensado para que el lector no pueda encontrar en él ni un solo rasgo redentor: es republicano, racista, intolerante, fanático religioso, asesino a sangre fría que llegó incluso a liquidar a su esposa, traficante de drogas, vendedor de coches usados, obeso y glotón, corrupto, manipulador, vengativo, mal padre y egomaniaco. Su némesis, Dale Barbara, es, en cambio, sincero, valiente, inteligente y generoso; no tiene un solo defecto identificable. Ese maniqueísmo y carencia de matices quita lustre a la novela. Sí, ya se que los estereotipos tienen su razón de ser, especialmente en una fábula sobre la lucha entre el bien y el mal. Pero, ¿no debería estar Stephen King ya por encima de ese recurso de aficionado? Hubiera sido mucho más interesante –pero también más difícil de idear y desarrollar- tener por ejemplo a un villano que actuara de forma cruel pero movido por nobles ideales.
Para lo que sí le vienen bien a Stephen King los personajes extremos es para facilitar la transición de Chester´s Mills de tranquila comunidad rural a distopia totalitaria; transición, por otra parte, tan rápida, que incluso “El Señor de las Moscas” dejaba más tiempo a sus infantiles protagonistas para caer en el salvajismo. Y en cuanto a salvajismo, el autor no se queda corto. Sus personajes más detestables cometen asesinatos a sangre fría, disfrutan con la necrofilia, violan en grupo, torturan, linchan…Hay que admitir que King es un maestro a la hora de provocar en el lector ese tipo de desagrado hipnótico que tan fundamental resulta en el género del terror.
Aparte de la pobre opinión que King parece tener sobre la sociedad –sólo algunos individuos aislados parecen ser dignos de ser salvados-, “La Cúpula” ofrece otras reflexiones sobre, por ejemplo, la política. King afirmó haberse inspirado en el equipo George Bush-Dick Cheney para retratar la estructura de poder de Chester´s Mill: una mente maestra (Big Jim) que ocupa voluntariamente el segundo peldaño del escalafón pero que es en realidad quien maneja los hilos manipulando al débil líder nominal (Andy Sanders) quien, a la postre, será quien cargue con las culpas si las cosas se tuercen. La novela constituye una suerte de fábula poco sutil acerca de cómo los políticos se sirven del miedo, la ignorancia y la desinformación para manipular a los ciudadanos. En este sentido, se trata de una referencia directa a los acontecimientos posteriores al 11-S, cuando George W.Bush ocultó información relevante con el fin de facilitar el apoyo a la invasión de Irak.
King, a través de sus personajes, defiende su ideología moderadamente liberal: ensalza el papel de los periódicos y los periodistas (Julia Shumway), la libre circulación de información, y, para variar –y para quitarse la espina de las críticas que había recibido en otras obras por el retrato que de ellos hacía- los soldados y los veteranos (Dale Barbie). Y ese es otro problema del libro: al convertirse en portavoces del pensamiento político de King, los personajes pierden credibilidad. ¿O es que resulta verosímil que un policía de pueblo tenga un notable conocimiento del panorama político previo a la Segunda Guerra Mundial?
Hay escritores que enfocan determinados temas de una forma novedosa, animando al lector a reflexionar sobre la materia, quizá incluso a cambiar su punto de vista. King se queda muy lejos de tal logro en este libro, pecando una vez más de la misma falta de sutileza a la hora de tratar el tema religioso, o, mejor dicho, del fundamentalismo cristiano. En lugar de explorar con sinceridad la hipocresía religiosa, se limita a arrojar un montón de clichés presentando personajes sin término medio: o bien éstos ignoran la religión, o bien se sirven de ella para sus oscuros fines confundiendo la voluntad de Dios con la suya propia (Big Jim). El pueblo no tiene más emisora de radio que una de música cristiana que sirve como tapadera de un laboratorio de drogas, los fieles son atendidos por un pastor tan fanático como hipócrita y enloquecido por la culpa (el reverendo Coggins) y una sacerdotisa cínica y descreída que miente a su congregación por pura inercia (Piper Libby, que podría haber sido uno de los personajes más interesantes del libro). No puede extrañar que a King le hayan llovido no pocas críticas por su visión sesgada e interesada del hecho religioso.
Una de las partes menos satisfactorias de la novela es el final. Ya dije más arriba que a King los elementos de CF le interesan más bien poco. La cúpula es una simple herramienta narrativa, un “Mcguffin”, para contar lo que realmente le interesa: el experimento social de aislar totalmente una pequeña comunidad del mundo exterior, la evolución de los personajes y la interacción entre los mismos. ¿Qué ocurre cuando toda esa gente, inicialmente normal y corriente, se ven arrojadas a una situación extraordinaria? ¿Cómo reaccionan cuando empiezan a desaparecer los suministros básicos, no disponen de asistencia médica y la electricidad empieza a fallar? ¿Y cuando los peores individuos de esa comunidad empiezan a tomar el poder?
Pero claro, tras mil páginas, era necesario dar una explicación al fenómeno. Dado que lo estamos comentando en este blog y no en uno de terror o fantasía, no creo que nadie se sorprenda si digo que todo se debe a una intervención extraterrestre. King podía haber escrito quince orígenes diferentes para la cúpula y luego haber cogido uno al azar, porque era, como hemos dicho, lo que menos le interesaba. Y, desgraciadamente, se nota. El papel que juegan los extraterrestres, sus intenciones, su naturaleza y la resolución de todo el asunto, resultan poco elaborados, como extraídos de uno de los episodios más ingenuos de la primera “Star Trek”. A ello hay que añadir que King no consigue sustraerse al impulso de introducir una serie de elementos sobrenaturales –como las visiones proféticas de los niños- cuya relación con los extraterrestres no sólo no se aclaran, sino que resultan incoherentes con un planteamiento supuestamente científico.
Así pues, ¿merece la pena abordar la lectura de este libro? No es que sea aburrido y a los fans del autor que disfrutaron de “Apocalipsis” o “IT” probablemente les gustará. Desde luego, King sabe contar historias y “La Cúpula” está escrito con su estilo fluido y fácil de seguir, tiene momentos horripilantes y repletos de tensión… pero no aporta ninguna idea nueva, cae con demasiada frecuencia en el panfletismo político más burdo y, desde luego, es demasiado largo. Da la impresión de que el autor se limitó a poner el piloto automático para completar otro innecesariamente grueso volumen creyendo que su experiencia y nombre le dispensan de la guía de un editor sensato.
Como libro de ciencia ficción, “La Cúpula” deja bastante que desear. Quizá la inclinación de King hacia el terror le lleva a dejar al lector en la oscuridad en lugar de revelarle completamente el misterio. O quizá yo esté siendo injusto y en realidad estemos ante una obra de terror o suspense con sólo un puñado de elementos de CF. Me gusta King como autor de libros de terror, he disfrutado muchísimo con bastantes de sus obras y creo que su fama es merecida; pero como aficionado a la ciencia ficción, sus incursiones en el género me han dejado mayormente frío, algo que “La Cúpula” sólo viene a confirmar.
Ya desde el mismo momento de la publicación de la novela en 2009, se planteó llevarla a la pantalla como serie de televisión. El proyecto, no obstante, no cuajó verdaderamente hasta que un par de años después se hizo cargo del mismo Brian K.Vaughan, reputado guionista de comics como “Y: El Último Hombre”, “Los Leones de Bagdad” o “Saga” y escritor de algunos episodios de la televisiva “Perdidos”. Fue él quien se encargó de desarrollar la serie a partir del argumento de la novela de King y así, tras pasar primero por la cadena por cable Showtime, acabó siendo contratada y estrenada por la CBS en junio de 2013.
El lanzamiento de la serie levantó gran expectación, entre otras cosas por los nombres de los responsables implicados: además de Vaughan, figuraban como productores ejecutivos Steven Spielberg y el propio Stephen King, lo que equivalía a su visto bueno a la adaptación. El episodio piloto tuvo unos datos de audiencia sobresalientes, como también los doce capítulos de la primera temporada que le siguieron.
En realidad, la serie no es ni mucho menos una adaptación de la novela. Recoge algunos elementos de la misma, como la existencia de la cúpula, los personajes principales y algunos rasgos de los mismos, pero los derroteros por los que discurre son muy diferentes, así como las relaciones entre los personajes y la misma naturaleza de los mismos. El propio King salió al paso de las críticas acerca de los cambios efectuados, argumentando que los requerimientos narrativos de una serie son diferentes a los de una novela: era necesario eliminar a algunos personajes, fusionar otros y prolongar la situación de Chester´s Mill más allá de la semana que transcurría en el libro. Defendía y aprobaba tales cambios, indicando que la resolución probablemente no sería la misma.
Sin embargo, cuando se estrenó la serie, los espectadores que habían leído la novela pudieron comprobar inmediatamente que las diferencias entre una y otra iban mucho más allá de meros detalles. Por ejemplo, la serie tenía mucha más acción y una alarmante falta de dirección que amenazaba con convertirla en algo errático y deslavazado. Por otra parte, y probablemente para evitar herir susceptibilidades y tratar de llegar a un público más amplio, se suavizaban la violencia y los aspectos más truculentos de los personajes literarios y prácticamente se eliminaba todo el tema religioso.
El reparto se limitaba a cumplir, destacando positivamente Dean Norris como “Big Jim” Rennie gracias a su carisma y presencia física; y la joven Britt Robertson como Angie. Por el contrario, el actor que encarna a Dale Barbara, el exmodelo de Levi´s Mike Vogel, hace gala de una inexpresividad tan inverosímil como irritante.
Al final de la primera temporada, tras trece episodios, no se había avanzado absolutamente nada en desvelar el misterio de la cúpula. Más bien, se la utilizaba como mera deus ex machina para introducir argumentos y misterios adicionales, algunos de los cuales se iban resolviendo y otros se dejaban colgados. Ello hacía temer que lejos de querer poner fin a la historia, los productores tratarían de estirarla al máximo mientras aguantaran los datos de audiencia. Aún peor, varios de los personajes parecían mostrar un comportamiento incomprensiblemente errático: Junior comienza siendo un peligroso psicópata y termina como un muchacho atormentado y confuso; la policía Linda Esquivel no parece enterarse de nada, va a remolque de los acontecimientos y tan pronto ondea sus principios como se pliega a las evidentes manipulaciones de Big Jim…
La segunda temporada confirmó los peores pronósticos. Para empezar, Brian K.Vaughan abandonó su cargo de “showrunner” para concentrarse en los comics y quién sabe si harto del mundo de la televisión. Según dijo, antes de marcharse trabajó con Stephen King para dejar perfilada la segunda temporada, pero si es así, lo mejor que pudo hacer es dejar el programa. Porque los guiones cayeron a partir de ese momento en lo incoherente y lo absurdo. Aparecieron nuevos personajes de la nada –sorprendente dado que el pueblo llevaba semanas encerrado bajo la cúpula-, los dramáticos acontecimientos que se habían ido desarrollando hasta culminar en el final de la primera temporada (los asesinatos perpetrados por Big Jim, la acusación y casi linchamiento popular de Dale Barbara…) son olvidados como si nunca hubieran existido, se eliminan de forma repentina y absurda personajes, se vuelve una y otra vez a un statu quo que impide continuar con el desarrollo de personajes e historia, se introducen más misterios sin resolver los planteados previamente,… y el tema de la cúpula sigue sin resolverse.
A la vista de los decrecientes ratings de audiencia, no sorprendió demasiado a nadie que CBS anunciara que no se renovaría la serie para una cuarta temporada. Es una pena que un programa con potencial se viera frustrado por la incompetencia de los guionistas. Podría haber funcionado razonablemente bien como una verdadera miniserie, siguiendo más fielmente el libro y terminando la historia en cinco o seis episodios. O bien, si la decisión era alargarla, la novela tenía suficientes ideas y posibilidades como para aprovecharlas de forma más inteligente de lo que se hizo. En esta ocasión, la audiencia no se equivocó al darle la espalda y su cancelación quedó bien justificada no sólo por sus resultados comerciales sino también por los creativos.
Una excelente reseña. No sé si existe un problema con Stephen King. A veces se pone de moda denostar a alguien y todo se convierte en un círculo. Este escritor lleva escribiendo muchísimo tiempo y ya ha quedado para la historia. Iconon inconfundibles para el subconsciente: El resplandor, Mísere, etc. Creo que King lleva tiempo intentando acercarse a un género que desde hace tiempo tantea, casos como Rita Hayworth y la redención de Shawshank, El cuerpo, Corazónes en la Atlántida, Colorado Kid, La historia de Lisey, Joyland o su última novela, Revival. Debo decir que me gustan todas ellas, y son precisamente las más criticadas. Con la Cúpula ocurre, quizá, que el tema en sí ya te prepara, antes de leerla, en situaciones que King no llega a replantear. Es muy aburrida, y como bien dices, le sobran páginas, pero sobre todo es aburrida cuando la idea de la novela es buena. No sé, quizá si has visto la película de Los Simpson de temática semejante, parece que no tiene demasiada importancia el asunto. Y respecto a las series, parece ser que todo lo que escribe King tenga que llevarse a la televisión y siempre con resultados mefastos. Lo mismo le ocurre con el cine. Ya te digo, quitando Miseri, Cadena perpetua y Cuenta conmigo, poca cosa más vale la pena.
ResponderEliminarUn cordial saludo.
Coincido contigo en que algunas de las historias de King que más me han gustado no eran de terror. Las incluidas en los dos volúmenes de "Las Cuatro Estaciones", por ejemplo. Sus primeras novelas son excelentes y aun caerán por aquí dos de ellas relacionadas con la CF, La Larga Marcha y El Fugitivo. Pero también es una demostración de que no son necesarias mil páginas para contar una historia potente, con buenos personajes y momentos inolvidables. Vamos, ni mil ni quinientas. Ahí están Carrie o El Misterio de Salem´s Lot o las novelas cortas de "Las Cuatro Estaciones", por nombrar solo algunas. Coincido también en lo mediocres de las adaptaciones a imagen real, aunqeu también salvaría de la quema "La Niebla". Un saludo y gracias por comentar.
ResponderEliminarUn argumento parecido se usa en Girls, el tebeo de los Luna Bros. Aunque el dibujo no me acaba de convencer, en el guión mezclan la idea del pueblo aislado por una cúpula misteriosa con una especie de tías buenas en pelotas a medio camino entre zombis y bodysnatchers. Recomendable.
ResponderEliminarHola Cesaralcapone. Pues mira que aunque los he ojeado mucho, no me he decidido nunca a comprar nada de los Hermanos Luna... Será que el dibujo me echa un poco para atrás. Gracias por el apunte.
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